Unidos en una sola fe

Por José Carretero Ruiz

Yo he tenido la suerte de vivir diez años en Melilla.

Cada jueves, un compañero sacerdote y yo, nos desplazábamos a Nador, la vecina Ciudad Marroquí: era nuestro día libre.

Uno de esos jueves, estábamos en la plaza de la mezquita central, cuando oímos que, desde el cercano minarete, el mulhacín llamaba a la oración, por curiosidad, más que por otro motivo, entramos en la mezquita y nos situamos en un rincón de la misma, convencidos de que no estábamos en “nuestra casa”.

Tengo que decir que, ese día, oré junto a muchos musulmanes, de otra manera a como lo hacían ellos, pero oré, y sentí muy cerca la presencia del Señor. Ningún signo hirió mi sensibilidad cristiana.

Algo semejante le pasaba a Fatija, una anciana musulmana que, enfundada en su chilaba, muchas mañanas entraba en la Iglesia del Sagrado Corazón de Melilla y le rezaba, decía ella: “al Dios Único y Verdadero”.

Un día, sin que yo le preguntara nada me dijo: “Mi Dios y Tu Dios es el mismo y es Misericordioso. Todos somos hermanos”.

Fatija vivía en Ataque Seco y no era muy culta pero se había quedado con lo esencial de su religión.

El Hecho me hace pensar: Que una persona que de verdad es creyente, sea de la religión que sea, es respetuosa y pacífica. Que los signos en cada religión son medios para ir al Fin-Dios y que si hieren la sensibilidad es porque se han quedado en el medio. Que si los signos molestan a algunos, es porque esos algunos son unos fanáticos políticos o religiosos. Al pueblo sencillo no le molesta esos signos. Le molesta otras cosas más importantes y más urgentes de quitar.

Desde las altas esferas de algunos partidos políticos, se intenta quitar tales signos de los colegios, aduciendo que estamos en un Estado laico y democrático.

¿No sería más democrático poner los signos representativos de cada grupo, explicando bien su significado y educando en un respeto mutuo?

Quitarlos sería, vaciar de valores a nuestros niños y jóvenes y formarlos en serie como la “Coca Cola”.

Al abogar por que se pusieran los signos que cada grupo reclamara, no quiero decir que abogo por que cada grupo pierda su identidad sino todo lo contrario, en materia de fe no vale todo.

La identidad cristiana pide seguir a Jesucristo Dios y Hombre verdadero.

Pero no podemos olvidar que el mensaje de Jesús remite a lo esencial: y que Fatija lo supo descubrir, ¡Dios es Padre Misericordioso y todos somos hermanos!