"Se veía venir…"

Por P. Robert Brisman

Se veía venir, a raíz del anuncio de la renuncia del Papa al ministerio petrino, los comentarios y análisis de muchos "expertos en asuntos de la Iglesia". Pero la verdad es que cuando uno lee o escucha sus argumentos, nos damos cuenta de que no tienen ni el más mínimo fundamento de conocer cómo funciona la Iglesia y cuál es su misión aquí en la tierra. Si por un lado se alaba la actitud del Papa de reconocer que ya no tiene las suficientes fuerzas físicas y espirituales para seguir al frente de la Iglesia Católica, por el otro lado, se aprovecha la ocasión para enrostrarle los pecados o errores de la Iglesia y pedir así que se avoque al tan esperado y deseado cambio que ameritan estos tiempos. Hay que recordar que con Juan Pablo II fueron muchas las voces que le pedían que presentara la renuncia al papado, aduciendo su debilitamiento físico por su enfermedad del párkinson y el mismo Juan Pablo II llego a decir que "la Iglesia no se gobierna con los pies sino con la cabeza". Ahora, este Papa actual anuncia su renuncia y también es criticado.

Contra la Iglesia juegan hoy varios intereses. Hay políticos y periodistas que quieren destruir la credibilidad de la Iglesia, abogados que se proponen causar daños financieros al Vaticano, laicos anticatólicos que no pierden la ocasión para culpar a la Iglesia, y católicos que persiguen la revolución nunca antes realizada: fin del celibato, ordenación sacerdotal de las mujeres, disminución de la autoridad episcopal, matrimonio eclesiástico de los homosexuales, aprobación del aborto, etc. El Papa Benedicto XVI ha incomodado a muchos y por diversos motivos. Sobre todo por dos: porque dice que existe una verdad, y ésta desenmascara el relativismo que este Papa ha denunciado como la "dictadura del relativismo"; y segundo, porque hace un llamado a la justicia social.

El cardenal Carlo María Martini, al responder a la inquietud de un joven acerca de los abusos sexuales por parte de sacerdotes, dijo: "es verdad que quien sea hostil a la Iglesia católica (no simplemente comunista o laicista) se alegre quizá de esta concentración, que humilla a todo el clero y no se ocupa del hecho de que la mayoría de los casos de abuso sexual y de pedofilia se da en el ámbito de la familia, es decir, allí donde están los primeros educadores del niño" (pensemos en el caso actual de la niña de 11 años que fue violada y embarazada por un cuñado).

Estos "expertos en temas eclesiales", exigen que la Iglesia se adapte a los nuevos tiempos o a las exigencias del mundo. Pero no saben ellos ni por asomo en sus mentes, que la Iglesia "está" en el mundo pero no es del mundo. No es el mundo el que tiene que cambiar o transformar al evangelio ni a la Iglesia; es el evangelio, y la Iglesia como parte de éste, que tienen que cambiar al mundo. Hay que preguntarnos qué ha pasado con las otras instituciones religiosas que se han adaptado a las exigencias o criterios del mundo. Ciertamente que no les ha ido muy bien. Se le acusa a la Iglesia que es una institución atrasada, si es así, entonces cómo explicar el que miles de feligreses, sacerdotes y obispos católicos anglicanos estén pasado a la plena comunión con la Iglesia católica, reconociendo el primado del obispo de Roma? Esos acontecimientos no los mencionan y más bien se hacen de la vista gorda porque saben que ponen en entre dicho sus argumentos.

Con todo esto, da la impresión de que existe una "iglesia buena" y otra "iglesia mala". La primera desvinculada de la jerarquía eclesiástica, compuesta de excelentes sacerdotes y laicos que trabajan en las calles y entre los pobres; y la segunda, llena de hipocresía y de negocios sucios, representada por las jerarquías. Esto es falso. La Iglesia es UNA. Ciertamente desigual, incluso contradictoria, pero UNA, y comprometida desde hace siglos en profesar su ÚNICA FE. Pero es precisamente esta unidad, representada por el Papa, la que molesta y la que algunos quisieran poner en tela de juicio. Se cree en Dios sin sentirse parte de una Iglesia; se dice que se cree, pero no se advierte la necesidad de seguir los dictámenes indicados por la institución eclesiástica.

Sólo en la comunión de la Iglesia construida sobre la sucesión de los apóstoles se renueva también la obediencia a la palabra de Dios. No podemos construir el "yo del cristiano" en oposición a la Iglesia, ya que esto sería una seria amenaza. Muchos ven a la Iglesia como un camino paralelo a Jesucristo para llegar a Dios Padre. Eso es falso. La Iglesia "es" por Jesucristo, no al revés. La Iglesia es el cuerpo de Cristo y Cristo su cabeza. El cuerpo no puede ser sin la cabeza y la cabeza no puede ser sin el cuerpo. Cristo es el que guía a su familia, que es la Iglesia, y lo hace en su cabeza visible aquí en la tierra por medio del sucesor del apóstol Pedro, que es su pastor universal y con él los demás pastores (los obispos), que son los sucesores de los apóstoles.