Educación sexual a los jóvenes

Por Maruchi de Elmúdesi
Movimiento Familiar Cristiano

El fin no justifica los medios, ¿o sí?

La educación sexual sigue estando en el tapete, insistiendo de nuevo, a través de todos los medios de comunicación social, de que hay que educar sexualmente a los niños, adolescentes, jóvenes, para evitar el aumento del embarazo en las niñas, los abortos, sida, etc., etc. La educación de un pueblo debe de ser una prioridad no solamente del gobierno de turno, sino de toda persona de buena voluntad y con deseos de ayudar a su país a mejorar. Pero la educación cuesta.

Educar no es fácil, y más difícil cuando se educa con el ejemplo, que es lo que arrastra. La educación es el complemento de la instrucción. Pero no todo el mundo sabe educar ni enseñar. Y para nadie es un secreto que nuestro sistema educativo no es de los mejores del planeta.

El beato Juan Pablo II decía a los jóvenes: “No basta simplemente ser informado en conocimientos, lo que falta es aprender a ser persona”. Siempre nos ha preocupado la actitud de muchos hoy que piensan que repartir los preservativos en las escuelas es una forma práctica de educación sexual.

¿Qué quieren dejar entender con esta acción? ¿Qué desean lograr de la juventud? ¿Qué interés monetario les brinda esta encomienda? Piensan que el joven dominicano es un animalito, incapaz (sinónimo de estúpido) de dominar sus impulsos porque no ha tenido padres ni maestros capaces de educarlos en los valores que imprimen al educando: disciplina, orden, moderación, pudor, vergüenza, responsabilidad, dominio de sí, castidad, pureza...

En nuestro país siempre han existido mitos alrededor de la vida sexual. En el pasado muchos de los mitos favorecían la propagación y permanencia de un machismo que practicaba la búsqueda del placer sin autocontrol. Una dualidad de valores excusaba al hombre y sometía a la mujer, reduciendo su papel como mujer, a ser simplemente agente reproductora y encargada del hogar y de los hijos.

Hoy la ¿justa reestructuración del rol femenino? corre el riesgo de limitar sus merecidas reivindicaciones a imitar los vicios que antes eran privilegios del hombre.

Un liberalismo trasnochado pretende promover la libertad de la persona humana borrando fronteras entre el bien y el mal. Se nos quiere convencer que la búsqueda del placer es suficiente excusa para irresponsablemente engendrar y abortar, violar la inocencia de niños y utilizar la respuesta sexual que Dios pone como centro de la familia y generadora de vida, para empujar a los niños y adolescentes al ejercicio precoz de la sexualidad, sin haber asumido el potencial de su propio desarrollo como persona ni los peligros que la facultad reproductiva representa en esa etapa del desarrollo.

Los niños, adolescentes y jóvenes tienen todo el derecho humano de conocer la diferencia entre amor y sexo. Entre sexualidad humana y genitalidad.

Cuando somos permisivos con nuestra juventud, incitándoles a través de los medios de comunicación social a fornicar (unión carnal fuera del matrimonio), porque la sociedad ha podido más que nosotros, (parece que hemos construido nuestra casa en base de arena), les estamos sugiriendo que vivan de espalda al sexto mandamiento.

Y la educación que les estamos ofreciendo a los jóvenes de hoy está muy lejos de ser una verdadera educación cristiana. Y una sociedad viciada y corrompida no tiene base moral para enseñarnos nada. Es en la familia, donde se quiere a la persona por lo que ésta es, y no por lo que ésta tiene. No nos dejemos engañar.

“Hemos aprendido con Cristo a abandonar el anterior modo de vivir, el hombre viejo corrompido por deseos seductores, a renovarnos en la mente y en el espíritu y a vestirnos de una nueva condición humana, creada a imagen de Dios: justicia y santidad verdadera”. (Ef 4, 17).