La actualidad nacional, e internacional, es sin duda la crisis económica. Corren por los medios multitud de informes, de análisis, de previsiones... No parece que la solución dependa de solo los políticos. Hay que buscar las causas, los motivos de fondo que nos han abocado a una situación preocupante. Y los analistas serios coinciden en afirmar que el desencadenante de esta situación ha sido el egoísmo absoluto que venimos padeciendo en nuestra sociedad, hasta el punto de haber degenerado en una enfermedad crónica no fácil de vencer.
Durante unos años, que llamamos de bonanza, el dinero ha corrido por nuestras manos y nuestro bolsillos. Se ha gastado con mucha alegría, nos hemos hipotecado hasta las cejas por que había necesidad, o prisa por disfrutar. Hemos jugado con las tarjetas de crédito como si fueran naipes. Nuestras casas debían estar perfectamente equipadas antes de adquirir otros compromisos, llámese matrimonio, por ejemplo. El coche debía ser el más llamativo. Uso y abuso a tope de toda clase de artilugios electrónicos: ordenadores de última generación, televisores de plasma para ver bien el fútbol y la novela, teléfonos móviles en función permanente como si nos regalaran la llamada, buen tabaco, buenos aperitivos, comidas a la carta, viajes de placer, caprichos que no falten... Hemos llevado una vida de nuevos ricos, sin control, al día. En muchos sectores sociales ha tenido entrada el dinero fácil, el abuso, la explotación. Esto parecía jauja.
Los indicadores estaban en rojo hace tiempo, pero no los hemos visto, o tal vez nos lo hemos tomado a chirigota. Y la bomba ha estallado. La economía tiene sus reglas, como la química y la física, y si forzamos la situación el globo explota, el barco se hunde, la salud se resquebraja.
Un experto en la materia, el profesor Min, que ya predijo años atrás esta crisis, ha vaticinado en unas declaraciones que lo que estamos padeciendo no es la crisis, sino la pre-crisis. La auténtica crisis llegará en el 2010, y hasta el 2018 la vamos a tener como compañera. Alguien decía: “Si te aseguran que pronto veremos la luz en el túnel, apártate que será la locomotora que nos trae la verdadera crisis”. Es una triste realidad, y algunos la van a sufrir de un modo bastante cruento.
Y, ¿cuál es la causa? El `profesor Min rotundamente afirma que la causa de este estropicio social es el egoísmo absoluto. Cada uno ha ido a lo suyo, sin pensar en nadie más, y ha llegado un momento que este egoísmo salvaje nos está destruyendo como personas y como sociedad. La humanidad está experimentando en este tiempo un cambio profundo. En la G 20 se ha de fundar un nuevo modelo de sociedad. Se habla de la re-fundación de un capitalismo de rostro humano, donde cuente más lo colectivo que lo puramente subjetivo. En definitiva se trata, aunque muchos no lo quieran admitir, de aplicar por fin la doctrina social de la Iglesia. Bueno sería que se empezase a conocer ya que encierra en sus entrañas la auténtica solución a nuestros problemas. El ser humano tiene que recuperar su auténtico rostro de persona, con toda su dignidad. ¿Qué nos quedaría si, aparte de no respetarse la vida humana en todos sus estadios, este disparate ideológico diera lugar a no asegurar el pan de cada día para todos? Algunos se desesperan ante panorama tan sombrío. Pero nos debe quedar la esperanza de que, como el ave fénix, podamos remontar el vuelo desde la cenizas de un mundo viejo que se acaba, para dar vía libre a las nuevas cosas.