Leía recientemente que debemos adaptarnos a los nuevos tiempos e ir acostumbrándonos a vivir lo que es normal en países “civilizados”. Desde las películas de Disney que iniciaron en 1937 con Blancanieves su primera película animada hasta la de Hansel y Gretel que han sido adaptadas ahora para un mercado infantil y adulto con desenlaces absurdos.
Por ejemplo, Hansel y Gretel ahora son cazadores de brujas con armas modernas. Es de suponer que los cuentos infantiles deben proporcionar a los niños valiosas lecciones sobre la vida y cultivar valores morales, lo que no ocurre actualmente. La empresa Disney ha realizado cambios perniciosos en su industria cinematográfica, promocionando la homosexualidad y otros antivalores, es el lado oscuro y perverso de esta empresa.
República Dominicana no escapa a este atentado contra las buenas costumbres. Tenemos un caso actual de imposición de prácticas que son contrarias a nuestras tradiciones y costumbres que están ligadas directamente al mundo diplomático. Esta “contribución” como eufemísticamente se le denomina, se dice ayudará a que nos modernicemos.
No es así. Existe una diferencia bien notoria entre sexualidad y genitalidad. De mi parte, doy gracias a Dios cada día, de no ostentar un “cargo” o una posición que requiera que sacrifique mis creencias cristianas para atender a compromisos sociales, que en nada contribuyen a mi formación y crecimiento espiritual como persona. Dudo mucho que me preste a participar en una fiesta a la que no tengo nada que buscar y mucho menos apoyar con mi presencia.
Muchas veces la pedagogía del silencio es una herramienta poderosa para enfrentar a un sistema corrupto que quiere imponer su sello con una doble moral siempre cuestionable.