Si nos preguntásemos cuál es el sentido de nuestra vida, no sería una mala contestación el responder: amar y ser amados. Pero para ello necesitamos ser personas libres.
Ser libre es una de las grandes tareas o la gran tarea de la vida. Mi cuerpo el órgano de mi libertad, y tenemos una libertad limitada, pero real y suficiente. Ser libre significa ser capaz de orientar y dirigir nuestra vida como nos parece mejor, aplicando nuestras fuerzas a una auténtica tarea, donde intervienen mi responsabilidad y mis valores religiosos y morales, pues no consiste en hacer lo que me dé la gana, sino en llegar a lograr mandar en mi mismo y en mis instintos, lo que supone la práctica de las virtudes, así como la capacidad de sacrificarme. Mi libertad sólo tiene valor positivo si sé utilizarla para buscar la verdad, hacer el bien y evitar el mal, pues así es como voy a conseguir el paso a una mayor madurez y a mi realización personal. Con la ola de sexualidad que nos invade, bastantes consideran que la masturbación no sólo no tiene importancia, sino que incluso que es algo positivo, como válvula de escape, conocimiento de sí mismo y de mi cuerpo y expresión de la sexualidad. Detrás de ello están las concepciones hedonistas que consideran que el fin de la sexualidad es el mero placer y una sociedad muy permisiva en lo referente a ella. Pero otros muchos, incluso no creyentes, por ejemplo Lenin, opinan que la incontinencia en la vida sexual es un signo de degeneración y que el dominio de sí mismo y la autodisciplina no significan esclavitud; sino que ambos son necesarios para el amor. Como ya dijimos en el artículo anterior su causa fundamental es no tener bien resuelto el problema afectivo. Quien logra resolverlo p. ej. el joven que está enamorado y respeta a su comparte, ha solucionado o está en vías de solucionar su problema. También ayuda, aparte de los medios sobrenaturales, el no obsesionarse con ella, sino salir de sí mismo por el trabajo, deporte y entrega hacia los demás Y es que en la masturbación falta la apertura de la sexualidad al amor. El acto masturbatorio no es evolutivo, sino regresivo, pues convertido en actitud permanente, puede hacer peligrar el positivo desarrollo de la personalidad, puesto que supone un ejercicio de la sexualidad en sentido distinto al que sería el desarrollo normal de la persona.
La actuación sexual genital es acto social, no pudiéndose vivir en toda su riqueza en forma solitaria, como lo prueba el tabú del incesto, que obliga a buscar el socio sexual fuera del ámbito familiar, y convierte así la sexualidad en poderoso motivo de relación. La masturbación hace que la sexualidad, que debe estar al servicio del amor y de la comunicación entre personas, se dirija al propio sujeto, encerrándole en sí mismo, reforzando su egoísmo, debilitando su fuerza de voluntad y dominio de sí, y dificultando el paso a una mayor apertura y madurez.
Si el joven se masturba frecuentemente, disminuye su incentivo para salir al exterior, pues descarga la tensión que le impulsa a superar sus miedos e inseguridades, tanto en la confrontación con los de su sexo como sobre todo con los del sexo contrario. La masturbación se presenta principalmente en períodos de aburrimiento, descontento y depresión. Se le hace más difícil salir de sí mismo y superar su egoísmo.
En suma, la masturbación habitual y frecuente restringe la capacidad de socialización, manteniendo al joven en su narcisismo y en la permanente inmadurez que va a afectar todas las áreas de su vida: pensamiento, criterios, formación de opiniones, falta de fuerza de voluntad, etc. Por ello cuando se la desea conscientemente y uno se apega a ella, la masturbación es un comportamiento moralmente equivocado que nos esclaviza, habituándonos a una sexualidad inmediata y egoísta que dificulta el dominio de los impulsos, así como nuestra maduración personal y la vida espiritual. El muchacho que tiene que luchar con la masturbación debe comprender que ha de superar ese estadio si quiere que su sexualidad evolucione y no siga siendo infantil.
En los adultos y muy especialmente en las personas casadas, la masturbación hay que considerarla en función de su frecuencia: cuando es pasajera puede significar que, frente a dificultades que van unidas a determinadas pruebas, la persona no consigue fácilmente restablecer el equilibrio y se otorga compensaciones. En ocasiones puede ser debida simplemente a que las circunstancias externas (enfermedad, soledad, lejanía de la pareja) no permiten relaciones sexuales. Cuando es habitual, puede constituir un síntoma de que experimenta dificultades para comunicarse y más concretamente de que sufre alguna incapacidad para establecer relaciones a consecuencia de bloqueos psicológicos, es decir puede ser expresión de una cierta patología psíquica.
Por ello su persistencia en la edad madura es signo de inmadurez en el desarrollo personal, de egocentrismo y de dificultades relacionales, o bien de compensación a frustraciones. Como autosatisfacción, no concuerda con el objetivo de una sexualidad madura. La masturbación esclaviza y pone en riesgo parte, al menos, de nuestra libertad. Pero recordemos que siempre sigue existiendo la posibilidad de mantener un cierto dominio de sí y de recuperar nuestra libertad.
Otro artículo relacionado: Infocatólica