Una idea central...
Somos La Iglesia católica
Nuestra familia está compuesta por personas de toda raza. Somos jóvenes y ancianos, ricos y pobres, hombres y mujeres, pecadores y santos.
Nuestra familia ha perseverado a través de los siglos y establecido a lo ancho de todo el mundo.
Con la gracia de Dios hemos fundado hospitales para poder cuidar a los enfermos, hemos abierto orfanatorios para cuidar de los niños, ayudamos a los más pobres y menos favorecidos. Somos la más grande organización caritativa de todo el planeta, llevando consuelo y alivio a los más necesitados.Educamos a más niños que cualquier otra institución escolar o religiosa.
Inventamos el método científico y las leyes de evidencia. Hemos fundado el sistema universitario.
Defendemos la dignidad de la vida humana en todas sus formas mientras promovemos el matrimonio y la familia.
Muchas ciudades llevan el nombre de nuestros venerados santos, que nos han precedido en el camino al cielo.
Guiados por el Espíritu Santo hemos compilado La Biblia. Somos transformados continuamente por Las Sagradas Escrituras y por la sagrada Tradición, que nos han guiado consistentemente por más de dos mil (2’000) años.
Somos… La Iglesia católica.
Contamos con más de un billón (1’000’000’000) de personas en nuestra familia compartiendo los Sacramentos y la plenitud de la fe cristiana. Por siglos hemos rezado por ti y tu familia, por el mundo entero, cada hora, cada día, cada vez que celebramos La Santa Misa.
Jesús de Nazaret ha puesto el fundamento de nuestra fe cuando dijo a Simón-Pedro, el primer Papa: «Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi iglesia, y el poder de la muerte no prevalecerá contra ella» (Mt. XVI, 18).
Durante XX siglos hemos tenido una línea ininterrumpida de Pastores guiando nuestro rebaño, La Iglesia universal, con amor y con verdad, en medio de un mundo confuso y herido. Y en este mundo lleno de caos, problemas y dolor, es consolador saber que hay algo consistente, verdadero y sólido: nuestra fe católica y el amor eterno que Dios tiene y ha tenido por toda la creación.
Si has permanecido alejado de La Iglesia católica, te invitamos a verla de un modo nuevo hoy, visita www.catolicosregresen.org.
Somos una familia unida en Cristo Jesús, nuestro Señor y Salvador. Somos católicos, bienvenido a Casa...
Nuestra familia ha perseverado a través de los siglos y establecido a lo ancho de todo el mundo.
Con la gracia de Dios hemos fundado hospitales para poder cuidar a los enfermos, hemos abierto orfanatorios para cuidar de los niños, ayudamos a los más pobres y menos favorecidos. Somos la más grande organización caritativa de todo el planeta, llevando consuelo y alivio a los más necesitados.Educamos a más niños que cualquier otra institución escolar o religiosa.
Inventamos el método científico y las leyes de evidencia. Hemos fundado el sistema universitario.
Defendemos la dignidad de la vida humana en todas sus formas mientras promovemos el matrimonio y la familia.
Muchas ciudades llevan el nombre de nuestros venerados santos, que nos han precedido en el camino al cielo.
Guiados por el Espíritu Santo hemos compilado La Biblia. Somos transformados continuamente por Las Sagradas Escrituras y por la sagrada Tradición, que nos han guiado consistentemente por más de dos mil (2’000) años.
Somos… La Iglesia católica.
Contamos con más de un billón (1’000’000’000) de personas en nuestra familia compartiendo los Sacramentos y la plenitud de la fe cristiana. Por siglos hemos rezado por ti y tu familia, por el mundo entero, cada hora, cada día, cada vez que celebramos La Santa Misa.
Jesús de Nazaret ha puesto el fundamento de nuestra fe cuando dijo a Simón-Pedro, el primer Papa: «Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi iglesia, y el poder de la muerte no prevalecerá contra ella» (Mt. XVI, 18).
Durante XX siglos hemos tenido una línea ininterrumpida de Pastores guiando nuestro rebaño, La Iglesia universal, con amor y con verdad, en medio de un mundo confuso y herido. Y en este mundo lleno de caos, problemas y dolor, es consolador saber que hay algo consistente, verdadero y sólido: nuestra fe católica y el amor eterno que Dios tiene y ha tenido por toda la creación.
Si has permanecido alejado de La Iglesia católica, te invitamos a verla de un modo nuevo hoy, visita www.catolicosregresen.org.
Somos una familia unida en Cristo Jesús, nuestro Señor y Salvador. Somos católicos, bienvenido a Casa...
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Hablemos claro de la homosexualidad
Por Juan García Inza
Con motivo de la homilía de Mons. Reig Pla en la Misa celebrada en la Catedral de Alcalá de Henares, y transmitida por la 2 de TVE, se ha levantado un revuelo absurdo por uno de los muchos temas tratados como contrarios a la moral católica. Se trata del ejercicio activo de la homosexualidad. Es decir, de los pecados de lujuria cometidos por personas del mismo sexo. Igualmente trató del matrimonio, de la posible doble vida que pueden llevar algunos sacerdotes, etc. Pero resulta que es siempre el lobby gay el que protesta cuando se valora moralmente sus posibles actividades fuera de la naturaleza de las cosas.
Hace un tiempo una de las lectoras de un consultorio que yo mantenía en la página www.mercaba.org me planteó el tema, y me solicitó una orientación doctrinal. Realmente la cuestión es de gran importancia, de rabiosa actualidad como se ve estos días, y que preocupa a los expertos ya que el problema de la homosexualidad está afectando a un considerable sector de nuestra sociedad y, lo que es más grave, parece que esta situación tiende a agravarse por distintas razones. Intentaremos aclarar algunas ideas, ya que con frecuencia recibimos preguntas sobre el particular.
La revista PALABRA publicó un número monográfico dedicado a la CASTIDAD en los distintos estados y situaciones del hombre. Uno de los capítulos lo dedicaba a la HOMOSEXUALIDAD, y publicaba una entrevista con uno de los expertos europeos más destacado en el tema de terapia de la homosexualidad. Se trata del Gerard J.M. van den Aardweg, holandés, Doctor en Psicología por la Universidad de Amsterdan. Ha impartido cursos por América y Europa, y se dedica a tratar de ayudar a las personas afectadas de esta anomalía llamada HOMOSEXUALIDAD. Trataré de recoger lo esencial de esta interesante entrevista.
Ha publicado un libro llamado Homosexualidad y Esperanza, y dice que esperanza hace referencia a la actitud interior de quien se enfrenta con sentimientos homosexuales. Aunque digan que se aceptan como son, etc., el autor afirma que felices, de verdad, no lo son nunca.
Aclara que GAY significa originariamente alegre, animado, pero que ha perdido este significado desde que se usa para el estilo de vida homosexual. Ahora el valor de la palabra ha pasado a ser alegría afectada, artificial; limita casi con exhibicionismo. Los Juegos Olímpicos de 1999 en Amsterdan para ellos daban pena, aunque fuese un espectáculo para el mundo. Eran un puro infantilismo. La alegría del gay es un poco extraña.
El homosexual que ejerce como tal en el terreno sentimental cae en una sexualidad neurótica. El diseñador de alta costura alemán Wolfgang Joop, homosexual, afirma en un tono cínico en una entrevista concedida a una revista: “Esto es un estilo de vida que crea adicción y, a la vez, una especie de frigidez. Como no estás satisfecho aumentas la dosis y, en consecuencia, se multiplican las frustraciones”.
Quien acepta y se identifica con su condición de homosexual, puede sentir algún alivio, pero cae preso de una sexualidad neurótica. Por eso, el camino contrario, la búsqueda de la verdad sobre sí mismo sin dejarse arrastrar por un derrotismo de “yo soy así”, es camino de esperanza.
Generalmente los deseos homosexuales arrancan de situaciones depresivas que se padecen en la juventud debido a complejos, soledad, frustraciones, inseguridad en la identidad sexual. Y todo ello se opone a la esperanza. La esperanza se pierde cuando se piensa que uno es fatalmente así y no tiene remedio. No puede caer el homosexual en un pesimismo pensando que su caso no tiene solución. Hay esperanza cuando se intenta superar las dificultades, los complejos y se huye de las ofertas que una sociedad depravada hace continuamente en este campo, en el que quedan atrapados tantos niños y jóvenes por culpa de viejos verdes sin conciencia, o enfermos crónicos del sentimiento.
Dice nuestro experto que la homosexualidad no es hereditaria. Hay situaciones familiares y hábitos educativos que favorecen la tendencia homosexual. A los chicos les influye muy negativamente la conocida madre superprotectora y dominante; o un padre distante o poco viril, o que le dedica más tiempo y afecto a los otros hermanos. No favorece en nada una educación afectiva adecuada en este sentido: el que la madre o el padre no se sientan contentos con sus propias condiciones de mujer o de hombre. También se da el caso de los padres que tratan a las hijas como si fueran chicos porque eso es lo que deseaban tener, o al contrario.
Aparte de la familia, que es muy importante, influye mucho también el trato con los compañeros del mismo sexo. Muchos homosexuales confiesan haber llegado a esa situación tras haberse visto marginados o minusvalorados por los mismos compañeros. Se trata de un complejo de marginación al no haberse visto aceptados. La mayoría de los científicos consideran la homosexualidad como un trastorno, aunque por influencia de los distintos colectivos o corrientes de opinión que están involucrados en este mundo se trate de considerar más bien como condición.
Y al ser tratada socialmente la homosexualidad como una condición, ya casi no se habla de corrección o de terapia de tratamiento. Todo eso ha pasado a ser un tabú. Hoy, como afirma Aardweg , la homosexualidad se ha politizado. En algunos programas de educación sexual se incluye la homosexualidad como algo normal. La epidemia del Sida podría haberse paliado en gran parte en Occidente, si se hubiese seguido considerando la promiscuidad homosexual como algo patológico, afirma el experto que citamos.
En algunas telenovelas, de las que muchos son aficionados, se llega a la aberración de presentar a parejas heterosexuales cargadas de problemas y de infidelidades, mientras que una parejita de homosexuales es presentada como modelo de felicidad, a los que hay que envidiar, y a los que acuden muchos a pedir consejo. Pero la realidad es todo lo contrario. Las parejas de homosexuales son muy frágiles, y se rompen con facilidad. Según un estudio alemán, el 60% de esas parejas duran un año, y sólo el 7% superan los cinco años.
Nuestro experto afirma rotundamente que la imagen de la pareja de homosexuales feliz, como espejo del matrimonio, es una mentira con fines propagandísticos. Entre ellos no son excepción la infidelidad, los celos, la soledad y las depresiones.
¿Puede un homosexual vivir la castidad? ¿Es moralmente aceptable la legalización de las parejas de homosexuales con posibilidad, incluso, de adoptar niños? Seguiremos hablando del tema en el próximo post.
Dejamos claro que no estamos descalificando, ni satanizando, a los que son como son y tratan de superarse, sino a los que intentan tergiversar la condición humana y enmendar la plana a Dios, que nos creó hombre y mujer, y a la pareja humana varón y hembra, le dijo. “Creced y multiplicaos”. Los brazos de la Iglesia siempre estarán abiertos a toda persona de buena voluntad que viene tomándose la vida en serio. No se va contra nadie, sino contra todo un montaje contrario a la Ley de Dios.
SEGUIMOS HABLANDO DE LA HOMOSEXUALIDAD (2)
Dedicamos nuestro anterior artículo al vidrioso y actualísimo tema de la homosexualidad, a raíz de una pregunta formulada por una visitante de nuestra página, y de la polémica promovida por algunos a raíz de la Homilía de Mons. Reig Pla el Viernes Santo en la catedral de Alcalá. No pretendíamos agotar el tema con las ideas que apuntamos en el post anterior, como tampoco lo pretendemos ahora, pero cumplimos nuestra palabra avanzando un poco más en el comentario, y tratando de dar respuesta a las cuestiones más candentes.
Decíamos en el capítulo anterior que nuestro experto consultado, Gerar J.M. van den Aardweg, holandés, Doctor en Psicología por la Universidad de Ámsterdam, afirma rotundamente que la imagen de la pareja de homosexuales felices, como espejo del matrimonio, es una mentira con fines propagandísticos. Entre ellos no son excepción la infidelidad, los celos, la soledad y las depresiones. Y niega rotundamente que la homosexualidad sea una condición, un modo de vivir la vida, como nos quieren hacer ver. La homosexualidad es una anormalidad de la naturaleza humana, con la que se nace o se adquiere por las circunstancias que rodean al individuo. Aquí no se trata de acusar o condenar a nadie, y menos al que ha nacido con una tendencia contraria a su sexo. Respetamos profundamente a las personas, pero no podemos desde la ética y la moral dar por buena cualquier aberración sexual que se cometa desde la homosexualidad o desde la heterosexualidad. El hombre tiene una dignidad de acuerdo con la cual ha de vivir, sea como sea su naturaleza o su estado de vida. La castidad no es una virtud para gente rara, poco motivada, o amorfa. No se trata de calificar de trasnochado espiritualista al que quiere vivir la decencia y la limpieza moral de su dimensión sexual en relación consigo mismo y con los demás. Lo mismo que hay que usar rectamente cualquier resorte humano para no degradar nuestro nivel de dignidad, en el terreno afectivo y en el ejercicio de la sexualidad hay que obrar con los mismos principios que exige nuestra categoría dentro de la maravillosa gama de seres que pueblan la tierra.
En el artículo anterior dejamos planteadas estas cuestiones: ¿Puede un homosexual vivir la castidad? ¿Es moralmente aceptable la legalización de las parejas de homosexuales con posibilidad, incluso, de adoptar niños? Trataremos de dar una respuesta lo más fiel posible a los principios generales y específicos de una ética y una moral basada en los valores humanos y en los principios evangélicos.
Sí, es posible vivir la castidad desde esta situación anómala, como lo es posible en cualquier otra situación. El homosexual necesita ayuda. En América existen grupos de homosexuales cristianos que se ayudan mutuamente a no practicar su homosexualidad. En este sentido hay buenas experiencias que fomentan la esperanza. El Padre John Harvey, como nos dice la revista PALABRA en su número 442-443, fundó la asociación Courage, buscando vivir conforme a la doctrina de la Iglesia. Ya lleva muchos años trabajando en este campo con muy buenos resultados. Como la homosexualidad es un problema a la vez psíquico y moral, cualquier ayuda espiritual supone un apoyo magnífico al esfuerzo que hay que hacer para superar las tentaciones.
El homosexual tiene que empezar por desear la castidad, viéndola como un ideal posible y ventajoso. Hoy no se habla de castidad generalmente en los proyectos educativos. Lo que se ofrece son remedios para evitar las consecuencias no deseadas de una vida impura. Entre ellas el sida y el aborto.
Desean vivir la castidad sobre todo los homosexuales y lesbianas con inquietudes religiosas. Para ello lo que hacen es evitar los contactos y los lugares que ofrecen peligro en las relaciones. Luchando contra la masturbación, dominando la imaginación, evitando la curiosidad erótica y pornográfica. Procurando buscar ayuda, ocupaciones sanas, y buenas compañías.
Desde la orientación espiritual, un sacerdote puede hacer mucho bien ayudando y estimulando a vivir las virtudes que hacen al hombre honesto, limpio, claro, alegre, sano... Hay que evitar la dependencia de ciertas costumbres sexuales que se llegan a convertir como una droga para el que las practica. Hay que acudir a Dios seriamente, y pedirle ayuda en la oración, y comprender que hay ideales maravillosos que exigen toda una vida de esfuerzo y entrega. Esto supone elevar la mirada y contemplar la grandeza de la lucha por alcanzar a veces metas heroicas. Hay que oír atentamente la conciencia, a través de la cual nos habla Dios. Acudir a la confesión y dirección espiritual con toda naturalidad, solicitando perdón, consejo y ayuda. Hay que abrirse, y salir de la soledad interior y del aislamiento social.
Los homosexuales lo que realmente necesitan es aprender a amar. Hay que defenderse del egoísmo, buscando el bien auténtico y radical del otro. Es necesaria la sinceridad, la fortaleza, la audacia para plantearse el porqué de mi vida, y el para qué vivo. ¡Cuantas cosas podemos hacer, superando los complejos y las limitaciones que nos aíslan! El homosexual, hombre o mujer, no es un ser condenado a nada, sino llamado a vivir la vida aceptándose como es, y tratando de ser útil y feliz haciendo el bien.
En cuanto a la conveniencia o no de la adopción de niños por parte de parejas homosexuales, la verdadera psicología y el sentido común nos dicen que es una aberración. Un niño necesita para su normal formación y educación el equilibrio y la complementariedad de ambos sexos. Un niño criado entre homosexuales terminará normalmente siendo homosexual. No es natural esta práctica que hoy se está exigiendo a los legisladores. La misma naturaleza nos los dice con sus leyes: un niño nace de un padre y una madre, y debe educarse en un ambiente heterosexual para su perfecta formación psicológica. Los homosexuales pueden ser buenísimas personas, incluso vivir la castidad entre ellos, pero adoptar un niño como hijo no está de acuerdo con la naturaleza. Ese niño algún día tiene que darse cuenta que aquellos, o aquellas, no han podido ser sus padres, y los hábitos de vida que se vive en ese tipo de parejas no son los más adecuados para hacer de un niño o una niña un hombre o una mujer normal. Hay que pensar con la cabeza, y dejar que el hombre siga siendo lo que es: un ser racional que sabe, o debe saber, lo que ha de hacer para no perder la dignidad y la identidad.
Ya sé que muchos no están de acuerdo con este modo de pensar que aquí expongo. Pero digo lo que pienso, fundamentado en la naturaleza, el sentido común, y las ciencias de la psicología. El que opine de otra manera está en su derecho, pero que lo fundamente con seriedad.
Cuestiones que plantea la homosexualidad (y 3)
Este es el tercer capítulo, y último de momento, que dedicamos al tema de la homosexualidad. Tema de rabiosa actualidad debido a la proliferación de manifestaciones, cuestiones y problemas que plantea el tema. Como hemos dejado claro en artículos anteriores, no estamos juzgando ni condenando a personas, y menos a las que por "capricho" de la naturaleza, o debido a las circunstancias que han influido, han provocado en individuos concretos actitudes, costumbres, reacciones, e incluso criterios, no propios del sexo al que biológicamente pertenece. Estamos aclarando que la homosexualidad en sí no es una manifestación normal de la naturaleza humana. Dios creó al ser humano macho y hembra, hombre y mujer, con sus diferencias biológicas, fisiológicas, psicológicas, etc., para que fuesen un complemento y una ayuda mutua, y de esa relación normal entre ambos fueran llenando la tierra de otros seres humanos, de ambos sexos, iguales en dignidad y derechos, pero distintos en cuanto al sexo.
La naturaleza no siempre cumple las leyes a la perfección, y surgen de vez en cuando, sin que nadie tenga la culpa, individuos con distintas carencias o malformaciones. Esos individuos son tan dignos como los demás de su especie, y están sometidos igualmente a la norma moral de conducta grabada en nuestra naturaleza y plasmada explícitamente en las tablas de la Ley de Dios. El sexto mandamiento, que nos habla de castidad, afecta a todos: casados, solteros, célibes, heterosexuales y homosexuales. Cada uno, con la ayuda de la Gracia de Dios, ha de intentar ser honesto y limpio en sus relaciones afectivas con los demás, y nunca se debe ir contra la propia naturaleza. Primero por amor de Dios, segundo por respeto a la dignidad del ser humano, y tercero porque la naturaleza NUNCA PERDONA, y normalmente pasa factura de los atentados que se cometen contra ella. Ahí tenemos un ejemplo claro en el SIDA que ya sabemos cuál es su origen y quiénes son los que más riesgo corren de contagio.
Cuestiones que nos planteamos:
a) ¿Es admisible el matrimonio entre homosexuales?
Radicalmente hay que responder que NO. Aunque haya leyes que puedan admitirlo. Eso es una aberración. Una cosa son las parejas de hecho que voluntariamente puedan darse entre homosexuales, como también entre heterosexuales, y otra cosa es el MATRIMONIO. No hay que confundir las cosas. Hay que ser más serios y llamarle a cada situación por su nombre. El MATRIMONIO, que es una institución natural, y elevada por Cristo a la categoría de Sacramento, no puede verse mancillado por una caprichosa práctica de intentar vivir una relación afectiva y sexual aberrante. El MATRIMONIO es una institución que merece todo el respeto y respaldo legal y social por ser el modo natural de formalizar un compromiso entre hombre y mujer para fundar una FAMILIA, ayudarse mutuamente con el complemento de ambos sexos, y crear un ambiente adecuado para la educación de los hijos, seres humanos que necesitan el clima adecuado para crecer sanos física y psíquicamente. Y esto no lo puede ofrecer una pareja de homosexuales por pura lógica. Que vivan como quieran, están en su derecho, pero que no confundan los términos. El MATRIMONIO es lo que es, y nada más.
b) ¿Es admisible la adopción de hijos por parte de parejas homosexuales?
Se celebró en Murcia (España) el Congreso Internacional sobre "Educación, Familia y Vida", organizado por la Universidad Católica San Antonio (UCAM). Los ponentes fueron primeras figuras internacionales sobre el tema de que se trataba. Uno de ellos fue el Cardenal Alfonso López Trujillo, Presidente del Pontificio Consejo de la Familia en la Santa Sede. En su intervención, y en una rueda de prensa posterior, afirmó rotundamente sobre esta cuestión que nos hemos planteado: "Es horrenda la concepción educativa que subyace a las adopciones de niños por parte de parejas homosexuales".
Para este Cardenal colombiano, la aprobación en Holanda, y después en España, de una ley que permite los matrimonios entre personas del mismo sexo y la adopción de niños es un hecho que se ha producido "en oposición, prácticamente, al resto del mundo". "Parece como si todos los países del mundo -añadió- estuviesen equivocados y de pronto unos países concretos, hubiesen visto un nuevo sol y una nueva luz". El Cardenal sostiene que en este tipo de adopciones "los derechos del niño son vulnerados" ya que se utiliza al pequeño "como objeto para llenar soledades".
López Trujillo advierte de las graves consecuencias psicológicas que tendrá para el sujeto haberse criado en un ambiente sin el equilibrio que aportan el padre y la madre, un hombre y una mujer, y alerta sobre el hecho de que, una vez adultos, estas personas podrán reclamar al Estado que ha permitido su adopción indemnizaciones por daños sufridos.
Considero que son suficientes estas afirmaciones tan claras y rotundas para contestar a la pregunta que nos hemos planteado. No se puede jugar con la dignidad humana, utilizando a los niños indefensos como instrumentos al servicio de nuestros vacíos sentimentales, o de las pasiones descontroladas. El Estado que permite esto atenta contra el derecho que asiste a los niños a vivir y ser educados como corresponde a su naturaleza. Seguro que muchísimas personas no piensan lo mismo, pero la naturaleza humana es así.
c) ¿Puede un homosexual ser sacerdote o religioso/a?
Interesante cuestión esta. En otros tiempos esta situación era un impedimento serio para acceder al sacerdocio o a la vida religiosa. Hoy las dificultades no son mayores, o distintas, que para una persona heterosexual. Para uno y para otros es cuestión de integrar la sexualidad en una opción de amor célibe. Lola Arrieta, religiosa Carmelita de la Caridad, afirma: Que una persona homosexual se integre o no en la vida religiosa, no puede argumentarse desde su condición de homosexual, sino desde el grado de integración, salud, apertura y sinceridad con la que se le hace posible acoger la vida y la vocación recibida....La persona con buena integración de su sexualidad, sea cual sea su orientación, es capaz de establecer relaciones profundamente positivas, compromiso en el amor en cualquier estilo de vida.
El P. Jesuita Carlos Domínguez Morado afirma que "probablemente, han sido muchos los hombres y las mujeres homosexuales que, a lo largo de la historia de la Iglesia, han vivido honesta y creativamente su vocación de célibes por el Reino. Nunca sabremos lo que en su intimidad más profunda esto les significó de dolor y de grandeza".
Lo importante es comprender que somos hijos de Dios, y que se puede asumir la situación de cada uno, siguiendo la auténtica vocación que Dios da, y comprometiéndose a entregarse de todo corazón a una vida de total compromiso con Dios y sus planes salvíficos, dando un sí rotundo a un celibato apostólico vivido con toda lealtad. Y en estas circunstancias, en la que siempre hay que evitar todo tipo de sospechas, hay que respetar a una persona que puede tener un cierto grado de anomalía, pero no hasta el punto de ser un obstáculo serio, y que asumida, llevada con dignidad, y vivida con la entereza del que busca la santidad en una entrega total del corazón a Dios, da de sí lo mejor que tiene para vivir el Evangelio sirviendo a los hermanos desde el celibato por el Reino de los Cielos.
Pero, dado lo delicado del tema, y teniendo en cuenta las lamentables experiencias por todos conocidas, hay que atenerse a lo que la autoridad eclesiástica ha dictaminado sobre el particular:
La homosexualidad y el ministerio ordenado
Desde el Concilio Vaticano II a hoy, diversos documentos del Magisterio –y especialmente el Catecismo de la Iglesia Católica– han confirmado la enseñanza de la Iglesia sobre la homosexualidad. El Catecismo distingue entre los actos homosexuales y las tendencias homosexuales.
Sobre los actos, enseña que, en la Sagrada Escritura, estos son presentados como pecados graves. La Tradición los ha considerado constantemente como intrínsecamente inmorales y contrarios a ley natural. Estos, en consecuencia, no pueden ser aprobados en ningún caso.
En lo que concierne a las tendencias homosexuales profundamente arraigadas, que se encuentran en un cierto número de hombres y mujeres, son también éstas objetivamente desordenadas y frecuentemente constituyen, también para ellos, una prueba. Tales personas deben ser acogidas con respeto y delicadeza; se evitará toda discriminación injusta. Éstas están llamadas a realizar la voluntad de Dios en su vida y a unir al sacrificio de la cruz del Señor las dificultades que pueden encontrar.
A la luz de tal enseñanza, este Dicasterio, de acuerdo con la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, considera necesario afirmar claramente que la Iglesia, respetando profundamente a las personas en cuestión, no puede admitir al Seminario y a las Órdenes sagradas a aquellos que practican la homosexualidad, presentan tendencias homosexuales profundamente arraigadas o apoyan la así llamada cultura gay.
Las personas mencionadas se encuentran, de hecho, en una situación que obstaculiza gravemente establecer una correcta relación con hombres y mujeres. No se pueden descuidar las consecuencias negativas que pueden derivar de la Ordenación de personas con tendencias homosexuales profundamente arraigadas.
Si, en cambio, se tratase de tendencias homosexuales que fuesen solo expresión de un problema transitorio, como, por ejemplo, aquello de una adolescencia aún no terminada, estas deben estar claramente superadas al menos tres años antes de la Ordenación diaconal.
(Instrucción de la Congregación para la Educación Católica sobre discernimiento vocacional. Fechada el día 4 y publicada el 29 de noviembre de 2005)
Con esta tercera entrega damos por terminado nuestro trabajo sobre el tema de la homosexualidad, con el convencimiento de que, ni mucho menos, hemos intentado agotar el tema, que sigue abierto para cualquier pregunta que quieran formularnos. Hemos intentado sentar los principios básicos desde el respeto más profundo a la persona, pero dejando claro que la virtud de la castidad obliga a todos desde la situación en que se encuentren. Y el que sufra algún tipo de anormalidad en este campo, que lo lleve con dignidad, sin complejos, y pida ayuda a Dios para encauzar cristianamente su afectividad por el camino que Dios lo lleve.
Con motivo de la homilía de Mons. Reig Pla en la Misa celebrada en la Catedral de Alcalá de Henares, y transmitida por la 2 de TVE, se ha levantado un revuelo absurdo por uno de los muchos temas tratados como contrarios a la moral católica. Se trata del ejercicio activo de la homosexualidad. Es decir, de los pecados de lujuria cometidos por personas del mismo sexo. Igualmente trató del matrimonio, de la posible doble vida que pueden llevar algunos sacerdotes, etc. Pero resulta que es siempre el lobby gay el que protesta cuando se valora moralmente sus posibles actividades fuera de la naturaleza de las cosas.
Hace un tiempo una de las lectoras de un consultorio que yo mantenía en la página www.mercaba.org me planteó el tema, y me solicitó una orientación doctrinal. Realmente la cuestión es de gran importancia, de rabiosa actualidad como se ve estos días, y que preocupa a los expertos ya que el problema de la homosexualidad está afectando a un considerable sector de nuestra sociedad y, lo que es más grave, parece que esta situación tiende a agravarse por distintas razones. Intentaremos aclarar algunas ideas, ya que con frecuencia recibimos preguntas sobre el particular.
La revista PALABRA publicó un número monográfico dedicado a la CASTIDAD en los distintos estados y situaciones del hombre. Uno de los capítulos lo dedicaba a la HOMOSEXUALIDAD, y publicaba una entrevista con uno de los expertos europeos más destacado en el tema de terapia de la homosexualidad. Se trata del Gerard J.M. van den Aardweg, holandés, Doctor en Psicología por la Universidad de Amsterdan. Ha impartido cursos por América y Europa, y se dedica a tratar de ayudar a las personas afectadas de esta anomalía llamada HOMOSEXUALIDAD. Trataré de recoger lo esencial de esta interesante entrevista.
Ha publicado un libro llamado Homosexualidad y Esperanza, y dice que esperanza hace referencia a la actitud interior de quien se enfrenta con sentimientos homosexuales. Aunque digan que se aceptan como son, etc., el autor afirma que felices, de verdad, no lo son nunca.
Aclara que GAY significa originariamente alegre, animado, pero que ha perdido este significado desde que se usa para el estilo de vida homosexual. Ahora el valor de la palabra ha pasado a ser alegría afectada, artificial; limita casi con exhibicionismo. Los Juegos Olímpicos de 1999 en Amsterdan para ellos daban pena, aunque fuese un espectáculo para el mundo. Eran un puro infantilismo. La alegría del gay es un poco extraña.
El homosexual que ejerce como tal en el terreno sentimental cae en una sexualidad neurótica. El diseñador de alta costura alemán Wolfgang Joop, homosexual, afirma en un tono cínico en una entrevista concedida a una revista: “Esto es un estilo de vida que crea adicción y, a la vez, una especie de frigidez. Como no estás satisfecho aumentas la dosis y, en consecuencia, se multiplican las frustraciones”.
Quien acepta y se identifica con su condición de homosexual, puede sentir algún alivio, pero cae preso de una sexualidad neurótica. Por eso, el camino contrario, la búsqueda de la verdad sobre sí mismo sin dejarse arrastrar por un derrotismo de “yo soy así”, es camino de esperanza.
Generalmente los deseos homosexuales arrancan de situaciones depresivas que se padecen en la juventud debido a complejos, soledad, frustraciones, inseguridad en la identidad sexual. Y todo ello se opone a la esperanza. La esperanza se pierde cuando se piensa que uno es fatalmente así y no tiene remedio. No puede caer el homosexual en un pesimismo pensando que su caso no tiene solución. Hay esperanza cuando se intenta superar las dificultades, los complejos y se huye de las ofertas que una sociedad depravada hace continuamente en este campo, en el que quedan atrapados tantos niños y jóvenes por culpa de viejos verdes sin conciencia, o enfermos crónicos del sentimiento.
Dice nuestro experto que la homosexualidad no es hereditaria. Hay situaciones familiares y hábitos educativos que favorecen la tendencia homosexual. A los chicos les influye muy negativamente la conocida madre superprotectora y dominante; o un padre distante o poco viril, o que le dedica más tiempo y afecto a los otros hermanos. No favorece en nada una educación afectiva adecuada en este sentido: el que la madre o el padre no se sientan contentos con sus propias condiciones de mujer o de hombre. También se da el caso de los padres que tratan a las hijas como si fueran chicos porque eso es lo que deseaban tener, o al contrario.
Aparte de la familia, que es muy importante, influye mucho también el trato con los compañeros del mismo sexo. Muchos homosexuales confiesan haber llegado a esa situación tras haberse visto marginados o minusvalorados por los mismos compañeros. Se trata de un complejo de marginación al no haberse visto aceptados. La mayoría de los científicos consideran la homosexualidad como un trastorno, aunque por influencia de los distintos colectivos o corrientes de opinión que están involucrados en este mundo se trate de considerar más bien como condición.
Y al ser tratada socialmente la homosexualidad como una condición, ya casi no se habla de corrección o de terapia de tratamiento. Todo eso ha pasado a ser un tabú. Hoy, como afirma Aardweg , la homosexualidad se ha politizado. En algunos programas de educación sexual se incluye la homosexualidad como algo normal. La epidemia del Sida podría haberse paliado en gran parte en Occidente, si se hubiese seguido considerando la promiscuidad homosexual como algo patológico, afirma el experto que citamos.
En algunas telenovelas, de las que muchos son aficionados, se llega a la aberración de presentar a parejas heterosexuales cargadas de problemas y de infidelidades, mientras que una parejita de homosexuales es presentada como modelo de felicidad, a los que hay que envidiar, y a los que acuden muchos a pedir consejo. Pero la realidad es todo lo contrario. Las parejas de homosexuales son muy frágiles, y se rompen con facilidad. Según un estudio alemán, el 60% de esas parejas duran un año, y sólo el 7% superan los cinco años.
Nuestro experto afirma rotundamente que la imagen de la pareja de homosexuales feliz, como espejo del matrimonio, es una mentira con fines propagandísticos. Entre ellos no son excepción la infidelidad, los celos, la soledad y las depresiones.
¿Puede un homosexual vivir la castidad? ¿Es moralmente aceptable la legalización de las parejas de homosexuales con posibilidad, incluso, de adoptar niños? Seguiremos hablando del tema en el próximo post.
Dejamos claro que no estamos descalificando, ni satanizando, a los que son como son y tratan de superarse, sino a los que intentan tergiversar la condición humana y enmendar la plana a Dios, que nos creó hombre y mujer, y a la pareja humana varón y hembra, le dijo. “Creced y multiplicaos”. Los brazos de la Iglesia siempre estarán abiertos a toda persona de buena voluntad que viene tomándose la vida en serio. No se va contra nadie, sino contra todo un montaje contrario a la Ley de Dios.
SEGUIMOS HABLANDO DE LA HOMOSEXUALIDAD (2)
Dedicamos nuestro anterior artículo al vidrioso y actualísimo tema de la homosexualidad, a raíz de una pregunta formulada por una visitante de nuestra página, y de la polémica promovida por algunos a raíz de la Homilía de Mons. Reig Pla el Viernes Santo en la catedral de Alcalá. No pretendíamos agotar el tema con las ideas que apuntamos en el post anterior, como tampoco lo pretendemos ahora, pero cumplimos nuestra palabra avanzando un poco más en el comentario, y tratando de dar respuesta a las cuestiones más candentes.
Decíamos en el capítulo anterior que nuestro experto consultado, Gerar J.M. van den Aardweg, holandés, Doctor en Psicología por la Universidad de Ámsterdam, afirma rotundamente que la imagen de la pareja de homosexuales felices, como espejo del matrimonio, es una mentira con fines propagandísticos. Entre ellos no son excepción la infidelidad, los celos, la soledad y las depresiones. Y niega rotundamente que la homosexualidad sea una condición, un modo de vivir la vida, como nos quieren hacer ver. La homosexualidad es una anormalidad de la naturaleza humana, con la que se nace o se adquiere por las circunstancias que rodean al individuo. Aquí no se trata de acusar o condenar a nadie, y menos al que ha nacido con una tendencia contraria a su sexo. Respetamos profundamente a las personas, pero no podemos desde la ética y la moral dar por buena cualquier aberración sexual que se cometa desde la homosexualidad o desde la heterosexualidad. El hombre tiene una dignidad de acuerdo con la cual ha de vivir, sea como sea su naturaleza o su estado de vida. La castidad no es una virtud para gente rara, poco motivada, o amorfa. No se trata de calificar de trasnochado espiritualista al que quiere vivir la decencia y la limpieza moral de su dimensión sexual en relación consigo mismo y con los demás. Lo mismo que hay que usar rectamente cualquier resorte humano para no degradar nuestro nivel de dignidad, en el terreno afectivo y en el ejercicio de la sexualidad hay que obrar con los mismos principios que exige nuestra categoría dentro de la maravillosa gama de seres que pueblan la tierra.
En el artículo anterior dejamos planteadas estas cuestiones: ¿Puede un homosexual vivir la castidad? ¿Es moralmente aceptable la legalización de las parejas de homosexuales con posibilidad, incluso, de adoptar niños? Trataremos de dar una respuesta lo más fiel posible a los principios generales y específicos de una ética y una moral basada en los valores humanos y en los principios evangélicos.
Sí, es posible vivir la castidad desde esta situación anómala, como lo es posible en cualquier otra situación. El homosexual necesita ayuda. En América existen grupos de homosexuales cristianos que se ayudan mutuamente a no practicar su homosexualidad. En este sentido hay buenas experiencias que fomentan la esperanza. El Padre John Harvey, como nos dice la revista PALABRA en su número 442-443, fundó la asociación Courage, buscando vivir conforme a la doctrina de la Iglesia. Ya lleva muchos años trabajando en este campo con muy buenos resultados. Como la homosexualidad es un problema a la vez psíquico y moral, cualquier ayuda espiritual supone un apoyo magnífico al esfuerzo que hay que hacer para superar las tentaciones.
El homosexual tiene que empezar por desear la castidad, viéndola como un ideal posible y ventajoso. Hoy no se habla de castidad generalmente en los proyectos educativos. Lo que se ofrece son remedios para evitar las consecuencias no deseadas de una vida impura. Entre ellas el sida y el aborto.
Desean vivir la castidad sobre todo los homosexuales y lesbianas con inquietudes religiosas. Para ello lo que hacen es evitar los contactos y los lugares que ofrecen peligro en las relaciones. Luchando contra la masturbación, dominando la imaginación, evitando la curiosidad erótica y pornográfica. Procurando buscar ayuda, ocupaciones sanas, y buenas compañías.
Desde la orientación espiritual, un sacerdote puede hacer mucho bien ayudando y estimulando a vivir las virtudes que hacen al hombre honesto, limpio, claro, alegre, sano... Hay que evitar la dependencia de ciertas costumbres sexuales que se llegan a convertir como una droga para el que las practica. Hay que acudir a Dios seriamente, y pedirle ayuda en la oración, y comprender que hay ideales maravillosos que exigen toda una vida de esfuerzo y entrega. Esto supone elevar la mirada y contemplar la grandeza de la lucha por alcanzar a veces metas heroicas. Hay que oír atentamente la conciencia, a través de la cual nos habla Dios. Acudir a la confesión y dirección espiritual con toda naturalidad, solicitando perdón, consejo y ayuda. Hay que abrirse, y salir de la soledad interior y del aislamiento social.
Los homosexuales lo que realmente necesitan es aprender a amar. Hay que defenderse del egoísmo, buscando el bien auténtico y radical del otro. Es necesaria la sinceridad, la fortaleza, la audacia para plantearse el porqué de mi vida, y el para qué vivo. ¡Cuantas cosas podemos hacer, superando los complejos y las limitaciones que nos aíslan! El homosexual, hombre o mujer, no es un ser condenado a nada, sino llamado a vivir la vida aceptándose como es, y tratando de ser útil y feliz haciendo el bien.
En cuanto a la conveniencia o no de la adopción de niños por parte de parejas homosexuales, la verdadera psicología y el sentido común nos dicen que es una aberración. Un niño necesita para su normal formación y educación el equilibrio y la complementariedad de ambos sexos. Un niño criado entre homosexuales terminará normalmente siendo homosexual. No es natural esta práctica que hoy se está exigiendo a los legisladores. La misma naturaleza nos los dice con sus leyes: un niño nace de un padre y una madre, y debe educarse en un ambiente heterosexual para su perfecta formación psicológica. Los homosexuales pueden ser buenísimas personas, incluso vivir la castidad entre ellos, pero adoptar un niño como hijo no está de acuerdo con la naturaleza. Ese niño algún día tiene que darse cuenta que aquellos, o aquellas, no han podido ser sus padres, y los hábitos de vida que se vive en ese tipo de parejas no son los más adecuados para hacer de un niño o una niña un hombre o una mujer normal. Hay que pensar con la cabeza, y dejar que el hombre siga siendo lo que es: un ser racional que sabe, o debe saber, lo que ha de hacer para no perder la dignidad y la identidad.
Ya sé que muchos no están de acuerdo con este modo de pensar que aquí expongo. Pero digo lo que pienso, fundamentado en la naturaleza, el sentido común, y las ciencias de la psicología. El que opine de otra manera está en su derecho, pero que lo fundamente con seriedad.
Cuestiones que plantea la homosexualidad (y 3)
Este es el tercer capítulo, y último de momento, que dedicamos al tema de la homosexualidad. Tema de rabiosa actualidad debido a la proliferación de manifestaciones, cuestiones y problemas que plantea el tema. Como hemos dejado claro en artículos anteriores, no estamos juzgando ni condenando a personas, y menos a las que por "capricho" de la naturaleza, o debido a las circunstancias que han influido, han provocado en individuos concretos actitudes, costumbres, reacciones, e incluso criterios, no propios del sexo al que biológicamente pertenece. Estamos aclarando que la homosexualidad en sí no es una manifestación normal de la naturaleza humana. Dios creó al ser humano macho y hembra, hombre y mujer, con sus diferencias biológicas, fisiológicas, psicológicas, etc., para que fuesen un complemento y una ayuda mutua, y de esa relación normal entre ambos fueran llenando la tierra de otros seres humanos, de ambos sexos, iguales en dignidad y derechos, pero distintos en cuanto al sexo.
La naturaleza no siempre cumple las leyes a la perfección, y surgen de vez en cuando, sin que nadie tenga la culpa, individuos con distintas carencias o malformaciones. Esos individuos son tan dignos como los demás de su especie, y están sometidos igualmente a la norma moral de conducta grabada en nuestra naturaleza y plasmada explícitamente en las tablas de la Ley de Dios. El sexto mandamiento, que nos habla de castidad, afecta a todos: casados, solteros, célibes, heterosexuales y homosexuales. Cada uno, con la ayuda de la Gracia de Dios, ha de intentar ser honesto y limpio en sus relaciones afectivas con los demás, y nunca se debe ir contra la propia naturaleza. Primero por amor de Dios, segundo por respeto a la dignidad del ser humano, y tercero porque la naturaleza NUNCA PERDONA, y normalmente pasa factura de los atentados que se cometen contra ella. Ahí tenemos un ejemplo claro en el SIDA que ya sabemos cuál es su origen y quiénes son los que más riesgo corren de contagio.
Cuestiones que nos planteamos:
a) ¿Es admisible el matrimonio entre homosexuales?
Radicalmente hay que responder que NO. Aunque haya leyes que puedan admitirlo. Eso es una aberración. Una cosa son las parejas de hecho que voluntariamente puedan darse entre homosexuales, como también entre heterosexuales, y otra cosa es el MATRIMONIO. No hay que confundir las cosas. Hay que ser más serios y llamarle a cada situación por su nombre. El MATRIMONIO, que es una institución natural, y elevada por Cristo a la categoría de Sacramento, no puede verse mancillado por una caprichosa práctica de intentar vivir una relación afectiva y sexual aberrante. El MATRIMONIO es una institución que merece todo el respeto y respaldo legal y social por ser el modo natural de formalizar un compromiso entre hombre y mujer para fundar una FAMILIA, ayudarse mutuamente con el complemento de ambos sexos, y crear un ambiente adecuado para la educación de los hijos, seres humanos que necesitan el clima adecuado para crecer sanos física y psíquicamente. Y esto no lo puede ofrecer una pareja de homosexuales por pura lógica. Que vivan como quieran, están en su derecho, pero que no confundan los términos. El MATRIMONIO es lo que es, y nada más.
b) ¿Es admisible la adopción de hijos por parte de parejas homosexuales?
Se celebró en Murcia (España) el Congreso Internacional sobre "Educación, Familia y Vida", organizado por la Universidad Católica San Antonio (UCAM). Los ponentes fueron primeras figuras internacionales sobre el tema de que se trataba. Uno de ellos fue el Cardenal Alfonso López Trujillo, Presidente del Pontificio Consejo de la Familia en la Santa Sede. En su intervención, y en una rueda de prensa posterior, afirmó rotundamente sobre esta cuestión que nos hemos planteado: "Es horrenda la concepción educativa que subyace a las adopciones de niños por parte de parejas homosexuales".
Para este Cardenal colombiano, la aprobación en Holanda, y después en España, de una ley que permite los matrimonios entre personas del mismo sexo y la adopción de niños es un hecho que se ha producido "en oposición, prácticamente, al resto del mundo". "Parece como si todos los países del mundo -añadió- estuviesen equivocados y de pronto unos países concretos, hubiesen visto un nuevo sol y una nueva luz". El Cardenal sostiene que en este tipo de adopciones "los derechos del niño son vulnerados" ya que se utiliza al pequeño "como objeto para llenar soledades".
López Trujillo advierte de las graves consecuencias psicológicas que tendrá para el sujeto haberse criado en un ambiente sin el equilibrio que aportan el padre y la madre, un hombre y una mujer, y alerta sobre el hecho de que, una vez adultos, estas personas podrán reclamar al Estado que ha permitido su adopción indemnizaciones por daños sufridos.
Considero que son suficientes estas afirmaciones tan claras y rotundas para contestar a la pregunta que nos hemos planteado. No se puede jugar con la dignidad humana, utilizando a los niños indefensos como instrumentos al servicio de nuestros vacíos sentimentales, o de las pasiones descontroladas. El Estado que permite esto atenta contra el derecho que asiste a los niños a vivir y ser educados como corresponde a su naturaleza. Seguro que muchísimas personas no piensan lo mismo, pero la naturaleza humana es así.
c) ¿Puede un homosexual ser sacerdote o religioso/a?
Interesante cuestión esta. En otros tiempos esta situación era un impedimento serio para acceder al sacerdocio o a la vida religiosa. Hoy las dificultades no son mayores, o distintas, que para una persona heterosexual. Para uno y para otros es cuestión de integrar la sexualidad en una opción de amor célibe. Lola Arrieta, religiosa Carmelita de la Caridad, afirma: Que una persona homosexual se integre o no en la vida religiosa, no puede argumentarse desde su condición de homosexual, sino desde el grado de integración, salud, apertura y sinceridad con la que se le hace posible acoger la vida y la vocación recibida....La persona con buena integración de su sexualidad, sea cual sea su orientación, es capaz de establecer relaciones profundamente positivas, compromiso en el amor en cualquier estilo de vida.
El P. Jesuita Carlos Domínguez Morado afirma que "probablemente, han sido muchos los hombres y las mujeres homosexuales que, a lo largo de la historia de la Iglesia, han vivido honesta y creativamente su vocación de célibes por el Reino. Nunca sabremos lo que en su intimidad más profunda esto les significó de dolor y de grandeza".
Lo importante es comprender que somos hijos de Dios, y que se puede asumir la situación de cada uno, siguiendo la auténtica vocación que Dios da, y comprometiéndose a entregarse de todo corazón a una vida de total compromiso con Dios y sus planes salvíficos, dando un sí rotundo a un celibato apostólico vivido con toda lealtad. Y en estas circunstancias, en la que siempre hay que evitar todo tipo de sospechas, hay que respetar a una persona que puede tener un cierto grado de anomalía, pero no hasta el punto de ser un obstáculo serio, y que asumida, llevada con dignidad, y vivida con la entereza del que busca la santidad en una entrega total del corazón a Dios, da de sí lo mejor que tiene para vivir el Evangelio sirviendo a los hermanos desde el celibato por el Reino de los Cielos.
Pero, dado lo delicado del tema, y teniendo en cuenta las lamentables experiencias por todos conocidas, hay que atenerse a lo que la autoridad eclesiástica ha dictaminado sobre el particular:
La homosexualidad y el ministerio ordenado
Desde el Concilio Vaticano II a hoy, diversos documentos del Magisterio –y especialmente el Catecismo de la Iglesia Católica– han confirmado la enseñanza de la Iglesia sobre la homosexualidad. El Catecismo distingue entre los actos homosexuales y las tendencias homosexuales.
Sobre los actos, enseña que, en la Sagrada Escritura, estos son presentados como pecados graves. La Tradición los ha considerado constantemente como intrínsecamente inmorales y contrarios a ley natural. Estos, en consecuencia, no pueden ser aprobados en ningún caso.
En lo que concierne a las tendencias homosexuales profundamente arraigadas, que se encuentran en un cierto número de hombres y mujeres, son también éstas objetivamente desordenadas y frecuentemente constituyen, también para ellos, una prueba. Tales personas deben ser acogidas con respeto y delicadeza; se evitará toda discriminación injusta. Éstas están llamadas a realizar la voluntad de Dios en su vida y a unir al sacrificio de la cruz del Señor las dificultades que pueden encontrar.
A la luz de tal enseñanza, este Dicasterio, de acuerdo con la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, considera necesario afirmar claramente que la Iglesia, respetando profundamente a las personas en cuestión, no puede admitir al Seminario y a las Órdenes sagradas a aquellos que practican la homosexualidad, presentan tendencias homosexuales profundamente arraigadas o apoyan la así llamada cultura gay.
Las personas mencionadas se encuentran, de hecho, en una situación que obstaculiza gravemente establecer una correcta relación con hombres y mujeres. No se pueden descuidar las consecuencias negativas que pueden derivar de la Ordenación de personas con tendencias homosexuales profundamente arraigadas.
Si, en cambio, se tratase de tendencias homosexuales que fuesen solo expresión de un problema transitorio, como, por ejemplo, aquello de una adolescencia aún no terminada, estas deben estar claramente superadas al menos tres años antes de la Ordenación diaconal.
(Instrucción de la Congregación para la Educación Católica sobre discernimiento vocacional. Fechada el día 4 y publicada el 29 de noviembre de 2005)
Con esta tercera entrega damos por terminado nuestro trabajo sobre el tema de la homosexualidad, con el convencimiento de que, ni mucho menos, hemos intentado agotar el tema, que sigue abierto para cualquier pregunta que quieran formularnos. Hemos intentado sentar los principios básicos desde el respeto más profundo a la persona, pero dejando claro que la virtud de la castidad obliga a todos desde la situación en que se encuentren. Y el que sufra algún tipo de anormalidad en este campo, que lo lleve con dignidad, sin complejos, y pida ayuda a Dios para encauzar cristianamente su afectividad por el camino que Dios lo lleve.