No se habla. Se escribe poco, y mal estudiado, sobre el aumento del número de suicidios entre jóvenes y adolescentes. Es un hecho mundial y nuestro país no escapa a esta desgracia. Que se den como causas para nuestro país, la pasada guerra, los terremotos o la violencia social, me parece muy equivocado.
Yo pasé mi niñez en el Madrid "rojo" durante la guerra civil española, mucho más violenta y sangrienta que la de El Salvador. Los bombardeos --muchas veces nocturnos-- eran casi diarios. El odio antirreligioso se cebó en la quema de casi todas las iglesias y conventos. El "deporte" favorito de comunistas, socialistas y anarquistas era la captura y muerte de sacerdotes, frailes y monjas, pero podía extenderse también a cualquier persona que sufriera la acusación, aun sin fundamento, de "fascista". El hambre era el pan de cada día. Pero jamás oí hablar de jóvenes que se hubieran suicidado en ese ambiente terrible. No me extraña. Cuando la vida puede perderse en cualquier momento, surge con fuerza el instinto de sobrevivir, sea como sea, superando todos los inconvenientes.
El psiquiatra judío Viktor Frankl, que sobrevivió a su encarcelamiento en Auschwitz, el campo de exterminio nazi, dijo muy bien que se puede vivir y superar cualquier tipo de vida, por mala que sea, si existe una razón para vivir. Lo dijo y lo aplicó como terapia a muchos de sus compañeros de prisión, evitando que se suicidaran, haciéndoles descubrir alguna actividad ilusionante, propia y distinta en cada uno, y una esperanza de volver a encontrar a alguno de sus seres queridos si al final salían vivos de aquel horrible lugar.
Y creo que ahí está la clave. Se siguen dando y aumentando los suicidios en gente cada vez más joven pero también en países y estratos sociales muy acomodados. Y es que muchos adolescentes y jóvenes de ventipocos años, pobres o ricos, se suicidan cuando no encuentran ninguna razón suficiente para seguir viviendo.
No descarto que puedan cooperar otros motivos --abuso sexual, acoso escolar (bullying,), desengaño amoroso, etc.--, pero el factor esencial, determinante, es la desorientación, aburrimiento, soledad y vacío interior, de tantas vidas que no saben para qué vivir.
Es bueno respetar la ecología, pero la más importante de ellas es la ecología humana y esa hoy está siendo atacada desde todos los puntos.
Todos necesitamos para crecer y desarrollarnos, humana y moralmente, un padre, una madre y un hogar. No sirve un progenitor A y otro progenitor B. Peor si A y B son del mismo sexo. -No lo oculten, no mientan. Ya está estudiado. Eso es falso, perjudicial para cualquier niño o niña. Además los niños necesitan ver que sus padres se quieren entre sí y que le quieren a él y a sus otros hermanos. Después necesitan unas reglas de conducta claras, exigentes y positivas, con las matizaciones pertinentes entre las del amor maternal y las que pone el padre, despertando nobles ambiciones de superación. Y en el momento actual, todo ello requiere --como dijo el papa Francisco-- ir a contracorriente, ese "deporte moral" de rechazar la cultura vacía de lo provisional, que es la que trata de inculcarnos, a cualquier precio, la cultura de la muerte y su empresa millonaria mundial.
El gobierno actual es incompetente para fomentar la buena ecología humana. Ni dan ejemplo, ni dan doctrina. Está vendido a la cultura de la muerte y a su nefasta "salud sexual y reproductiva". Y después, encima, tienen la desfachatez de lamentarse de que aumenten las niñas de 12 a 14 años que quedan embarazadas o de que más adolescentes entren a las maras o se suiciden. Recogen los frutos que sembraron. No deben extrañarse de que aumenten los jóvenes suicidas porque están inmersos en un ambiente que, en el mejor de los casos, es de diversiones de pura frivolidad y en el peor, de violencia, drogas, corrupción y vacío interior.
*Dr. en Medicina.