Una idea central...

Somos La Iglesia católica


Nuestra familia está compuesta por personas de toda raza. Somos jóvenes y ancianos, ricos y pobres, hombres y mujeres, pecadores y santos.

Nuestra familia ha perseverado a través de los siglos y establecido a lo ancho de todo el mundo.

Con la gracia de Dios hemos fundado hospitales para poder cuidar a los enfermos, hemos abierto orfanatorios para cuidar de los niños, ayudamos a los más pobres y menos favorecidos. Somos la más grande organización caritativa de todo el planeta, llevando consuelo y alivio a los más necesitados.Educamos a más niños que cualquier otra institución escolar o religiosa.

Inventamos el método científico y las leyes de evidencia. Hemos fundado el sistema universitario.

Defendemos la dignidad de la vida humana en todas sus formas mientras promovemos el matrimonio y la familia.

Muchas ciudades llevan el nombre de nuestros venerados santos, que nos han precedido en el camino al cielo.

Guiados por el Espíritu Santo hemos compilado La Biblia. Somos transformados continuamente por Las Sagradas Escrituras y por la sagrada Tradición, que nos han guiado consistentemente por más de dos mil (2’000) años.

Somos… La Iglesia católica.

Contamos con más de un billón (1’000’000’000) de personas en nuestra familia compartiendo los Sacramentos y la plenitud de la fe cristiana. Por siglos hemos rezado por ti y tu familia, por el mundo entero, cada hora, cada día, cada vez que celebramos La Santa Misa.

Jesús de Nazaret ha puesto el fundamento de nuestra fe cuando dijo a Simón-Pedro, el primer Papa: «Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi iglesia, y el poder de la muerte no prevalecerá contra ella» (Mt. XVI, 18).

Durante XX siglos hemos tenido una línea ininterrumpida de Pastores guiando nuestro rebaño, La Iglesia universal, con amor y con verdad, en medio de un mundo confuso y herido. Y en este mundo lleno de caos, problemas y dolor, es consolador saber que hay algo consistente, verdadero y sólido: nuestra fe católica y el amor eterno que Dios tiene y ha tenido por toda la creación.

Si has permanecido alejado de La Iglesia católica, te invitamos a verla de un modo nuevo hoy, visita www.catolicosregresen.org.

Somos una familia unida en Cristo Jesús, nuestro Señor y Salvador. Somos católicos, bienvenido a Casa...

Contenido del Blog

Hablemos claro de la homosexualidad

Por Juan García Inza

Con motivo de la homilía de Mons. Reig Pla en la Misa celebrada en la Catedral de Alcalá de Henares, y transmitida por la 2 de TVE, se ha levantado un revuelo absurdo por uno de los muchos temas tratados como contrarios a la moral católica. Se trata del ejercicio activo de la homosexualidad. Es decir, de los pecados de lujuria cometidos por personas del mismo sexo. Igualmente trató del matrimonio, de la posible doble vida que pueden llevar algunos sacerdotes, etc. Pero resulta que es siempre el lobby gay el que protesta cuando se valora moralmente sus posibles actividades fuera de la naturaleza de las cosas.

Hace un tiempo una de las lectoras de un consultorio que yo mantenía en la página www.mercaba.org me planteó el tema, y me solicitó una orientación doctrinal. Realmente la cuestión es de gran importancia, de rabiosa actualidad como se ve estos días, y que preocupa a los expertos ya que el problema de la homosexualidad está afectando a un considerable sector de nuestra sociedad y, lo que es más grave, parece que esta situación tiende a agravarse por distintas razones. Intentaremos aclarar algunas ideas, ya que con frecuencia recibimos preguntas sobre el particular.

La revista PALABRA publicó un número monográfico dedicado a la CASTIDAD en los distintos estados y situaciones del hombre. Uno de los capítulos lo dedicaba a la HOMOSEXUALIDAD, y publicaba una entrevista con uno de los expertos europeos más destacado en el tema de terapia de la homosexualidad. Se trata del Gerard J.M. van den Aardweg, holandés, Doctor en Psicología por la Universidad de Amsterdan. Ha impartido cursos por América y Europa, y se dedica a tratar de ayudar a las personas afectadas de esta anomalía llamada HOMOSEXUALIDAD. Trataré de recoger lo esencial de esta interesante entrevista.

Ha publicado un libro llamado Homosexualidad y Esperanza, y dice que esperanza hace referencia a la actitud interior de quien se enfrenta con sentimientos homosexuales. Aunque digan que se aceptan como son, etc., el autor afirma que felices, de verdad, no lo son nunca.

Aclara que GAY significa originariamente alegre, animado, pero que ha perdido este significado desde que se usa para el estilo de vida homosexual. Ahora el valor de la palabra ha pasado a ser alegría afectada, artificial; limita casi con exhibicionismo. Los Juegos Olímpicos de 1999 en Amsterdan para ellos daban pena, aunque fuese un espectáculo para el mundo. Eran un puro infantilismo. La alegría del gay es un poco extraña.

El homosexual que ejerce como tal en el terreno sentimental cae en una sexualidad neurótica. El diseñador de alta costura alemán Wolfgang Joop, homosexual, afirma en un tono cínico en una entrevista concedida a una revista: “Esto es un estilo de vida que crea adicción y, a la vez, una especie de frigidez. Como no estás satisfecho aumentas la dosis y, en consecuencia, se multiplican las frustraciones”.

Quien acepta y se identifica con su condición de homosexual, puede sentir algún alivio, pero cae preso de una sexualidad neurótica. Por eso, el camino contrario, la búsqueda de la verdad sobre sí mismo sin dejarse arrastrar por un derrotismo de “yo soy así”, es camino de esperanza.

Generalmente los deseos homosexuales arrancan de situaciones depresivas que se padecen en la juventud debido a complejos, soledad, frustraciones, inseguridad en la identidad sexual. Y todo ello se opone a la esperanza. La esperanza se pierde cuando se piensa que uno es fatalmente así y no tiene remedio. No puede caer el homosexual en un pesimismo pensando que su caso no tiene solución. Hay esperanza cuando se intenta superar las dificultades, los complejos y se huye de las ofertas que una sociedad depravada hace continuamente en este campo, en el que quedan atrapados tantos niños y jóvenes por culpa de viejos verdes sin conciencia, o enfermos crónicos del sentimiento.

Dice nuestro experto que la homosexualidad no es hereditaria. Hay situaciones familiares y hábitos educativos que favorecen la tendencia homosexual. A los chicos les influye muy negativamente la conocida madre superprotectora y dominante; o un padre distante o poco viril, o que le dedica más tiempo y afecto a los otros hermanos. No favorece en nada una educación afectiva adecuada en este sentido: el que la madre o el padre no se sientan contentos con sus propias condiciones de mujer o de hombre. También se da el caso de los padres que tratan a las hijas como si fueran chicos porque eso es lo que deseaban tener, o al contrario.

Aparte de la familia, que es muy importante, influye mucho también el trato con los compañeros del mismo sexo. Muchos homosexuales confiesan haber llegado a esa situación tras haberse visto marginados o minusvalorados por los mismos compañeros. Se trata de un complejo de marginación al no haberse visto aceptados. La mayoría de los científicos consideran la homosexualidad como un trastorno, aunque por influencia de los distintos colectivos o corrientes de opinión que están involucrados en este mundo se trate de considerar más bien como condición.

Y al ser tratada socialmente la homosexualidad como una condición, ya casi no se habla de corrección o de terapia de tratamiento. Todo eso ha pasado a ser un tabú. Hoy, como afirma Aardweg , la homosexualidad se ha politizado. En algunos programas de educación sexual se incluye la homosexualidad como algo normal. La epidemia del Sida podría haberse paliado en gran parte en Occidente, si se hubiese seguido considerando la promiscuidad homosexual como algo patológico, afirma el experto que citamos.

En algunas telenovelas, de las que muchos son aficionados, se llega a la aberración de presentar a parejas heterosexuales cargadas de problemas y de infidelidades, mientras que una parejita de homosexuales es presentada como modelo de felicidad, a los que hay que envidiar, y a los que acuden muchos a pedir consejo. Pero la realidad es todo lo contrario. Las parejas de homosexuales son muy frágiles, y se rompen con facilidad. Según un estudio alemán, el 60% de esas parejas duran un año, y sólo el 7% superan los cinco años.

Nuestro experto afirma rotundamente que la imagen de la pareja de homosexuales feliz, como espejo del matrimonio, es una mentira con fines propagandísticos. Entre ellos no son excepción la infidelidad, los celos, la soledad y las depresiones.

¿Puede un homosexual vivir la castidad? ¿Es moralmente aceptable la legalización de las parejas de homosexuales con posibilidad, incluso, de adoptar niños? Seguiremos hablando del tema en el próximo post.

Dejamos claro que no estamos descalificando, ni satanizando, a los que son como son y tratan de superarse, sino a los que intentan tergiversar la condición humana y enmendar la plana a Dios, que nos creó hombre y mujer, y a la pareja humana varón y hembra, le dijo. “Creced y multiplicaos”. Los brazos de la Iglesia siempre estarán abiertos a toda persona de buena voluntad que viene tomándose la vida en serio. No se va contra nadie, sino contra todo un montaje contrario a la Ley de Dios.

SEGUIMOS HABLANDO DE LA HOMOSEXUALIDAD (2)

Dedicamos nuestro anterior artículo al vidrioso y actualísimo tema de la homosexualidad, a raíz de una pregunta formulada por una visitante de nuestra página, y de la polémica promovida por algunos a raíz de la Homilía de Mons. Reig Pla el Viernes Santo en la catedral de Alcalá. No pretendíamos agotar el tema con las ideas que apuntamos en el post anterior, como tampoco lo pretendemos ahora, pero cumplimos nuestra palabra avanzando un poco más en el comentario, y tratando de dar respuesta a las cuestiones más candentes.

Decíamos en el capítulo anterior que nuestro experto consultado, Gerar J.M. van den Aardweg, holandés, Doctor en Psicología por la Universidad de Ámsterdam, afirma rotundamente que la imagen de la pareja de homosexuales felices, como espejo del matrimonio, es una mentira con fines propagandísticos. Entre ellos no son excepción la infidelidad, los celos, la soledad y las depresiones. Y niega rotundamente que la homosexualidad sea una condición, un modo de vivir la vida, como nos quieren hacer ver. La homosexualidad es una anormalidad de la naturaleza humana, con la que se nace o se adquiere por las circunstancias que rodean al individuo. Aquí no se trata de acusar o condenar a nadie, y menos al que ha nacido con una tendencia contraria a su sexo. Respetamos profundamente a las personas, pero no podemos desde la ética y la moral dar por buena cualquier aberración sexual que se cometa desde la homosexualidad o desde la heterosexualidad. El hombre tiene una dignidad de acuerdo con la cual ha de vivir, sea como sea su naturaleza o su estado de vida. La castidad no es una virtud para gente rara, poco motivada, o amorfa. No se trata de calificar de trasnochado espiritualista al que quiere vivir la decencia y la limpieza moral de su dimensión sexual en relación consigo mismo y con los demás. Lo mismo que hay que usar rectamente cualquier resorte humano para no degradar nuestro nivel de dignidad, en el terreno afectivo y en el ejercicio de la sexualidad hay que obrar con los mismos principios que exige nuestra categoría dentro de la maravillosa gama de seres que pueblan la tierra.

En el artículo anterior dejamos planteadas estas cuestiones: ¿Puede un homosexual vivir la castidad? ¿Es moralmente aceptable la legalización de las parejas de homosexuales con posibilidad, incluso, de adoptar niños? Trataremos de dar una respuesta lo más fiel posible a los principios generales y específicos de una ética y una moral basada en los valores humanos y en los principios evangélicos.

Sí, es posible vivir la castidad desde esta situación anómala, como lo es posible en cualquier otra situación. El homosexual necesita ayuda. En América existen grupos de homosexuales cristianos que se ayudan mutuamente a no practicar su homosexualidad. En este sentido hay buenas experiencias que fomentan la esperanza. El Padre John Harvey, como nos dice la revista PALABRA en su número 442-443, fundó la asociación Courage, buscando vivir conforme a la doctrina de la Iglesia. Ya lleva muchos años trabajando en este campo con muy buenos resultados. Como la homosexualidad es un problema a la vez psíquico y moral, cualquier ayuda espiritual supone un apoyo magnífico al esfuerzo que hay que hacer para superar las tentaciones.

El homosexual tiene que empezar por desear la castidad, viéndola como un ideal posible y ventajoso. Hoy no se habla de castidad generalmente en los proyectos educativos. Lo que se ofrece son remedios para evitar las consecuencias no deseadas de una vida impura. Entre ellas el sida y el aborto.

Desean vivir la castidad sobre todo los homosexuales y lesbianas con inquietudes religiosas. Para ello lo que hacen es evitar los contactos y los lugares que ofrecen peligro en las relaciones. Luchando contra la masturbación, dominando la imaginación, evitando la curiosidad erótica y pornográfica. Procurando buscar ayuda, ocupaciones sanas, y buenas compañías.

Desde la orientación espiritual, un sacerdote puede hacer mucho bien ayudando y estimulando a vivir las virtudes que hacen al hombre honesto, limpio, claro, alegre, sano... Hay que evitar la dependencia de ciertas costumbres sexuales que se llegan a convertir como una droga para el que las practica. Hay que acudir a Dios seriamente, y pedirle ayuda en la oración, y comprender que hay ideales maravillosos que exigen toda una vida de esfuerzo y entrega. Esto supone elevar la mirada y contemplar la grandeza de la lucha por alcanzar a veces metas heroicas. Hay que oír atentamente la conciencia, a través de la cual nos habla Dios. Acudir a la confesión y dirección espiritual con toda naturalidad, solicitando perdón, consejo y ayuda. Hay que abrirse, y salir de la soledad interior y del aislamiento social.

Los homosexuales lo que realmente necesitan es aprender a amar. Hay que defenderse del egoísmo, buscando el bien auténtico y radical del otro. Es necesaria la sinceridad, la fortaleza, la audacia para plantearse el porqué de mi vida, y el para qué vivo. ¡Cuantas cosas podemos hacer, superando los complejos y las limitaciones que nos aíslan! El homosexual, hombre o mujer, no es un ser condenado a nada, sino llamado a vivir la vida aceptándose como es, y tratando de ser útil y feliz haciendo el bien.

En cuanto a la conveniencia o no de la adopción de niños por parte de parejas homosexuales, la verdadera psicología y el sentido común nos dicen que es una aberración. Un niño necesita para su normal formación y educación el equilibrio y la complementariedad de ambos sexos. Un niño criado entre homosexuales terminará normalmente siendo homosexual. No es natural esta práctica que hoy se está exigiendo a los legisladores. La misma naturaleza nos los dice con sus leyes: un niño nace de un padre y una madre, y debe educarse en un ambiente heterosexual para su perfecta formación psicológica. Los homosexuales pueden ser buenísimas personas, incluso vivir la castidad entre ellos, pero adoptar un niño como hijo no está de acuerdo con la naturaleza. Ese niño algún día tiene que darse cuenta que aquellos, o aquellas, no han podido ser sus padres, y los hábitos de vida que se vive en ese tipo de parejas no son los más adecuados para hacer de un niño o una niña un hombre o una mujer normal. Hay que pensar con la cabeza, y dejar que el hombre siga siendo lo que es: un ser racional que sabe, o debe saber, lo que ha de hacer para no perder la dignidad y la identidad.

Ya sé que muchos no están de acuerdo con este modo de pensar que aquí expongo. Pero digo lo que pienso, fundamentado en la naturaleza, el sentido común, y las ciencias de la psicología. El que opine de otra manera está en su derecho, pero que lo fundamente con seriedad.

Cuestiones que plantea la homosexualidad (y 3)

Este es el tercer capítulo, y último de momento, que dedicamos al tema de la homosexualidad. Tema de rabiosa actualidad debido a la proliferación de manifestaciones, cuestiones y problemas que plantea el tema. Como hemos dejado claro en artículos anteriores, no estamos juzgando ni condenando a personas, y menos a las que por "capricho" de la naturaleza, o debido a las circunstancias que han influido, han provocado en individuos concretos actitudes, costumbres, reacciones, e incluso criterios, no propios del sexo al que biológicamente pertenece. Estamos aclarando que la homosexualidad en sí no es una manifestación normal de la naturaleza humana. Dios creó al ser humano macho y hembra, hombre y mujer, con sus diferencias biológicas, fisiológicas, psicológicas, etc., para que fuesen un complemento y una ayuda mutua, y de esa relación normal entre ambos fueran llenando la tierra de otros seres humanos, de ambos sexos, iguales en dignidad y derechos, pero distintos en cuanto al sexo.

La naturaleza no siempre cumple las leyes a la perfección, y surgen de vez en cuando, sin que nadie tenga la culpa, individuos con distintas carencias o malformaciones. Esos individuos son tan dignos como los demás de su especie, y están sometidos igualmente a la norma moral de conducta grabada en nuestra naturaleza y plasmada explícitamente en las tablas de la Ley de Dios. El sexto mandamiento, que nos habla de castidad, afecta a todos: casados, solteros, célibes, heterosexuales y homosexuales. Cada uno, con la ayuda de la Gracia de Dios, ha de intentar ser honesto y limpio en sus relaciones afectivas con los demás, y nunca se debe ir contra la propia naturaleza. Primero por amor de Dios, segundo por respeto a la dignidad del ser humano, y tercero porque la naturaleza NUNCA PERDONA, y normalmente pasa factura de los atentados que se cometen contra ella. Ahí tenemos un ejemplo claro en el SIDA que ya sabemos cuál es su origen y quiénes son los que más riesgo corren de contagio.

Cuestiones que nos planteamos:

a) ¿Es admisible el matrimonio entre homosexuales?

Radicalmente hay que responder que NO. Aunque haya leyes que puedan admitirlo. Eso es una aberración. Una cosa son las parejas de hecho que voluntariamente puedan darse entre homosexuales, como también entre heterosexuales, y otra cosa es el MATRIMONIO. No hay que confundir las cosas. Hay que ser más serios y llamarle a cada situación por su nombre. El MATRIMONIO, que es una institución natural, y elevada por Cristo a la categoría de Sacramento, no puede verse mancillado por una caprichosa práctica de intentar vivir una relación afectiva y sexual aberrante. El MATRIMONIO es una institución que merece todo el respeto y respaldo legal y social por ser el modo natural de formalizar un compromiso entre hombre y mujer para fundar una FAMILIA, ayudarse mutuamente con el complemento de ambos sexos, y crear un ambiente adecuado para la educación de los hijos, seres humanos que necesitan el clima adecuado para crecer sanos física y psíquicamente. Y esto no lo puede ofrecer una pareja de homosexuales por pura lógica. Que vivan como quieran, están en su derecho, pero que no confundan los términos. El MATRIMONIO es lo que es, y nada más.

b) ¿Es admisible la adopción de hijos por parte de parejas homosexuales?

Se celebró en Murcia (España) el Congreso Internacional sobre "Educación, Familia y Vida", organizado por la Universidad Católica San Antonio (UCAM). Los ponentes fueron primeras figuras internacionales sobre el tema de que se trataba. Uno de ellos fue el Cardenal Alfonso López Trujillo, Presidente del Pontificio Consejo de la Familia en la Santa Sede. En su intervención, y en una rueda de prensa posterior, afirmó rotundamente sobre esta cuestión que nos hemos planteado: "Es horrenda la concepción educativa que subyace a las adopciones de niños por parte de parejas homosexuales".

Para este Cardenal colombiano, la aprobación en Holanda, y después en España, de una ley que permite los matrimonios entre personas del mismo sexo y la adopción de niños es un hecho que se ha producido "en oposición, prácticamente, al resto del mundo". "Parece como si todos los países del mundo -añadió- estuviesen equivocados y de pronto unos países concretos, hubiesen visto un nuevo sol y una nueva luz". El Cardenal sostiene que en este tipo de adopciones "los derechos del niño son vulnerados" ya que se utiliza al pequeño "como objeto para llenar soledades".

López Trujillo advierte de las graves consecuencias psicológicas que tendrá para el sujeto haberse criado en un ambiente sin el equilibrio que aportan el padre y la madre, un hombre y una mujer, y alerta sobre el hecho de que, una vez adultos, estas personas podrán reclamar al Estado que ha permitido su adopción indemnizaciones por daños sufridos.

Considero que son suficientes estas afirmaciones tan claras y rotundas para contestar a la pregunta que nos hemos planteado. No se puede jugar con la dignidad humana, utilizando a los niños indefensos como instrumentos al servicio de nuestros vacíos sentimentales, o de las pasiones descontroladas. El Estado que permite esto atenta contra el derecho que asiste a los niños a vivir y ser educados como corresponde a su naturaleza. Seguro que muchísimas personas no piensan lo mismo, pero la naturaleza humana es así.

c) ¿Puede un homosexual ser sacerdote o religioso/a?

Interesante cuestión esta. En otros tiempos esta situación era un impedimento serio para acceder al sacerdocio o a la vida religiosa. Hoy las dificultades no son mayores, o distintas, que para una persona heterosexual. Para uno y para otros es cuestión de integrar la sexualidad en una opción de amor célibe. Lola Arrieta, religiosa Carmelita de la Caridad, afirma: Que una persona homosexual se integre o no en la vida religiosa, no puede argumentarse desde su condición de homosexual, sino desde el grado de integración, salud, apertura y sinceridad con la que se le hace posible acoger la vida y la vocación recibida....La persona con buena integración de su sexualidad, sea cual sea su orientación, es capaz de establecer relaciones profundamente positivas, compromiso en el amor en cualquier estilo de vida.

El P. Jesuita Carlos Domínguez Morado afirma que "probablemente, han sido muchos los hombres y las mujeres homosexuales que, a lo largo de la historia de la Iglesia, han vivido honesta y creativamente su vocación de célibes por el Reino. Nunca sabremos lo que en su intimidad más profunda esto les significó de dolor y de grandeza".

Lo importante es comprender que somos hijos de Dios, y que se puede asumir la situación de cada uno, siguiendo la auténtica vocación que Dios da, y comprometiéndose a entregarse de todo corazón a una vida de total compromiso con Dios y sus planes salvíficos, dando un sí rotundo a un celibato apostólico vivido con toda lealtad. Y en estas circunstancias, en la que siempre hay que evitar todo tipo de sospechas, hay que respetar a una persona que puede tener un cierto grado de anomalía, pero no hasta el punto de ser un obstáculo serio, y que asumida, llevada con dignidad, y vivida con la entereza del que busca la santidad en una entrega total del corazón a Dios, da de sí lo mejor que tiene para vivir el Evangelio sirviendo a los hermanos desde el celibato por el Reino de los Cielos.

Pero, dado lo delicado del tema, y teniendo en cuenta las lamentables experiencias por todos conocidas, hay que atenerse a lo que la autoridad eclesiástica ha dictaminado sobre el particular:

La homosexualidad y el ministerio ordenado

Desde el Concilio Vaticano II a hoy, diversos documentos del Magisterio –y especialmente el Catecismo de la Iglesia Católica– han confirmado la enseñanza de la Iglesia sobre la homosexualidad. El Catecismo distingue entre los actos homosexuales y las tendencias homosexuales.

Sobre los actos, enseña que, en la Sagrada Escritura, estos son presentados como pecados graves. La Tradición los ha considerado constantemente como intrínsecamente inmorales y contrarios a ley natural. Estos, en consecuencia, no pueden ser aprobados en ningún caso.

En lo que concierne a las tendencias homosexuales profundamente arraigadas, que se encuentran en un cierto número de hombres y mujeres, son también éstas objetivamente desordenadas y frecuentemente constituyen, también para ellos, una prueba. Tales personas deben ser acogidas con respeto y delicadeza; se evitará toda discriminación injusta. Éstas están llamadas a realizar la voluntad de Dios en su vida y a unir al sacrificio de la cruz del Señor las dificultades que pueden encontrar.

A la luz de tal enseñanza, este Dicasterio, de acuerdo con la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, considera necesario afirmar claramente que la Iglesia, respetando profundamente a las personas en cuestión, no puede admitir al Seminario y a las Órdenes sagradas a aquellos que practican la homosexualidad, presentan tendencias homosexuales profundamente arraigadas o apoyan la así llamada cultura gay.

Las personas mencionadas se encuentran, de hecho, en una situación que obstaculiza gravemente establecer una correcta relación con hombres y mujeres. No se pueden descuidar las consecuencias negativas que pueden derivar de la Ordenación de personas con tendencias homosexuales profundamente arraigadas.

Si, en cambio, se tratase de tendencias homosexuales que fuesen solo expresión de un problema transitorio, como, por ejemplo, aquello de una adolescencia aún no terminada, estas deben estar claramente superadas al menos tres años antes de la Ordenación diaconal.

(Instrucción de la Congregación para la Educación Católica sobre discernimiento vocacional. Fechada el día 4 y publicada el 29 de noviembre de 2005)

Con esta tercera entrega damos por terminado nuestro trabajo sobre el tema de la homosexualidad, con el convencimiento de que, ni mucho menos, hemos intentado agotar el tema, que sigue abierto para cualquier pregunta que quieran formularnos. Hemos intentado sentar los principios básicos desde el respeto más profundo a la persona, pero dejando claro que la virtud de la castidad obliga a todos desde la situación en que se encuentren. Y el que sufra algún tipo de anormalidad en este campo, que lo lleve con dignidad, sin complejos, y pida ayuda a Dios para encauzar cristianamente su afectividad por el camino que Dios lo lleve.

El Papa responde al Llamado a la desobediencia

Tomado de http://infocatolica.com/blog/buhardilla.php/1204051038-en-la-misa-crismal-el-papa-re

En un gesto sin precedentes, el Papa Benedicto XVI, en el marco de la Misa Crismal celebrada hoy en la Basílica Vaticana, ha pronunciado una magistral homilía en la que se ha referido de manera explícita al Llamado a la desobediencia publicado por sacerdotes austríacos, derribando sus débiles argumentos y explicando que la desobediencia nunca puede ser un camino para la renovación de la Iglesia. Presentamos a continuación la extraordinaria homilía del Santo Padre.

***

En esta Santa Misa, nuestra mente retorna hacia aquel momento en el que el Obispo, por la imposición de las manos y la oración, nos introdujo en el sacerdocio de Jesucristo, de forma que fuéramos «santificados en la verdad» (Jn 17,19), como Jesús había pedido al Padre para nosotros en la oración sacerdotal. Él mismo es la verdad. Nos ha consagrado, es decir, entregado para siempre a Dios, para que pudiéramos servir a los hombres partiendo de Dios y por él. Pero, ¿somos consagrados también en la realidad de nuestra vida? ¿Somos hombres que obran partiendo de Dios y en comunión con Jesucristo? Con esta pregunta, el Señor se pone ante nosotros y nosotros ante él: «¿Queréis uniros más fuertemente a Cristo y configuraros con él, renunciando a vosotros mismos y reafirmando la promesa de cumplir los sagrados deberes que, por amor a Cristo, aceptasteis gozosos el día de vuestra ordenación para el servicio de la Iglesia?». Así interrogaré singularmente a cada uno de vosotros y también a mí mismo después de la homilía. Con esto se expresan sobre todo dos cosas: se requiere un vínculo interior, más aún, una configuración con Cristo y, con ello, la necesidad de una superación de nosotros mismos, una renuncia a aquello que es solamente nuestro, a la tan invocada autorrealización. Se pide que nosotros, que yo, no reclame mi vida para mí mismo, sino que la ponga a disposición de otro, de Cristo. Que no me pregunte: ¿Qué gano yo?, sino más bien: ¿Qué puedo dar yo por él y también por los demás? O, todavía más concretamente: ¿Cómo debe llevarse a cabo esta configuración con Cristo, que no domina, sino que sirve; que no recibe, sino que da?; ¿cómo debe realizarse en la situación a menudo dramática de la Iglesia de hoy?

Recientemente, un grupo de sacerdotes ha publicado en un país europeo una llamada a la desobediencia, aportando al mismo tiempo ejemplos concretos de cómo se puede expresar esta desobediencia, que debería ignorar incluso decisiones definitivas del Magisterio; por ejemplo, en la cuestión sobre la ordenación de las mujeres, sobre la que el beato Papa Juan Pablo II ha declarado de manera irrevocable que la Iglesia no ha recibido del Señor ninguna autoridad sobre esto. Pero la desobediencia, ¿es un camino para renovar la Iglesia? Queremos creer a los autores de esta llamada cuando afirman que les mueve la solicitud por la Iglesia; su convencimiento de que se deba afrontar la lentitud de las instituciones con medios drásticos para abrir caminos nuevos, para volver a poner a la Iglesia a la altura de los tiempos. Pero la desobediencia, ¿es verdaderamente un camino? ¿Se puede ver en esto algo de la configuración con Cristo, que es el presupuesto de una auténtica renovación, o no es más bien sólo un afán desesperado de hacer algo, de trasformar la Iglesia según nuestros deseos y nuestras ideas?

Pero no simplifiquemos demasiado el problema. ¿Acaso Cristo no ha corregido las tradiciones humanas que amenazaban con sofocar la palabra y la voluntad de Dios? Sí, lo ha hecho para despertar nuevamente la obediencia a la verdadera voluntad de Dios, a su palabra siempre válida. A él le preocupaba precisamente la verdadera obediencia, frente al arbitrio del hombre. Y no lo olvidemos: Él era el Hijo, con la autoridad y la responsabilidad singular de desvelar la auténtica voluntad de Dios, para abrir de ese modo el camino de la Palabra de Dios al mundo de los gentiles. Y, en fin, ha concretizado su mandato con la propia obediencia y humildad hasta la cruz, haciendo así creíble su misión. No mi voluntad, sino la tuya: ésta es la palabra que revela al Hijo, su humildad y a la vez su divinidad, y nos indica el camino.

Dejémonos interrogar todavía una vez más. Con estas consideraciones, ¿acaso no se defiende de hecho el inmovilismo, el agarrotamiento de la tradición? No. Mirando a la historia de la época post-conciliar, se puede reconocer la dinámica de la verdadera renovación, que frecuentemente ha adquirido formas inesperadas en momentos llenos de vida y que hace casi tangible la inagotable vivacidad de la Iglesia, la presencia y la acción eficaz del Espíritu Santo. Y si miramos a las personas, por las cuales han brotado y brotan estos ríos frescos de vida, vemos también que, para una nueva fecundidad, es necesario estar llenos de la alegría de la fe, de la radicalidad de la obediencia, del dinamismo de la esperanza y de la fuerza del amor.

Queridos amigos, queda claro que la configuración con Cristo es el presupuesto y la base de toda renovación. Pero tal vez la figura de Cristo nos parece a veces demasiado elevada y demasiado grande como para atrevernos a adoptarla como criterio de medida para nosotros. El Señor lo sabe. Por eso nos ha proporcionado «traducciones» con niveles de grandeza más accesibles y más cercanos. Precisamente por esta razón, Pablo decía sin timidez a sus comunidades: Imitadme a mí, pero yo pertenezco a Cristo. Él era para sus fieles una «traducción» del estilo de vida de Cristo, que ellos podían ver y a la cual se podían asociar. Desde Pablo, y a lo largo de la historia, se nos han dado continuamente estas «traducciones» del camino de Jesús en figuras vivas de la historia. Nosotros, los sacerdotes, podemos pensar en una gran multitud de sacerdotes santos, que nos han precedido para indicarnos la senda: comenzando por Policarpo de Esmirna e Ignacio de Antioquia, pasando por grandes Pastores como Ambrosio, Agustín y Gregorio Magno, hasta Ignacio de Loyola, Carlos Borromeo, Juan María Vianney, hasta los sacerdotes mártires del s. XX y, por último, el Papa Juan Pablo II que, en la actividad y en el sufrimiento, ha sido un ejemplo para nosotros en la configuración con Cristo, como «don y misterio». Los santos nos indican cómo funciona la renovación y cómo podemos ponernos a su servicio. Y nos permiten comprender también que Dios no mira los grandes números ni los éxitos exteriores, sino que remite sus victorias al humilde signo del grano de mostaza.

Queridos amigos, quisiera mencionar brevemente todavía dos palabras clave de la renovación de las promesas sacerdotales, que deberían inducirnos a reflexionar en este momento de la Iglesia y de nuestra propia vida. Ante todo, el recuerdo de que somos – como dice Pablo – «administradores de los misterios de Dios» (1Co 4,1) y que nos corresponde el ministerio de la enseñanza (munus docendi), que es una parte de esa administración de los misterios de Dios, en los que él nos muestra su rostro y su corazón, para entregarse a nosotros. En el encuentro de los cardenales con ocasión del último consistorio, varios Pastores, basándose en su experiencia, han hablado de un analfabetismo religioso que se difunde en medio de nuestra sociedad tan inteligente. Los elementos fundamentales de la fe, que antes sabía cualquier niño, son cada vez menos conocidos. Pero para poder vivir y amar nuestra fe, para poder amar a Dios y llegar por tanto a ser capaces de escucharlo del modo justo, debemos saber qué es lo que Dios nos ha dicho; nuestra razón y nuestro corazón han de ser interpelados por su palabra. El Año de la Fe, el recuerdo de la apertura del Concilio Vaticano II hace 50 años, debe ser para nosotros una ocasión para anunciar el mensaje de la fe con un nuevo celo y con una nueva alegría. Naturalmente, este mensaje lo encontramos primaria y fundamentalmente en la Sagrada Escritura, que nunca leeremos y meditaremos suficientemente. Pero todos tenemos experiencia de que necesitamos ayuda para transmitirla rectamente en el presente, de manera que mueva verdaderamente nuestro corazón. Esta ayuda la encontramos en primer lugar en la palabra de la Iglesia docente: los textos del Concilio Vaticano II y el Catecismo de la Iglesia Católica son los instrumentos esenciales que nos indican de modo auténtico lo que la Iglesia cree a partir de la Palabra de Dios. Y, naturalmente, también forma parte de ellos todo el tesoro de documentos que el Papa Juan Pablo II nos ha dejado y que todavía están lejos de ser aprovechados plenamente.

Todo anuncio nuestro debe confrontarse con la palabra de Jesucristo: «Mi doctrina no es mía» (Jn 7,16). No anunciamos teorías y opiniones privadas, sino la fe de la Iglesia, de la cual somos servidores. Pero esto, naturalmente, en modo alguno significa que yo no sostenga esta doctrina con todo mi ser y no esté firmemente anclado en ella. En este contexto, siempre me vienen a la mente aquellas palabras de san Agustín: ¿Qué es tan mío como yo mismo? ¿Qué es tan menos mío como yo mismo? No me pertenezco y llego a ser yo mismo precisamente por el hecho de que voy más allá de mí mismo y, mediante la superación de mí mismo, consigo insertarme en Cristo y en su cuerpo, que es la Iglesia. Si no nos anunciamos a nosotros mismos e interiormente hemos llegado a ser uno con aquél que nos ha llamado como mensajeros suyos, de manera que estamos modelados por la fe y la vivimos, entonces nuestra predicación será creíble. No hago publicidad de mí, sino que me doy a mí mismo. El Cura de Ars, lo sabemos, no era un docto, un intelectual. Pero con su anuncio llegaba al corazón de la gente, porque él mismo había sido tocado en su corazón.

La última palabra clave a la que quisiera aludir todavía se llama celo por las almas (animarum zelus). Es una expresión fuera de moda que ya casi no se usa hoy. En algunos ambientes, la palabra alma es considerada incluso un término prohibido, porque – se dice – expresaría un dualismo entre el cuerpo y el alma, dividiendo falsamente al hombre. Evidentemente, el hombre es una unidad, destinada a la eternidad en cuerpo y alma. Pero esto no puede significar que ya no tengamos alma, un principio constitutivo que garantiza la unidad del hombre en su vida y más allá de su muerte terrena. Y, como sacerdotes, nos preocupamos naturalmente por el hombre entero, también por sus necesidades físicas: de los hambrientos, los enfermos, los sin techo. Pero no sólo nos preocupamos de su cuerpo, sino también precisamente de las necesidades del alma del hombre: de las personas que sufren por la violación de un derecho o por un amor destruido; de las personas que se encuentran en la oscuridad respecto a la verdad; que sufren por la ausencia de verdad y de amor. Nos preocupamos por la salvación de los hombres en cuerpo y alma. Y, en cuanto sacerdotes de Jesucristo, lo hacemos con celo. Nadie debe tener nunca la sensación de que cumplimos concienzudamente nuestro horario de trabajo, pero que antes y después sólo nos pertenecemos a nosotros mismos. Un sacerdote no se pertenece jamás a sí mismo. Las personas han de percibir nuestro celo, mediante el cual damos un testimonio creíble del evangelio de Jesucristo. Pidamos al Señor que nos colme con la alegría de su mensaje, para que con gozoso celo podamos servir a su verdad y a su amor. Amén.

Sectas satánicas y adeptos

Tomado de www.religionenlibertad.com

En Italia se vive un auténtico «boom» de sectas, un fenómeno sin parangón con el resto de los países occidentales. Este país está considerado como uno de los más supersticiosos. Pero a menudo se da una «confusión entre fe y superstición, y se convierte en un punto débil para muchas personas, lo que es aprovechado por gurús, magos y charlatanes», según manifiesta a ABC el profesor Giovanni Panunzio, creador del Teléfono Antiplagio para luchar contra todo tipo de sectas y santones, que crecen en Italia como hongos.

Solamente las sectas satánicas llegan a 8.000, con más de 600.000 adeptos, cifras a las que hay que añadir «miles de nuevos cultos y formas de religiosidad ligadas a figuras carismáticas». La denuncia la hizo la revista oficial de la Policía italiana, «Poliziamoderna». «El fenómeno está cada vez más extendido», nos señala Giovanni Panunzio.

Lombardia y Piamonte, en el norte de Italia, Lazio en el centro, y Sicilia en el sur son las regiones donde el satanismo está más extendido, pero abunda en toda Italia. Solamente en la diócesis siciliana de Monreal se han robado hostias y objetos sagrados en cuatro iglesias en los últimos tres meses, que después son utilizados durante ceremonias y misas negras.

Sicilia, paraíso del diablo

Hay quien ha definido a Sicilia como el paraíso del diablo y la tierra de los exorcistas, teniendo en cuenta la extraordinaria concentración de curas exorcistas. La isla tiene, en efecto, el número más alto de sacerdotes oficialmente designados por los obispos para combatir el demonio: unos 100 exorcistas hay en toda Italia, 20 de ellos se encuentran en Sicilia.

El profesor Tullio Di Fiori, estudioso del fenómeno en Sicilia, comenta que las sectas del diablo aumentan y son más difíciles de controlarlas, porque son muy cerradas y, además, la tecnología ha complicado las cosas: «Los jefes de las sectas utilizan internet para organizar las ceremonias, creando blogs donde hablan mediante códigos con los adeptos y después los desactivan. Las sectas –añade- no son muy distintas de la Cosa Nostra, a la hora de la captación de miembros. Antes del rito de iniciación, el jefe se asegura que podrá fiarse de él. La mafia no tolera a los arrepentidos, y el mismo discurso vale para los gurús de las sectas». Según el criminólogo, Alfonso Terrana, «el joven que entra en una secta vive a menudo una situación familiar problemática. Para muchos, adorar al diablo es una forma de rebelarse contra el sistema».

El negocio de magos y santones

Al margen del fenómeno de las sectas, cada año unos 13 millones de italianos, es decir, unas 35.000 personas al día, acuden a magos, santones y curanderos. Se trata de un negocio que mueve más de 6.000 millones de euros. Según el profesor Giovanni Panunzio, que estudia desde hace muchos años el fenómeno de lo oculto, las motivaciones que empujan a los ciudadanos a acudir a esos operadores de lo oculto son las siguientes: Sentimentales (52%), económicas (24 %), de salud (13 %), judiciales (6%) y petición de protección (5%). Esos operadores suelen cometer una serie de delitos: Engaño, ejercicio abusivo de la profesión médica, extorsión y violación de la «privacidad».

Sobre las causas del aumento, en los últimos tiempos, de los adictos a las sectas, el profesor Panunzio manifiesta a ABC: «Hay una crisis de valores y de relaciones humanas, con aumento de la soledad. Con la crisis económica, los santones, gurús, jefes de sectas y todo tipo de charlatanes prometen a sus víctimas resolver sus problemas. Internet ha ayudado mucho a extender el fenómeno». La edad media de las víctimas, según el profesor Giovanni Panunzio, es de 42 años. Las mujeres son mayoría (51 %), hombres (38 %) y adolescentes (11%). El fundador del Teléfono Antiplagio, nos explica algunos de los peligros más habituales que corren las víctimas: «El lavado de cerebro de los magos y jefes de sectas tiende en general a lograr dos objetivos: subyugar a la mujer, sobre la que, con la excusa de ayudarle, se ejerce abuso sexual; y explotar económicamente a las víctimas. Algunas terminan completamente arruinadas».

Publicidad mortal

12 de Mayo #2009
En memoria de San Pancracio (+ 304)

Sra.
María Isabel Soldevila
Dirección del Listín Diario

Vía correo electrónico
Ciudad,

Ref.: “La píldora abortiva del día después, salud reproductiva para jóvenes

Mal futuro tiene una nación en manos de quienes persiguen con saña la vida humana desde el mismo momento de su concepción.”

Distinguida Sra. Soldevila,

La píldora del día después es abortiva y su difusión sin receta potencia la irresponsabilidad sexual con los consiguientes riesgos para la salud pública de nuestro país.”

Luego de saludarle cordialmente, he querido escribirle a fin de externarle mi preocupación en torno a la continua propaganda que realiza una farmacéutica local en ese medio de un producto ilegal en nuestro país: la píldora abortiva del día después.

He participado anoche en un conversatorio sobre el tema del aborto, en el que expusieron cinco prestigiosos juristas dominicanos, y todos coincidieron en afirmar esto que hoy he decidido comunicarle.

Si el aborto en nuestro país es ilegal, la píldora abortiva del día después también lo es.

Les recomiendo una consulta legal con sus abogados a fin de precisar, pues Listín Diario puede estar incurriendo en una violación de nuestras leyes al permitir promover el consumo de un medicamento ilegal en nuestro país.

Sin otro particular por el momento, aprovecho la oportunidad para suscribirme a sus órdenes siempre.

Atentamente,

Mario R. Saviñón

"El derecho a la vida es inviolable desde la concepción hasta la muerte. No podrá establecerse, pronunciarse ni aplicarse, en ningún caso, la pena de muerte."

www.durarealidad.com
www.40daysforlife.com

Sincretismo Protestante

16 de Octubre #2005
Fiesta de Santa Margarita María de Alacoque (+ 1690)

Sr.
Mateo Morrison
Columna ‘Contacto’ del Listín
Vía correo electrónico
Ciudad,

Ref.: “adventistas, episcopales y católicos”

Estimado Don Mateo:

Muy buenos y santos días tenga usted en el Señor, Dios Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra.

Al leer su columna me he motivado a escribirle estas líneas en razón del parecido de nuestras situaciones: Papá adventista, Mamá pentecostal y yo católico.

Le confieso que hace quince años todos éramos católicos en casa, hasta que vino el cambio.

¡Vaya cambio!

Auspiciado desde el mismo seno de los USA, el Nuevo Orden Mundial y la Nueva Era han logrado un resultado catastrófico para la fe de millones de dominicanos que hoy o andan de iglesia en iglesia o bien no creen en nada, como dice, ateos.

Billones de dólares son dedicados todos los años por grupos de interés ubicados en esa nación para promover todo tipo de creencias y filosofías, antiguas y modernas, tendentes a apartarnos del Evangelio, de Jesús de Nazaret, y lo más importante de todo, de su Iglesia, el medio más seguro que tenemos todos a nuestro alcance para santificar nuestras vidas mientras vida tengamos.

Yo que tuve la oportunidad de un encuentro personal con el Crucificado, estando a punto de morir, le confieso que se necesita de una gracia muy especial, esa que sólo Dios da, para poder comprender estos asuntos misteriosos. Bien lo dijo Jesús cuando agradece al Padre por haber escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y haberlas revelado a los más sencillos y humildes en el Pueblo de Israel.

Un análisis histórico ‘serio’ sobre el dilema de la reforma protestante de Martín Lutero no dejaría ninguna duda de que a esto se le ha concedido mucho más carácter del que realmente ha merecido. No es posible que Dios se equivocara de tal forma. Tal desastre sólo compete al hombre, a sus debilidades y limitaciones, al pecado como común denominador de todos los males que nos afectan. La fundación de la nación norteamericana en 1776 marca en la distancia el punto de referencia para nosotros entender este fenómeno, cómo nos ha llegado a nosotros de tal forma.

Es más, un estudio profundo de la creación y existencia de la iglesia anglicana es suficiente para uno darse cuenta del desorden, la iniquidad.

El problema nos ha afectado seriamente, por lo menos a nosotros, ya que el Señor me ha regalado el don de la ciencia, la capacidad de entender cosas que nunca antes entendí, la sed de estudiar cosas que jamás imaginé estudiaría, la necesidad de comprender a fondo el imperio de la muerte y el misterio de la iniquidad, mejor conocido como el oficio de la apologética. Tener que sentarme con mis padres a explicarles que ellos pertenecen a grupos religiosos y espirituales que nada tienen que ver con Jesús de Nazaret y sus Apóstoles no es cosa fácil, créame.

De todas formas agradezco su paciencia, el tiempo que haya podido dedicarme, mientras aprovecho para remitirle algunos archivos que estoy seguro serán de todo su interés. Quedo siempre a sus gratas órdenes.

Atentamente,

Mario R. Saviñón

Pd. Dice Jesús de Nazaret en el Evangelio que o se está con EL o se desparrama. No hay término medio con papas fritas, como dicen los muchachos.

¿Con Pedro o con Judas?

Por Raniero Cantalamessa

El Domingo de Ramos es la única ocasión, en todo el año, en que se escucha por entero el relato evangélico de la Pasión. Lo que más impresiona, leyendo la Pasión según Marcos, es la relevancia que se da a la traición de Pedro. Primero es anunciada por Jesús en la última cena; después se describe en todo su humillante desarrollo.

Esta insistencia es significativa, porque Marcos era una especie de secretario de Pedro y escribió su Evangelio uniendo los recuerdos y las informaciones que le llegaban precisamente de él. Fue por lo tanto el propio Pedro quien divulgó la historia de su traición. Hizo una especie de confesión pública. En el gozo del perdón encontrado, a Pedro no le importó nada su buen nombre y su reputación como cabeza de los apóstoles. Quiso que ninguno de los que, a continuación, cayeran como él, desesperasen del perdón.

Es necesario leer la historia de la negación de Pedro paralelamente a la de la traición de Judas. También ésta es preanunciada por Cristo en el cenáculo, después consumada en el Huerto de los Olivos. De Pedro se lee que Jesús se volvió y «le miró» (Lc 22,61); con Judas hizo más aún: le besó. Pero el resultado fue bien distinto. Pedro, «saliendo fuera, rompió a llorar amargamente»; Judas, saliendo fuera, fue a ahorcarse.

Estas dos historias no están cerradas; prosiguen, nos afectan de cerca. ¡Cuántas veces tenemos que decir que hemos hecho como Pedro! Nos hemos visto en la situación de dar testimonio de nuestras convicciones cristianas y hemos preferido mimetizarnos para no correr peligros, para no exponernos. Hemos dicho, con los hechos o con nuestro silencio: «¡No conozco a ese Jesús de quien habláis!».

Igualmente la historia de Judas, pensándolo bien, en absoluto nos es ajena. El padre Primo Mazzolari tuvo una predicación famosa un Viernes Santo sobre «nuestro hermano Judas», haciendo ver cómo cada uno de nosotros habría podido estar en su lugar. Judas vendió a Jesús por treinta denarios, ¿y quién puede decir que no le ha traicionado a veces hasta por mucho menos? Traiciones, cierto, menos trágicas que la suya, pero agravadas por el hecho de que nosotros sabemos, mejor que Judas, quién era Jesús.

Precisamente porque las dos historias nos afectan de cerca, debemos ver qué marca la diferencia entre una y otra: por qué las dos historias, de Pedro y de Judas, acaban de modo tan distinto. Pedro tuvo remordimiento de lo que había hecho, pero Judas también tuvo remordimiento, tanto que gritó: «¡He traicionado sangre inocente!», y devolvió los treinta denarios. ¿Dónde está entonces la diferencia? Sólo en una cosa: Pedro tuvo confianza en la misericordia de Cristo, ¡Judas no!

En el Calvario, de nuevo, ocurre lo mismo. Los dos ladrones han pecado igualmente y están manchados de crímenes. Pero uno maldice, insulta y muere desesperado; el otro grita: «Jesús, acuérdate de mí cuando estés en tu reino», y se Le oye responder: «Yo te aseguro: hoy estarás conmigo en el Paraíso» (Lc 23,43).

Vivir la Pascua significa vivir una experiencia personal de la misericordia de Dios en Cristo. Una vez un niño, al que se le había relatado la historia de Judas, dijo con el candor y la sabiduría de los niños: «Judas se equivocó de árbol para ahorcarse: eligió una higuera». «¿Y qué debería haber elegido?», le preguntó sorprendida la catequista. «¡Debía colgarse del cuello de Jesús!». Tenía razón: si se hubiera colgado del cuello de Jesús, para pedirle perdón, hoy sería honrado como lo es San Pedro.

Conocemos el antiguo «precepto» de la Iglesia: «Confesarse una vez al año y comulgar al menos en Pascua». Más que una obligación, es un don, un ofrecimiento: es ahí donde se nos ofrece la ocasión de «colgarnos del cuello» de Jesús.

Tres días sagrados - Viernes, Sábado y Domingo Santo

Por Francisco José Arnaiz S.J.

Muchos católicos, que a lo largo del año son remisos en sus prácticas religiosas apenas asistiendo a la Iglesia, no lo serán el Jueves, Viernes y sábado santo, y acudirán a ella con sincera piedad. Lo que tal vez no sepan es que las venerandas ceremonias, a las que asistirán, se remontan al siglo II y III, conservando el encanto y frescura de los primeros tiempos del cristianismo.

La fe cristiana arranca primordialmente de un hecho, la muerte en cruz y resurrección de Cristo, que adquiere desde el primer momento del cristianismo categoría relevante y significación especial.

Los apóstoles, fundamento y columnas de la Iglesia, se proclamaron y autotitularon “testigos de la muerte y resurrección de Cristo”. Su labor doctrinal fue desentrañar el misterio que esto encerraba. En la novísima religión que ellos implantaban todo giraba alrededor de este hecho. El mismo culto (la liturgia), originalísimo, no era otra cosa que la representación y actualización de ese hecho. En él estaba el origen de la nueva vida para la humanidad que el cristianismo proclamaba y defendía.

En el siglo I este hecho se conmemoraba cada ocho días, semanalmente. A partir del siglo II sobre el fondo de un ciclo tan simple y esquematizado como este se comenzó a celebrar en los días que se juzgaba los de los aniversarios del acontecimiento histórico.

En ese tiempo y siguiente, el Jueves Santo no formaba parte de tal conmemoración. La palabra judía “pascua” se restringía al Viernes Santo solamente, es decir, a la conmemoración anual de la Pasión y Muerte de Cristo. A partir, sin embargo, del siglo IV la palabra “Pascua“ enrola también a la Vigilia Pascual (el sábado SANTO). Y ya posteriormente queda restringida al Domingo de la resurrección.

A estos tres días (viernes, sábado y domingo) se les llama “Triduo conmemorativo o Triduo Pascual“. Más tarde el sábado o vigilia pascual no es contado en el triduo pascual. Es el momento en que el Jueves Santo queda incluido en el Triduo Pascual.

En esta evolución en un primer momento se disoció la muerte de Cristo de su resurrección, pero se terminó concentrando en un triduo “jueves, viernes y sábado santo“ la muerte y resurrección de Jesús, pero aplicando la palabra “Pascua” a solo el Domingo de resurrección.

La Iglesia, pues, estableciendo definitivamente como triduo pascual el Jueves, Viernes y Sábado Santo y como Domingo de Pascua, el domingo de resurrección unió de esta manera en una sola realidad el misterio de la salvación.

Por otra parte, la palabra Pascua, que usa la Iglesia y que hemos usado nosotros, tiene ancestrales resonancias bíblicas que se pierden en la noche de los tiempos del pueblo judío. Viejas tradiciones adquieren con el tiempo matiz religioso y se tornan proféticamente en símbolo de realidades futuras, del misterio de salvación del Mesías, de Cristo Nuestro Señor.

El Jueves santo en los siglos VII y VIII no se celebraba de la misma manera en el ceremonial papal y en el ceremonial presbiteral. La misa de la bendición de los óleos toma diversas partes de la misa del antiquísimo ceremonial gelasiano. La misa por la tarde, conocida como misa de la Cena del Señor, es básicamente la misa gregoriana con complementos de una serie de lecturas incorporadas en el siglo VIII. Todas las partes de la misa recuerdan la institución de la Eucaristía. Para acentuar más este recuerdo, la misa dramatiza en el ofertorio la ceremonia del laboratorio de los pies. En la lectura del evangelio el pueblo escucha de labios de Jesús en qué consiste el amor que él vino a reinstaurar en el mundo y en virtud del cual él dio la vida por los seres humanos de todos los tiempos. Nadie que viva en profundidad la ceremonia dejará de sentir en su interior una honda conmoción y anhelo de amor y dejará de prepararse a comprender la muerte y resurrección de Cristo, cuya clave es el amor, síntesis radical del cristianismo.

El Viernes Santo es el día en que la Iglesia conmemora la pasión y muerte de Cristo. La estructura de la ceremonia es de lo más antiguo que se conserva en la Liturgia católica y tiene toda ella un sabor y perfume especial que nos retrotrae a las primeras comunidades de la Iglesia apostólica y postapostólica. Hay que distinguir en ella la parte de las lecturas, la adoración de la Cruz y el servicio de la comunión. La parte de las lecturas incluye hoy el cántico del siervo del Señor de Isaías, el pasaje de la Carta a los hebreos sobre la Pasión de Cristo y la lectura de la Pasión según San Juan. Termina con la oración universal en la que se pide por la Iglesia, por el Papa, por los sacerdotes, por los fieles, por los catecúmenos, por la unidad de los cristianos, por los judíos, por los que no creen en Cristo, por los que no creen en Dios, por los gobernantes y por los atribulados. Las lecturas muestran el valor redentor del inocente que sufre por otros y la actitud de Dios Padre aceptando el sacrificio.

La adoración de la Cruz es rito traído de Oriente a Occidente con origen en Jerusalén. En Roma fue introducida en el siglo VII. Entonces se celebraba de manera diversa en la liturgia papal y en la Liturgia presbiteral. La actual ceremonia está hecha a base de ambas. El rito comienza con el descubrimiento de la cruz, su presentación al pueblo reunido y la invitación a adorarla. El ir el sacerdote a adorarla con los pies descalzos se remonta al ceremonial romano. El Papa recorría así todo el camino desde San Juan de Letrán a la Iglesia de la Santa Cruz para rendirle allí un justo homenaje a la Cruz. Mientras se adora la Cruz, el coro canta los improperios que ponen en boca de Cristo la larga enumeración de sus beneficios. A cada uno de ellos responde uno de los episodios de la Pasión. Los improperios son de origen griego como lo indica el uso de la lengua griega. Finalmente bien el servicio de la comunión del pan consagrado y reservado para este día la víspera.

La Vigilia del Sábado Santo está centrada en la Eucaristía, que siempre formó parte de ella, y en el bautismo. Con ello se celebra profundamente el misterio de Cristo y del cristiano, el misterio pascual. A esta parte de la Liturgia precede desde la Iglesia Apostólica el significativo rito del cirio pascual y las lecturas. La bendición del fuego en medio de la obscuridad, símbolo del pecado y de la muerte está ordenado al cirio pascual, símbolo de Cristo Resucitado, principio y fuente de la salvación universal. En la llama del cirio está simbolizada la luz resplandeciente del resucitado que ilumina ya para siempre la vida de todo ser humano, abriendo lo efímero de su existencia mortal a la existencia eterna y gloriosa conseguida para él no por sus méritos sino por la benevolencia y amor misericordioso de Dios.

La procesión del cirio encendido, que se organiza al canto de la luz de Cristo y que a su paso se van encendiendo los cirios de los fieles iluminando progresivamente el ambiente simboliza la propagación de la salvación a partir de la resurrección. A continuación el canto del ancestral “Exultet” o pregón Pascual comenta la difusión de esta salud en el mundo que arranca a la humanidad del pecado y la enaltece a la participación de la vida divina a través del bautismo purificador y renovador. Hay muchos que atribuyen el himno a San Ambrosio. En este caso sería del siglo IV. Las lecturas que siguen delinean la historia de salvación e iluminan profusamente el trasfondo de la resurrección y del bautismo. Inmediatamente se procede a la bendición del agua y a la profesión de fe. Es ideal que se haga algún bautizo que reavive entre los fieles el sentimiento y convicción de que son un pueblo de bautizados o resucitados a una nueva vida. La bendición del agua se hace con un texto que ha sido considerado una verdadera reliquia de la Liturgia romana. La renovación de las promesas del bautismo que se hace a continuación tiene significación solemne y comprometedora. Tiene hoy aire de Juramento de cruzado.

La misa en este noche memorial especial de Cristo muerto y resucitado y de nuestra fe. Lo proclama vigorosamente el prefacio, “muriendo destruyó la muerte y resucitando restauró nuestra vida”:

Lo estremecedor de estos tres días sagrados de la historia no es la evocación y conmemoración de hechos de otro tiempo sino la participación actual en su eficacia perenne. No se trata de un mero evocar sino de un verdadero reactualizar con intensidad y vitalismo real, el misterio de Cristo.