Sectas y ecumenismo

Por Santiago Martín, Sacerdote

La noticia de que la Cienciología de Tom Cruise y John Travolta está siendo investigada por el FBI, está dando la vuelta al mundo debido a la popularidad de ambos actores. La organización a la que pertenecen está envuelta en una nebulosa de confusión y en algunos países ha sido prohibida. En este caso, la investigación no se centra, como en otras ocasiones, en denuncias por blanqueo de dinero sino en acusaciones de despersonalizar a los miembros para reducirles a la esclavitud.

Al margen de lo que diga la policía sobre la Cienciología y de la responsabilidad que en sus supuestos delitos puedan tener esos dos magníficos actores, este hecho debe llevarnos a una reflexión sobre lo que está pasando con las sectas, sobre todo en Iberoamérica.

Por un lado, la Iglesia mantiene un diálogo teológico serio y concienzudo con las llamadas “Iglesias históricas” (las que se crearon en los primeros siglos tras la reforma de Lutero), en el marco del ecumenismo, donde se avanza lentamente y donde de vez en cuando se consiguen grandes logros como el documento sobre la justificación firmado con los luteranos. Por otra parte, las sectas –que jurídicamente no tienen nada que ver con las “Iglesias históricas”, pero que se engloban en el marco del “protestantismo”- hacen un juego sucio contra la Iglesia católica, vertiendo contra ella todo tipo de calumnias y ataques con el fin de arrebatarle algún miembro. Este juego sucio se demuestra eficaz en cuanto a los resultados, al menos a corto plazo, pues ya se está produciendo la resaca de la “vuelta a casa” de no pocos que fueron católicos y que después de haber pasado por varias sectas –y de haber sido esquilmados y saqueados en ellas- regresan al hogar del que nunca debieron salir.

Se podría pensar que las “Iglesias históricas” no son responsables de los métodos de sus “hermanos” protestantes; sin embargo, en no pocas ocasiones forman parte de las mismas federaciones y no cabe duda de que hay un vínculo de simpatía entre ellos puesto que todos se identifican como “no católicos” y reconocen su origen en la ruptura que Lutero, Calvino y otros provocaron en el siglo XVI.

Salvando todas las distancias, es como si los extremistas musulmanes quemaran iglesias mientras que los teólogos musulmanes mantienen un diálogo muy educado con los teólogos católicos. Estos últimos ni queman templos ni lo justifican, pero se les puede y se les debe pedir que critiquen a sus compañeros de religión y que les digan que lo que hacen no es compatible con el Corán. A los líderes protestantes de las “Iglesias históricas” se les puede aplicar la misma exigencia. Está bien el fino, delicado, exquisito –y eterno- diálogo ecuménico. Pero mientras tanto, que no vengan otros, amigos de los que están sentados a la mesa cruzando interminables discursos sobre la traducción del arameo de un vocablo, insultando y calumniando a sus contertulios. El ecumenismo debería producir, antes que nada, un “alto el fuego” en los ataques que sufre la Iglesia católica por parte de las sectas. Y si los de las “Iglesias históricas” no lo consiguen, al menos deberían intentarlo con una condena pública de los métodos de ese otro grupo numerosísimo de protestantes.