Las señales


Por Luis García Dubus

"Un hombre está pa­ra­do frente a un letrero en una iglesia. El letrero dice: “Cristo está vivo”. Aparece un sacerdote. El hombre le pregunta:

- “¿Fue usted quien puso ese letrero?”

- “Sí”, responde el sacerdote.

- “Entonces”, dice el hombre, “¿Usted afirma que Cristo está vivo?”

- “En efecto”, vuelve a responder el sacerdote.

- “Pues…, ¡enséñe­melo!” dice entonces el hombre.

No sé qué respondió el sacerdote. ¿Qué le hu­biera respondido us­ted…?

Dice el P. Miguel Marte, bendito joven dominicano que escribe en este Semanario Ca­mi­no, que a Cristo vivo y actuante hoy se le ve en la forma de condu­cirse de los que se han dejado convertir por Él.

Conozco el caso de un Ingeniero muy respe­table que, ante la injustificada agresión iracunda de un vecino, conservó la paz y respondió con el silencio.

Esto no es lógico. No es lo humanamente na­tural. Es el efecto de Al­guien que vive en el in­te­rior de ese Ingeniero.

Conozco otro caso de un padre, que fue in­justa y gravísimamente insultado por un hijo. Poco después ese hijo se vio envuelto en una gran necesidad, y el padre lo llamó, tuvo compasión de él, y le entregó sus ahorros.

Esto no es lógico humanamente hablando. Es el efecto de Al­guien que vive en el interior de ese padre.

Hoy tenemos un Papa que no ha tenido nunca carro propio, que vivía como Cardenal en un humilde apartamento, que se cocinaba su propia cena, que se ha puesto el nombre de Francisco, con la actitud de dirigir “una Iglesia pobre para los pobres”, que está rompiendo moldes y mezclándose entre la gente abrazándoles. Esto no es lógico humanamente hablando.

Es el efecto de Alguien que vive en su interior.

¿Puede todo el mun­do ver esto…? Lamen­tablemente no. Hay personas que “tienen ojos y no ven, oídos y no oyen”. Los bienes de este mundo los han inundado, dejándoles ciegos y sordos. ¡Qué peligro tan grande es tener muchos bienes!

En el evangelio de hoy, aparecen dos hombres corriendo hacia una tumba.

Dice el evangelio que encontraron la tumba abierta y entraron. Pero no vieron el cuerpo que habían sepultado allí tres días antes. Sólo vieron la ropa que tenía puesta, alguna en el suelo y la otra cuidado­samente enrollada aparte. Y al ver aquello, creyeron. No habían visto al Señor, pero cre­yeron.

Creyeron porque vie­ron señales. Y a través de esas señales, recibieron la fe. Es como quien ve humo y dice: hay un fuego. No ha visto el fuego, pero sabe que lo hay.

Las señales de hoy son las personas que, como el señor Inge­niero, el padre y el Papa de los ejemplos que hemos dado, están de­mostrando estar habitados por Alguien que vive y actúa desde su interior, conduciendo sus vidas hacia un fu­turo de dicha inima­gi­nable.

Por eso afirma el P. Marte: “El amor nos levanta de nuestros sepulcros y nos empuja a una vida transformada ya no sujeta a limitacio­nes humanas, sino bañada de plenitud divina… A través de ella Dios deja ver que la última palabra no la tiene la muerte, sino la vida que se da”.

¿CÓMO SE LOGRA TENER MÁS FE?

Bajar la cabeza humana, llena de cosas pasajeras, y pedir a Dios ver las señales de vida del Señor resucitado. No conozco otra forma más práctica que ésta.