La Iglesia católica es mariana

Por Javier Sánchez Martínez

La Iglesia es mariana.

Sí. Pero, ¿qué queremos decir con ello? Hemos de situarnos en el plano de la catequesis que nos forma y de la teología que reflexiona. Por ello quitemos el devocionalismo de pensar que la afirmación "la Iglesia es mariana" significa que ante todo hay que potenciar el culto mariano (que es necesario, claro, sin los excesos de equiparar a María con Cristo).

La Iglesia es mariana porque la Virgen María es la mejor prefiguración, imagen y tipo de la Iglesia. 

Lo que ocurrió en María es lo que ocurre en la Iglesia; la perfección y santidad de María es la perfección y santidad que la Iglesia está llamada a alcanzar. 

Las relaciones entre la Virgen María y la Iglesia son estrechísimas, y cuanto más mire e imite a María, la Iglesia será más santa y por tanto, como María, será Virgen, Esposa y Madre.

Demos algunos pasos. 

El primer paso, la Tradición. La patrística, con su aguda percepción del Misterio, proclamaba la mutua relación entre la Virgen y la Iglesia: 

"Cristo es, pues, uno, formando un todo la cabeza y el cuerpo: uno nacido del único Dios en los cielos y de una única madre en la tierra; muchos hijos, a la vez que un solo Hijo.

"Pues así como la cabeza y los miembros son un hijo a la vez que muchos hijos, asimismo María y la Iglesia son una madre y varias madres; una virgen y muchas vírgenes.

"Ambas son madres, y ambas vírgenes; ambas concibieron sin voluptuosidad por obra del mismo Espíritu ambas dieron a luz sin pecado la descendencia de Dios Padre. María, sin pecado alguno, dio a luz la cabeza del cuerpo; la Iglesia, por la remisión de los pecados dio a luz el cuerpo de la cabeza. Ambas son la madre de Cristo, pero ninguna de ellas dio a luz al Cristo total sin la otra.

"Por todo ello, en las Escrituras divinamente inspiradas se entiende con razón como dicho en singular de la virgen María lo que en términos universales se dice de la virgen madre Iglesia, y se entiende como dicho de la virgen madre Iglesia en general lo que en especial se dice de la virgen madre María; y lo mismo si se habla de una de ellas que de la otra, lo dicho se entiende casi indiferente y comúnmente como dicho de las dos" (Isaac de la Estrella, sermón 51).

El Misterio de la Virgen Madre desvela el misterio de la Iglesia misma; aquello que la Virgen es en plenitud, eso será la Iglesia aún peregrina. Son palabras de Juan Pablo II recogiendo la enseñanza de la Lumen Gentium del Vaticano II:

"Un reflejo de la misma analogía —y de la misma verdad— lo hallamos en la Constitución dogmática sobre la Iglesia. María es la «figura» de la Iglesia: «Pues en el misterio de la Iglesia, que con razón es llamada también madre y virgen, precedió la Santísima Virgen, presentándose de forma eminente y singular como modelo tanto de la virgen como de la madre (...) Engendró en la tierra al mismo Hijo del Padre (...) a quien Dios constituyó primogénito entre muchos hermanos (cf. Rom 8, 29), esto es, los fieles, a cuya generación y educación coopera con amor materno». «La Iglesia, contemplando su profunda santidad e imitando su caridad y cumpliendo fielmente la voluntad del Padre, se hace también madre mediante la palabra de Dios aceptada con fidelidad, pues por la predicación y el bautismo engendra a una vida nueva e inmortal a los hijos concebidos por obra del Espíritu Santo y nacidos de Dios». Se trata de la maternidad «según el espíritu» en relación con los hijos y las hijas del género humano. Y tal maternidad —como ya se ha dicho— es también la «parte» de la mujer en la virginidad. La Iglesia «es igualmente virgen, que guarda pura e íntegramente la fe prometida al Esposo». Esto se realiza plenamente en María. La Iglesia, por consiguiente, «a imitación de la Madre de su Señor, por la virtud del Espíritu Santo, conserva virginalmente una fe íntegra, una esperanza sólida y una caridad sincera» (Mulieris dignitatem, 22)".

De aquí -de estas relaciones teológicas- se deduce que en la Iglesia se dan y coexisten dos principios sustanciales: la Iglesia es mariana y la Iglesia es petrina, pero la dimensión mariana es más excelente y superior. Juan Pablo II recoge tanto los términos como el contenido de un gran teólogo (Von Balthasar) al que cita incluso en nota a pie de página (y no obstante algunos se dedican en blogs y foros a decir que este gran teólogo es medio hereje o modernista: ¿y sin embargo el Magisterio lo cita y se apoya en su reflexión?).

Decía el Papa:

"Esto tiene una importancia fundamental para entender la Iglesia misma en su esencia, evitando trasladar a la Iglesia —incluso en su ser una «institución» compuesta por hombres y mujeres insertos en la historia— criterios de comprensión y de juicio que no afecten a su naturaleza. Aunque la Iglesia posee una estructura «jerárquica», sin embargo esta estructura está ordenada totalmente a la santidad de los miembros del Cuerpo místico de Cristo. La santidad, por otra parte, se mide según el «gran misterio», en el que la Esposa responde con el don del amor al don del Esposo, y lo hace «en el Espíritu Santo», porque «el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado» (Rom 5, 5). El Concilio Vaticano II, confirmando la enseñanza de toda la tradición, ha recordado que en la jerarquía de la santidad precisamente la «mujer», María de Nazaret, es «figura» de la Iglesia. Ella «precede» a todos en el camino de la santidad; en su persona la «Iglesia ha alcanzado ya la perfección con la que existe inmaculada y sin mancha» (cf. Ef 5, 27). En este sentido se puede decir que la Iglesia es, a la vez, «mariana» y «apostólico-petrina».(55)" (Mulieris dignitatem, 27).

Más importante de lo que parece a primera vista es la nota 55, citando a Von Balthasar. Allí el Papa escribe:

"Este perfil mariano es igualmente  -si no lo es mucho más- fundamental y característico para la Iglesia que el perfil apostólico y petrino, al que está profundamente unido... La dimensión mariana de la Iglesia antecede a la petrina, aunque esté estrechamente unida a ella y sea complementaria. María, la Inmaculada, precede, a cualquier otro, y obviamente al mismo Pedro y a los apóstoles, no sólo porque Pedro y los apóstoles, proviniendo d ela masa del género humano que nace bajo el pecado, forman parte de la Iglesia, "sancta ex peccatoribus", sino también porque su triple munus no tiende más que a formar a la Iglesia en ese ideal de santidad, en que ya está formado y figurado en María. Como bien ha dicho un teólogo contemporáneo, "María es reina de los apóstoles, sin pretender para ella los poderes apostólicos. Ella tiene otra cosa y más" (H. U. von Balthasar, Neue Klarstellungen...)".

¿Consecuencias?

-Lo espiritual y la santidad es lo primero, porque la santidad es la realización de la Iglesia.

-Lo mariano en la Iglesia es acogida y disponibilidad a Cristo, la recepción libre y amorosa del don.

-Lo jerárquico necesario e imprescindible no tiene la primacía, ya que ésta pertenece a María. A veces querer fortalecer únicamente lo jerárquico, lo organizativo e institucional, lleva a ahogar lo mariano en la Iglesia.

-Lo petrino está orientado a lo mariano; el ministerio se dirige a favorecer la santidad de la Iglesia.

-Todas las fiestas marianas, los misterios de la Virgen Madre, guardan relación con la Iglesia misma. La Virgen María no existe en sí misma ni para sí misma, ni el culto mariano se detiene en ella; las solemnidades y fiestas de la Virgen iluminan la realidad, el destino y la vocación de la Iglesia (si celebramos a María Inmaculada es contemplando también el misterio de la Iglesia-Esposa sin mancha ni arruga; si celebramos a María en su Asunción es contemplando también el misterio de la Iglesia que peregrina al cielo para las bodas con el Cordero, etc.).