Una idea central...

Somos La Iglesia católica


Nuestra familia está compuesta por personas de toda raza. Somos jóvenes y ancianos, ricos y pobres, hombres y mujeres, pecadores y santos.

Nuestra familia ha perseverado a través de los siglos y establecido a lo ancho de todo el mundo.

Con la gracia de Dios hemos fundado hospitales para poder cuidar a los enfermos, hemos abierto orfanatorios para cuidar de los niños, ayudamos a los más pobres y menos favorecidos. Somos la más grande organización caritativa de todo el planeta, llevando consuelo y alivio a los más necesitados.Educamos a más niños que cualquier otra institución escolar o religiosa.

Inventamos el método científico y las leyes de evidencia. Hemos fundado el sistema universitario.

Defendemos la dignidad de la vida humana en todas sus formas mientras promovemos el matrimonio y la familia.

Muchas ciudades llevan el nombre de nuestros venerados santos, que nos han precedido en el camino al cielo.

Guiados por el Espíritu Santo hemos compilado La Biblia. Somos transformados continuamente por Las Sagradas Escrituras y por la sagrada Tradición, que nos han guiado consistentemente por más de dos mil (2’000) años.

Somos… La Iglesia católica.

Contamos con más de un billón (1’000’000’000) de personas en nuestra familia compartiendo los Sacramentos y la plenitud de la fe cristiana. Por siglos hemos rezado por ti y tu familia, por el mundo entero, cada hora, cada día, cada vez que celebramos La Santa Misa.

Jesús de Nazaret ha puesto el fundamento de nuestra fe cuando dijo a Simón-Pedro, el primer Papa: «Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi iglesia, y el poder de la muerte no prevalecerá contra ella» (Mt. XVI, 18).

Durante XX siglos hemos tenido una línea ininterrumpida de Pastores guiando nuestro rebaño, La Iglesia universal, con amor y con verdad, en medio de un mundo confuso y herido. Y en este mundo lleno de caos, problemas y dolor, es consolador saber que hay algo consistente, verdadero y sólido: nuestra fe católica y el amor eterno que Dios tiene y ha tenido por toda la creación.

Si has permanecido alejado de La Iglesia católica, te invitamos a verla de un modo nuevo hoy, visita www.catolicosregresen.org.

Somos una familia unida en Cristo Jesús, nuestro Señor y Salvador. Somos católicos, bienvenido a Casa...

Contenido del Blog

¡Ojo con el Reiki!

Tomado de http://www.religionenlibertad.com/

Por José María Zavala

En octubre de 2011, mientras entrevistaba a don Gabriele Amorth en Roma para mi libro Así se vence al demonio (LibrosLibres), salieron a relucir las rendijas por las que se cuela el Maligno causando una auténtica escabechina en la sociedad actual.
 
Una de esas rendijas es el llamado Reiki, término japonés tan en boga hoy, que sugiere una especie de “poder espiritual”.
 
Mediante la imposición de manos, este sucedáneo de medicina alternativa promete canalizar una supuesta “energía vital” para curar o paliar dolencias físicas e incluso enfermedades mentales.
 
Pero nada más lejos de la verdad, como me advertía Amorth, exorcista oficial de la diócesis de Roma.
 
Sin ir más lejos, el jueves pasado leí en este mismo portal de Religión en Libertad el SOS lanzado por el sacerdote indio James Manjackal sobre el Reiki y otras prácticas esotéricas y de la Nueva Era, precisamente:
 
“Con toda la sinceridad de mi corazón –advertía este sacerdote católico-, puedo decir que entre el 80% y el 90% de los participantes [en sus retiros carismáticos] han estado en el Yoga, el Reiki, la reencarnación, etc., que son prácticas religiosas orientales. Allí han perdido la fe en Jesucristo y en la Iglesia”.
 
Finalmente, de entre los numerosos correos que sigo recibiendo en mi web de lectores de Así se vence al demonio, extracto el siguiente de una víctima del diablo, a la cual, por razones obvias, amparo ahora en el anonimato.
Dice así:
 
“Le escribo para ver si puede ayudarme a localizar el número de teléfono de don Gabriele Amorth. Estoy metido en un problema muy gordo. Hice algo de lo que me arrepiento profundamente. Todo por querer ayudar a un amigo, pero al final hemos enfermado los dos, y más gente.Llevo pasado el peor año de mi vida. Ni se imagina la influencia demoníaca que tengo encima por haber hecho un curso de una cosa llamada Reiki, tan de moda en nuestro país. Jamás pensé que sería igual que hacer espiritismo, y que abriría las puertas a muchos demonios. Ojalá pudiera retroceder en el tiempo, pero me temo que ya es tarde…
 
"Me quedé poco a poco sin movilidad, e incluso perdí mi trabajo. He recorrido varios hospitales, sometiéndome a todo tipo de pruebas: TAC, escáneres… Pero los médicos aseguran que no tengo nada.
 
"Aun así, debí permanecer tirado en un sofá de casa de mis padres sin poder moverme y con una fatiga que me ahogaba. Ni siquiera podía subir a mi habitación, en la planta de arriba. Debí resignarme a vivir en aquel sofá durante varios meses consecutivos, mientras nadie sabía qué me pasaba.
 
"Finalmente, desesperados, mis padres me llevaron a un exorcista. Tuvieron que trasladarme en silla de ruedas. Tras el exorcismo, me sentí liberado. Desaparecieron de repente todos los síntomas. Pero fue algo pasajero, pues al cabo de unos días empecé a sentirme igual o peor que antes. Mis padres se hartaron de mí, hasta el punto de decirme que estaba obsesionado. No se imagina lo mal que sienta que a uno lo tachen de loco y de ansioso cuando tiene un problema tan gordo como el mío; dan ganas de suicidarse.
 
"Sigo soportando las 24 horas del día hormigueos fortísimos, descargas eléctricas, sensación de asfixia, alergias de todo tipo... El demonio me quiere ver destruido. Hasta las uñas de las pies se me han vuelto de repente de color amarillento, despidiendo un olor putrefacto…
 
"Pienso contarle al mundo lo que me ha pasado y cómo llegué a meterme en esto del Reiki. Soy bastante experto en cosas de Nueva Era, que por supuesto jamás volveré a hacer en mi vida”.
 
Con información también se combate al demonio.
 

Mentalidad farisaica

Por Mons. Ramón Benito De La Rosa Y Carpio

Llamamos mentalidad farisaica a aquella en la que un ser humano cualquiera, hombre o mujer, se siente decir una cosa y practica otra. El fariseo, tal como es definido en el evangelio y pasa así como un modelo a lo largo de los siglos, es el hipócrita. El hipócrita es la persona más difícil que se puede encontrar en la vida porque nunca se puede esperar un cambio en él.

Cuando nosotros repasamos el evangelio, el grupo humano con el que Jesús fue muy duro fue únicamente con los fariseos, con los hipócritas. Aquellos que se reconocían pecadores, que aceptaban sus faltas, como las prostitutas o los cobradores de impuestos injustos o cualquier otro grupo humano, Jesús los comprendía; esperaba el cambio, sabía que no podía aceptar esa conducta ni esa práctica, pero eran hombres y mujeres que aceptaban sus fallos.

El fariseo, en cambio, quería ser tildado de bueno, igual que el corrupto, que no quiere que se le llame corrupto, sino que se le llame honrado. Es un hipócrita, difícilmente cambia. Mentalidad farisaica es aquella que quiere que se le aplauda lo que hace pero piensa, dice y siente lo contrario.

Contestando a Vargas Llosa

Por Luis Fernández Cuervo

Verdades y mentiras en la historia universal

Los países católicos siempre fueron países alegres, vitales y muy poco reprimidos, también en lo sexual.

Terminaba yo mi artículo anterior diciendo que el escritor peruano Vargas Llosa mostraba “un conocimiento muy sectario y erróneo de la historia universal”. Y así es. La verdad histórica es muy diferente a como la presenta el furibundo escritor. Hoy sólo me referiré a dos de sus falsedades:

1)      Atribuir a la Iglesia Católica el haber mandado a la hoguera a millares de católicos e infieles en la Edad Media. El tema de la Inquisición merece un comentario más detenido y matizado del que es posible aquí. Remito a estudios serios sobre la Inquisición española como los del historiador inglés Henry Kamen o la española Beatriz Comella. Pero sí hay que saber, por lo menos, que su importancia no fue en la Edad Media, que termina en el Siglo XIV, sino en pleno Renacimiento y más allá, hasta el XVII y XVIII, que es cuando pasó del poder eclesiástico al poder civil.

Inquisiciones hubo tantas como religiones había en esos siglos. Para esa época, un ataque a la religión de un país —ya fuera la católica, la luterana, la anglicana o la calvinista— suponía algo tan importante para la estabilidad de su gobierno, como lo que es el terrorismo o la guerrilla para una democracia actual. En cuanto a la Inquisición española, en su momento de mayor auge, entre 1540 y 1700, los condenados a la hoguera fueron 1.346, que representan un 1,9% de todos los procesados. La Revolución Francesa, tan alabada por los laicistas como Vargas Llosa, en pocos días, llevó a la guillotina cifras posiblemente superiores, exterminó a todos los de la región de la Vandeé y además arrasó con gran cantidad de edificios y objetos de arte religiosos. Y todo eso en nombre de la igualdad, libertad y fraternidad.

2)      Atribuir a la Iglesia Católica “la postergación y humillación sistemática de la mujer”. Esta falsedad es todavía más grande, pues una de las causas de la difusión del primitivo cristianismo fue el papel importante que la mujer tuvo en él, muy por encima de la que tenía en el imperio romano. Y fue precisamente en la Edad Media cristiana donde la mujer alcanzó una dignidad y un poder como nunca había tenido.

El señor Vargas Llosa debería leer, al menos, los libros de la medievalista francesa Règine Pernoud para salir de su error. Sin una serie de mujeres descollantes —Genoveva, Juana de Arco, Catalina de Siena, Eloisa, Hildegarda de Bingen, Leonor de Aquitania, Blanca de Castilla, etc.—, que eran admiradas y respetadas por las autoridades civiles y religiosas de su tiempo, incluido el Papa, posiblemente la civilización europea habría sido imposible. Cualquier mujer podía entonces establecer un negocio o adquirir una propiedad sin autorización de su marido. Y fueron las damas del medioevo las que educaron y afinaron a los hombres, crearon el amor cortés, la galantería y el honor de servir el hombre a la mujer. ¿Donde está, pues, la “postergación y humillación sistemática de la mujer”? Fue con el Renacimiento y el nuevo auge del Derecho Romano cuando la mujer perdió los derechos que había ganado en la Edad Media.

3)      Vargas Llosa acusa también al catolicismo de “distorsiones y represiones de la vida sexual en nombre de una supuesta normalidad”, que sería la relación heterosexual. Pretende ignorar que, mientras la religión y la moral católica fueron fuertes en cualquier país, las anormalidades y delitos sexuales fueron mínimos. Confunde puritanismo con catolicismo. Los países católicos siempre fueron países alegres, vitales y muy poco reprimidos, también en lo sexual.

En cuanto a si lo heterosexual es normal o no, la voz de la historia es muy clara. En las más variadas culturas, lo constante es que, llegada a la edad núbil, y siempre con un cierto sentido religioso, se celebra el matrimonio natural de un hombre y una mujer y con ello se obtiene, como derecho matrimonial, la unión conyugal y se constituye la familia con la crianza y educación de los hijos resultantes de esa unión. Eso no es un invento del cristianismo. Eso ocurre incluso en pueblos muy primitivos, desconocedores de la agricultura, la ganadería y la religión, tal como demostró el antropólogo alemán Gusinder con los fueginos de la Patagonia.

En cualquier tiempo y cultura, cuando la institución matrimonial entra en crisis y crecen el libertinaje y las aberraciones sexuales, todo conocedor de la historia universal puede decretar sin equivocarse que esa cultura está decayendo y, de un modo u otro, desaparecerá. No siempre es bajo un fuego del cielo que los aniquile, como en Sodoma y Gomorra.

Otras veces es por la conquista de un pueblo más austero, así Roma conquistando una Hélade en franca decadencia intelectual y moral. Y Roma, después de su esplendor imperial, ofrecerá esos mismos síntomas que ahora consideran algunos —no sólo Vargas Llosa— progreso cultural: ateísmo, escepticismo y relativismo en el área intelectual; el lujo, el placer y el ocio como metas vitales; la decadencia del matrimonio con el divorcio y los adulterios; la caída de la natalidad con los abortos o el abandono de los recién nacidos y las aberraciones sexuales crecientes, como testimoniaba Pablo de Tarso en su Epístola a los Romanos: “Se envanecieron con sus razonamientos y se oscureció su insensato corazón: presumiendo de sabios se hicieron necios (…) Por eso Dios los abandonó a los malos deseos de sus corazones, a la impureza con que entre ellos deshonran sus propios cuerpos (…) pues sus mujeres hasta cambiaron el uso natural por el que es contrario a la naturaleza, e igualmente los varones, habiendo dejado el uso natural de la mujer, se abrasaron en los deseos impuros de unos por otros: cometiendo torpezas varones con varones y recibiendo en sí mismos el pago merecido por su maldad”.

El pago actual de esos mismos vicios antiguos ahora ha sido peor: el aumento increíble de las enfermedades de transmisión sexual y el SIDA, “hijo de la píldora anticonceptiva”, como dijo el descubridor del virus causante de esa inmunodeficiencia, el Dr. Montagnier. El SIDA entró en EE.UU., en El Salvador, en España y en otros países, por los homosexuales. ¿Buen motivo para el “orgullo gay”?

Carta a un fundamentalista anticatólico

Por Daniel Iglesias Grèzes

Infocatolica

Estimado J. (1):

El Espíritu Santo guía a la Iglesia en todo tiempo y es, por así decir, el “alma” que le da vida y la santifica. La Iglesia es santa porque es obra de Dios tres veces Santo, no porque los hombres que la integramos seamos totalmente santos. En realidad todos nosotros hemos pecado y estamos necesitados de purificación, pero podemos decir con San Pablo que “donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia” (Romanos 5, 20).

Para ser católico no es necesario defender todas y cada una de las cosas que se han hecho en nombre de la Iglesia Católica a lo largo de sus dos mil años de historia y a lo ancho de los muchos países y culturas en las que ella se ha encarnado. También en nombre de otras realidades elevadas (la libertad, la democracia, etc.) se han cometido muchos crímenes, pero no por eso dejamos de apreciarlas. Al menos, de los pecados de los cristianos podemos decir que, aunque sean muchos, ninguno proviene del cristianismo, sino de su negación teórica o práctica, o de una mala comprensión del mismo.

En cuanto a la Inquisición, en la que usted hace tanto hincapié, hoy la Iglesia Católica rechaza sin dudas ni reticencias todos los crímenes que los inquisidores cometieron. Sin embargo, por respeto a la verdad histórica, hay que decir también que la Inquisición no mató a 50 millones de personas, como usted dice, sino a muchísimas menos, a lo largo de muchos siglos y en muchos países; y ciertamente no las mató por poseer una Biblia, sino por brujería o herejía, que entonces eran considerados delitos graves. Una “leyenda negra", creada y difundida interesadamente por protestantes y liberales, ha exagerado muchísimo el número de las víctimas de la Inquisición. No pretendo en absoluto minimizar el horror de lo ocurrido. No obstante, considero importante situarlo en sus verdaderas dimensiones. Los estudios actuales, hechos por investigadores serios (muchos de ellos no católicos) tienden a desestimar muchos aspectos de la “leyenda negra” sobre la Inquisición.

Tampoco es razonable juzgar a los inquisidores anacrónicamente, como si ellos hubieran sido subjetiva y plenamente culpables de haber violado el derecho humano a la libertad religiosa, tal como hoy lo conocemos, con métodos que hoy -con verdad- consideramos injustos. La pena de muerte era en aquella época (y lo fue hasta hace poco tiempo) una forma de castigo comúnmente aceptada. Es muy curioso que a menudo las mismas personas que exculpan a los aztecas por sus sacrificios humanos imaginen que todos los inquisidores eran sádicos. Lo más probable es que la mayoría de ellos fuesen sólo jueces que trataban de aplicar correctamente el derecho de su tiempo, que hoy nos resulta bárbaro, como tantas otras cosas de esa época remota.

Por otra parte, también los miembros de otras Iglesias o comunidades religiosas han cometido muchos errores y crímenes, pero eso no quita a priori a esas Iglesias o comunidades el derecho a ser escuchadas con respeto e imparcialidad.

El fin de la Edad Media y la Edad Moderna fueron tiempos de crisis y de grandes cambios en Europa. Aunque los católicos de entonces no están libres de culpa de las guerras de religión y otros males de la época, estudiando la historia de la Iglesia Católica se puede apreciar cómo la verdad y la santidad de Cristo nunca dejaron de brillar en ella con claridad.

Una acusación parecida a la que usted hace a la Iglesia Católica se podría hacer a cada cristiano: “¿Tú te dices hijo de Dios, crees que Dios habita en ti, y has hecho esto y esto…?” Sin embargo, no es correcto mirar nuestra historia personal o social con los ojos de un Acusador (cf. Apocalipsis 12, 10), y no ver también y sobre todo la gracia que Dios ha derramado sobre nosotros a cada paso, y a la que en mayor o menor grado hemos correspondido.

En cuanto a la Biblia, por más que esté divinamente inspirada, ciertamente no se interpreta sola, como usted pretende. Quizás el siguiente ejemplo lo haga pensar. En Mateo 16,18 Jesús dice a Pedro: “Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia“. Si yo tuviera como guía en materia de fe sólo a la Sagrada Escritura (como quería Lutero) ¿cómo podría saber con plena certeza si, al decir “esta piedra", Jesús se refería a Sí mismo, a Pedro o a una piedra que estaba allí? (2) ¿Hacia dónde apuntaba el dedo índice de Jesús en ese momento? Sólo Pedro y los demás apóstoles, testigos oculares del hecho narrado en el Evangelio, pudieron transmitir con plena certeza a los primeros cristianos -y éstos a las generaciones siguientes- el verdadero significado de esa expresión bíblica (y de muchas otras). En este simple ejemplo podemos apreciar el enorme valor de la Tradición eclesial como medio de transmisión de la Palabra de Dios.

A Jesucristo no se lo encuentra hoy sólo en un libro, por importante y sagrado que éste sea, porque Él es una Persona viva y vivificante. La Iglesia Católica, con plena conciencia de la pequeñez y fragilidad de sus miembros, tiene la misión de hacer presente hoy a Cristo en medio de los hombres, porque Él mismo lo quiso así.

¿Cómo sabría usted que la Biblia es Palabra de Dios si no fuera por el testimonio viviente de la Iglesia? Jesús dijo: “Si yo diera testimonio de mí mismo, mi testimonio no sería válido” (Juan 5, 31). Del mismo modo se podría decir: si sólo la Biblia diera testimonio de sí misma, su testimonio no sería válido. La Biblia no es mayor que Jesucristo, la Palabra de Dios hecha carne. En último análisis, la Biblia entera sólo nos habla de Cristo. Si no hubiera una Iglesia, es decir una asamblea de creyentes en Cristo, hoy la Biblia no sería más que un interesante libro de la Antigüedad. Aunque cada libro de la Biblia dijera de sí mismo que es Palabra de Dios (cosa que no ocurre), eso no bastaría para fundamentar la fe en ella.

Es la Iglesia Católica la que, mediante su Tradición viva, transmitió en primer lugar el Evangelio de Jesucristo y compuso después los escritos del Nuevo Testamento. Es su valoración de la Biblia la que mueve a los cristianos a considerar sagrados los 73 libros que la componen. Los primeros libros del Nuevo Testamento se escribieron algunos años después de la Pascua de Cristo. Durante ese tiempo la Palabra de Dios se transmitió en la palabra y la vida de los cristianos, es decir de la Iglesia. Además, San Juan escribió al final de su Evangelio lo siguiente: “Hay además otras muchas cosas que hizo Jesús. Si se escribieran una por una, pienso que ni todo el mundo bastaría para contener los libros que se escribieran.” (Juan 21, 25).

¿Acaso los apóstoles olvidaron enseguida todas esas “otras muchas cosas” y no transmitieron muchas de ellas a la primera generación cristiana, y ésta a las siguientes? ¿Acaso Jesús no se identificó con sus discípulos y les prometió su presencia y su ayuda (a través del Espíritu Santo) hasta el fin de los tiempos? ¿Cree usted que Jesús abandonó a la Iglesia que Él mismo fundó, incumpliendo así su promesa?

En último término, ¿por qué usted, J., habría de tener la razón en cuanto a la interpretación de la Biblia y no la Iglesia Católica, que tiene dos mil años de historia y de fidelidad a su Divino Fundador y más de mil millones de fieles? ¿Acaso Dios le concedió a usted, J., o a quienquiera que sea su maestro, el don de la infalibilidad? ¿No es bastante soberbio de su parte pretender que usted tiene la razón en materia de fe, en contra de la Iglesia de Cristo? ¿Quién da testimonio de usted, J., o de su Iglesia, si es que tiene una? Si es así, me gustaría mucho saber su nombre y algo de su historia: año de fundación, nombre de su fundador, etc. Supongo que usted tampoco la considerará infalible.

La Iglesia Católica cuenta con la promesa hecha por Cristo a San Pedro y a sus sucesores: “los poderes del infierno no prevalecerán contra ella” (Mateo 16, 18). Ella es “columna y fundamento de la verdad” (1 Timoteo 3, 15) y “cuerpo de Cristo” (1 Corintios 12, 27), como enseña San Pablo. A ella le prometió Jesús que el Espíritu Santo la guiará hasta la verdad completa (cf. Juan 16, 13).

Usted insiste en que la Biblia se interpreta por sí misma; pero en verdad ningún libro (ni siquiera la Biblia) puede hacer tal cosa. Se requiere un esfuerzo intelectual del lector para comprenderla. Si la verdadera interpretación de la Biblia fuera siempre evidente, no existirían las interpretaciones erróneas de la Biblia y el protestantismo no se habría dividido en miles de iglesias diferentes entre sí.

La interpretación de la Biblia no sólo no es siempre evidente, sino que a menudo es difícil. ¿Cómo podría ser de otro modo, tratándose de un amplio conjunto de libros escritos durante un período que va aproximadamente del año 1000 AC al 100 DC, en culturas muy diferentes a la nuestra, en lenguas que hoy pocos conocen? Sin duda el cristianismo requiere necesariamente la ciencia teológica. Esa ciencia es una de sus características peculiares.

Hay una teología católica y una teología protestante, pero esta última (que es muy valiosa) ha sido desarrollada por las iglesias protestantes principales, que participan del movimiento ecuménico. Espero que usted me perdone, J., si le digo que ése no parece ser su caso. En cambio las sectas evangélicas y pentecostales no tienen una teología digna de ese nombre. Se han apartado de la gran tradición teológica cristiana e interpretan la Biblia de un modo fundamentalista, superficial, atado al sentido aparente de los textos, sin una exégesis correcta desde el punto de vista científico y teológico.

La reflexión teológica cristiana, al comprender cada vez mejor el sentido de la Sagrada Escritura, permite también un verdadero desarrollo doctrinal, que explicita consecuencias de la Divina Revelación que están contenidas en la Escritura sólo en forma implícita. La entera historia de la Iglesia Católica muestra la existencia de este proceso de desarrollo auténtico de la doctrina cristiana.

No sé si usted, como Lutero o Calvino, se adhiere al Credo de Nicea (compuesto por el primer concilio ecuménico, en el año 325). Si es así, usted cree que el Hijo único de Dios es “consubstancial” (en griego, homoousios) al Padre. En vano buscará en la Biblia el término “homoousios“, porque no es un término bíblico, sino filosófico. Al utilizar este término, sin embargo, los Padres del Concilio de Nicea no se apartaron de la verdadera fe, sino que la expresaron con precisión teológica, para refutar el error de Arrio, quien negaba la divinidad del Hijo. Éste no es más que uno entre los miles de ejemplos que podrían citarse de desarrollos teológicos legítimos.

Al realizar esos desarrollos, la Iglesia Católica no inventó doctrinas nuevas, como usted dice, sino que, a la luz de la fe y utilizando el don de la razón, con la asistencia del Espíritu Santo, dedujo a partir de la Sagrada Escritura expresiones nuevas de la fe antigua. Sólo ella puede llevar a cabo este proceso con la garantía de no equivocarse en lo esencial, porque sólo ella -y no cada cristiano individual- ha recibido de Dios el don de la indefectibilidad.

La Iglesia Católica no sólo no reprime la lectura y el estudio de la Biblia (como usted dice), sino que los recomienda calurosamente a sus fieles. Tampoco coarta la libre investigación teológica, pero se reserva el derecho (muy razonable) de declarar incompatibles con la fe católica las eventuales proposiciones erróneas de teólogos individuales.

Lo que la Iglesia llama Tradición (con mayúscula) no debe confundirse con las tradiciones (con minúscula) cambiantes. Traditio significa entrega. La Sagrada Tradición es divina, apostólica y eclesiástica, porque se trata de la Gracia y la Verdad que Dios Padre entrega eternamente a su Hijo, que el Hijo encarnado entregó a sus apóstoles, que éstos entregaron a la Iglesia primitiva, y que la Iglesia Católica transmite con fidelidad de generación en generación, incansablemente. No hay ninguna oposición entre la Sagrada Escritura y la Sagrada Tradición, porque ellas son dos modos de transmisión de la única Revelación Divina. En realidad, como ya le demostré, la Tradición es anterior a la Escritura y la legitima. En cuanto al Magisterio de la Iglesia, está totalmente al servicio de la Revelación y no por encima de ella. Como suele decir el Arzobispo de Montevideo (Mons. Nicolás Cotugno SDB), creer en los dogmas de la Iglesia es dejar que Dios tenga la primera y la última palabra en la vida del hombre. De modo que es totalmente falso que la Iglesia Católica o las Iglesias ortodoxas (cuya doctrina es muy similar a la católica y es seguida por muchos millones de fieles) enseñen un Evangelio diferente al de Jesucristo.

Usted dice que la historia de la Iglesia Católica equivale a 2000 años de persecución de la verdad. Para afirmar tal cosa hace falta ignorar casi todo sobre dicha historia. Usted olvida, por ejemplo, los millones de mártires que ha dado la Iglesia Católica. Los mártires católicos no provienen sólo de los tres primeros siglos de la era cristiana, sino de cada siglo, incluido el siglo XX. Usted olvida, además, que los protestantes también son responsables de muchos crímenes. Durante las guerras de religión del siglo XVII, los protestantes persiguieron y mataron a muchos católicos, no sólo en Gran Bretaña e Irlanda, sino en media Europa. También podría sorprenderle una comparación de la suerte corrida por los indígenas de Iberoamérica (defendidos de la opresión por muchos eclesiásticos; unidos a los españoles y portugueses católicos por medio del mestizaje) y los de América del Norte (marginados y masacrados por los colonos protestantes). También fueron protestantes muchos de los traficantes de esclavos africanos y muchos de los empresarios que explotaron a los proletarios durante la época más negra del capitalismo salvaje. No siento ningún rencor hacia los protestantes, J. Sólo le recuerdo algunos hechos para que usted vea que la culpa es algo muy bien repartido en el mundo, como cabe esperar en función del dogma del pecado original.

Se equivoca usted rotundamente al afirmar que los católicos cambiamos la Palabra de Dios por “cuentitos que no alimentan… (catecismos, etc.)“. Si usted se tomara el trabajo de leer el Catecismo de la Iglesia Católica -una obra formidable- vería quizás con asombro cuán profundamente bíblica es su doctrina.

En cuanto a otras acusaciones groseras (que cambiamos la verdad por la mentira, que confiamos en otros dioses, que cambiamos los mandamientos de Dios, por lo cual el mundo se llenó de ateos, ¡que adoramos al Papa!, etc.) que usted efectúa gratuitamente, yo las rechazo también gratuitamente.

En una ocasión lamentable, usted mismo escribió que le costaba mucho amar a los católicos. Me alegra saber que usted no expresó correctamente sus sentimientos. Su epílogo, sin embargo, no es muy caritativo, ya que compara a los católicos con un ladrón. Lo invito a examinar si acaso usted mismo se está dejando dominar por el fanatismo. En fin, J., todos sus mensajes evidencian su profundo desconocimiento del catolicismo. Quiera Dios abrir un día sus ojos y liberarlo de sus prejuicios anticatólicos.

Fraternalmente,
Daniel Iglesias Grèzes

Notas:

1) Este artículo es una versión resumida y algo corregida de una serie de cartas intercambiadas en agosto y septiembre de 1999.
2) Es cierto que el nombre “Pedro” proviene de la palabra “piedra”, pero este dato por sí solo no nos daría una certeza plena acerca de la interpretación correcta de ese texto evangélico.

Hermoso gesto de humildad

Religión en Libertad

A tenor del escrito del Emmo. Sr. Cardenal William Levada, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, de fecha, 20 de abril de 2012, se publican las declaraciones del Rvdo. Manuel Pous i Engroñat, a un cuestionario de la Congregación para la Doctrina de la Fe

El que suscribe, Rvdo. Manuel Pousa i Engroñat, ante las preguntas de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la fe contenidas en una lista que se me entregó en mi comparecencia ante el Sr. Cardenal de Barcelona, el 17 de enero de 2012, con mis mejores deseos y respetos DECLARO en síntesis lo siguiente:

A. LAS CUESTIONES MÁS FUNDAMENTALES

1. Una cosa son mis deseos personales, mis sentimientos, mis interpretaciones de las grandes luchas y contradicciones que encuentro en la vida, y otra mi Fe, amenazada pero inquebrantable en Dios, en Jesucristo, en la Iglesia Una Santa Católica y Apostólica.

2. Reconozco que en diferentes ocasiones he creado confusión al manifestarme, mezclando uno de estos aspectos con otro, los sentimientos humanos con el don de la fe. Así ha sido en la presente ocasión de este libro. Rectifico todo lo que pueda haber manifestado en contradicción con la Fe, la doctrina y disciplina de nuestra Iglesia. No era ésta mi intención.

3. Por eso a pesar de las contradicciones que se hallan en mis palabras y a pesar del error que supone haber manifestado mi sentir individual en un libro, quiero manifestar y ha de quedarmuy claro que:

a) Creo en Dios Padre omnipotente y creador del Cielo y Tierra: del gran regalo de la vida

b) Creo firmemente en Jesucristo, al que considero, no como una de tantas manifestaciones de Dios, sino como el que nos ha revelado a Dios, como imagen del Padre invisible. Jesús, como Hijo de Dios, no solo es un hijo de Dios, sino el Hijo único que es uno con el Padre en un mismo Espíritu de Verdad y Amor.

c) Por eso, creo asimismo en los Ángeles (más tarde, en el apartado B, precisaré este punto): enviados por Dios para guiarnos en el seguimiento de Jesucristo. Jesucristo es la Verdad de Dios, verdad no relativa sino Verdad en sí misma como se desprende del diálogo mantenido por Jesús con Poncio Pilato. Yo después de conocer y amar a Jesucristo, ya no pregunto ¿"qué es la verdad"? porque se me ha dado esta Verdad total y absoluta que es para mí Jesucristo, Hijo de Dios hecho hombre, a quien intento encaminarme y sigo con fe, esperanza y amor, un amor que quisiera llegar a todos y acompañar a todos.

d) Por eso me mantengo agradecido en la Iglesia porque Ella es el Cuerpo de Cristo (Vid y Sarmientos), el Pueblo de Dios y Templo del Espíritu.

e) Es cierto que, a veces, deseo vivir de tal manera la fraternidad universal anunciada por el Señor Jesús, de manera que la Jerarquía y el Ministerio no se conviertan en impedimentos de esa fraternidad (ver Papa Benedicto XVI, alocución de 26 mayo de 2010), y por eso me salen frases erróneas o imprecisas como que no sería necesario el sacerdocio para celebrar la Eucaristía, o que podrían ser sacerdotes las mujeres, o que podrían cambiar muchas cosas en la Iglesia. Pero teológicamente, ni quiero ni puedo decir que Jesucristo no fundó su Iglesia, aunque no haya descendido hasta los menores detalles de su visibilidad actual.

En consecuencia, retiro esas frases que serían contra la doctrina o la disciplina de la Iglesia. Quiero vivir en “la comunión jerárquica” (Benedicto XVI).

f) Por eso, quiero mantenerme en el Cuerpo de Cristo para vivir ahí la fe, la esperanza y el amor de Dios y al prójimo. Y ya sé que sobre esto, nada me reprocha mi Iglesia, sino que me alienta, lo cual agradezco mucho.

g) Finalmente, sobre mi vida en la Iglesia Católica quiero puntualizar que no quiero llevar doble vida y que nunca la he llevado, teniendo relaciones sexuales propias de marido y mujer. He vivido, como ya manifesté, mi celibato con alegría y libertad. Mi celibato concebido para darme a Dios y al prójimo. Por eso me he mantenido, siempre en relación con la mujer, mis amigas y la Conchita en concreto (citada en el libro), en los límites de la amistad. Y que nunca he dicho o escrito que tengo novia. La propia referida manifiesta igualmente en el libro que así es (pág. 139 p 2).

Como que concibo la vida como un regalo que enamora, de este modo, he podido hablar de manera confusa de vivir "enamorado".

Recordando un poco la vieja Escolástica, diría: entregado a todos para que sean mi prójimo; enamorado de la vida; en amistad auténtica con Conchita, con Luisa (la religiosa Javeriana, difunta), con mis amigas en general. Por otra parte,   deseo manifestar que mi relación con la mujer reduce las  demostraciones de afecto,hasta el punto de llegar a ser estrictamente una amistad, y no  un "noviazgo".

B. PUNTOS CONCRETOS, SEÑALADOS POR LA SGDA. CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, TAMBIÉN IMPORTANTES, A LOS QUE DEBO DAR RESPUESTA.

Hasta aquí, he tratado lo más fuerte de las acusaciones a la Sgda. Congregación de la Fe, que se han hecho acerca de mi persona, de mi fe y de mi relación con la Iglesia. Pero quedan puntos concretos que quiero asimismo tratar para que no queden lagunas o imprecisiones.

B. 1. Tengo que precisar algunas cosas relativas a los sacramentos (advertencias del 13 al 16). El libro no dice todo mi pensamiento, ni mi sentir. El libro es fruto de unas entrevistas grabadas y después puestas por escrito. No pretende ser una tesis doctoral y yo tampoco soy un teólogo. Así por ejemplo en el punto 13 yo quise decir que la gente no sabe confesar sus pecados. En general falta el concepto de pecado, y no sabe o no quiere detectarlo entre sus acciones habituales o puntuales. Por eso, a veces mi deseo hubiera sido, poder absolver sin acusación. Pero eso no quiere decir ni que lo haga, ni que lo crea. Pienso que hemos de hacer un esfuerzo para conocer nuestros verdaderos pecados para podernos arrepentir de ellos y así vivir el perdón de Dios.

B. 2. Sé y soy muy consciente de que el Magisterio de la Iglesia no yerra, y en concreto en las materias del Aborto, anticonceptivos, homosexualidad.
Lo que quise manifestar y creo, es que la gente hace lo que quiere y esto me hace sufrir mucho. No considero eso libertad y que ellos se sientan libres, sino que se sienten impulsados a obrar de manera egoísta e individualista. Entonces siento que además del aspecto moral, hay que acompañar a la gente para que pueda reflexionar bien.

Por eso pienso que en la homosexualidad hay grados de mayor o menor pecaminosidad. Por eso "no he bendecido la homosexualidad, la unión de homosexuales", sino que en todo caso quise bendecir a unas personas para que no se desborden en su obrar; para que su pecado (que ellos viven como afecto), no se extralimite aún más (puntos 14-17). Tales bendiciones podían interpretarse como una legitimación de la Iglesia, y en consecuencia se habrían debido evitar. Esto que puedo pensar de los homosexuales y divorciados, no lo puedo extender a los abortistas. Aquí entra en juego la vida que, con Jesucristo y con la Iglesia, respeto y fomento desde la concepción hasta la sepultura como un don que viene de Dios.

B. 3. El periodista no escribe una tesis doctoral. A veces las "comillas", que en una tesis indicarían palabras al pie de la letra, aquí sirven sobre todo para indicar que estoy tomando la palabra, sin pretender ser la reproducción exacta de mi pensamiento. Con lo cual, vale confesarlo y reconocer mi error, se mezclan a veces deseos ineficaces, sentimientos y pensamientos lógicos.

Por eso en el punto 1, no quiero decir "las cosas serían manifestaciones de Dios, carentes de realidad”, cosa que se puede entender en un sentido panteísta estricto. Quiero decir que todas las cosas de la naturaleza, se refieren a Dios, son como "retratos" o manifestaciones de Él, que es el único Absoluto. En mi entusiasmo por la vida me alegro de que todo me hable de Dios, aunque sea de manera pálida.

Sobre el punto 2. Entiendo que Jesucristo, más que una manifestación de Dios ES LA manifestación y revelación de Dios mismo, como Hijo del Hombre e Hijo de Dios.

Sobre el punto 3. Tengo pues claro que Jesús el Cristo es el Hijo de Dios por naturaleza. Pero existen los "hijitos" de Dios por adopción, que somos todos los hombres, que hemos recibido el don de Dios (“Lumen Gentium” nº 16)
Sobre el punto 4. Los Ángeles (dice el libro) "no tienen existencia real sino simbólica". Aquí no se reproduce todo mi pensamiento que, añadiendo tres palabras al texto, hubiera debido decir así: "pero como sé que para la gente, no existen (los ángeles), --son un simbolismo--, nos hemos de fijar en los seres humanos y en las cosas que vivimos". Yo personalmente creo en los Ángeles como ha manifestado siempre la Iglesia y nos recordaba el papa Pablo VI, en su “Credo”.

Sobre los puntos 5, 6 y 7. "En materia religiosa no existen verdades absolutas", dice el libro. Como el mismo libro recoge, para mí la verdad absoluta es Dios (Pág. 16). Aunque reconozco que lo que se dice en esta página y en otras es aproximativo.

Porque mi punto de partida es que Jesucristo me da una libertad que me permite caminar hacia Dios, hacia la verdad Absoluta, en la cual se muestra como conclusión, que Cristo es la "imagen de Dios invisible" (Col 1, 15). El es la verdad encarnada visiblemente en forma humana.

Por eso reconozco y me arrepiento del poco rigor teológico que hay en mis manifestaciones de las páginas 92 y 138. Creo y así lo manifiesto, y lo pongo por escrito una vez más, que hay una sola Iglesia, el Pueblo de Dios y Cuerpo de Cristo, hablando en los términos teológicos del Concilio Vaticano II.

Creo en el Dios único y este hecho también me aproxima a todos los creyentes de todas las Religiones, porque pienso y siento   que todos están atraídos hacia el Único Dios Verdadero que --en Cristo-- es revelado de manera plena, ya que en Él está la plenitud de la Divinidad corporalmente.

Sobre el punto 6.: “La religión cristiana no sería la única religión verdadera” (págs. 16 y 138).

Digo en el parágrafo anterior y creo que doy respuesta: Si Dios se expresa totalmente en Cristo, su Hijo, es fácil concluir y así lo creo, que la religión que sigue a Cristo y nos da su Espíritu de Verdad y de Amor es la VERDAD PLENA.

Sobre el punto 7. Pág. 104 = "Jesús no habría querido fundar la Iglesia".

En el mismo texto se dice que "para mí". Quiero decir que yo pienso y siento que Jesucristo no fundó la Iglesia con todos sus elementos y detalles visibles actuales: Curia, Cardenales, Dicasterios Romanos, incluso formas de piedad. Pero creo que Cristo fundó su Iglesia en su propio Cuerpo. "Yo soy la vid, vosotros los sarmientos". Es decir: el Cuerpo de Cristo que es su Iglesia, que es también Pueblo de Dios y Templo del Espíritu Santo. Cristo, Señor, instituyó en su Iglesia diversos ministerios, como afirma el Concilio Vaticano II, ordenados al bien de todo el Cuerpo. Pues los ministros que poseen la sacra potestad están al servicio de sus hermanos, a fin de que todos cuantos pertenecen al Pueblo de Dios y gozan por tanto, de la verdadera dignidad cristiana, tendiendo libre y ordenadamente a un mismo fin, alcancen la salvación.

Sobre los puntos 8, 9 y 10: Como estoy acostumbrado a vivir entre toda clase de personas, especialmente las más marginadas, mi punto de partida pastoral y metodológico es que, de hecho, las personas viven la religión a su manera. Hoy en día, la gente piensa, siente, a su manera y es esto lo que quisiera decir que es un hecho que difícilmente se puede cambiar. Qué pena que, en este sentido, las reglas teóricas y morales que se dan en la predicación sean en gran parte inútiles para la gente que hace lo que quiere.

Sé bien por mi experiencia personal, que lo ideal es que, cada uno, sintiera la voz de Dios y la quisiera escuchar a fondo, pudiera adherirse al “Credo”, pudiera asistir fructuosamente a la Eucaristía y así pudiera vivir para ayudar a las necesidades de las personas.

Por todo ello ruego que se acepte mi mejor voluntad, más que mi acierto en formulaciones teológicas. Que se acepte lo que siempre he manifestado pública y privadamente. Que he vivido y quiero vivir mi Fe en este Dios manifestado en Jesucristo y en su Iglesia, a través del regalo y don que me hizo Jesús y la Iglesia de poderlo vivir en mi ministerio sacerdotal ejercido con humildad y agradecimiento, ayudado por la gracia de Dios y con la intercesión de la Virgen María.

En Barcelona, a los cinco días del mes de febrero del dos mil doce.

Manuel Pousa i Engroñat, pvre.

La metoxetamina

Por Clemente Ferrer (clementeferrer3@gmail.com)
 
La metoxetamina, otra droga peligrosísima para los jóvenes

Un grupo de investigadores del Instituto de Neuropsiquiatría y Adicciones del Hospital del Mar, ha participado en un trabajo internacional con el objetivo de dar una visión general a nivel químico, farmacológico y conductual de un nuevo compuesto químico que acaba de aparecer, según la Red Europea de Drogas Recreacionales, como una nueva droga de abuso: la metoxetamina.

Esta nueva droga, similar a la ketamina, es una sustancia disociativa, es decir, distorsiona las percepciones visuales y auditivas produciendo un sentimiento de separación del medio ambiente, sin pérdida de conciencia.

En el estudio, los investigadores han detectado que las tiendas que venden esta droga por internet, lo hacen como alternativa legal a la ketamina ya que se puede adquirir legalmente sin receta.

Este trabajo forma parte de dos proyectos, el Psychonaut Web Mapping Project y el RedNet Research Project, financiados por la Comisión Europea en el marco del Programa de Salud Pública.

Por otra parte, las drogas, casi siempre mezcladas con bebidas etílicas, son derrochadas por unos 48.000 jóvenes de entre 14 y 18 años y que anuncian serios peligros de liarse con el cannabis y la cocaína.

Son el 2,2% de la población. Pero el fenómeno ya es alarmante, produciendo las secuelas de la falta de recuerdo, el abandono de las aulas. Las discusiones pueden ser los primeros indicios del problema. Los narcóticos también están en la raíz de los siniestros de circulación. Estos fueron los resultados del último informe del Plan Nacional sobre Drogas. Se ha descubierto un acrecentamiento del consumo de la heroína; no se inyecta, se aspira en forma de pitillos, son los llamados «chinos».

La droga cuanto más se consume, con más imperiosidad se necesita. El vendedor ofrece, al adolescente incauto, que le “llevará al paraíso”, pero se calla que el precio que pagará es la propia autodestrucción, el deterioro físico y psíquico. Transformará el paraíso de unos instantes en un prolongado e insoportable infierno.

El combate contra el comercio y el derroche de narcóticos, la voluntad de parar esta nociva amenaza para la sociedad, que suscita el asesinato, el terror y favorece  la devastación de muchos mortales, reclama un pacto político, colaboración internacional y la ayuda de todos.

“He visto a los más grandes espíritus de mi generación arrastrarse de madrugada por las calles de los negros, en busca de la droga urgente, imperiosa”, afirmó, el poeta estadounidense, Allen Ginsberg.