Una idea central...

Somos La Iglesia católica


Nuestra familia está compuesta por personas de toda raza. Somos jóvenes y ancianos, ricos y pobres, hombres y mujeres, pecadores y santos.

Nuestra familia ha perseverado a través de los siglos y establecido a lo ancho de todo el mundo.

Con la gracia de Dios hemos fundado hospitales para poder cuidar a los enfermos, hemos abierto orfanatorios para cuidar de los niños, ayudamos a los más pobres y menos favorecidos. Somos la más grande organización caritativa de todo el planeta, llevando consuelo y alivio a los más necesitados.Educamos a más niños que cualquier otra institución escolar o religiosa.

Inventamos el método científico y las leyes de evidencia. Hemos fundado el sistema universitario.

Defendemos la dignidad de la vida humana en todas sus formas mientras promovemos el matrimonio y la familia.

Muchas ciudades llevan el nombre de nuestros venerados santos, que nos han precedido en el camino al cielo.

Guiados por el Espíritu Santo hemos compilado La Biblia. Somos transformados continuamente por Las Sagradas Escrituras y por la sagrada Tradición, que nos han guiado consistentemente por más de dos mil (2’000) años.

Somos… La Iglesia católica.

Contamos con más de un billón (1’000’000’000) de personas en nuestra familia compartiendo los Sacramentos y la plenitud de la fe cristiana. Por siglos hemos rezado por ti y tu familia, por el mundo entero, cada hora, cada día, cada vez que celebramos La Santa Misa.

Jesús de Nazaret ha puesto el fundamento de nuestra fe cuando dijo a Simón-Pedro, el primer Papa: «Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi iglesia, y el poder de la muerte no prevalecerá contra ella» (Mt. XVI, 18).

Durante XX siglos hemos tenido una línea ininterrumpida de Pastores guiando nuestro rebaño, La Iglesia universal, con amor y con verdad, en medio de un mundo confuso y herido. Y en este mundo lleno de caos, problemas y dolor, es consolador saber que hay algo consistente, verdadero y sólido: nuestra fe católica y el amor eterno que Dios tiene y ha tenido por toda la creación.

Si has permanecido alejado de La Iglesia católica, te invitamos a verla de un modo nuevo hoy, visita www.catolicosregresen.org.

Somos una familia unida en Cristo Jesús, nuestro Señor y Salvador. Somos católicos, bienvenido a Casa...

Contenido del Blog

La sociedad sí tiene derecho a condenar a Claudio Nasco

Tomado de http://todaslascosasdeanthony.com/

¿Qué es lo que se pretende? ¿Que desde la sociedad se insinúe que no hay nada de malo con una orgía o con la prostitución? ¿Que desde la sociedad se insinúe que ir a un motel está bien?
La sociedad tiene que condenar esas conductas, porque los padres tienen que sentarse con sus hijos; concienciarlos y advertirles: – mira lo que le pasó a ese comunicador por esto y lo otro… mira lo que le pasó a Paul Walker, etc.
Pero se quiere hacer ver como que no hay nada malo con nada y que aquellos que se comportan inapropiadamente son gente ejemplar, dignos de imitar, porque lo que le pasó a Nasco no le debió pasar, porque fue mala fortuna, nada que ver con su estilo de vida y nada de malo en ello.
Por supuesto que hay que condenar a los asesinos. Eso está demás decirlo. Pero por favor, ¿alguien quiere pensar en los niños que oyen todo eso, que vieron enterrar a un héroe nacional, y que los que lo criticaron son gente cavernícola, atrasada, equivocada, estúpida, sin educación; porque todo lo que tú hagas en tu vida está bien y nadie debe meterse en tu vida privada? ¿Ese es el mensaje que se debe mandar a nuestros niños?
Los padres responsables en todo el mundo siempre aprovechan este tipo de situaciones para instruir a sus hijos, advertirles, señalarles, trazarles pautas.
Lo lógico es que la sociedad promueva las relaciones estables, de largo plazo y proyectadas hacia la formación de una familia y que lo que vaya en contra se condene; como escapadas a moteles, prostitutas, orgías, etc. Criticar a una sociedad por defender los valores familiares es un sinsentido por completo.
Si a la comunidad LGTB le importa un pito las relaciones estables y monógamas (como lo han revelado en sus comentarios), entonces ¿para qué piden legalización del matrimonio homosexual? ¿Para qué quieren adoptar hijos? Con esa ideología tan liberal, libertina e individualista de los líderes y activistas gays no pueden ser buenos padres. Los hijos deben ser educados en la responsabilidad.
La comunidad LGTB no debió buscar velo en ese entierro ni proclamarlo como mártir de la causa, porque la muerte de Claudio Nasco y los comentarios negativos al respecto, no son producto de la “homofobia”. Si Nasco hubiera sido heterosexual, y lo hubieran asesinado prostitutas en una orgía; hubiera sido igual de escandaloso y criticable, no solo por el asesinato, sino por la conducta sexual heterosexual libertina destapada. En todos los países del mundo eso es un escándalo, porque de lo que se trata es de defender a la institución de la familia; pero claramente se ve como a los liberales de izquierda esto les importa medio pito. Se descalifican ellos mismos para estar después exigiendo derechos para la comunidad LGTB.
A todas luces se ve como lo de ellos con el matrimonio homosexual lo que buscan es solo hacer propaganda de sus estilos de vidas y que el matrimonio en sí mismo no les importa; puesto que como ellos mismos bien dicen, tan solo lo quieren porque si los otros lo tienen, entonces ellos también lo deben tener. Como un niño que quiere el juguete del otro, no porque realmente le gusta, sino nada más porque el otro tiene uno de esos y el no, y cuando se lo compran entonces nada más lo tira en la gaveta o sino entonces no tiene ningún cuidado por el juguete y lo deja caer siempre, lo choca, lo maltrata, porque realmente no aprecia el valor del juguete. Hay que demostrar que realmente se quieren las cosas que se piden y si te la otorgan, entonces actuar con responsabilidad. Como dijo Ghandi, que a la gente le encanta siempre exigir derechos, y olvidarse de los deberes.
Si quien hubiera sido asesinado en la cabaña hubiera sido un sacerdote de alta jerarquía y por tres prostitutos, podemos asegurar por completo que ni la prensa ni la izquierda liberal hubieran escatimado absolutamente ningún comentario ofensivo de todo tipo contra la iglesia católica, especialmente los activistas de izquierda de las redes sociales y de acento.com.do.
De hecho, la izquierda es muchísimo más desinhibida, irrespetuosa, y ofensiva que la derecha. Cualquier usuario activo joven de las redes sociales puede percatarse fácilmente de eso, o sino cualquier lector regular de Acento.com.do. Pero si el asesinado hubiera sido un sacerdote, la tímida derecha no hubiera reclamado a los medios ningún comedimiento en los comentarios por el sacerdote muerto, pero si el asesinado es un gay, la acalorada izquierda sí reclama efusivamente. Ahí se ve la doble moral de los últimos, quienes exigen a otros lo que ellos mismos no dan.
Cuando el escándalo del nuncio, la izquierda, los gays y acento.com.do se la pasaron insultando y descalificando con las bajezas y desinhibiciones más elevadas y sin ningún tipo de escrúpulos contra muchas personas, como el nuncio o el cardenal. Pero ahora la izquierda, los gays y acento.com.do piden tolerancia y respeto, porque aquella persona sin importar sus defectos, era un ser humano. No quieren que ni siquiera se hable nada al respecto, que no se hable de la prostitución juvenil que hacen los gays. Así es la vida. Yo publico un artículo escrito por un homosexual sobre prostitución juvenil entre los homosexuales y los activistas me exigen que tengan “respeto”. Si hubiera sido por la gente de izquierda y de Acento todo el caso se tapa en nombre del “respeto” a la individualidad y a la persona. Pero todo el mundo tiene derecho a opinar, y los que quieren acallar a los “chismosos” son tan moralistas como nadie, puesto que eso también es un moralismo.
Dejemos la hipocresía, la doble moral y sobretodo, la moralina. Todo esto de lo que se trata es de ideologías.  Lo que está en juego aquí es la lucha entre liberales y conservadores, donde los gays son peones de los liberales y están en el medio de la puja en el tablero.
Los liberales en su cristianofobia siempre están en la búsqueda afanosa de cualquier cosa para contradecir a los cristianos y menoscabarlos, aún cuando tengan que llevarse todo por delante, incluyendo a la misma familia, base de la sociedad.
Refugiarse en la diversidad, tolerancia y respeto para aprobar o minimizar un comportamiento sexual libertino y antifamilia no es sensato (cause o no la muerte de una persona). Tampoco pueden esperar que nadie diga nada al respecto.
Lo condenable en Claudio Nasco no era su condición como homosexual, sino el uso que este le daba a esa orientación sexual. Así como también el problema de Paul Walker no era ser un conductor de autos, sino como este los conducía. El  problema de fondo de todo es el libertinaje.
La muerte de Claudio Nasco debe servir de lección a otros jóvenes, y para eso sirve el escarmiento público precisamente. De lo contrario, su muerte no habrá valido de nada.

La reforma protestante

Por Manuel Maza, sj

En octubre del 2013, el Instituto Nacional de Pastoral publicó mis reflexiones sobre la Historia de la Iglesia durante las Edades Antigua y Media. Ahora, junto a la Iglesia nos situamos en los albores del siglo XVI para comenzar a caminar a campo traviesa los grandes procesos de las edades moderna y contemporánea.

Lutero no fue un protestante caído del cielo, sino un serio y apasionado religioso católico, indignado con la práctica y la prédica de algunos eclesiásticos irresponsables y la indiferencia cómplice de las autoridades de la Iglesia. ¿Sería conforme a la verdad adjudicar a un solo hombre encender un incendio tan tremendo cuyas llamas arden hasta el día de hoy? La grama no se prende si no está seca.

Cuando Lutero expresó su crítica contra la Iglesia en 1517, en forma de 95 tesis, ese fósforo cayó en un pasto seco por varios factores.

Primero vamos a estudiar el factor económico. A lo ancho largo de los diversos territorios y principados alemanes (Alemania no surgió como una nación unida hasta el siglo XIX) existía un enorme resentimiento, tanto contra el papa como contra el emperador. Los dos se beneficiaban de un sistema de contribuciones feudales establecidas durante los siglos de la Edad Media. Mediante este sistema, de una manera o de otra, los nobles terratenientes, las personas radicadas en las ciudades, los comerciantes, artesanos, campesinos y todo el que estaba envuelto en alguna actividad productiva, tenía que entregar parte de sus ganancias al emperador y al Papa a través de varias instancias subalternas fiscalizadoras. ¿Cómo se situaría la Iglesia ante la creciente actividad económica y monetaria desde el siglo XI?

Sería un error querer explicar la reforma protestante a partir de una fi gura como Martín Lutero, u otros reformadores, Juan Calvino, Ulricho Zwinglio, etc. La Reforma se comprende mejor estudiando los factores que condicionaron el contexto en el cual ocurrió y refl exionando sobre las fi guras decisivas. Profundicemos primero en el aspecto económico.

Desde el siglo XI la actividad monetaria se había ido activando de nuevo en Europa. Primero con los arados de vertedera que mejoraron las cosechas, luego con los intercambios y operaciones originados por las cruzadas (1095 – 1291), y finalmente con los nuevos instrumentos monetarios. Las actividades de la Hansa, liga comercial entre ciudades, y las ferias con su logística y aparataje de transporte de mercancías, por caminos y canales de creciente seguridad. Los dueños de capitales en los inicios del siglo XVI conocían, admiraban y envidiaban la enorme liquidez disponible en manos de la Iglesia. Durante los años 1305 – 1378, cuando los Papas residieron en Francia, junto la Ródano, los Papas habían creado una serie de mecanismos recaudadores para ser económicamente independientes del rey de Francia.

La Iglesia condenaba el cobro de intereses, la manipulación de los precios y la creciente búsqueda de ganancias por el pujante sector comercial, pero la Iglesia era la satisfecha depositaria de los aportes provenientes de todas partes. Comerciantes y nobles envueltos en la actividad económica aspiraban a poner las ingentes riquezas de algunos jerarcas y órdenes religiosas a mejor uso. Los terratenientes aspiraban a adueñarse de las enormes extensiones de tierra en manos de los eclesiásticos.

Mirando a través de la ventana política. Contra esa Roma recaudadora de riquezas, contra el emperador que exigía onerosas contribuciones, iba surgiendo entre los alemanes un resentimiento que se traduciría en la voluntad de limitar el poder del emperador, del papa y de los obispos, especialmente en el área de los impuestos.

Todas estas quejas tradicionales contra los abusos de Roma, fueron resumidas en un documento del 1456 que se conoce con el nombre de “Gravamina Nationis Germanicae”, Las Quejas de la Nación Alemana. Las altas jerarquías alemanas se querellaban contra los principales agravios de Roma: su monopolio de las confirmaciones a cargos, los impuestos excesivos y su interferencia en las elecciones episcopales eran los más destacados.

Reflexionemos ahora sobre algunos de los factores sociales al origen de la Reforma Protestante. En el siglo XVI, el 90% de la actividad económica se concentraba en la agricultura. Se pudiera afirmar, que los 70 millones de la Europa del siglo XVI, 9 de cada 10 habitantes eran campesinos. Durante los siglos XIV y XV, los nobles terratenientes aumentaron las cargas tributarias que los campesinos debían de enfrentar. El comercio y la artesanía producían más ganancias que la agricultura.

Con su estilo de vida, las nacientes burguesías miraban por arriba del hombro a los nobles terratenientes, quienes aspiraban a mantener un tren de vida por encima de sus medios a costa de las pesadas cargas impositivas sobre las espaldas de los campesinos. Esa presión cruel sobre los campesinos desató las luchas sociales de los siglos XIV y XV.

Por ejemplo, en Francia, el año de 1358 estalló la llamada Jacquerie. Un “Jacque” era un campesino cualquiera. En 1381 se rebelaron los campesinos de varias zonas de Inglaterra. Se le conoce con el nombre de la Rebelión de Tyler y fue la mayor revuelta popular en la historia de Inglaterra. Ni Tyler, ni otros de sus líderes eran campesinos, pero eso no les impidió ejercer un liderazgo que galvanizó a las masas de agricultores.

Todos esos estallidos sociales tuvieron una motivación religiosa.

Entre las causas de la Reforma Protestante, hemos señalado el descontento entre los campesinos que se había manifestado en varias revueltas a lo largo de los siglos XIV y XV. Invariablemente esa agitación social campesina se apoyó en motivos y principios religiosos.

Baste recordar una línea de la prédica del predicador “lolardo”1 John Ball, “cuando Adán cavaba y Eva tejía, ¿quién era el señorito” (when Adan delved and Eve span, who was the gentleman”). Durante las revueltas inglesas, muchas mujeres se distinguieron por la ferocidad y valentía con la que participaron en las luchas.Por doquier, los campesinos reclamaban un cambio radical, encontrarían en las enseñanzas bíblicas motivos ardientes para rebelarse contra una opresión inhumana. Reconozcamos desde ahora, que todos esos intentos de los campesinos para cambiar las relaciones sociales fracasarían durante la Edad Moderna.

Examinemos otros factores religiosos. El liderazgo católico a los más altos niveles estaba en crisis, desde el siglo XIII. Varias familias romanas, como los Orsini y los Colonna pretendieron controlar el papado en la segunda mitad del siglo XIII. Los agentes de Felipe, el Hermoso, rey de Francia, humillaron a Bonifacio VIII († 1303) y hasta le abofetearon.

En su calidad de peones del Rey de Francia, los Papas del siglo XIV temieron por sus vidas y se refugiaron en las tierras de la hija mayor de la iglesia, Francia, los años que van de 1303 a 1378. Pronto se establecieron en la ciudad de Aviñón en el río Ródano.

A su regreso a Roma, las dos facciones de cardenales acabarían eligiendo a dos papas rivales en el mismo 1378. Todavía, en un fallido intento de solución, la Iglesia tendría un tercer papa electo en Pisa, el año de 1409.

¡A la nefasta dualidad, había sucedido una condenada trinidad! Este confl icto no se resolvería hasta el Concilio de Constanza 1414–1418. No les faltaron razones a algunos cristianos serios para ver en el papado un motivo de intranquilidad y división y proponer erróneamente, apoyándose en las ideas de Marsilio de Padua (c, 1270–1342), Guillermo de Ockham (c, 1280–1349) y Guillermo Wiclef (c. 1320–1384), al Concilio Ecuménico enfrentado al Papa como la máxima autoridad.

Para complicar todavía más la situación que se vivía, la Europa del siglo XIV padeció desde el año 1346 una gravísima crisis espiritual. La epidemia de la Peste Negra asoló Europa. En algunos lugares desapareció en unos días un tercio de la población.

El liderazgo de la Iglesia no pudo responder a la gran angustia popular en su búsqueda de seguridad en el más allá. Era un clero ignorante, mundano y muchas veces interesado. Las angustiadas masas caían en prácticas piadosas mal fundadas: excesiva devoción a las reliquias, santuarios, penitencias, procesiones de fl agelantes, visiones, profecías y apariciones. Un pequeño grupo, practicaba una piedad interior, leía la Escritura y se dedicaba a la oración. Eran los practicantes de la Devotio Moderna, una espiritualidad más cercana a las inclinaciones intimistas, la sensibilidad, la oración personal, el cultivo de la meditación, el amor a Jesucristo, la búsqueda de la paz interior en el silencio y la huída del mundo, mientras valoraba la responsabilidad individual ante Dios.

Para explicar el incendio de la Reforma, hasta ahora nos hemos ocupado de la yerba seca, ahora vamos a presentar el fósforo llamado Martín Lutero (†1546).
Había nacido en Eisleben, en la actual Alemania, el 10 de noviembre, 1483 y murió en Sajonia el 18 de Febrero de 1546. Como dato curioso, recordemos que Erasmo de Rotterdam moriría en 1536 e Ignacio de Loyola en 1556.

El joven Lutero probablemente creció bajo una educación severa que soportó bien como millones de sus contemporáneos. Como adulto joven, estuvo lleno de escrúpulos. Lutero siempre fue un hombre profundamente religioso, como lo reconociera la declaración “Martín Lutero, Testigo de Jesucristo” del 6 de mayo de 1983 escrita por una comisión mixta de católicos y luteranos. La declaración le reconoce como un “testigo del Evangelio, como un maestro en la fe, como un heraldo de renovación espiritual”. Desde su juventud, Lutero aspiraba a estar convencido por experiencia propia que se hallaba en estado de gracia.

En 1501 encontramos a Lutero realizando estudios en la Universidad de Erfurt. Él mismo nos cuenta: “La universidad de Erfurt se había convertido en un prostíbulo y en una cervecería” y éstas eran las lecciones que mejor aprendían los estudiantes”, así se expresó Lutero en 1530. Para el año 1505 ya es Doctor en filosofía.

En 1506 realiza su profesión religiosa delante del prior de Erfurt. ¿Qué había pasado? Había vivido una experiencia de terror. En medio de un temporal, cayó un rayo muy cerca de donde estaba, y  exclamó: “Sálvame, santa Ana y me haré monje”. Lutero pertenecía a la rama de los agustinos eremitas de la congregación de la observancia. Era una orden muy estricta. El convento de Erfurt tenía fama de ser una comunidad estudiosa.

Lutero estudió filosofía entre profesores nominalistas. Para el nominalismo, nuestra razón no nos sirve para nada a la hora de acercarnos a Dios. Solo una fe llena de confianza y vacía de reflexión. Para garantizar el respeto a la dignidad de Dios, Guillermo de Ockham, OFM., (1295 -1350) había acentuado la soberanía absoluta de la voluntad  de Dios. De tal manera, que esta voluntad podía ser arbitraria. Según Ockham, algo es bueno, no porque sea bueno en sí mismo, sino porque Dios lo declara bueno. Dios pudiera declarar bueno el maldecirle. Así Ockham garantizaba la soberanía de Dios, pero según esa doctrina, nadie estaba seguro de agradar a Dios.Lutero adoptó esta enseñanza y pensó que era la doctrina oficial de la Iglesia Católica.

En realidad, esta posición era contraria a la gran tradición de la Iglesia Católica (Santo Tomás de Aquino, O.P., San Buenaventura, OFM). Lutero vivía angustiado con esas preguntas: ¿cómo puede el pecador ser justificado ante Dios? Y ¿cómo puede tener certeza psicológica de que ha sido justificado?

Para complicar más las cosas, la particular psicología de M. Lutero le hacía difícil distinguir entre la concupiscencia y el consentimiento al pecado.

Leyendo al místico Juan Taulero (1300ñ1361), Lutero se confirmó en su propia nulidad ante la inmensa grandeza de Dios que todo lo puede.  De ahí pasó al  menosprecio de las obras externas y la condena del fariseísmo relacionado con ellas. Fue naciendo en Lutero una confianza ilimitada en la misericordia divina y buscó refugio en Cristo frente a la angustia. Leyendo a Taulero se forjó una visión pesimista del ser humano, corrompido categóricamente por el pecado original, tanto en su razón como en su voluntad.

Ya para 1514, Lutero estaba dedicado a la difusión de sus ideas.

La gota de agua que rebosaría el vaso de Lutero sería la cuestión de la Indulgencias.
Imbuidos del espíritu renacentista, desde los tiempos de Nicolás V (1447-1455) los papas querían construir una basílica cuya majestuosidad correspondiera a su ministerio.

En 1505 Julio II (1503-1513), confió a Donato D’Angelo Bramante el primer proyecto de la nueva basílica. Buscando recursos, Julio II decretó una indulgencia plenaria para toda la cristiandad en 1507.

La indulgencia pretende liberar al pecador del daño causado por su pecado. Cuando se perdona el pecado, el pecador debe de reparar ese daño mediante las obras de misericordia, la oración, la penitencia y la limosna. La Iglesia ora por todos, y especialmente por los que piden su oración para que el daño causado sea reparado y la pena merecida, abolida. En manos de personas inescrupulosas, estas limosnas y oraciones fácilmente se convertirían en un abusivo comercio.

En 1514, León X también proclamaría una indulgencia plenaria continuar la Basílica de San Pedro, pero en un marco diferente. En efecto, en 1513 Alberto de Brandeburgo, joven de 23 años, hermano del Príncipe Elector, fue elegido arzobispo de Magdeburgo, administrador apostólico de Halberstads, y arzobispo de Maguncia (elegido en 1514). Alberto pagó la dispensa para poder desempeñar varios cargos eclesiásticos al mismo tiempo. Al convertirse en Obispo de Maguncia también él sería uno de los electores del futuro emperador alemán.

Con la bula del Concilio Lateranense (1512-1517), interesado en acabar con este tipo de abuso, ¡Alberto recibió la dispensa para conservar los 3 obispados! Alberto de Brandeburgo logró pagar a la Cámara Apostólica del Papa la dispensa de esta manera: “La familia Fugger, reconocidos banqueros, anticipó al joven y mundano prelado los 29,000 ducados que tenía que pagar en Roma. Hoy en día, un ducado serían unos 110 dólares. Para recuperar esta suma, Alberto logró la facultad de predicar en su diócesis la indulgencia. Las limosnas recogidas serían destinadas, una mitad para enjugar la deuda contraída con la banca Fugger, y la otra, para la obra de construcción de la basílica de San Pedro en Roma”. Alberto de Bandeburgo necesitaba, por una parte, 14,000 ducados para ser confirmado y recibir el palio, signo de su dignidad arzobispal, y otros 10,000 por la dispensa de desempeñarse simultáneamente como obispo de tres diócesis, caso insólito en la historia alemana.

“La predicación de la indulgencia se convirtió en un gran negocio, en el que estaban implicadas bastantes personas: Alberto de Brandeburgo, que podía retener aproximadamente la mitad de las ganancias, los Függer, que tenían que recuperar su préstamo con los intereses, el Papa, que buscaba recursos para la basílica de San Pedro, y el mismo Emperador, que se había reservado 2,143 florines para sus arcas”.

Un florín equivaldría a unos 200 dólares de nuestra época.

Para 1517, Juan Tetzel, O.P., predicaba la indulgencia en la diócesis de Magdeburgo. Los representantes de los banqueros Függer acompañaban a los predicadores de la indulgencia para embolsarse allí mismo su parte.

Como la campaña no iba bien, Alberto publicó una instrucción para los predicadores, sustancialmente correcta, pero “por medio de fórmulas piadosas y superlativos, fomentaba una valoración exagerada de las mismas [indulgencias]”. No se les pedía dinero a los pobres, solo oración y ayuno.

En abril de 1517, Tetzel predicaba la indulgencia en Brandeburgo, cerca de Wittenberg donde Lutero enfrentaba sus angustias respecto de su propia salvación.
Su justa indignación se desbordaría.

Mientras se recaudaban fondos para construir la basílica de San Pedro, a base de “la venta” de indulgencias, Lutero reaccionó  contra la “despreocupada seguridad... [y la] charlatana predicación...”. Lutero vivió angustiado durante años acerca de su propia salvación. ¡Y ahora la salvación se vendía barata! El 31 de octubre de 1517 Lutero dio a conocer sus tesis. Se discute si Lutero clavó o no las tesis en las puertas de la Iglesia del Castillo y de la Universidad de Wittenberg. “Su ataque no se dirigía sólo contra la indulgencia, sino ya también contra la potestad que la concede”. Al parecer, en ese momento, Lutero no tenía intención alguna de separarse de la Iglesia.

Giacomo Martina (2012) se pregunta si esto [fue] culpa de la jerarquía o radicalización del agustino. Se sabe que Lutero les escribió, a su Obispo y al propio Alberto de Bandeburgo a quien envió una copia de sus 95 tesis.

Lutero reaccionaba contra la soberbia humana ante la salvación. Desde hacía siglos, algunos creían erróneamente que ciertas prácticas, Lutero las llamará “obras”, uno ganaba la salvación. Para remediar este abuso, Lutero, se fue el otro extremo, sosteniendo que el obrar humano no sirve de nada en el proceso de la salvación. Por eso afirmaba: “Solo la fe”, entendiendo la fe como una confianza en la misericordia de Dios por parte del ser humano, totalmente corrompido. Tal y como lo entendió Erasmo de Rotterdam, Lutero negaba la libertad del hombre pecador. Desde mi visión católica, conviene destacar el acierto de Lutero en rechazar esas actividades, que bien pudieran calificarse de una negociación con Dios.

Considero errónea la visión de Lutero sobre el papel del ser humano en la salvación. Si no podemos responder nada a la semilla de salvación regalada  por Jesús, ¿qué sentido tiene, por ejemplo, la parábola del Sembrador de Jesús, en Mateo 13, 1-23? ¿Le quita algo a Dios, nuestro Creador, la respuesta humana?

Lutero  atacaba enseñanzas mal fundadas de los jerarcas católicos. Para ello, se fue al otro extremo, afirmando, “solo la Escritura”. Así le quitó todo valor a la tradición y la enseñanza de los pastores sucesores de los apóstoles como si necesariamente estuviesen en conflicto. En gran medida, fueron Lutero y los protestantes los que revalorizaron la Escritura, pero, ¿acaso no es contrario a la Escritura negarle valor a la tradición? La Palabra de Dios se conservó en la tradición oral, antes de ponerse por escrito. Lea 1™ Corintios 15, 3, Pablo transmite lo que a su vez recibió.

Finalmente, contra una jerarquía que infantilizaba a los fieles, Lutero se fue al extremo de afirmar, “solo Cristo”. Cierto que todos los fieles participan en su sacerdocio universal de Cristo, pero ¿no tomó Cristo la iniciativa de elegir apóstoles? Y, ¿no respetará Lutero un liderazgo al servicio de las comunidades? Cristo preside, porque procede del Padre no de la comunidad. La comunidad no fabricó a Cristo.
El 7 de agosto de 1518, Lutero recibió la orden de comparecencia en Roma. Lutero había predicado un sermón contra la excomunión: “Si eres excomulgado injustamente, no debes ceder. Si mueres sin sacramentos, tanto mejor. Eres bienaventurado y recibirás la corona de la vida”.

Pero el secretario de Federico de Sajonia, uno de los electores del futuro emperador, se movió para que el proceso de Lutero ocurriera en tierra alemana.

En 1518, durante los primeros días de su protesta, Lutero había apelado al Papa, (28 de octubre) y al concilio (28 de noviembre), el cual consideraba superior al papa. Ahora se preguntaba si la Iglesia romana era verdaderamente cristiana.

El cardenal Cayetano fue instruido de interrogar “paternalmente” a Lutero en Augsburgo, Alemania y enviarlo libre a Wittenberg. ¿Por qué este cambio? El Papa León X aspiraba a ganar el apoyo del Elector, Federico de Sajonia, protector de Lutero, contra los turcos, y contra la candidatura de Carlos I de España, como emperador de Alemania.

En la eventualidad de que Carlos fuese electo Emperador, sus posesiones, ¡rodearían los territorios pontificios! Debido a las disputas de 1519, Lutero llevó sus ideas hasta las últimas consecuencias: negó validez al “magisterio infalible de la Iglesia, y a los concilios, reservando la infalibilidad a la “sola Scriptura”. Su protector, el Duque de Sajonia abandonó la sala horrorizado.

El 26 de octubre de 1520, Carlos I de España era reconocido como Carlos V del Sacro Imperio Romano Germánico. La elección, ocurrida en octubre de 1519, había sido financiada por los banqueros Függer. El Papa León X (11-03-1513 a 1-12-1521) y Francisco I, rey de Francia (1494 - 1547) no podían estar más desilusionados.Carlos tuvo que regresar a España. En Alemania, reinaba Lutero.

El 1520, Lutero publicó tres obras candentes ampliamente difundidas: A la nobleza cristiana de la nación alemana sobre el mejoramiento del Estado cristiano, De la cautividad babilónica de la Iglesia, y acerca De la libertad del cristiano, dedicada a León X.

El 15 de junio de ese mismo año, León X conminaba a Lutero a retractarse, mediante la Bula Exsurge Domine.

Erasmo de Rotterdam criticó al Papa por responder a los planteamientos de Lutero con amenazas. Lutero se pronunció en Diciembre Contra la Bula del Anticristo y la quemó en Wittenberg, mientras atacaba al papa, afirmando: “El Papa es el anticristo y la Santa Sede está poseída por Satanás”.

Con la bula Decet Romanum Pontificem del 3 de enero de 1521, Lutero quedaba excomulgado. Ante el peligro turco y francés, Carlos V quería una Alemania unida. Se convocó a Lutero a la Dieta (asamblea) de Worms los días 16 al 25 de abril de 1521. Carlos V se había comprometido previamente a respetar la vida de Lutero y no desterrarlo.

Conminado a reconocer la autoría de sus ideas y a retractarse, Lutero respondió: “A menos que se me convenza por testimonio de la Escritura o por razones evidentes… - … estoy encadenado por los textos escriturísticos que he citado y mi conciencia es una cautiva de la palabra de Dios. No puedo ni quiero retractarme en nada, porque no es seguro ni honesto actuar contra la propia conciencia. Que Dios me ayude. AMÉN.Estamos en 1521, el Concilio de Trento se reunirá en 1545, ¿por qué la Iglesia tardó tanto? ¿Cómo respondió al colosal desafío de Lutero?

Cuidado con el coaching

Por Carlos de los Ángeles

El científico de la salud mental debe explorarlo casi todo.
A pedido de varios colegas, relato mi experiencia con el famoso Coaching.
Los orígenes del coaching se remontan a finales de 1970, cuando el capitán del equipo de tenis de la universidad de Harvard, Timothy Gallwey, conoció las enseñanzas de la meditación de la secta de la Misión de la Luz Divina de Prem Rawat, cuya dirección había heredado de su padre Hans Ji Maharaj. Gallwey aplicó dichas técnicas al tenis, al golf, al esquí con tres publicaciones: El juego interior del tenis (1974), El esquí interior (1977) y El juego interior del golf (1981).
La clave del asunto es que si pierdes en un juego es porque no has usado bien tu mente, simplemente tienes un oponente en tu cabeza mucho mejor que el verdadero que está al otro lado de la cancha. Esta simpleza, Gallwey la extrapoló a todos los órdenes de la vida humana, y así aparece el coaching de negocios, el coaching personal, el coaching ejecutivo, y no podía faltar el coaching espiritual, de más reciente aparición. Una de sus piedras de toque es combatir un supuesto "diálogo interior negativo".
Pero aparecen otras lindezas, como el optimismo irracional, la "Ley de atracción", para reforzar el "optimismo motivador"… y agarrarse de unos presupuestos pseudocientíficos basados en la "Programación Neurolingüística (PNL).
Rhonda Byrne ("El Secreto") llega al extremo de plantear que somos "torres de transmisión", que emitimos ondas negativas o positivas al universo, y de ese modo se producen tsunamis, como el de Indonesia, debido a que la mayoría de sus pobladores emitían ondas negativas. Usted leyó bien: atraemos desgracias y desastres naturales con nuestros pensamientos, no por las realidades aleatorias de la meteorología.
A pesar de las profusas citas de científicos como Albert Einstein y los grandes investigadores que descubrieron la física cuántica, en el famoso Coaching no hay nada que pueda calificarse como científico, excepto algunos consabidos conocimientos de la psicología, y que en su mayoría son interpretados a la ligera por el Coach.
Desde hace algunos años, en nuestro país se está introduciendo el coaching, y me parece prudente comunicar a la ciudadanía el resultado de mis indagaciones.
El Coach no es psicólogo(a) ni psiquiatra. Es cualquiera que haya hecho un curso de una semana sobre el tema con un "Guía". El Coaching no es psicología, es una forma pseudocientífica de abordar los problemas a los que se enfrenta la Humanidad del Siglo XXI. Formar a un psicólogo o a una psiquiatra es un duro esfuerzo de más de veinte años, entre el pre-grado, grado, especialidad y maestría.
Si usted pasa por la desgracia de perder su empleo, no lo va a solucionar pensando "es lo mejor que me ha pasado en mi vida". Recibir una factura vencida no se resuelve pensando que a usted lo que le llegó fue un cheque a su favor.
La realidad de la vida cotidiana no se puede manejar con el simple pensamiento "positivo", se afronta con estrategias y acciones reales y efectivas.
El Coaching proviene de una secta "iluminista" (optimística, guerreros(as) de la luz, personas tóxicas…) conceptos que de por sí le descalifican como ciencia.
La ciencia posee investigadores, la pseudociencia posee adeptos y gurúes.
En definitiva, en la práctica de esta moda, el coach, como gran maestro que es, piensa que todos tenemos muchas ideas negativas preestablecidas que son la causa de nuestros miedos ("conflictos internos"), y el coachee (el aprendiz) debe aceptar que los padece, y que debe deshacerse de ellos, y separarse de las "personas tóxicas" que le inducen esos complejos, sean familiares, amigos o profesores…, todo aquel que no esté de acuerdo con el Coach.
El coachee (aprendiz) debe asumir en su totalidad el "optimismo motivador", para poder realizar el "cambio". Así, el proceso de aprendizaje para el "cambio" consiste en cuatro etapas: 1) Desaprendizaje de los pensamientos e ideas negativas. 2) Cambio a un nuevo "Plan" de vida. 3) Reaprendizaje de las buenas prácticas recién adoptadas y 4) Institucionalización, que consiste en transmitir a otros lo aprendido. Es decir, te hacen un lavado de cerebro, y te captan como multiplicador del coaching. La vida no es como los anuncios que dicen "así de fácil". El problema es que el coachee (aprendiz) ya gastó su dinero.
Mi querido(a) amigo(a), si usted necesita algún consejo para mejorar su vida, busque los servicios de un(a) psicólogo(a) o un psiquiatra certificado por una institución de educación superior conocida. El coaching puede resultar en un gasto superfluo de tiempo y dinero. Ya investigué ese "proceso de cambio", y no encontré nada.
¡Ah! Por si acaso, no soy una "persona tóxica".

Santidad como calidad de vida

Por Juan Linares, SDB
jlinares@mdb.do
Hoy se habla mucho de calidad de vida, de calidad educativa, de calidad empresarial, de calidad en los productos. La calidad vende y por eso todos quieren estar “certificados en calidad”.
Un concepto que es utilizado en ámbitos muy diversos como la salud, la educación, la economía, la política.
De todos estos niveles de calidad, ciertamente, el más importante es el de la calidad de vida. Con él evaluamos el bienestar individual y social. Cuando hablamos de calidad de vida hacemos referencia a aquellos elementos que hacen que esa vida sea digna, agradable, satisfactoria.
Pues yo quiero hoy referirme a una vida de calidad, que es la calidad de vida por excelencia: la santidad. Ser santo, no es otra cosa que ser una persona que alcanza la mayor calidad de vida que le es posible. Ser santo es ser un triunfador, una triunfadora, es lograr la excelencia de la vida. Una Humanidad Santa es aquella que basada en los auténticos valores ha alcanzado el que todos vivamos en armonía, en  paz y en bienestar como verdaderos hermanos.
Para ello, hemos de ser personas de grandes ideales, que no nos quedemos a un nivel de mediocridad, ni enfoquemos nuestra vida en forma reduccionista. La gran crisis actual de la humanidad no es económica, política, afectiva, la gran crisis actual es la crisis de personas santas, de instituciones santas, es decir, de personas buenas y de buenas instituciones.
La santidad no nos puede sonar a cosas raras o que procede del hiperuranio, pues la santidad es simplemente la vida hecha realidad de acuerdo a su identidad constitutiva. Lo normal debe ser siempre el bien, lo positivo y de esto es de lo que debemos gloriarnos. Los santos deben ser el orgullo de nuestra raza.
Si todos deseamos alimentos buenos, un carro bueno, una buena casa, ¿cómo no vamos a desear ser una buena persona y tener buenas personas a nuestro alrededor?
No olvidemos nunca nuestra vocación a la santidad. La santidad es posible para toda persona y en todas las etapas de la vida, nos lo han demostrado multitud de personas que siendo niños, jóvenes, adultos o viejos han sido, sencillamente, buenas.
Es por esto que el primero de noviembre, la Iglesia Católica celebra la Fiesta de Todos los Santos. Es un día muy propicio para renovar en nosotros esta ilusión de santidad.
No tengamos miedo a la santidad, lo bueno no hay que temerlo, a lo que hay que temer es a lo malo. No podemos tener miedo a apuntar a lo alto, a los buenos ideales.
Es verdad que en nosotros existen debilidades y flaquezas, existen tendencias negativas, pero como la fuente del bien, es decir la fuente de la santidad, está en Dios, no hemos de temer. La santidad consiste en dejar actuar a Dios en nosotros y tener confianza en su acción. Dios nos acompaña en el camino de la santidad.
Descubramos la belleza de la fe y vivamos llenos de alegría.

Ocupémonos del ladrón

Por J. C. García de Polavieja P.

La advertencia del Evangelio sobre la llegada del “ladrón”, pillando por sorpresa al dueño de la casa, parece no haber sido entendida, ni estar recibiendo la atención que merece cuando el ladrón está a la puerta.

¿Como sabemos que “el ladrón” está a la puerta? Porque es un “ladrón” muy especial: Aunque no comunique ni el día ni la hora, que sólo el Padre conoce (Mt 24, 36), se molesta en avisar que viene y, sobre todo, nos ha mandado por delante a su Madre para que las cosas no nos cojan por sorpresa. De manera que, si no atendemos a los cientos de mariofanías y de revelaciones que insisten en la cercanía – inminencia ya – de la Segunda Venida del Señor, somos quizá correctos eclesiásticamente, pero bastante imprudentes cara al Cielo. A la Señora, todavía, se le puede dar con la puerta en las narices. (Como se ha hecho para desgracia de España en el caso de Garabandal). Ella no fuerza las cosas. Es la paciencia y la perseverancia encarnadas. Pero es dudoso que ese trato dado a su precursora y preparadora, convertido en hábito bajo distintos pretextos, le guste a su Hijo. Por ello no es honesto aducir textos del Evangelio, sacándolos de su contexto. Porque el mismo Jesucristo que reserva al Padre el conocimiento exclusivo del día y la hora, es el que exhorta a interpretar sin desmayo los signos de los tiempos (Mc 13, 28-29). Nuestra fe cristiana es “fe en el tiempo, no destinada a ocupar espacios sino a impulsar procesos”: es cierto. Pero esto no puede entenderse al modo hegeliano sino dentro del horizonte teocéntrico. 

Por algo Jesús llamó hipócritas a quienes no reconocían su tiempo (Lc 12, 54-56) y hoy seguramente les llamaría algo peor. Lo explicó muy bien el beato Henry Newman – en su cuarto sermón sobre el anticristo - al confesar que “toda generación de cristianos debería escrutar el horizonte desde una atalaya, cada vez más intensamente a medida que el tiempo transcurre…” Casi dos siglos más tarde, ese “escrutar cada vez más intensamente el horizonte” que debería estar en su punto álgido ha sido, por el contrario, relegado. Lo cual es otro signo añadido. 

En realidad, lo que el Señor reclama con insistencia es que nos preparemos, porque Él está cerca. La frase clave sobre el ladrón dice exactamente: “Entendedlo bien: si el dueño de la casa supiese a que hora de la noche iba a venir el ladrón, estaría en vela y no permitiría que le horadasen su casa” (Mt 24, 43). Si el dueño lo supiese. Si estuviese prevenido. Si estuviese atento a los signos de los tiempos… No cabe interpretar que no merece la pena estar expectantes de la Parusía porque “solo Dios sabe la hora”, sino todo lo contrario: La forma condicional empleada por el Señor “si supiese” deja abierta la posibilidad de que el dueño de la casa pueda llegar a saberlo. No el día y la hora reservados a Dios, pero sí el tiempo aproximado, generacional, porque reconocerlo es un factor determinante para la preparación de hombres aptos para un Reino nuevo, regenerados por María y alumbrados de su seno.

Escuchemos al mismo Jesús: “¿Avisa el ladrón al dueño de que va a entrar en la casa? Bien, pues Yo soy ese Ladrón de Amor, que aviso al dueño de mi Venida para encontrarle dentro y que esté prevenido. Locura, locura de Amor por vosotros. Fuera de lógica, fuera de lógica humana, no lo podéis entender según vuestra carne. Entendedlo según el Espíritu” (VDCJ, 26-01-2001, página 193). Así que el ladrón sí que avisa, y avisa de manera inequívoca. Pero ni aun así consigue ser escuchado. Esfuerzo perdido para la mayoría. La cantinela es la de siempre: “¿Cómo sabemos que es realmente el Señor quien dice eso? ¿Por qué tenemos que fiarnos de mensajes dados a gente sencilla? 

Siempre existe riesgo cuando se presta confianza a revelaciones privadas. Pero fue San Pablo quien nos exhortó a no extinguir el Espíritu, a examinarlo todo para quedarnos con lo bueno (1 Ts 5, 19-22). Porque es ya tiempo de tomar decisiones. Lo que hagamos o no hagamos ahora, tendrá consecuencias inimaginables. Quien espere a “verlas venir” encontrará la puerta cerrada. Por eso confiamos en aquellos mensajes acordes con las exigencias de la fe rectamente formada y de nuestra conciencia. Ello supone abrazar el sentido real del Evangelio, completo y sin exclusiones ni modas; desechando tergiversaciones provistas de enorme poder dialéctico y emocional. Conjugar las actitudes de encuentro, de amor misericordioso, con las de testimonio y denuncia profética, siempre en virtud del contexto – es decir, distinguiendo al prójimo (al que hay que amar) de las estructuras de pecado (que hay que rechazar sin la menor concesión). Distinción y ubicación siempre complejas; imposibles sin el auxilio de la gracia. Conjugación difícil y prácticamente imposible sin base escatológica: Porque la conciencia del tiempo es la que hace posible estar y actuar en el mundo (Jn 17, 18) y, al mismo tiempo, escapar de Babilonia (Ap 18, 4).

¿Por qué insistimos tanto? Insistimos porque es el Señor quien urge, con acentos apremiantes, para que llamemos a nuestros hermanos a prepararse para su Venida: “Vete, ve y anuncia al mundo mi inminente Venida. Ve y diles que estén convertidos, que se conviertan para ella, porque llegará el día y no os encontraré preparados. ¿Dónde están los que deberían haberse salvado por vuestro medio?”(VDCJ, 04-03-2002, página 288). Los que conocen el gancho del Señor en estos mensajes saben que las llamadas interpelan directa y personalmente al corazón. No pueden eludirse. Y son inequívocas respecto al tiempo que vivimos: “Sois la generación que ha de ver mi Reino nuevo. Sois la generación del Amor, la que verá triunfar el Reinado de los Corazones de Jesús y María: Cristo en todas las almas y en el mundo la paz” (VDCJ, 30-04-2002, página 300). Más claro el agua. Reconocer la dimensión escatológica de nuestro tiempo no es sólo un privilegio, sino, sobre todo, es una oportunidad excepcional de salvación. 

No se trata de especular sobre los cuandos y los cómos. No estamos ante un fenómeno para curiosos o especuladores espirituales. Estamos ante una llamada directa a cada uno de nosotros para que retornemos, de la mano de la Madre, al Amor que nos espera con los brazos abiertos. Para que volvamos a nacer, regenerados en el seno de María que nos re-hace con sus propias manos: “Vasos nuevos”, “corazones de carne”, “vírgenes prudentes” y “dueños de casas aseadas” donde Jesucristo podrá entrar como Rey. Sabemos que éstas son las últimas llamadas antes de que se cierre la puerta (Mt 25, 10-12) tras la llegada del novio-ladrón; y eso nos impulsa a reproducir, una vez más, llamamientos que, como saben los lectores de ReL, eran suficientemente explícitos en artículos anteriores.

Es el Señor quien prorroga los tiempos para recoger a los rezagados. Hacerle eco se convierte en deber ineludible, por encima de cualquier consideración de prudencia, de respetos humanos, o de connivencia comunitaria o institucional.

Ocuparse del “ladrón” que llega consiste específicamente en preparar el alma “para que pueda robárnosla” el día de la cosecha. Consiste en abrirle las puertas de nuestro corazón, curado por María, para que entre y lo funda con el suyo. Nuestro refugio definitivo, durante la tribulación ya comenzada, es ese Sagrado Corazón que hoy está llamando a nuestra puerta casi con desesperación, porque el tiempo disponible concluye. Es temerario esperar a que el drama que sufren otras cristiandades se reproduzca aquí y nos despierte. Si fuese posible transferir este convencimiento, nadie dudaría ni un instante.

Ocuparse del ladrón que llega significa aceptar la mano que nos tiende la Reina: Un solo gesto, una sola mirada, un solo suspiro y Ella facilitará la reconciliación. Es Ella la que empuja hoy al reencuentro con su Hijo – a una confesión bien hecha - a la auténtica fusión eucarística, a la transformación completa. No hay ningún otro camino verdaderamente practicable. Y por ello debemos romper a cualquier precio los prejuicios de racionalismo, de suspicacia anti-mística o de presunta corrección eclesiástica, que levantan barreras, a veces infranqueables, ante la Señora. 

Ella está aquí, entre nosotros, para avisarnos de la inminente Venida de su Hijo y para prepararnos personalmente. Y es, sencillamente, suicida, despreciar, ahora ya “in extremis”, un esfuerzo tan entrañable como definitivo.

Matrimonio gay: un contrato inviable

Por Dr. Rafael Luciano Pichardo

Dentro de los diversos trabajos que se han publicado recientemente en torno al tema del matrimonio entre personas del mismo sexo (hombre o mujer), llamó mi atención particularmente, por el enfoque jurídico con que concluye, el producido por el amigo y colega Tirso Mejía Ricart bajo el titulo “La homosexualidad y el matrimonio desde una perspectiva humana”, con cuyas consideraciones, desde el punto de vista humano, me identifico, no así al entender que “en cualquier caso, se trata de preferencias que se asumen involuntariamente en gran parte al margen de consideraciones morales y personales”. Esto quiere decir, agrega, “que como el matrimonio es en esencia un contrato de asociación y protección mutua y libre, sujeto a ser disuelto a voluntad de las partes nada debe impedir que las parejas sin importar su anatomía sexual, en nada debe afectar a la sociedad este tipo de vínculo? que no sean las mismas habladurías y críticas de que ya es objeto la pareja” (Hoy, 8 sept. 2013, p. 9-A). ¿Por qué no comparto este último criterio? Me explico.
Sería una insensatez no reconocer que la homosexualidad existe en un segmento, aunque mínimo aún, de la población mundial desde que la especie humana hizo su aparición bajo el sol, pero esa misma especie se organizó dándose leyes y forma de vida que le permitieran un desarrollo ordenado y su perpetuidad. Una de esas leyes, sin duda inspirada por Dios, fue la que instituyó el matrimonio que reglamenta la unión del hombre y la mujer, legitimada bajo ciertos ritos y formalidades sociales y legales, sin omitir las prescripciones ordenadas por la Iglesia para sus feligreses y que descalifican las uniones de parejas del mismo sexo.
En una parte de su interesante artículo sobre el tema Miguel Bogaert Portela, “No al Matrimonio Gay, (Hoy, 21 julio 2013, p. 9-A), el autor nos dice sobre el particular: “El matrimonio no es oficializar una relación sexual, no es una respuesta: Sí, acepto, El matrimonio es una idea de Dios. Él lo creó, lo diseñó, lo estableció y definió sus parámetros. El matrimonio es una institución fundamental porque sobre esta relación Dios comenzó a construir la sociedad”. Excelente conceptualización acerca de esta institución en que las partes que la integran no permite extenderla a otras situaciones, por razones de índole legal y natural.
Antes de observar el matrimonio a través del prisma de la ley que rige esta forma de la convivencia humana debe admitirse como una realidad que en algunas naciones del Viejo como del Nuevo Mundo se han incorporado en su legalización disposiciones para permitir el matrimonio de parejas del mismo sexo con el pretendido propósito de que esta unión produzca similares efectos de los que se derivan del matrimonio de dos personas de sexo diferente, lo que no es posible.
Pero antes de ello veamos también cómo definen los diccionarios la expresión que es objeto de estas disquisiciones. El de la Real Academia Española de la Lengua, en su vigésima segunda edición lo hace de este modo: “Matrimonio. (Del lat. Matrimonium). Unión de hombre y mujer concertada mediante determinados ritos o formalidades legales. En el catolicismo, sacramento por el cual el hombre y la mujer se ligan perpetuamente con arreglo a las prescripciones de la Iglesia”. Y el Diccionario de Ciencias Jurídicas, Políticas y Sociales, de Manuel Ossorio y Florit, vigésima cuarta edición, actualizada, corregida y aumentada por Guillermo Cabanellas de la Cueva, Editorial Heliasta, Buenos Aires 1997, lo hace de esta manera: “Matrimonio. Del lat. Mater (madre), formado a partir del patrimonium (patrimonio), cuyo sufijo monium es de origen oscuro. Oficio de la madre, aunque con más propiedad se debería decir “carga de la madre”, porque es ella quien lleva, de producirse, el peso mayor antes del parto, en el parto y después del parto; así como el “oficio del padre” (patrimonio) es, o era, el sostenimiento económico de la familia”. Y agrega este autor, “Hasta ahora se ha entendido que el matrimonio no es un simple contrato que afecta solo a las partes contratantes, sino que se trata de una institución que determina luego relaciones paternofiliales con repercusión en la subsistencia de una organización que, como la familia, constituye el fundamento de un orden social determinado”.
De ahí que comparta plenamente también lo afirmado por don Rafael Acevedo en su interesantísimo artículo “Gay” y “Matrimonio”; “Dos términos impropios e incompatibles”, aparecido en el periódico Hoy,  edición del día 17 de julio del 2013, página 11-A, cuando dice:  “La palabra matri-monio, etimológicamente significa “patrimonio de la madre”, un derecho o privilegio que protege a madres y a niños, y a los hogares que se reproducen, crían y educan niños aptos y útiles para la sociedad y para Dios. Los que no tienen matriz no pueden parir ni ser madre, ni tener matrimonio. Sin embargo, podrán hacer contratos de vivir en parejas o en grupo como señalo más adelante  pero llamar a eso matrimonio, va contra toda lógica de lenguaje y de ordenamiento moral y social”
A todo lo cual añado que:  Si bien el matrimonio es una institución que se origina en un contrato celebrado entre un hombre y una mujer para cuya formación deben cumplirse, además de los requisitos que le son propios a su particular naturaleza, aquellos que se requieren para la validez de las convenciones como son, por ejemplo, entre otros, el consentimiento de los esposos y la capacidad para contratar, y la condición necesaria y particular de que los contratantes-contrayentes deben ser de sexo distinto, lo que no acontece en el llamado matrimonio homosexual, deviniendo por ello su inexistencia. Y hoy más que ayer al consagrar la Constitución en su artículo 55 que “el Estado promoverá y protegerá la organización de la familia sobre la base de la institución del matrimonio entre un hombre y una mujer, y reconoce también la unión singular y estable entre un hombre y una mujer libres de impedimento matrimonial que forman un hogar de hecho”.
De ahí que no sea ocioso recordar que para la validez de las convenciones, y el contrato es una de ellas, el artículo 1108 del Código Civil exige cuatro condiciones esenciales: El consentimiento de la parte que se obliga; su capacidad para contratar; un objeto cierto y una causa lícita. Y al referirse a la capacidad el artículo 1124 del mismo código,  modificado por la Ley No. 390 del 14 de diciembre de 1940, expresa que:  “Los incapaces de contratar son: Los menores de edad; los sujetos a interdicción en los casos expresados por la ley; y, generalmente, todos aquellos a quienes la ley ha prohibido ciertos contratos.”
Como se ha visto, una condición esencial para que una pareja contraiga matrimonio válidamente es que sean de sexo diferente, lo que se desprende no solo de lo que dispone el artículo 55.1 de la Ley No. 659, sobre Actos del Estado Civil, del 17 de julio de 1944, en cuanto a la naturaleza del contrato, en el sentido de que “el matrimonio es una institución que se origina en el contrato celebrado entre un hombre y una mujer que han dado libre consentimiento para casarse, y que tienen la capacidad requerida para verificar este acto, sino también, como ya se ha dicho, lo consagra la propia Constitución de la República que en su artículo 55 declara que la familia es el fundamento de la sociedad, y se constituye por vínculos naturales o jurídicos, por la decisión libre de un hombre y una mujer de contraer matrimonio o por la voluntad responsable de conformarla.
Conforme al Código Canónico Vigente (1983) “el legislador cifra la esencia del matrimonio en los siguientes elementos: a) un consorcio; b) entre un varón y una mujer; y c) para la vida toda, esto es para su integridad y plenitud”.  Los dos primeros elementos los describe de la siguiente manera: a) La idea de consorcio sugiere la participación y comunicación de una misma suerte y significa la unión que se produce entre los esposos según el orden de la naturaleza, realizando, mediante su unión espiritual y corporal, el mandato bíblico de que “serán dos en una sola carne”; y b) Puesto que el matrimonio se produce entre un varón y una mujer se trata de una unión monógama y heterosexual en la que los esposos quedan integrados no solo en cuanto a personas sino también en cuanto seres diferenciados sexualmente”. De donde cabe concluir: El matrimonio es el modo racional y adecuado a la dignidad de la persona humana, de responder a la natural atracción mutua, física y afectiva, entre personas de diferente sexo (Diccionario jurídico Espasa, 2006, Matrimonio, P. 937-940).
Consciente el legislador francés de que a todo lo largo y ancho del universo, y su país no es una excepción, las relaciones de parejas del mismo sexo son una realidad inocultable e insalvable, y su necesidad de proveerlas de un status jurídico que posibilitara oficializar y organizar su comunidad de vida, instituyó mediante la Ley No. 99-944 del 15 de noviembre de 1999, lo que vino en llamarle Pacto Civil de Solidaridad, creación que insertó en su Código Civil rehabilitando el espacio o lugar que ocupaba el articulo 515 destinado a la institución del consultor judicial y que su reglamentación adicionó al Libro Primero de dicho código el Título XII que dividió en dos capítulos compuestos de los artículos 515-1 al 515-8 nuevos, incluido el concubinato. El primero de esos artículos define la nueva institución así: “Un pacto civil de solidaridad es un contrato concluido por dos personas físicas mayores, de sexo diferentes o del mismo sexo para organizar su vida en común.
Como se ve, esas disposiciones constituyen, además, una opción para las parejas heterosexuales que quieran organizar su vida común al margen del matrimonio. Pero esa ley no puede ser interpretada como asimilando de manera general las parejas ligadas por el Pacto a las personas casadas, pues en aquellas está ausente uno de los elementos constitutivos esenciales del matrimonio: La diferencia de sexo. Pero tiene la virtud que por su juridicidad puede legitimar las uniones gay evitándoles caer en la aberración de un sendo matrimonio el que solo es posible entre personas de sexo diverso.
Tanto la doctrina como la jurisprudencia francesa hacen la distinción del matrimonio nulo con el matrimonio inexistente que sería aquel que le falta o carece de un elemento constitutivo esencial. Esta noción de inexistencia ha sido invocada en casos como: la falta de consentimiento; la identidad de sexo; la falta de intervención de un oficial de estado civil, aunque admiten que en la práctica no hay diferencia entre la nulidad absoluta y la inexistencia, cuando falta un elemento esencial como es la diferencia de sexo, pues ambas categorías conducen al mismo fin.
El autor fue vicepresidente de la Suprema Corte de Justicia

La culpa


Por Alicia Estévez (alicia.estevez@listindiario.com)

Tenía una idea equivocada sobre la culpa. Creía que cuando una persona no podía perdonarse por haber fallado, esto se debía a su humildad, a que contaba con una conciencia sana y alerta que le indicaba la gravedad de su pecado. Asociaba el remordimiento con la idea de un padre o una madre muy correctos que te hacen mirar tus traspiés y avergonzarte por ellos. Creía que mientras más culpa, menor era la valoración que tenías de ti misma. ¡Qué va! Es todo lo contrario.

Gracias a unas explicaciones que escuché, de religiosos y expertas de la conducta, comprendí que quien nos impide perdonarnos no es la humildad, sino el ego. Es esa creencia de que somos seres por encima del resto de mundo, lo que nos incapacita para aceptar que, como todos los humanos, fallamos. El ego dificulta que reconozcamos la falta, pidamos perdón a quien herimos y nos demos la oportunidad de continuar nuestras vidas con la lección aprendida.

Entendí que Dios nos perdona pero, cuando somos muy orgullosos, nosotros no. Nos auto-destruimos en lugar de aceptar que no somos infalibles, que tropezamos y es necesario seguir con la consecuencia de ese tropezón a cuesta.

Un sacerdote ilustró este planteamiento, sobre la culpa y el ego, con un ejempló bíblico inmejorable: los casos de Pedro y Judas. Pedro le falló a Jesús, lo negó tres veces, tal y como el maestro lo había vaticinado. Luego, el apóstol sintió un gran arrepentimiento y una enorme culpa. A su vez, Judas también traicionó a Jesús, lo vendió por unas monedas y, al igual que Pedro, se arrepintió de su manera de proceder. Lo que diferencia el papel que ambos ocupan en la historia del cristianismo es cómo actuaron después. Pedro reconoció su falta, se arrepintió y utilizó ese arrepentimiento para enmendar su camino hasta el punto de ofrendar su vida defendiendo su fe. De su lado, Judas no fue capaz de perdonarse, dejó que el peso de su error lo aplastara y tomó la fatal decisión de suicidarse. Prefirió auto-destruirse en lugar de hacer frente al reto de enmendarse. Actuó movido por el ego, no por la humildad y el arrepentimiento.

Así que si la culpa le atormenta, pese a que otros ya le perdonaron o usted hizo lo que correspondía, recuerde que no somos infalibles, errar es de humanos. Reconozca su error, enmiéndelo y permítase sanar que si Dios no almacena rencores, usted tampoco debe hacerlo y menos contra sí mismo.

Teología de la prosperidad

Dos tercios de los evangélicos del mundo están afectados por la teología de la prosperidad.


“La teología de la prosperidad afecta al 66% de iglesias evangélicas”. Así titula el medio Protestante Digital una información sobre el libro Bendecidos: Una historia del Evangelio de la Prosperidad, que acaba de ser publicado por Oxford University Press y que se basa en la tesis doctoral y trabajo de investigación de Kate Bowler, profesora en la Universidad metodista Duke Divinity School.

Aunque Kate Bowler dice no escribir sobre un punto de vista teológico, su trabajo de investigación incluye aspectos de la historia, de la sociología e incluso de la psicología. Sin embargo, Blessed: A History of the American Prosperity Gospel [Bendecidos: una historia del Evangelio de la Prosperidad] es la adaptación de su tesis doctoral en forma de libro. Lanzado en los EE.UU. hace poco, cayó como una bomba en medio de los evangélicos y fue el tema de la edición de septiembre de la influyente revista Christianity Today.

Bowler es actualmente profesora en la Duke Divinity School, una Universidad que fue fundada por la Iglesia Metodista, y se dedica también al estudio académico de las diversas religiones. Citando varios estudios, Bowler dice que el 17 % de los evangélicos estadounidenses reconocen ser parte de este movimiento, que todos los domingos atrae a millones de personas a las mega-iglesias. Otro dato alarmante es que dos tercios de todos los evangélicos en el mundo se encuentran en las iglesias evangélicas que predican la “teología de la prosperidad”, aunque la mayoría ni siquiera ha oído hablar de ella.

En todo el planeta

A pesar de empezar con una breve historia de la “teología de la prosperidad”, la autora se ha dedicado a investigar la influencia de este tipo de predicación en las iglesias evangélicas. Bowler entrevistó a pastores, visitó mega-iglesias, leyó docenas de libros y se atrevió a concluir: la predicación de la prosperidad domina los púlpitos. Pero no sólo en los EE.UU., sino que va en paralelo con varios países, desde Brasil a Singapur, pasando por Nigeria.

Aunque en algunos lugares aparece como “predicación de salud y riquezas”, “confesión positiva” o “teología de la dominación”, el enfoque es el mismo: la riqueza y la buena vida aquí y ahora. La gran mayoría de los predicadores tienen sus propios programas de televisión, escriben libros sobre el tema y atraen a las multitudes con sus mega-iglesias. Y a la gente parece que le gusta cada vez más.
Aunque es repudiado por los teólogos, este movimiento que ofrece la prosperidad para todos los que tienen “fe” está desplazando a la predicación del mensaje esencial del Evangelio, que se fundamenta en el arrepentimiento y el cambio de vida, señala Protestante Digital

Para Bowler el denominador común de todas las iglesias evangélicas afines a este movimiento es que la teología de la prosperidad sigue creciendo entre sus fieles porque es exactamente eso y sólo lo quieren oír.

Evolución del mensaje

Para la investigadora, desde finales del siglo XIX algunos predicadores comenzaron a enseñar “la prosperidad de Dios”. Esto se integró y difundió en diversas formas culturales del llamado “sueño americano”, es decir, con voluntad y perseverancia todos pueden llegar algún día a ser ricos en esta Tierra. Con los años, la predicación se fue modificando hasta que en 1970 se consolidó el modelo que más se utiliza en la actualidad: “Fe = Inversión + autoayuda”. Los cultos giraron para hacer cada vez más énfasis en la sanidad sobrenatural y otro tipo de milagros.

El movimiento se extendió a través de las iglesias estadounidenses en los años 60 y 70, lo que favoreció que se crearan seminarios con un enfoque teológico adaptado a esta línea de pensamiento. De esta forma, se ha perpetuado un conjunto de enseñanzas que asegura la expansión de su filosofía en todo el mundo. Al mismo tiempo, las denominaciones más tradicionales iban experimentando un relativismo teológico y moral creciente, lo que incluía el no tomar una posición clara y firme ante estas enseñanzas durante décadas.

Prosperidad blanda y dura

El movimiento no tiene ninguna organización central, pero la proliferación de tele-evangelistas afines a la teología de la prosperidad ha generado dos grandes grupos. Su base común son dos elementos fundamentales: Dios quiere bendecir y es preciso querer ser bendecido.

El mayor crecimiento se llama “prosperidad blanda”, cuyo mensaje se centra en predicadores (ya sean pastores, obispos o apóstoles) que ofrecen un mensaje con muchos elementos de la psicología (de auto-ayuda) que aseguran que la vida cristiana es un disfrute continuo de bendiciones. Por supuesto, si se siguen las “medidas adecuadas”, con las que todo el mundo logrará la “victoria”.

Por otro lado, la “prosperidad tradicional” hace hincapié en los “puntos de la fe”, objetos distribuidos vendidos en los cultos que colaboran con la vida cristiana, además de la constante lucha contra los demonios que causan todo tipo de problemas en la vida personal, la familia y el trabajo.

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“Blessed” 

'La teología de la prosperidad afecta al 66% de iglesias evangélicas'
El libro “Bendecido (una historia del Evangelio de la Prosperidad)”, se basa en la tesis doctoral y trabajo de investigación de Kate Bowler, profesora en la Universidad metodista Duke Divinity School.
16 DE SEPTIEMBRE DE 2013, EE.UU.

Aunque Kate Bowler dice no escribir sobre un punto de vista teológico, su trabajo de investigación incluye aspectos de la historia, de la sociología e incluso de la psicología. Sin embargo, “Blessed: A History of the American Prosperity Gospel” [Bendecidos: una historia del Evangelio de la Prosperidad] es la adaptación de su tesis doctoral en forma de libro.

Lanzado en los EE.UU. hace poco, cayó como una bomba en medio de los evangélicos y fue el tema de la edición de septiembre de la influyente revista Christianity Today.

Bowler es actualmente profesora en la Duke Divinity School, una Universidad que fue fundada por la Iglesia Metodista, se dedica también al estudio académico de las diversas religiones.

Citando varios estudios, Bowler dice que el 17% de los evangélicos estadounidenses, reconocen ser parte de este movimiento, que todos los domingos atrae a millones de personas a las mega-iglesias. Otro dato alarmante es que dos tercios de todos los evangélicos en el mundo, se encuentran en las iglesias evangélicas que predican la “teología de la prosperidad”, aunque la mayoría ni siquiera ha oído hablar de ella.

EN TODO EL PLANETA

A pesar de empezar con una breve historia de la “teología de la prosperidad”, la autora se ha dedicado a investigar la influencia de este tipo de predicación en las iglesias evangélicas. Bowler, entrevistó a pastores, visitó mega iglesias, leyó docenas de libros y se atrevió a concluir: la predicación de la prosperidad domina los púlpitos. Pero no sólo en los EE.UU., sino que va en paralelo con varios países, desde Brasil a Singapur, pasando por Nigeria.

Aunque en algunos lugares aparece como “predicación de salud y riquezas”, “confesión positiva” o “teología de la dominación”, el enfoque es el mismo: la riqueza y la buena vida aquí y ahora. La gran mayoría de los predicadores tienen sus propios programas de televisión, escriben libros sobre el tema y atraen a las multitudes con sus mega-iglesias. Y a la gente parece que le gusta cada vez más.

Aunque es repudiado por los teólogos, este movimiento que ofrece la prosperidad para todos los que tienen “fe”, está desplazando a la predicación del mensaje esencial del Evangelio , que se fundamenta en el arrepentimiento y el cambio de vida.

Para Bowler el denominador común de todas las iglesias evangélicas afines a este movimiento es que la teología de la prosperidad sigue creciendo entre sus fieles porque es exactamente eso y sólo lo quieren oír.

EVOLUCIÓN DEL MENSAJE

Para la investigadora fue desde finales del siglo XIX que algunos predicadores comenzaron a enseñar “la prosperidad de Dios”. Esto se integró y difundió en diversas formas culturales del llamado “sueño americano”, es decir, con voluntad y perseverancia todos pueden llegar algún día a ser ricos en esta Tierra.

Con los años, la predicación se fue modificando hasta que en 1970, se consolidó el modelo que más se utiliza en la actualidad: “Fe = Inversión + autoayuda”. Los cultos giraron para hacer cada vez más énfasis en la sanidad sobrenatural y otro tipo de milagros.

El movimiento se extendió a través de las iglesias estadounidenses en los años 60 y 70, lo que favoreció que se crearan seminarios con un enfoque teológico adaptado a esta línea de pensamiento. De esta forma, se ha perpetuado un conjunto de enseñanzas que asegura la expansión de su filosofía en todo el mundo.

Al mismo tiempo, las denominaciones más tradicionales iban experimentando un relativismo teológico y moral creciente, lo que incluía el no tomar una posición clara y firme ante estas enseñanzas durante décadas.

PROSPERIDAD BLANDA Y DURA

El movimiento no tiene ninguna organización central, pero la proliferación de tele-evangelistas afines a la teología de la prosperidad ha generado dos grandes grupos. Su base común son dos elementos fundamentales: Dios quiere bendecir y es preciso querer ser bendecido.

El mayor crecimiento se llama “prosperidad blanda”, cuyo mensaje se centra en predicadores (ya sean pastores, obispos o apóstoles) que ofrecen un mensaje con muchos elementos de la psicología (de auto-ayuda) que aseguran que la vida cristiana es un disfrute continuo de bendiciones. Por supuesto, si se siguen las “medidas adecuadas”, con las que todo el mundo logrará la “victoria”.

Por otro lado, la “prosperidad tradicional”, hace hincapié en los “puntos de la fe”, objetos distribuidos vendidos en los cultos que colaboran con la vida cristiana, además de la constante lucha contra los demonios que causan todo tipo de problemas en la vida personal, la familia y el trabajo.

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Blessed: A History of the American Prosperity Gospel
By Kate Bowler

Amid the strife of the Culture Wars and the heated partisan divides between Red and Blue states, one thing seems to bring together a great many Americans across both sides of the nation's secular/sacred divide: a deep, abiding sense of amusement and incredulity—if not outright contempt—for purveyors and supporters of the so-called "Prosperity Gospel".

Fodder for comedy club monologues and weighty theological pronouncements alike, the "health and wealth," "name it and claim it," "confess it and possess it" TV preachers and their blessing-seeking, hap-hap-happy followers come about as close to being a national whipping boy as any one constituency within our culture. By turns dismissed and disavowed, the Prosperity movement has often been treated as a gold-plated curiosity that evokes questions about how "they" (the preachers) get away with "it," or why "they" (the believers) buy into "it."

Kate Bowler's book Blessed: A History of the American Prosperity Gospel (Oxford University Press) moves beyond conventional wisdom to tell a more complex story about the movement. Part history, part theological analysis, part sociology, part ethnographic study, Blessed explores how this movement came to be, analyzes its central teachings, traces its networks, and notes its appeal.

Ultimately Bowler, a professor at Duke Divinity School, takes these people—and their beliefs and practices—seriously. By doing so, she moves beyond a simplistic framework of snake oil salesmen and gullible dupes, toward a re-casting of the movement as one that "offers a comprehensive approach to the human condition" and sees humanity as "creatures fallen, but not broken." In the process, Bowler finds that the movement "has consecrated America's culture of optimism" and marvels at how fundamentally American—and perhaps human—many of its assumptions and aspirations really are.
Long Lineage

While the beginnings of an actual Prosperity movement only trace back to the 1970s, Bowler puts together a longer lineage that begins in the late 19th century. This earlier period brought together three influential streams—Pentecostalism, New Thought as set forth by mediators like Holiness pastor E. W. Kenyon, and the secular American belief in upward mobility, individualism, and wealth. Kenyon provided a particularly important bridge to the Pentecostal world and influenced figures such as William Durham, F. F. Bosworth, and Aimee Semple McPherson.


African-American metaphysical teachers in Northern cities such as Father George Hurley, Charles Emmanuel "Sweet Daddy" Grace, and Father Divine also proved important, combining elements of holiness and Pentecostal belief, black spiritualism, and self-help. So too did figures such as Dale Carnegie, Napoleon Hill, and Norman Vincent Peale, with their more Main Street-friendly messages of positive thinking and visualizing success.