Una idea central...

Somos La Iglesia católica


Nuestra familia está compuesta por personas de toda raza. Somos jóvenes y ancianos, ricos y pobres, hombres y mujeres, pecadores y santos.

Nuestra familia ha perseverado a través de los siglos y establecido a lo ancho de todo el mundo.

Con la gracia de Dios hemos fundado hospitales para poder cuidar a los enfermos, hemos abierto orfanatorios para cuidar de los niños, ayudamos a los más pobres y menos favorecidos. Somos la más grande organización caritativa de todo el planeta, llevando consuelo y alivio a los más necesitados.Educamos a más niños que cualquier otra institución escolar o religiosa.

Inventamos el método científico y las leyes de evidencia. Hemos fundado el sistema universitario.

Defendemos la dignidad de la vida humana en todas sus formas mientras promovemos el matrimonio y la familia.

Muchas ciudades llevan el nombre de nuestros venerados santos, que nos han precedido en el camino al cielo.

Guiados por el Espíritu Santo hemos compilado La Biblia. Somos transformados continuamente por Las Sagradas Escrituras y por la sagrada Tradición, que nos han guiado consistentemente por más de dos mil (2’000) años.

Somos… La Iglesia católica.

Contamos con más de un billón (1’000’000’000) de personas en nuestra familia compartiendo los Sacramentos y la plenitud de la fe cristiana. Por siglos hemos rezado por ti y tu familia, por el mundo entero, cada hora, cada día, cada vez que celebramos La Santa Misa.

Jesús de Nazaret ha puesto el fundamento de nuestra fe cuando dijo a Simón-Pedro, el primer Papa: «Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi iglesia, y el poder de la muerte no prevalecerá contra ella» (Mt. XVI, 18).

Durante XX siglos hemos tenido una línea ininterrumpida de Pastores guiando nuestro rebaño, La Iglesia universal, con amor y con verdad, en medio de un mundo confuso y herido. Y en este mundo lleno de caos, problemas y dolor, es consolador saber que hay algo consistente, verdadero y sólido: nuestra fe católica y el amor eterno que Dios tiene y ha tenido por toda la creación.

Si has permanecido alejado de La Iglesia católica, te invitamos a verla de un modo nuevo hoy, visita www.catolicosregresen.org.

Somos una familia unida en Cristo Jesús, nuestro Señor y Salvador. Somos católicos, bienvenido a Casa...

Contenido del Blog

¿Quién fue Poncio Pilato?

Autor: Catholic.net

Una de las figuras que más consternado deja al lector de los evangelios es el famoso procurador de Judea, Poncio Pilato. Los evangelios son muy parcos al hablarnos de él. Además del así llamado juicio político sobre Jesús, se encuentran unas escasas alusiones más al mismo personaje y uno queda con la impresión de parcialidad sobre quién era él de verdad. Quisiera ofrecer algunas precisiones sobre lo que dicen de él otros autores de más o menos el mismo período de la historia, sin prescindir, claro está, de la imponente figura de Cristo durante las últimas horas de la pasión. Con todo, el cuadro que resultará de Pilato dejará aún mucho que desear. Al final, sólo dos personas bien pudieron saber quién era él: Pilato y Jesús mismo.

Además de los evangelios, y de Flavio Josefo, Tácito habla también de Poncio Pilato al que asigna el título de “procurator” (Annales XV, 44), designación que habría que matizar por “praefectus”, como testimonia la inscripción encontrada el año 1961 en Cesarea marítima. Prefecto es un término que tiene más connotaciones militares, mientras que procurador se refiere a los asuntos administrativos. Como quiera que sea, las responsabilidades de Pilato concernían el estar al frente de los asuntos judiciales, ya que gozaba de pleno poder de ejecutar sentencias de muerte (Flavio Josefo, Ant. Iud.18.1.11). Los únicos detalles de Pilato como juez nos constan por los evangelios y se refieren al juicio sobre Jesús. Al aspecto judicial se aunaban los fiscales; es decir, era también competencia suya la recaudación de tributos e impuestos para proveer a las necesidades de la provincia y del imperio.

Así pues, Pilato constituyó el quinto procurador o prefecto de Judea desde el 26 d.C (Flavio Josefo, Ant. Iud 18,89), que era el año 12 ó 13 de Tiberio como emperador. A decir verdad, el ser gobernador de Judea no estaba visto como un cargo muy prestigioso que digamos. Tiberio lo nombró para reemplazar a Valerio Grato: Grato había ocupado el cargo durante once años tras la muerte de Augusto el año 14 d.C. Antes de llegar a Judea, los historiadores no mencionan a Pilato. Tal vez fuera de origen servil, ya que el término “píleo” –de donde pudiera derivar el apelativo “Pilato”- era el sombrero que empleaban los libertos (de todos modos, hay autores que aducen otros significados posibles a “Pilato como “armado de lanza”, “calvo”, “enmarañado”; en cuanto a la clase social, algún perito dice que era “ecuestre”. Pero son puras conjeturas). El apelativo Poncio, por el contrario, era muy difuso en las más diversas clases sociales de la Italia de entonces.

Pilato disponía para su mandato en Judea de cerca de cinco mil soldados: un regimiento de caballería y cinco cohortes de infantería. La guarnición principal residía en Cesarea marítima, mientras que la otra se debía establecer en la torre Antonia, a un costado del santuario del templo de Jerusalén. En dicha fortaleza se conservaban las vestiduras del sumo sacerdote, hecho por el cual el procurador debía trasladarse a Judea con ocasión de las principales festividades judías. El año 36 Lucio Vitelio, legado romano en Siria, mandó Pilato a Roma para comparecer ante Tiberio. Tiberio murió antes que Pilato llegase a la capital el 16 de marzo del 37 d.C. Según Eusebio de Cesarea, Calígula (37-41 d.C.) lo exilió a las Galias donde se suicidó en el Ródano, cerca de Vienne (Eusebio, Hist Eccl II,7). Otra tradición, en la que se inserta la atribución a Pilato de una obra apócrifa –Los Hechos de Pilato- sugiere que Pilato se hizo al final un verdadero creyente en Jesús, y es lo que parece referir Tertuliano. De ello se harían eco las iglesias copta y etiópica, que tienen a Pilato entre el número de los santos.

A pulso, Pilato se había ganado el odio de los judíos, ya que desde un principio les mostró desprecio, quizá a causa de lo que para él pudieran parecer supersticiones típicas de nómadas beduinos o caldeos. Los problemas comenzaron cuando una noche dio la orden a los soldados que debían reemplazar el presidio de la ciudad de Jerusalén, de no quitar de las imágenes del César de las insignias militares: se trataba de estandartes con el César, al parecer divinizado, y que se habían colocado frente al templo. Cuando a la mañana siguiente los judíos se enteraron, se armó un gran tumulto. Para ellos el gesto significaba poco menos que abominio. Era la primera vez que los romanos faltaban al respeto externo de sus súbditos palestinos. Una embajada de judíos llegó a Cesarea para que Pilato arriara los estandartes. Pilato rehusó, mas los judíos insistieron durante cinco días seguidos. Como el fastidio era cada vez mayor, Pilato decidió convocarlos en el anfiteatro de Cesarea, los hizo rodear por los soldados y les prometió que si no cejaban en sus pretensiones, ninguno saldría vivo de allí. Los judíos dijeron que preferían ofrecer el propio cuello a rendirse. Pilato hubo de capitular esta vez, bien que esperó el momento más oportuno para una revancha (Filón, Legatio ad Gaium, 299-305).

En otra ocasión Pilato introdujo en el palacio de Herodes (pretorio), que Pilato ocupaba cuando se encontraba en Jerusalén, unos medallones, una vez más con la efigie del emperador divinizado. El pueblo tornó a sublevarse. Se le amenazó con acusarlo ante el César si no removía esa quincalla. Tiberio pidió que se la devolviera a Cesarea. Era la segunda vez que tenía que encajar el revés. A pesar de este incidente, cuando Pilato hizo acuñar monedas que contenían símbolos del culto romano, no encontró oposición ninguna. Tal vez estas monedas no tuvieran circulación en Jerusalén sino en la helenista Cesarea marítima.

En el tercer encontronazo con los judíos, Pilato creyó salir airosamente con la suya, mas no preveía ni de lejos una cuarta confrontación que poco a poco se había estado incubando, y que le dejaría marcado de por vida. Muy amigo de los “enjuagues”, como bien se sabe de él por la condena de Cristo, se dio cuenta de que en Jerusalén se echaba de menos abundante cantidad de agua. Concibió el proyecto de construir una gran cisterna y un acueducto de varios kilómetros de largo a fin de contar con saunas y palestras de diversa índole. Para financiar el proyecto, usurpó el erario del templo (Flavio Josefo, Ant. 18.3.2.2). El pueblo, soliviantado una vez más por sus jefes religiosos, saduceos o sacerdotes, se presentó de nuevo en torno a la residencia de Pilato, que acababa de llegar a Jerusalén para las fiestas de Pascua. Esta vez había previsto el tumulto, de modo que ordenó que los soldados se disfrazaran de civiles y se pusieran a golpear a los judíos de ánimos más encrespados. En poco tiempo todos los amotinados terminaron por dispersarse (Flavio Josefo, Bell. Iud. 18,55-59). Con toda probabilidad sea éste el episodio que se narra en Lc 13,1: “En esa misma ocasión había allí algunos que le contaron acerca de los galileos cuya sangre Pilato había mezclado con la de sus sacrificios”.

El mismo año de la condena de Cristo, unos cuantos meses antes, Pilato había logrado dispersar con derramamiento de sangre una reunión de samaritanos armados que se habían reunido en el Garizim por orden de un pseudoprofeta, para exhumar unos vasos sagrados escondidos supuestamente por Moisés o por el sumo sacerdote Uzi de la tradición samaritana (Flavio Josefo, Ant Iud 18,85-89). Una protesta del consejo de la ciudad de Samaria logró que Lucio Vitelio, legado para la provincia de Siria, enviara a Pilato a Roma, como se refirió al inicio, y lo reemplazara por su amigo Marcelo (Flavio Josefo, Ant Iud 18,89).

Pues bien, los mismos judíos que habían exacerbado los ánimos del pueblo contra Pilato en las diversas ocasiones, se dirigían ahora para que dirimiera un asunto que hoy conocemos como el juicio más inicuo de la historia humana: la condena a muerte de Cristo Jesús.

Del juicio de Jesús, Tácito es bastante lacónico. Se limita a decir que Pilato lo hizo ejecutar (Ann. 15.44). Josefo añade algún detalle más: que Pilato realizó dicha condena cuando los jefes religiosos lo habían acusado.

Una lectura atenta de los evangelios, muestra que no había una causa clara para la condena. Se le quiso acusar de rebelión, de blasfemia contra Dios y contra el pueblo, de incitar al pueblo, de negar el tributo al César... De hecho, las primeras palabras que se profieren a Pilato contra Jesús consisten en acusarlo de “malhechor” (Jn 18,32)... Esto sí caía bajo la responsabilidad de los romanos; pero de los diálogos que Juan recoge en dicho capítulo 18, bien se deduce la ausencia de todo tipo de pretensión política. Paradójicamente, Pilato mismo reconoce su inculpabilidad -“no hallo en Él delito alguno” (Jn 18,38)-, mas a renglón seguido libera al bandolero Barrabás, y manda azotar a Jesús (Jn 18,39). Después de este castigo injusto y humillante, vuelve a insistir en su inocencia (Jn 19,4). Las acusaciones del pueblo serán ahora de blasfemia (“se ha hecho hijo de Dios, por eso debe morir”, Jn 19,7), y de usurpación del puesto del César (Jn 19,12), sin que a Pilato conste ninguna de las dos.

Lo sorprendente de esta condena es que coincide con el momento en que los corderos eran sacrificados en el templo, como apostilla el evangelista: “Y era el día de la preparación para la Pascua; era como la hora sexta. Y Pilato dijo a los judíos: He aquí vuestro Rey. Entonces ellos gritaron: ‘¡Fuera! ¡Fuera! ¡Crucifícale!’ Pilato les dijo : ‘¿He de crucificar a vuestro Rey?’ Los principales sacerdotes respondieron: ‘No tenemos más rey que el César’. Entonces se lo entregó para que lo crucificasen” (Jn 19,14-16). Ello quedará confirmado por dos alusiones al cordero de Éxodo 12 durante la crucifixión: “No quebrantarán ninguno de sus huesos” (Ex 12,46 = Jn 19,36), “fijaron en una rama de hisopo una esponja empapada en vinagre” (Ex 12,22 = Jn 19,29). Ese es pues el sentido de la designación que de Cristo hace Juan Bautista: “He ahí el cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Jn 1,29.36).

Hay que votar

Por Francisco José Arnaiz S.J.

Ante todo, dos prenotandos:

1. Una cosa es un derecho y otro un deber. Derecho es la capacidad que alguien tiene para ser respetado o actuar de una manera concreta en virtud de su dignidad connatural o de su capacitación adquirida. Por eso los derechos humanos son naturales o adquiridos. Deber, sin embargo, es la obligación que uno tiene de hacer algo concreto o actuar de una manera correcta.“El voto es un derecho inalienable y un deber cívico y moral”.

2. Votum en latín, del que viene la palabra castellana voto, significa deseo, opción que yo hago entre varias posibilidades.

El voto puede ser estimativo o electivo. Es estimativo si lo que quiero expresar es mi parecer acerca de algo sobre lo que se me consulta. Es el caso de los referéndum. Y es electivo si lo que quiero expresar es una elección de una persona para algo concreto o la aceptación o rechazo de una propuesta concreta. Es evidente que el voto, del que hablamos, respecto a las próximas elecciones, es un voto electivo Esto supuesto, lo primero que hay que decir es que el voto es un derecho.

Un derecho real y reconocido. Real como miembro que soy de la sociedad dominicana constituida en régimen democrático electivo y reconocido por la constitución y por mi carnet de identidad. Como derecho, sin embargo, es inalienable (nadie puede impedirme de ejercerlo) pero renunciable por mi parte.

Pero juntamente a ser un derecho es un deber cívico y moral. Su condición de deber se deriva de mi obligación, como ciudadano y ser responsable y cristiano, de contribuir al bien de todos, exigencia suprema del amor al prójimo.

Sería, según esto, faltar a un deber abstenerse de votar sin una razón suficientemente grave y no es razón suficientemente grave el que ninguno de los partidos políticos que los presentan ni ninguno de los que se presentan como candidatos convenzan a uno plenamente.

No se trata de elegir lo ideal y perfecto (empeño imposible) sino de escoger lo mejor de lo posible.

Existe además otra razón para votar aunque ninguno de los candidatos llene nuestras expectativas. Esta razón sería ir logrando que los seres humanos y la democracia vayan madurando, maduración que es fruto siempre de un proceso lento que abarca generaciones.

No basta, sin embargo, votar. Es necesario que el voto que se emita sea serio, responsable, en conciencia, es decir, fundado en razones sólidas y honestas.

No son razones válidas y honestas el mero provecho propio, la simple simpatía, la suposición de que por el que se va a votar será el que ganará, las promesas hechas, el soborno, el miedo, la coacción. Sí son en cambio razones aceptables y honestas: el convencimiento personal de las ideas que sostiene el Partido que los presenta, las cualidades personales del candidato y su competencia, que garantizan una buena gestión para el país, el bien de la nación; su concepción clara de lo que es gobernar correctamente; su capacidad y voluntad de gobernar así.

Con perspicacia y conocimiento de nuestra realidad, los Obispos dominicanos escribían: “Partidos y candidatos deben reflexionar seriamente sobre las cualidades del candidato.

Esas cualidades son: competencia, honestidad, generosidad, responsabilidad, sensibilidad social, conciencia de los problemas, voluntad de superarlos, eficiencia, actitud dialogante, talento y creatividad.

El mero hecho de haber trabajado mucho por el partido no basta para ser elegido sin más a los cargos públicos.

Sería triste que alguien, si consiguiese lo que pretende, sólo o primordialmente pensase en resarcirse de los gastos en que hubiere incurrido en su campaña o, peor todavía, que alguien considerase el quehacer político como una inversión económica a recuperar con altos intereses.

Traicionaría la grandeza del ejercicio político el que en dicho ejercicio buscase consciente o inconscientemente el enriquecerse o al menos mejorar económica y socialmente”.

En un país, como el nuestro, en que la democracia es todavía algo confuso y débil, sería una pena someterse irreflexivamente a unas elecciones más y no aprovechar esto para ir madurando esa democracia clara y madura que todos anhelamos.

No basta con aceptar y repetir que la democracia es el modelo ideal. Es necesario pasar de las democracias que tenemos a la democracia que anhelamos.

Eso requiere una inmensa vocación por la verdad, por la solidaridad y por la participación. Y esto implica desarrollar en todos el sentimiento de comunidad, los dinamismos de participación responsable, y la honestidad.

Hay que tener muy claro que es necesario armonizar en todo momento la justicia con libertad y la libertad con justicia. Para todo esto es necesario madurar y capacitarse. Una democracia madura exige una sociedad madura y capacitada.

Hay que pasar de una democracia excesivamente centrada en el capital a una democracia profundamente vinculada al bien común. Hay que pasar de una democracia en la que el ciudadano es un concepto abstracto a una democracia en la que el ciudadano es el ser humano concreto que de mero depositario y beneficiario de la acción política pase a ser todo eso pero sobre todo protagonista de ella.

Hay que tener muy claro que democracia no es solamente una forma de gobierno, sino una forma de vida, y que por lo tanto esa palabreja de democracia apunta no tanto a un régimen político sino a relaciones fluidas y canales de ella entre el pueblo y el poder en búsqueda de la prosperidad común, de todos.

La mayoría de las democracias (por no decir todas) tienen hoy una serie de tareas ineludibles, si quieren ser realmente democracias. Serían estas: la superación de la miseria, una adecuada formulación del desarrollo; la implantación del diálogo como medio de superar los conflictos, el velar por la vigencia de los verdaderos valores del espíritu (una democracia sin valores es una democracia sin valor), la paz base y fuente de todo progreso, la igualdad, la participación de todos redefiniendo en el momento actual la finalidad y el modo de actuar de los partidos políticos, y el implantar y exigir la honestidad a toda prueba.

El yoga y el Cristianismo

Tomado de www.religionenlibertad.com/articulo.asp?idarticulo=21212

¿Es el yoga sólo un ejercicio físico?

¿Puede un cristiano practicar yoga como disciplina corporal?

Un experto habla de su fin religioso

¿Se puede separar los beneficios para la salud que aporta el yoga de su connotación espiritual?

¿Es incompatible para un cristiano practicar el yoga?

Por su interés, ReL reproduce íntegramente un artículo sobre la relación entre el yoga y el cristianismo del profesor Joel S. Peters, que enseña Teología en un Instituto católico de segunda enseñanza en Montvale, New Jersey (Estados Unidos).

¿Es el yoga una amenaza para los cristianos?

«No es poco común en estos días ver propaganda y promociones del yoga. Abundan los libros sobre el yoga; abundan los sitios en el Internet que se ocupan de su filosofía y práctica; y seminarios de divulgación son rutinariamente ofrecidos en gimnasios, clubs de salud e, incluso, en algunas instituciones católicas. Ha penetrado tan exitosamente en nuestra cultura que incluso a mucha gente no se le mueve ni un pelo cuando eso se menciona. De hecho algunos cristianos han incorporado al yoga a sus vidas y admiran su propia actitud "inclusiva", o bien no ven nada incorrecto con practicar el yoga y estarían muy sorprendidos de saber que representa alguna amenaza espiritual de cualquier tipo.

Gran ignorancia sobre el yoga

»Es precisamente a causa de esta ignorancia sobre el yoga -- de parte de quienes se declaran cristianos -- que elegí escribir este artículo. No tengo dudas que la vasta mayoría de creyentes que practican el yoga es felizmente inconsciente respecto de su verdadera naturaleza y propósitos y que probablemente lo vea como "simplemente ejercicio". Pero en eso radica su mayor peligro. Cuando el yoga es reducido a una mera disciplina corporal, con poca o ninguna relación con sus fundamentos espirituales, corremos el riesgo de ser engañados sobre algo que puede tener mucho que ver sobre nuestro bienestar espiritual.

¿Qué es el yoga?

»Los orígenes del yoga se remontan hasta 5.000 años y durante mucho tiempo sus principios se difundieron a través de la transmisión oral. Finalmente esta tradición fue puesta por escrito y entonces el yoga hizo su aparición en los cuatro antiguos textos hindúes conocidos como los Vedas, el más antiguo de los cuales data del 1.500 a.C. Más tarde, un individuo llamado Patañjali compiló y codificó la suma total del saber sobre el yoga. Las fuentes discrepan sobre cuándo ocurrió esto, con fechas que van del siglo IV a.C. al II d.C. Su obra, llamada el Yoga Sutra, es el texto de más autoridad sobre el yoga, reconocido por todas sus escuelas.

Hinduismo y yoga, inseparables

»La palabra "yoga" deriva de la raíz sánscrita yuj, que significa "unión" o "uncir". El sánscrito es la lengua antigua del hinduismo y por tanto no debería sorprender el saber que el yoga está relacionado inseparablemente con esta religión. En realidad, el significado de "yoga" es muy similar a la palabra latina religio, de la que deriva nuestra palabra "religión" -- que significa "sujetar" o "atar". En el caso de ambas palabras, la clara implicación es que la persona ha sido "acoplada" o "ligada" a algo espiritual. Más significativa es aún la razón por la cual se ha desarrollado el yoga.

»En el hinduismo existen tres vías para la salvación: las obras (ritos, obligaciones, y ceremonias que deben agregarse al propio mérito), el conocimiento (la comprensión de que la verdadera causa del mal y la miseria no es el pecado sino la ignorancia sobre la verdadera naturaleza de nuestra existencia) y la devoción (la adoración a los dioses y diosas hindúes).

El yoga es un sistema de la filosofía hinduista

»Son los brahmanes o casta sacerdotal (el estado social más alto) los que en la sociedad hindú, los que más frecuentemente utilizan la vía del conocimiento. Dentro de ella, existen tres escuelas filosóficas: vedanta, sankhya y yoga. De modo que, dicho con sencillez, el yoga es un sistema de la filosofía hinduista diseñado para conducir a quien lo practica al alumbramiento espiritual o la salvación. Dentro de este proceso, el mecanismo específico es la utilización de posturas físicas (asanas), unidas a ejercicios respiratorios que son específicamente diseñados para estimular la meditación y alterar el estado de la propia conciencia a fin de que quien lo practica alcance la unión con una "realidad superior".

El objetivo final del yoga es el mismo

»Si bien es ajeno al propósito de este artículo tratar los diversos tipos de yoga, es relevante notar que, no obstante que los componentes dentro de sus ramas pueden variar, su objetivo final es el mismo, a saber, la alteración de la propia conciencia para alcanzar un estado espiritual.

Yoga y religión, ¿hay conexión?

»Pero los recursos bibliográficos sobre el yoga ¿No repudian la conexión religiosa?

»Ciertamente, Ud. encontrará negaciones de parte de algunos autores e instructores sobre cualquier conexión entre el yoga y la religión. Considere los siguientes ejemplos: "el yoga no es una religión, por lo tanto puede ser practicada en armonía con cualquier creencia religiosa". (Rammurti S. Mishra, Fundamentals of Yoga).

»"El yoga es un sistema integral sobre cómo vivir nuestras vidas. Él nos conduce hacia una completa nueva forma de vida. No es una religión, por tanto puede ser combinada con una religión para incrementar la riqueza de cualquier tradición" (Mischala Joy Devi, The Healing Path of Yoga).

»"Algunos piensan que el yoga es calisténico, compendiado en los pies arriba, la postura de loto u otra pose en forma de rosquilla. Otros piensan que es un sistema de meditación. Sin embargo hay quienes lo miran, quizás con temor, como una religión. Todos estos estereotipos son falsos". (Georg Feuerstein y Stephan Bodian, editores, Living Yoga).

»"De todos modos ¿qué es el yoga? No es sólo relajación, sólo respiración o sólo meditación. No es sólo cruzar las piernas, cerrar los ojos, juntar los pulgares y índices y cantar ‘Om…’ Y ciertamente no es un culto o una religión" (Larry Payne y Richard Usatine, Yoga Rx).

El fin espiritual del yoga

»Todos son reconocidos maestros del yoga y sin embargo uno puede no menos que detenerse ante la incongruencia de sus negaticiones sobre las conexiones religiosas del yoga y el material que exponen en sus libros, el cual muestra claramente cómo la práctica del yoga tiende, formalmente, hacia un fin espiritual dentro del contexto de una visión universal propiamente hindú.

Falsear el yoga

»Y si el yoga no es realmente una religión, entonces ¿cómo explicamos el hecho que tenga un papel prominente en los Vedas, el Bhagavad-Gita y los Upanishads, que son libros sagrados hindúes? De modo que esas negaciones son, en el mejor de los casos, ignorancia de parte de esos autores (lo que es insostenible a la luz del nivel de estos maestros del yoga) y en el peor de los casos, un deliberado falseamiento de lo que realmente es el yoga. Ambas explicaciones presentan problemas.

¿Por qué la práctica del yoga es un problema para un cristiano?

»En el corazón del hinduismo hay una visión monástica -- la que sostiene que toda realidad es, en última instancia, una sola y que ella tiene una común "esencia" divina. En otras palabras, mi propio ser o identidad tiene en realidad la misma identidad que todos los otros seres. Aunque las etiquetas para esta esencia varían (p.e., ser universal, conciencia cósmica, ser eterno, etc.), conllevan el mismo concepto básico, a saber, que el universo es entendido como una energía eterna, divina y espiritual, y que todas las entidades existentes -- incluyendo los humanos -- son extensiones de ella.

»El yoga es el vehículo que une al practicante (varón=yogi, mujer=yogini) con esta energía cósmica. La tarea del yogi es, por tanto, doble: (1) descartar la noción "errónea" de que cada persona es un ser único distinto del resto de la creación, y (2) "hacerse uno" con esta energía cósmica conocida también como realidad superior.

Una cosmovisión ajena al cristianismo

»Los cristianos profesos deberían ya estar advirtiendo que la visión mencionada es ajena -- incluso diametralmente opuesta -- a la suya propia. De modo que el contexto real que define al yoga está desviado radicalmente de la percepción cristiana de la realidad, por medio de la cual el creyente en Cristo debe reconocer ciertamente que: (a) él es, realmente, una creación única de Dios, (b) ni el hombre ni el universo creados son divinos, y (c) la finalidad de esta vida es el crecimiento en la propia relación con un Creador personal, amoroso y divino que, aunque eternamente distinto de lo que ha creado, nos convoca a entrar en Su compañía. La discrepancia entre estas dos visiones no puede ser más grande.

¿Y los beneficios de la salud del yoga?

»Pero ¿no es posible lograr los beneficios corporales del yoga dejando de lado los aspectos religiosos?

Esta pregunta es engañosa y revela cierta ignorancia por parte de quien la formula. Es engañosa porque presupone que puede plantearse una dicotomía entre las posturas físicas del yoga y su espiritualidad subyacente; revela ignorancia porque el cristiano practicante que la pregunta, muy probablemente no ha investigado previamente al yoga. Si lo hubiese hecho, debería haberse dado cuenta que es, en su verdadera naturaleza, una práctica de la religión hindú.

Lo corporal y lo espiritual van unidos

»Sugerir que uno puede obtener del yoga solo beneficios corporales sin ser afectado -- de alguna forma -- por su inherente fundamento espiritual, es errar el golpe. El yoga no trata, primordialmente, de la flexibilización del cuerpo; pero sí del uso de los medios físicos para llegar a un fin espiritual. Por lo tanto el problema de separar en él lo físico de lo espiritual es en verdad una contradicción en sus propios términos. De hecho, si uno consulta la masiva cantidad de material disponible, se hace patentemente claro que las consideraciones referidas a los beneficios físicos son secundarias. Normalmente, el yoga es presentado como algo que trata primordialmente de actualizar el potencial espiritual propio, logrando "libertad", trascendiendo el ego y cosas semejantes.

El yoga tiene un componente espiritual independientemente de sí se esconsciente
»Quizás por analogía, un católico preguntaría si es posible recibir la Eucaristía y no ser participe de algo religioso. O planteémoslo de otra manera. Si un ateo toma y consume una Hostia consagrada ¿podemos sostener que no ha recibido el Cuerpo de Cristo porque no cree que sea lo que es? ¿Podríamos afirmar que simplemente ha "experimentado los mecanismos físicos" de recibirlo pero no se ha involucrado en una actividad espiritual? Técnicamente hablando, la Eucaristía tiene una realidad espiritual independiente de las creencias de quien la recibe, y yo propongo que lo mismo ocurre con el yoga. Así como la presencia real de Cristo está contenida dentro de la Hostia consagrada, independientemente de si quien la recibe cree o no, así también el yoga tiene un componente espiritual que es real, independientemente del propósito específico de quien lo practica.

Efectos físicos positivos pero efectos espirituales sutiles

»"Pero, espere" -- dice Ud. -- "He estado practicando yoga desde hace un tiempo, y como resultado me he vuelto más pacífico y ha sobre mi tenido un efecto positivo de bienestar físico. Y ciertamente no me ha apartado de mi fe católica". Bien, nuevamente no puedo negar que el yoga produce efectos físicos en la gente, pero sospecho que sus efectos espirituales deben ser más sutiles y por ende más esquivos de identificar. Téngase en cuenta que los seres humanos somos espíritus encarnados, de modo que cuando nos involucramos en una actividad espiritual ella debe naturalmente producir algún tipo de resultado.

Impacto del yoga en un cristiano

»Entonces el asunto se convierte en una cuestión sobre qué tipo de impacto debe producir el yoga en los cristianos que lo practican y si sus beneficiosos efectos corporales significan o no que el practicante cristiano está espiritualmente "okay". Aumentar la elasticidad corporal o intensificar la paz mental no revelan realmente nada sobre el estado objetivo del alma de uno, de modo que el último barómetro sobre cualquier práctica espiritual desde un punto de vista católico es: este empeño ¿me está conduciendo a una más profunda relación con Cristo? Considerando el propósito expreso del yoga, es extremadamente difícil responder afirmativamente a esta pregunta.

¿Tiene la iglesia católica algo que decir formalmente sobre el yoga?

»Sí. En la Carta a los obispos de la Iglesia católica sobre algunos aspectos de la meditación cristiana, de 1989 (de ahora en adelante: “Aspectos”), la Congregación para la Doctrina de la Fe se centra en varias prácticas espirituales orientales y en su inclusión en la vida espiritual de los cristianos. En una nota al pie de página en el número 2, Aspectos afirma específicamente que "Con la expresión ‘métodos orientales’ se entienden métodos inspirados en el Hinduismo y el Budismo, como el ‘Zen’, la ‘meditación trascendental’ o el ‘Yoga’. De modo que claramente, el magisterio tiene en su mente al yoga al afrontar la cuestión de los cristianos que utilizan prácticas espirituales orientales.

»No obstante que este documento no condena expresamente al yoga, recomienda repetidamente prudencia en el uso de prácticas espirituales, meditativas o místicas que estén desprovistas de un contexto claramente cristiano. Por ejemplo, el número 12 afirma: "estas propuestas u otras análogas de armonización entre meditación cristiana y técnicas orientales deberán ser continuamente cribadas con un cuidadoso discernimiento de contenidos y de método, para evitar la caída en un pernicioso sincretismo".

»También afirma que los aspectos corporales (como, por ejemplo, las posturas en el yoga) pueden afectar nuestra espiritualidad: "La experiencia humana demuestra que la posición y la actitud del cuerpo no dejan de tener influencia sobre el recogimiento y la disposición del espíritu. Esto constituye un dato al que han prestado atención algunos escritores espirituales del Oriente y del Occidente cristiano". (#26)

No confundir con el Espíritu Santo

»De entre todas las observaciones del documento, la más digna de atención es la tan cruda sobre que la euforia espiritual y física -- que debería resultar de la práctica del yoga -- no es siempre lo que parece ser: "Algunos ejercicios físicos producen automáticamente sensaciones de quietud o de distensión, sentimientos gratificantes y, quizá, hasta fenómenos de luz y calor similares a un bienestar espiritual. Confundirlos con auténticas consolaciones del Espíritu Santo sería un modo totalmente erróneo de concebir el camino espiritual. Atribuirles significados simbólicos típicos de la experiencia mística, cuando la actitud moral del interesado no se corresponde con ella, representaría una especie de esquizofrenia mental que puede conducir incluso a disturbios psíquicos y, en ocasiones, aberraciones morales". (#28)

Difícil de reconciliar cristianismo y yoga

»En el 2003, el Consejo Pontificio de la Iglesia Católica para el Diálogo Interreligioso publicó un documento titulado Jesucristo: Portador del Agua de la Vida (de aquí en adelante: “Portador”). Aunque está centrado en el movimiento de la Nueva Era, encontramos incluido nuevamente el tema del yoga: "Entre las tradiciones que confluyen en la Nueva Era pueden contarse: las antiguas prácticas ocultas de Egipto, la cábala, el gnosticismo cristiano primitivo, el sufismo, las tradiciones de los druidas, el cristianismo celta, la alquimia medieval, el hermetismo renacentista, el budismo zen, el yoga, etc.". (#2,1)

»Como en Aspectos, que lo precedió, Portador aconseja cuidado en el uso de prácticas no cristianas, pero va un escalón más arriba al poner en duda el verdadero contexto que precede a algo como el yoga: "Sería insensato, además de falso, decir que todo lo relacionado con este movimiento es bueno, o que es malo todo lo que se refiere a él. No obstante, dada la visión subyacente a la religiosidad de la Nueva Era, en términos generales es difícil reconciliarla con la doctrina y la espiritualidad cristianas". (#2)

Un estado de conciencia alterado

»Esta "visión subyacente" guarda un sorprendente parecido con la cosmovisión hindú y muchos de los términos y conceptos utilizados dentro del movimiento de la Nueva Era transmiten esencialmente la misma realidad que constituye el objetivo del yoga: un estado de conciencia alterado que es como un medio para una experiencia trascendente, espiritual. El problema es que ese contexto es totalmente extraño a la concepción cristiana sobre la naturaleza y propósitos de la oración, meditación y experiencia mística. Más aún, la sola noción de seres humanos uniéndose con una conciencia cósmica divina contradice lo que la iglesia afirma acerca de una verdadera experiencia mística: "Para aproximarse a ese misterio de la unión con Dios, que los Padres griegos llamaban divinización del hombre, y para comprender con precisión las modalidades en que se realiza, es preciso ante todo tener presente que el hombre es esencialmente criatura y como tal permanece para siempre, de tal forma que nunca será posible una absorción del yo humano en el Yo divino, ni siquiera en los más altos estados de gracia". (Aspectos, #14; énfasis agregado)

¿Puede el yoga ayudar a rezar?

»Para aquellos cristianos que quizás deseen usar las técnicas de meditación del yoga como una preparación o una ayuda para rezar, deberíamos estar bien atentos a la verdadera naturaleza de toda actividad espiritual: "la oración cristiana está siempre determinada por la estructura de la fe cristiana, en la que resplandece la verdad mismas de Dios y de la criatura. Por eso se configura, propiamente hablando, como un diálogo personal, íntimo y profundo, entre el hombre y Dios. La oración cristiana expresa, pues, la comunión de las criaturas redimidas con la vida íntima de las Personas trinitarias". (Aspectos, #3)

»Debemos ser igualmente cuidadosos sobre la diferencia fundamental entre las experiencias místicas cristiana e hindú: "Para los cristianos, la vida espiritual consiste en una relación con Dios que se va haciendo cada vez más profunda con la ayuda de la gracia, en un proceso que ilumina también la relación con nuestros hermanos. La espiritualidad, para la Nueva Era, significa experimentar estados de conciencia dominados por un sentido de armonía y fusión con el Todo. Así, «mística » no se refiere a un encuentro con el Dios trascendente en la plenitud del amor, sino a la experiencia provocada por un volverse sobre sí mismo, un sentimiento exultante de estar en comunión con el universo, de dejar que la propia individualidad se hunda en el gran océano del Ser". (Portador, #3.4)

¿Hay otros peligros asociados con el yoga?

»Sí. Recuerde que Aspectos afirmaba que una discrepancia entre una experiencia mística y el estado del alma de una persona podía derivar en "disturbios psíquicos". En otras palabras, una persona que está experimentando realmente un fenómeno místico pero que no está profundamente fundado en Cristo se enfrentará con algunas anomalías espirituales serias. No debería entonces sorprendernos, el descubrir que los fenómenos psíquicos son parte integrante de los "beneficios" del yoga.

Poderes ocultos condenados por Dios

»Por ejemplo, Rammurti S. Mishra (citado anteriormente) afirma que a través del yoga una persona puede "adquirir el poder de ver y conocer sin la ayuda de otros sentidos…", "conocer acontecimientos pasados e incidentes futuros…", "abrir en ti el tercer ojo, que es llamado…[el] ‘ojo divino’", experimentar auras y cuerpos astrales que "vienen a servirlo [al yogi]" y obtener poderes de clariaudiencia y clarividencia. Uno sólo tiene que hojear las páginas del Antiguo Testamento para ver que tales habilidades son realmente poderes ocultos y que están condenados por Dios en la forma más inequívoca y enérgica. (Lev. 19:26,31; Deut. 18:9-14; 2 Reyes 17:13-15, 17-18; 2 Crón. 33:1-2,6)

»De los cuatro maestros de yoga citados anteriormente, Mishra no es el único en afirmar que el yoga puede desarrollar las capacidades psíquicas de una persona o someterla a fenómenos psíquicos. Feuerstein y Bodian observan que las experiencias posibles por medio del yoga incluyen "sueños lúcidos, estados incorpóreos, clarividencia, y otras facultades psíquicas, como así también éxtasis, estados místicos y, en el ápice de todas ellas, alumbramiento".

»Silva, Mira y Shyam Mehta, en Yoga: The Iyengar Way, nos dicen que "Los estados elevados de conciencia [en el yoga]…resultan en sabiduría espiritual. También brindan varios logros supranormales (siddhis), de acuerdo con el objetivo de la meditación. Algunos están dentro de la gama de las experiencias humanas, como la clarividencia y la capacidad de leer las mentes".

Desarrollo de las capacidades psíquicas

»Dadas estas cándidas admisiones hechas por maestros de yoga, de que su práctica tiene como una consecuencia inevitable el desarrollo de las capacidades psíquicas -- en realidad, es su objetivo real – le queda al cristiano creyente un serio dilema moral y espiritual: ¿Debe desarrollar una actividad cuyo objetivo final es cultivar "poderes" que Dios expresamente condena? No debe negarse el hecho que el yoga fomenta estas capacidades y tampoco hay que ocultar el hecho que Dios nos dice que ellas son espiritualmente dañinas para sus criaturas.

El yoga tiene una visión contraria al cristianismo

»El yoga está inextricablemente fundado en una filosofía y en una visión que son substancialmente contrarias a la fe cristiana. Su propósito expreso es alcanzar estados alterados de la conciencia que conduzcan a un "alumbramiento" espiritual. Quizás el peligro latente para los cristianos que lo practican esté bien resumido en la honesta admisión de Feuerstein y Bodian: "En verdad, muchos aspectos del yoga tienen un sabor hindú, como los mantras sánscritos (sonidos sagrados) que los practicantes deben recitar en voz alta o repetir mentalmente, o las ideas sobre la retribución moral (karma) o la reencarnación…. Las personas de cualquier creencia religiosa o espiritual, lo mismo que los mentalmente abiertos agnósticos, pueden practicar el yoga con gran provecho. No obstante, ellos tienden a tener tipos de experiencias yoguísticas que al final los llevan a considerar, si no adoptar, las teorías ofrecidas por la tradición del yoga" (énfasis agregado). ¡Oh! Y yo pensaba que el yoga era sólo un ejercicio físico».

Cientificismo, secularismo y racionalismo

Por Josep Maria Montiu de Nuix
Sacerdote del Obispado de Solsona
Doctor en filosofía y matemático

Tres obstáculos a superar

Raniero Cantalamessa, en su calidad de predicador pontificio, ha tratado recientemente sobre algunos de los obstáculos que se oponen a la evangelización en no pocos países de vieja tradición cristiana. Los obstáculos por él considerados son el cientificismo, el secularismo y el racionalismo. En este artículo se reflexiona sobre estos obstáculos y el modo de superarlos.

El cientificismo ateo

Por cientificismo ateo entendemos aquella corriente de pensamiento que afirma que el único conocimiento válido es el de las ciencias positivas, excluyendo pues de dicha validez al pensamiento religioso, al teológico, al ético y al estético. Así, "2+2=4" es conocimiento válido, pero "Dios existe" y "no es lícito asesinar" no son conocimientos válidos. El cientificismo ateo presenta los rasgos siguientes: 1) únicamente la ciencia positiva es un conocimiento objetivo y serio de la realidad, 2) el conocimiento científico es incompatible con la fe, ya que ésta se basa en presupuestos indemostrables y no falsables (esto es, no susceptibles de ser demostrada su falsedad), 3) la ciencia ha demostrado que es innecesaria la hipótesis de la existencia de Dios y 4) la gran mayoría de los científicos son ateos.

El cientificismo ateo es insostenible. Al prejuicio cientificista objetamos su falta de memoria y de realismo, ya que muchísimos científicos de primera línea son creyentes. Además, no pertenece al objeto de la ciencia positiva afirmar ni negar la existencia de Dios, ni decir si se ha de asesinar o no. Es necio pues asentar que la ciencia positiva afirma que podemos prescindir de la existencia de Dios. A su vez, es de sentido común afirmar que existe algo más allá de la ciencia positiva. Así, por ejemplo, sabemos que "hemos de respetarnos", aunque al respecto nada pueda decirnos la ciencia positiva. Además, ¿por qué dicen que lo "serio·" es afirmar que "2=2" y que no lo es decir que "debemos respetarnos"? La inaceptabilidad del cientificismo ateo coexiste con la gran valía de la ciencia positiva, la cual es compatible con la fe católica, porque la verdad no puede contradecir a la verdad.

Propiedad importantísima del cientificismo ateo es su gran infravaloración de la persona humana. El hombre queda convertido en un mero punto inextenso que es engullido por un magnífico Cosmos "infinito". El hombre Cristo es entonces una insignificancia marginal en el impresionante mar de la historia. Así se llega a anteponer el gigantesco macrocosmos al infinitesimal ser humano. Así se desemboca en un océano sin fondo, cuyas aguas son las de un penoso anti-humanismo ateo.

La belleza, bondad y valor extraordinario de la verdad cristiana resulta mucho más importante que la refutación del cientificismo ateo. En efecto: Dios, -Bondad y Amor infinitos-, ha creado al hombre a imagen de un ser de Belleza infinita, Dios. El todopoderoso Hijo de Dios se abaja, encarna, nace, se hace niño que no habla... y muere, por el hombre, por su salvación. El Hijo de Dios se ha hecho hombre para que el hombre se haga "Dios". Esto es, el hombre, aunque infinitamente superado por Dios, por la gracia santificante participa de la naturaleza divina, habita en su alma la Trinidad, vive vida sobrenatural y es heredero de la vida de la gloria eterna. El ideal máximo es la santidad.

Se constata que la contraposición entre religión católica y cientificismo ateo es un shock o choque super-impactante. Por un lado, en el cientificismo ateo, el padre Cosmos devora a su diminuto hijo, ser humano. Por otro, en la religión católica, un Hombre, Cristo, es el centro del Cosmos y de la historia, Dios, Ser supremo e infinito, persona divina, Creador del cielo y de la tierra, redentor que deifica, alfa y omega, fin supremo. Así el super-vértigo mortecino del cientificismo ateo tiene ante sí al humanismo teocéntrico del cristianismo, canto a la vida, resplandor refulgente y amable afirmación super-sobrecogedora de la inmensa dignidad de la persona humana.

El secularismo

Distinguimos entre secularidad y secularismo. Una legítima secularidad sostiene equilibradamente una legítima autonomía del ámbito terreno. Esta justa mesura conlleva que la religión no se entremete en el ámbito terreno y que éste, a su vez, no se excede, respetando lo religioso. Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. Distinción ésta que no olvida que también el César es de Dios. Por secularismo entenderemos aquí la afirmación del siglo temporal por oposición al siglo futuro o eternidad. El secularismo opone lo secular (mundo) a lo religioso o más allá. Las consecuencias del secularismo son dramáticas. El secularismo daña gravemente a la religión, pues sin el horizonte de la eternidad la fe se apaga. Sin la existencia del cielo los cristianos seríamos los más desgraciados de los hombres (cf. 1 Cor. 15, 19).

Por la fe poseemos un gran conocimiento del más allá. El proceso histórico de la revelación del más allá es progresivo, es decir, ascendente, alcanzando en el Nuevo Testamento la cumbre de su ascensión o plenitud de la revelación. En este itinerario histórico lo primero es la afirmación de la existencia de Dios, sólo después está la del más allá. Se cree en el más allá porque se cree en Dios, no viceversa. Así, pues, en este iter la creencia en Dios no surge como necesidad de creer en un premio ultraterreno, como afirmaban Marx, Feuerbach y Freud. A su vez, en la revelación neotestamentaria el cielo se funda en el poder divino y la resurrección de la carne en la de Cristo Dios. Consideraré ahora el encuentro entre las concepciones cristiana y pagana sobre el más allá. Pitágoras concebía la muerte como liberación de la cárcel del cuerpo. Platón heredó esta doctrina y la fundó en la espiritualidad e inmortalidad del alma. Pero esta filosofía platónica era únicamente patrimonio intelectual de una minoría. La concepción pagana generalizada era la de la vida mortal como vida verdadera, a la que sucedía una vida de sombras, oscura, no verdadera. El gozoso anuncio cristiano de la existencia de una vida eterna inmensamente superior impresionó a los paganos y triunfó.

La concepción del más allá que triunfó sobre el paganismo, ha conocido un retroceso en la mentalidad actual. ¿Qué ha ocurrido? Los ateísmos decimonónicos, particularmente el marxista, afirmaron que la creencia en el más allá aliena al hombre de ocuparse en lo terreno. La eternidad se hizo sospechosa. De la sospecha, por el materialismo y el consumismo, se pasó al olvido y al silencio de la eternidad. Incluso se menospreciará que un hombre culto considere la eternidad. La fe en la eternidad devendrá tímida y reticente. No pocos creyentes dejarán de tomarse en serio la eternidad. ¡Trágico! Suprimido el horizonte de la eternidad, el deseo natural de vivir siempre, ya distorsionado, se convierte en el deseo de vivir bien, aún a costa de los demás y, entonces, el sufrimiento se hace más doloroso (cf. 1 Cor. 15, 32).

Más importante que la refutación del secularismo es el resplandor de la creencia en la eternidad, especialmente cuando ésta va acompañada del testimonio de vida. Todo hombre posee un deseo natural de felicidad. "Nos hiciste, Señor, para Ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti", escribió San Agustín. Este deseo de Dios, del más allá, es el deseo del hombre. Este deseo es un correlato del más allá. Este deseo no aliena, sino al revés. Pues no desprecia el mundo quién desea la eternidad, sino que no desea la vida quién no quiere vivir siempre. Pero, ¿cómo a una vida temporal puede corresponder una remuneración eterna? Ante esta objeción afirmamos que Cristo, Dios eterno y hombre temporal, Verbo encarnado, es lo eterno en lo temporal y ante Él cabe tomar una decisión de alcance eterno. Además, lo eterno no se limita a lo lejano, lo eterno no es sólo esperanza, es también presencia. Los creyentes, aunque inmersos en la temporalidad, poseemos ya la vida eterna, porque ésta consiste en conocer a Jesucristo. En el cielo se goza, ama y contempla a Dios, simultánea, eterna e intensamente. La gracia es ya el inicio de la gloria, su semilla, poseemos ya incoada la vida eterna, aunque aún no su plenitud. La presencia de la eternidad en el tiempo se llama Espíritu, Dios. Y el Espíritu habita en nosotros por la gracia santificante.

La fe en el más allá es muy importante para la evangelización. Sólo el cristianismo da respuesta a las grandes preguntas, particularmente a la siguiente: "¿A dónde vamos?". Porque el cristianismo dio una respuesta más plena a esta pregunta pudo interesar e introducirse en Inglaterra. Tal vez de manera análoga podrá reintroducirse en Europa. A este respecto los funerales suponen una ocasión de oro para la evangelización. Pero, la fe en la eternidad, no sólo es importante para la evangelización, importa también mucho para la propia vida como acicate o empujón hacia la santidad. Desde el horizonte de la eternidad, el peso de la tribulación es pequeño porque es pasajero, el peso de la eternidad es desmesurado, porque es eterno. La esperanza nos dice que la muerte es paso de las sombras a la realidad y no viceversa. ¡Vamos a la casa del Padre! Por el contrario, el debilitamiento de la idea de la eternidad nos debilita ante las pruebas de la vida y ante el sufrimiento. Sin creer en la eternidad incluso resulta duro cerrar los ojos ante un espectáculo inmoral.

El racionalismo

El racionalismo es una corriente de pensamiento que acentúa de tal modo el papel de la razón que llega a ser usurpadora, erigiéndose incluso en el juez último en materia de fe. Pero, la razón no es juez de la fe, sino que hay armonía entre ambas. La fe, como la conciencia moral, es racional sin necesidad de ser demostrada por la razón. Es una cerrazón dictatorial pensar que no ha de aceptarse otra cosa que lo que diga la razón. Es mucho más sensato afirmar que hay algo más que lo que ve la razón.

El racionalismo es inaceptable, pues el entendimiento finito y puramente humano, que no es otra cosa que la mente de un ser que es siempre niño, no es juez del entendimiento divino, infinito, omnisciente. Dios sabe más que el hombre. El hombre no vence a Dios. La balanza siempre se inclina del lado de Dios, el saber divino siempre pesa más que el saber humano. La fe católica es enseñanza verdadera. Afirmado de manera más breve: La fe es la verdad. La razón no es juez de la Verdad, sino que la verdadera razón es la que se somete a la verdad, la verdadera razón es razón verdadera, pero Cristo es la Verdad. La razón verdadera es la que se somete a la Verdad, la que se subordina a Dios, la que está rendida a los pies de Cristo Dios. Más es la Palabra que el hombre, más es la palabra divina e infalible que la palabra humana. En otras palabras, el fulgor y el esplendor de Cristo, brilla inmensamente por encima de la tenue luz encendida en la diminuta caña pensante.

Para convencer de la fe conviene no reducirse a un puro intelectualismo; mucho convendrá acompañar el argumento racional con la experiencia y el testimonio de vida. Experiencia de vida que comunicada es también camino hacia la fe. La sorpresa y lo numinoso son vías hacia la fe. El sentimiento de lo numinoso acompaña a todo hombre: hay un estremecimiento que embarga al encontrarse ante la revelación del misterio (tremendo y fascinante) de lo sobrenatural. También la misma creación, al ser signo divino, al ser contemplada puede provocar la experiencia de lo numinoso y de lo divino. Análogamente, consideraciones como el enamoramiento, una gran alegría y el nacimiento del primer hijo, pueden levantarnos a una nueva dimensión. Si recuperásemos la capacidad de sorprendernos ante estas realidades, estaríamos mejor dispuestos para recuperar el sentido de lo sagrado.

La experiencia de la irrupción repentina e inesperada de lo sagrado si es acogida como vivencia profunda dará lugar a los testigos de Dios. Entre los santos testigos de Dios merecen particular atención los místicos. Estos son los que han padecido a Dios, es decir, han tenido una experiencia especialísima de Dios Amor. Los místicos se han encontrado con el Dios vivo, han experimentado al Dios real, realísimo, y son testimonios de habérselo encontrado, pruebas vivas de Dios, gracias a ellos recibimos fulgores de la vida eterna. El hombre contemporáneo escucha con mayor gusto a los que dan testimonio que a los que enseñan. Así, a Edith Stein, atea, la lectura de una obra de un testimonio místico la llevó al inmediato descubrimiento del Dios vivo.

A modo de conclusión: el esplendor de la fe

Hemos visto como brilla la fe sobre tres obstáculos: cientificismo, secularismo y racionalismo. En estos tiempos apasionantes en los que vivimos la existencia de estos grandes obstáculos no ha de ser un motivo de pesimismo, sino de optimismo. En el atletismo cristiano los obstáculos son medios para superarse, las cumbres son para conquistarlas; cuanto más altas sean, más esplendorosa será la victoria. La historia de la Iglesia nos muestra como no hay reto en el que Dios pierda. Un pequeño puñado de hombres, que en comparación con el inmenso mundo, eran como un reducido grupo de enanos o de hormigas bajo los pies de un gigante, lograron cambiarlo. No lo cambiaron ellos, sino el Espíritu Santo, el poder infinito de Dios, su energía incomparable. La Iglesia ha vencido frente a innumerables ideologías, herejías, sufrimientos y martirios. De aquel pequeño puñado de hombres, empapados en la herida ensangrentada de la mano de Cristo, se ha llegado a que en la actualidad hay mil doscientos millones de católicos, la cifra más grande de católicos desde la Creación del mundo. Los católicos estamos en compañía del Invencible, del Todopoderoso. Para vencer los obstáculos mencionados lo que necesitamos es dejar hacer a Dios, ser otros Cristos, estar muy unidos a Dios, ser santos. El mundo lo que necesita son santos. Unidos a Dios por el fervor de la oración. Unidos a Dios por la frecuencia de los santos sacramentos, Eucaristía y Penitencia. Unidos a Dios, siendo instrumentos de Dios y apóstoles de Cristo, lograremos grandes maravillas. Unidos a Cristo por el amor a Dios, un amor dispuesto a darlo todo por Él, dispuesto a alcanzar la plenitud. Entonces no sólo se superarán estos obstáculos, sino que el fruto será inmensamente superior. Brillará entonces la maravillosa, dichosa, cálida e incomparable antorcha de la fe amorosa, la fe que hace santos, apóstoles, hombres piadosos, enamorados, ¡Luz de Cristo, luz de Dios!

Riggio y Ratzinger

18 de Diciembre #2006
En honor a San Modesto (+ 634)

Sr.
Güido Riggio Pou
Columnista de Areito, Periódico Hoy
Vía correo electrónico
Ciudad,

Ref.: “Ratzinger y el ecumenismo bicornuto”

“La humanidad atraviesa por una dramática situación a causa del pecado. El hombre, creado bueno por Dios, al pecar ha quedado enemistado con ÉL, y dividido en sí mismo ha roto la solidaridad con el prójimo, destruido la armonía de la naturaleza. Ahí reconocemos nosotros el origen de los males individuales y colectivos que nos afligen: el alcohol y las drogas, la corrupción generalizada, la prostitución, la violencia, la miseria, las opresiones, las injusticias, la mentira institucionalizada, el abandono de los niños y ancianos, las campañas contra la vida, el aborto, la promiscuidad sexual, la instrumentalización de la mujer, la depredación del medio ambiente, en fin, todo cuanto caracteriza la cultura de la muerte.”

Distinguido Sr. Riggio Pou:

“Ecumenismo es un movimiento católico que convoca a la unidad del cristianismo alrededor de La Iglesia fundada por Cristo. Apologética es esa parte de la Teología católica que nos enseña a defender la fe del ataque de nuestros adversarios.”

Al saludarle cordialmente, he querido escribirle nueva vez en relación a su entrega dedicada al Santo Padre, Benedicto XVI, a criticar su deseo –como Vicario de Cristo- de que todos seamos uno a ejemplo de la Santísima Trinidad y la Sagrada Familia, nosotros que celebramos La Navidad.

“La incredulidad es el menosprecio de la verdad revelada, el rechazo voluntario de prestarle asentimiento. Se conoce como herejía la negación pertinaz, después de recibido el bautismo, de una verdad que ha de creerse con fe divina y católica; la duda pertinaz sobre la misma. Apostasía es el rechazo total de la fe cristiana; y Cisma, el rechazo de la sujeción al Sumo Pontífice, de la comunión con los miembros de La Iglesia sometidos a él.”

Al principio se era judío o pagano. Luego del nacimiento de Jesús, en el portal de Belén, hubo un cambio significativo en todas las cosas: el Hijo de Dios se hizo hombre para habitar con nosotros. Y es a partir de este trascendental fenómeno que nosotros hemos de calcularlo todo, es decir, Cristo Jesús ha venido para poner de un lado a las ovejas y del otro a los lobos; los tercos, testarudos y obstinados, los hombres y mujeres de dura cerviz.

“Donde hay amor, ahí está Dios; y donde está Dios, hay unidad. La división no viene de Dios, sino del Diablo.”

Durante mil años, fueron poco notorios los problemas que confrontó La Iglesia para desarrollarse muy ampliamente en lo que era el mundo conocido hasta entonces. No es, sino en el año 1054 d.C., a mediados del siglo XI, cuando se produce el primer conflicto y sobreviene la penosa división, el Cisma: Iglesia de Cristo, SÍ; Papa, NO. Por mil años, La Iglesia reconoce al Santo Padre como su cabeza visible, sucesor de Simón-Pedro, el Obispo de Roma. Ahora ya no. Una Iglesia con Obispos, Sacerdotes, Diáconos, religiosos, Sacramentos, Concilios ecuménicos, devoción a la Virgen María y a los santos, SÍ; Papa, NO.

En 1517 d.C., a principios del siglo XVI, quinientos años después, tuvimos un problema con Martín Lutero, la reforma protestante: Cristo, SÍ; Iglesia de Cristo, NO. La división más increíble confrontada por el cristianismo en su historia, en perjuicio de toda la humanidad, dada la magnitud del escándalo. Iglesia visible de Cristo, la que hemos tenido desde el principio, Papa, Obispos, Sacerdotes, Diáconos, religiosos, Sacramentos, Concilios ecuménicos y devoción a la Virgen María y a los santos, NO (Luteranos, 1521; Calvinistas, 1532; Menonitas, 1536; Anglicanos, 1538; Presbiterianos, 1560; Bautistas, 1611; y Metodistas, 1784).

“Una cosa es respeto y tolerancia a una opinión, y otra muy distinta es llegarse a pensar que todo se resume a lo mismo. El respeto, la tolerancia y el amor no tienen límites en nuestro corazón, abarcando desde el no creyente hasta el peor asesino. Y aún así, esto no quiere decir que todo es lo mismo. Amor hacia todos, pero al mismo tiempo plena fidelidad a Cristo y al Evangelio, hasta la muerte.”

Los peregrinos llegaron procedentes de Europa a tierra firma (Norteamérica) a mediados del siglo XVII, estableciéndose principalmente en la costa norte, desde donde se esparcen por todo el continente. A partir del 1800 d.C., los protestantes como nosotros los conocemos hoy, “made in USA”, evolucionaron hasta disgregarse en muchísimos grupos seudo-religiosos cuyo propósito consistió en propagarse por el mundo con un afán proselitista incontenible, bien financiados por el imperio, vía ONG’s y algunas fundaciones filantrópicas –en su mayoría judías-. Estos son: Mormones (1830); Adventistas (1863); Testigos de Jehová (1874); y la línea pentecostal, a partir de 1906, en California.

Cada iglesia rechaza de plano a la anterior (de la cual han surgido), los acusan de apostasía, considerándose cada cual como la única y verdadera iglesia, debidamente restaurada, en franca oposición a las demás, mostrando una actitud abiertamente sectaria. La invasión experimentada en Ibero América durante los últimos cien años, como forma de irrumpir y fracturar la hegemonía de La Iglesia católica en la región, está a la vista de todos. En apenas diez kilómetros a la redonda, en el polígono central de esta ciudad de Santo Domingo, podemos contar sin temor a equivocarnos unas doscientas iglesias distintas. No tengo palabras para expresar lo que siento.

Dios, SÍ; Cristo y su Iglesia, NO. Jesús de Nazaret, conocido como el Cristo, dicen ellos es un hombre, no Dios; lo ven como un sabio, un profeta, incluso hasta como un “médium” entre Dios (“energía”) y los hombres.

La Nueva Era y el Nuevo Orden Mundial [ver Dominus Iesus y La Nueva Era]: religiosidad, SÍ; Dios, NO. Actualmente se difunde por doquier un neo-paganismo sincrético muy bien articulado, nunca antes visto en toda la historia de la humanidad. Un “mix” de cristianismo adulterado, antiguas religiones paganas, religiones orientales, gnosis, astrología, hechicería, psicología, esoterismo, brujería, ocultismo, satanismo, ecologismo, indigenismo y medicina alternativa. Una especie de supermercado religioso en el que cada cual prepara su brebaje como mejor le parezca, desechando lo que no gusta. No existe un solo Dios, Creador y Salvador. Todo el universo es un organismo viviente, una energía, y todo lo que forma parte de este universo es Dios, Panteísmo.

Satanismo – Dios, NO; el enemigo de Dios, SÍ. A lo largo de la historia siempre ha habido grupos selectos de personas e individuos que han rendido culto a Lucifer. La novedad actual consiste en que ahora el fenómeno se está volviendo muy popular, se le ha perdido el miedo.

Hoy día da lo mismo ser que sentirse bien, y desgraciadamente la moda es sentirse bien, punto. Se ha perdido el sentido de la fidelidad , y por eso se cambia de parecer tan fácilmente, de un credo a otro como si nada, en un afán de buscar nuevas maneras de sentirse bien, pues eso es lo que cuenta, prestamos atención a lo que dice cualquier charlatán, los “vicentes” de nuestro tiempo.

Nosotros estamos planeando un viaje al Pico Duarte para Navidad. ¿Qué sería más conveniente: prepararnos adecuadamente para la escalada, o intentar reducir el tamaño de la montaña? Pues de eso se trata, definir correctamente un plan de acción para nosotros poder algún día alcanzar la vida eterna.

No es La Iglesia católica, heredera de una tradición bi-milenaria, la que ha tenido –con sus dogmas y doctrinas- que resaltar ninguna diferencia con las demás religiones, incluso cristianas, sino que más bien han sido nuestros hermanos separados todos quienes, con una cantidad de ideas y doctrinas adulteradas y edulcoradas, han querido confundir a los católicos para atraerlos hacia sí, para distanciarlos de La Iglesia.

Los problemas que confronta el ecumenismo, yo que soy apologeta, es que los demás credos pretenden que los católicos cambien primero de parecer, para entonces sentarse a la mesa a discutir las diferencias, eso que sabemos es correcto desde hace siglos.

Jesús de Nazaret no pudo equivocarse, y nosotros tampoco, al confiar en las manos de Simón-Pedro La Barca de La Iglesia. Lo que sucede es que, dentro de esta confusión tan grande en que se debate la humanidad hoy, lo último que se han planteado los genios del falso ecumenismo es querer presentarnos a un Cristo confuso, dando paso al relativismo, al neopaganismo, al Nuevo Orden Mundial y la Nueva Era.

Es mucho lo que se ha escrito sobre el verdadero y el falso ecumenismo [ver Unitatis Redintegratio] que ciertos elementos pretenden instaurar. Observe que desde los primeros días de este nuevo tiempo Episcopal que vivimos, bajo la guía y tutela de S.S. Benedicto XVI, han pronosticado tal o cual cambio, meras especulaciones que “los soberanos invisibles” han querido promover como buenas y válidas, como si algún extraño poder ejercieran sobre La Iglesia de Cristo. ¡Bah! Todo seguirá igual hasta el final, tal como ha sido por los últimos doscientos, quinientos, mil años, desde el principio; columna y fundamento de La Verdad. Por más que lo han intentado, no han podido doblegar la voluntad de este santo varón, de por sí debilitado por los años y la fatiga, poniendo en entredicho la fuerza que solo le viene de lo Alto, ungido como un búfalo para soportarlo todo en el nombre de Jesús.

No existe oposición alguna entre ecumenismo y apologética, más bien se complementan. Con los que se encuentran dispuestos a dialogar, dialogamos; y con los que están dispuestos a discutir, defendemos nuestra postura con sólidos argumentos históricos y bíblicos, con nuestro propio testimonio de vida. Estamos siempre preparados para dar razón de nuestra fe.

Jesús de Nazaret es completamente distinto de los demás fundadores de iglesias y religiones, ÉL es el Hijo de Dios, y no podrá nunca ser reducido al nivel de Buda, Sócrates o Confucio. Jesús de Nazaret es el puente entre el Cielo y la tierra, la luz de la verdad que se nos ha aparecido. Es una realidad del todo distinta.

“¡No tengáis miedo de Cristo! ÉL no quita nada y lo da todo. Quién se da a él, recibe el ciento por uno. Sí, abrid, abrid de par en par las puertas a Cristo, y encontraréis la verdadera vida.”

Quiero recomendarle un librillo que por alguna razón ha caído en mis manos: “las siete cabezas del terrorismo”, del Dr. Tirso Mejía Ricart. Digo yo que el hombre sabe lo que dice, pues ha descrito muy bien cómo se manejan estas cosas, del terrorismo, eso es. Pues haciendo eso también ha desvelado algunos misterios de la fe, de la iniquidad, del imperio de la muerte. Del 2002, por lo que presumo lo redactara en ocasión de las torres gemelas de Nueva York. No se lo pierda.

Deseándoles a todos en casa una feliz Navidad y un venturoso año nuevo, aprovecho para suscribirme a sus órdenes siempre.

Atentamente,

Mario R. Saviñón

Pd. “El cristianismo no es una filosofía complicada y envejecida con el pasar del tiempo; no es un amasijo inmenso de dogmas y preceptos. La fe cristiana consiste en ser tocados por Dios y ser sus testigos.”

Genuina vida cristiana

02 de Septiembre #2006
En honor a San Jerónimo (+ 420)

Dr.
Miguel Núñez
“Respuestas absolutas para un mundo relativo”
Iglesia Bautista Internacional en Dominicana
Vía correo electrónico
Ciudad,

Ref.: “Genuina vida cristiana estilo siglo XXI”

“Por último, se me apareció también a mí (Saulo de Tarso), que soy como el fruto de un aborto, el último de los Apóstoles, y ni siquiera merezco ser llamado Apóstol, ya que he perseguido a La Iglesia de Dios.” [1 Cor. XV, 8-9]

Distinguido Pastor Núñez:

“¿De qué le sirve a uno, hermano mío, decir que tiene fe, si no tiene obras? ¿Acaso esa fe puede salvarlo?… Lo mismo pasa con la fe: si no va acompañada de las obras, es estéril… está muerta… Uno tiene la fe y otro, las obras. A ese habría que responderle: Muéstrame, si puedes, tu fe sin las obras. Yo, en cambio, por medio de las obras, te demostraré mi fe. ¿Crees tú que hay un solo Dios? Haces bien. Los demonios también creen, y sin embargo, tiemblan… De la misma manera que un cuerpo sin alma está muerto, así está muerta la fe sin las obras.” [Stgo. II, 18-26]

Al saludarle cordialmente he querido escribirle a fin de compartir algunas ideas sobre un tema tan complicado como la vida cristiana, La Iglesia y el final de los tiempos.

Dicen los encuestados, respecto al tema de La Iglesia, y la importancia de congregarse, lo siguiente:

“El Señor habita en nuestros corazones… Aunque lea la Biblia, necesito de una persona que sepa más que yo y me enseñe… Alguien que enseñe más profundamente sobre el contenido de la Palabra de Dios…”

La doctrina del “libre albedrío” ciertamente que ha causado sus estragos en estos cinco siglos a nivel de toda la fe cristiana, esencialmente a los hermanos protestantes en su mayoría, al abrirse justo la brecha que el Diablo necesitaba para entrometerse en nuestros asuntos, promoviendo la mala interpretación de las Sagradas Escrituras, la confusión y el engaño. No menos cierto es el tremendo provecho que han sacado los terroristas de la religión del Nuevo Orden Mundial y la Nueva Era, para pescar tilapias en río revuelto: ya nadie tiene que ir a La Iglesia, pues la iglesia soy yo; lo que Dios quiere decirme me lo dice en privado, y yo lo interpreto como quiera. ¡Vaya usted a saber!

Si la Biblia fuese suficiente para que cualquier cristiano la entendiera, ¿de que han valido las enseñanzas de Agustín de Hipona, Tomás de Aquino, Domingo de Guzmán, Ignacio de Loyola, Pío de Pietrelcina, Josemaría Escrivá de Balaguer y Emiliano Tardif?

Con sobrada razón es que San Juan dice al final del Evangelio: “Jesús hizo también muchas otras cosas. Si se las relata detalladamente, pienso que no bastaría todo el mundo para contener los libros que se escribirían” [Jn. XXI, 25].

Que me perdone mi Señor, Jesús de Nazaret, pero ¿y qué de todas las experiencias vividas por los Apóstoles, los Padres de La Iglesia primitiva, tantos cristianos durante estos siglos en La Iglesia? Claro que han escrito bastante, muchísimo material valioso para nosotros poder entender muchas cosas que sucedieron en aquel momento que de lo contrario jamás entenderíamos. Basta ojear el Catecismo de La Iglesia católica para uno darse cuenta de toda la riqueza religiosa que contiene. Dos mil años de historia de vida cristiana.

Fíjese que nuestros hermanos musulmanes han prendido fuego a la biblioteca en Alejandría, que contenía una cantidad enorme de valiosísimos textos en todas las áreas del saber humano, que nos habrían ayudado a entender muchas cosas mejor que aún no entendemos.

“Totalmente estúpidos son los hombres que no han conocido a Dios, que por los bienes visibles no han descubierto al que existe, ni por la consideración de sus obras han reconocido al que las hizo.” [Sab. XIII, 1] Esto me recuerda por un momento a los miembros del Sanedrín Judío cuando rechazaron a Jesús, al mismo pueblo judío que hoy lo rechaza como el Mesías, el Salvador. Usted se imagina, los maestros de la ley, los conocedores de la Palabra de Dios comportándose de tal forma, ¿qué ha de suceder entre nosotros entonces?

“Si no se ve lo invisible de Dios en las cosas visibles, no es porque se carece de capacidad para verlas, sino porque se les ha ofuscado la mente mediante vanos razonamientos que encuentran su raíz en un corazón rebelde.” [Sab. XIII, 2] Y yo me pregunto: ¿no será este mismo corazón rebelde lo que precisamente habrá afectado a Lutero y compartes para insubordinarse de tal forma contra La Iglesia que los vio nacer? Pecadores somos todos de nacimiento. Si sucedió entonces, ¿qué pasará entre nosotros ahora?

La Srta. Llibre habló de la “comunión” con La Iglesia, y yo me pregunto: ¿qué significa el término “comunión” para ella, para usted, para los bautistas dominicanos? Porque la palabra “comunión” es una palabra muy amplia en esta vida, como para intentar limitarla a un grupúsculo, a unos cuantos millones, a una buena parte de la humanidad. Usted ha hablado de distintas confesiones protestantes, sin importar su doctrina y denominación, sabiendo perfectamente las contradicciones que les acusan, la inverosimilitud de muchas de sus creencias y el origen.

El capítulo sexto del Evangelio según San Juan ha sido dedicado al tema de la multiplicación de los panes, Jesús caminando sobre el agua, el discurso sobre el pan de vida y la profesión de Simón-Pedro de que Jesús es el Mesías. Jesús de Nazaret, sabiendo los problemas que confrontaría La Iglesia en siglos posteriores, ha dispuesto para que el discípulo amado lo contemplara de forma tan elocuente, diciendo:

“Pero hay entre ustedes algunos que no creen. En efecto, Jesús sabía desde el primer momento quiénes eran los que no creían y quién era el que lo iba a entregar. Y agregó: “Por eso les he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede”. Desde ese momento, muchos de sus discípulos se alejaron de él y dejaron de acompañarlo. Jesús preguntó entonces a los Doce: “¿También ustedes quieren irse?”. Simón Pedro le respondió: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Nosotros hemos creído y sabemos que eres el Santo de Dios”.” [Jn. VI, 60-66]

Un solo pasaje “evangélico” arroja suficiente luz sobre la problemática religiosa actual que hace preciso rumiarlo en “Lectio Divina” por horas, dialogarlo en la comunidad, reflexionar a solas, en fin, discutirlo con los viejos en La Iglesia para que nos enseñen algo más sobre ello.

Tres breves consideraciones en este sentido. Primero, Jesús sabe perfectamente que entre nosotros hay muchos que dicen creer en ÉL y no actúan como ÉL, y es por esta razón que San Juan también habla sobre el anti-cristo en una de sus cartas, aquel que estuvo entre nosotros y se marchó, demostrando que nunca había sido de los nuestros.

Ser cristianos en este tiempo se ha convertido en algo tan difícil que yo solamente pido a Dios continuamente no nos desampare, ni de noche ni de día. Son tantas las pruebas a las que estamos siendo sometidos hoy, que un segundo de infidelidad produce el pecado de muerte que nos aparatará de Dios para siempre. Recuerde que justamente esto ha sido el gran tormento de Mahoma, y luego de Lutero, lo cual llevó a ambos a abrazar sus propias doctrinas para justificarse, sentirse cómodos con cuanto estaban haciendo.

En segundo lugar, el evangelista amado pone en boca de Jesús una expresión un tanto confusa: “nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede”. Más adelante, en el capítulo XIV, v. 6, Jesús mismo afirma ser “el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre, sino por mí”. Nadie va a ÉL sin autorización del Padre, y nadie va al Padre sin autorización de ÉL. A mi humilde entender esto lo que significa es que ambos están puestos de acuerdo, de forma que nadie puede venir y decir que este dijo aquello, y aquel dijo lo otro, pues ELLOS no se contradicen, no se desautorizan, no se oponen entre sí. Sabiendo ELLOS todo acercad e todo desde la eternidad, la certeza de sus afirmaciones es Palabra de Dios, y como tal hemos nosotros de tomarla. Por eso me agradan tanto nuestros hermanos musulmanes, pues aunque no sean del todo ciertas las palabras del Corán, confían en ella de tal forma que son capaces de dar la vida por lo que esta dice y enseña.

“Sola Escritura, sola gracia, sola fe, solo Cristo y solo a Dios la gloria”, base y fundamento de toda la doctrina protestante, ha sido sujeto de amplio estudio desde los primeros días de la reforma, hace quinientos años, contando con estudios dignos de amplia discusión y análisis. De hecho, este mismo sábado ha publicado Mons. Arnaiz un escrito en el Listín, fenomenal, sobre “los hermanos de Jesús”. Le recomiendo leerlo con calma, estudiarlo con sus discípulos, ya que en ese hombre de Dios no hay mentira en su boca.

¿Ha leído alguna vez la SUMA TEOLÓGICA de Tomás de Aquino? ¿Ha leído LAS CONFESIONES de Agustín? A mí me han hecho mucho bien, se las recomiendo.

Sobre aquello de ser un “cristiano bíblico”, creo que puedo sugerirle a dos, San Jerónimo y San Pío de Pietrelcina. Cuando pueda léase alguna reseña sobre sus vidas para que vea lo que es coger lucha en esta corta vida –y no en la otra- como verdaderos cristianos, discípulos del Señor.

Sin otro particular por el momento, aprovecho la oportunidad para suscribirme a sus órdenes siempre.

Atentamente,

Mario R. Saviñón

Pd. Anexo esta nota aparecida en Zenit.

La invasión de las sectas interpela a la Iglesia en Panamá, Según explica el obispo de Colón.

KÖNIGSTEIN, domingo, 1 octubre 2006 (ZENIT.org).-La invasión de las sectas se ha convertido también en Panamá en un desafío para la Iglesia católica. Monseñor Aguilar, obispo de Colón, en su reciente visita a la sede internacional de «Ayuda a la Iglesia Necesitada» (AIN), confirmó: «En el área de una de nuestras parroquias hay 22 templos de diferentes sectas».

Exorcismo: «Cállate y sal»

Por Antonio Orozco

Muchos y buenos comentarios tenemos sobre el evangelio de este domingo (Mc. I, 21-28), IV del Tiempo Ordinario. Por lo que he podido ver, pocos se interesan por un detalle que, por supuesto, puede pasarse por alto en una homilía o comentario litúrgico. Antes de indicarlo, haré una breve exposición de la escena.

Jesús ha comenzado su tarea de anunciar el Reino de Dios. Va a Cafarnaúm, y en la sinagoga toma la palabra. Los asistentes quedan asombrados de su doctrina «porque no enseñaba como los escribas, sino con autoridad» (v.22).

Inmediatamente, Marcos nos muestra que esa autoridad va acompañada de un poder extraordinario, el de expulsar demonios; exorcismo. Endemoniados ha habido y los hay. No siempre, por cierto, la culpa es del paciente. Que satanás existe y tiene poder en el mundo es un hecho que además de revelado en las Escrituras es evidente en todos los crímenes inhumanos que hacemos los humanos.

Pero el poder de los demonios es nada ante el imperio del Creador. Jesús, ha venido a librarnos de ellos, entre otras grandes cosas. El Salvador ha llegado. Sin rodeos, increpa al demonio de nuestra historia: «Cállate y sal de él». Es una expresión propia de Dios, lo cual ya nos sugiere la profundidad del Yo de Cristo, de donde procede su poder. Al imperio del Señor, el demonio ha de rendirse y salir zumbando. Pero he aquí el detalle: al tiempo de salir, muestra su rabia incontenible agitando violentamente al paciente (cfr. v 26). La agitación convulsiva y los gritos son, como anota el P. Lagrange, el último efecto de la malicia vencida.

Agitar, convulsionar, perturbar con violencia, son verbos transitivos que responden a la acción diabólica. En la primera traducción castellana que leí ayer, el verbo utilizado es retorcer. No es la mejor. Me ha venido a la imaginación la imagen de un desalmado retorciendo el brazo o la pierna de un ser débil e indefenso con el afán de humillar y destruir. Es algo diabólico. Se causa no solo en el cuerpo físico sino también en la mente, cuando el paciente es retorcido en sus juicios, ya sea porque alguna fuerza diabólica lo posee, ya sea porque él mismo retuerce argumentos para ocultar la verdad de la cosas, justificar lo injustificable y torcer la dirección natural del yo al tú, para curvarse sobre sí mismo y encapsularse dentro de sí, como una mónada. Esta falsa autosuficiencia tiene también sello diabólico. Perturba a la persona, a la familia, a la sociedad. El hombre ha de reconocer la Verdad que le llega de arriba. Debe dejarse salvar. El día del Bautismo renunciamos a satanás.

Un día, el último día, tendrá lugar lo que llamamos la Segunda venida de Cristo Jesús. Entonces, toda la sofística, en el sentido peyorativo del término, quedará en evidencia y habrá de hacer mutis por el foro ante el imperio de una voz incontestable: ¡Cállate!

Por esta razón tan cierta, los primeros cristianos y los de todos los siglos, recuerda el papa Benedicto XVI en su gran Encíclica Spe salvi, la fe en el Juicio final, no es un motivo de temor, sino de esperanza gozosa. Y la Iglesia reza: ¡Ven, Señor Jesús! Más aún, podemos añadir: no tardes, no esperes al fin del mundo; ven con tu Verdad a disolver mentiras. Defiéndenos del «padre de la mentira».

Tan bueno es que Dios sea infinitamente misericordioso como que sea infinitamente justo. Como Dios es Amor y Sabiduría, en ello no hay dificultad.