Por Maruchi R. de Elmúdesi
En esta semana asistimos a la Parroquia Jesús Maestro, (renovada en el interior, más amplia, está preciosa y con una comunidad muy activa) a la charla del predicador católico Salvador Gómez con un tema muy del día: “Retos de la Familia Cristiana en el Mundo de Hoy”, mi tema favorito, por considerarlo de suma importancia para la transformación del mundo de hoy. Solamente si la familia cambia y se pone “las pilas”, podremos cambiar la sociedad que nos envuelve y no al revés.
El nos hizo ver, que el tiempo que vivió Jesús no fue fácil, y nacer en una familia, todavía más difícil. Sin embargo, nos demostró con citas de las Sagradas Escrituras, que no importa cual adversas sean las circunstancias, es en la familia donde es posible encontrar la serenidad, la paz y la concordia, si verdaderamente vivimos esa familia que Cristo quiere. Es interesante como explica el por qué el mundo está como está. Hemos olvidado la necesidad de crecer, de madurar. Y es la familia el lugar privilegiado para vivir ese crecimiento y sabiduría. No es solamente entender, es querer hacerlo. No hay que poner mucha mente a las cosas, solamente el corazón, como lo hacía la Santísima Virgen María, quien guardaba todas las cosas en el corazón, especialmente lo que no entendía. Solamente así podremos enfrentar el mundo exterior. Un mundo de relativismo, de placer, un mundo hedonista. Donde la palabra sacrificio no existe. Solamente se vive para disfrutar, para lo que me sienta bien, sin compromisos ni responsabilidades. ¡No te sacrifiques, no renuncies! Y sin embargo, hay cosas que son objetivas. Son o no son. Hemos perdido la capacidad de vivir la vida real. Todo es, lo que deseo hacer, y no, lo que debo hacer. Debemos aceptar que ni la oración más fervorosa puede acabar con todos los males del mundo. Somos nosotros los que debemos actuar. Nos habló de cómo la Organización Mundial de la Salud, no la Iglesia, ha expresado que en la humanidad ha bajado el nivel del dolor. Ha aumentado el número de suicidios, ha aumentado el consumo de drogas y alcohol. Las personas buscan todo tipo de paliativos, analgésicos. Los que usan drogas, buscan su propia satisfacción. No crecemos, y ¡en este mundo queremos ser Familia, y además, Cristiana! Oh Señor!
Solamente una persona en paz consigo misma es capaz de establecer una relación en paz. La inmadurez psicológica es el problema de la familia hoy. Hemos perdido la tolerancia, la oración, la ternura, y la esperanza.
El Evangelio de hoy nos habla de tres tipos de familia, este evangelio es también llamado el de la misericordia. En la primera, lo que se pierde es una oveja, y cuando la encuentra, la carga sobre sus hombros, llama a sus amigos se siente feliz. La segunda, es cuando es la mujer la que pierde una moneda, enciende una lámpara, barre la casa, busca con cuidado, hasta que la encuentra, llama a sus amigas y hace una fiesta. Y la otra es la de un padre que tiene dos hijos y el más pequeño le pide su parte de la herencia. Después, parte a tierras lejanas, derrocha su fortuna, y cuando pierde todo y empieza a pasar necesidad; entonces reflexiona y regresa donde su padre. Este, cuando le vio de lejos, se conmueve, se le echa al cuello y lo besa. El padre se pone feliz, porque su hijo estaba perdido y ha regresado, y hace una fiesta. En las dos situaciones primeras, eran una oveja, y una moneda, el hombre sale en busca de estas, sin embargo, en esta última, el padre deja ir al hijo, no lo retiene. Es una persona, con su libertad. Acepta su deseo, aunque le duele. Muchas veces buscamos las cosas materiales antes que a los seres queridos. Y otras veces queremos a los seres queridos como si fueran cosas. Este padre, cuando su hijo vuelve, lo perdona y hace una fiesta. No recuerda el mal que ha hecho. No permitamos que los demás nos amarguen la fiesta. Que es lo que le sucede al hijo mayor cuando ve esa situación. Pregunta qué sucede en su casa cuando regresa de trabajar en el campo, pero le pregunta a un criado, y éste le cuenta lo que ha hecho su padre, crea cizaña en él, le amarga la fiesta, porque él prefiere hablar con un extraño, no con su padre, que es su familia. Muchas veces hacemos lo mismo. Permitimos que los demás nos estropeen nuestra fiesta. Hablamos de nuestros problemas con personas que no son de nuestra propia familia, y en la propia familia no dialogamos, ni conversamos de lo que nos sucede. El Señor desea invitarte hoy a reconocer a la familia como camino de Santidad. Nuestra familia es nuestra fiesta. Disfrutémosla. Es en ella donde nos santificamos ambos, con nuestros hijos. Amar no es un sentimiento, eso es lo que nos dice la sociedad relativista. El amor es una decisión. Amar es mandamiento, es una tarea que tenemos que realizar. Amar es una orden. El problema de hoy es cuando la libertad no la ponemos al servicio del amor, sino del egoísmo. Para ser familia es necesario: Amar cada día. ¡Cuenta conmigo! ¡Aquí estoy!
Ser familia significa sacrificio, compartir ideales, compartir sueños. Vamos a pedir al Señor que nos ayude en esta tarea de convertir nuestras familias en verdaderos santuarios de vida y amor, en una fiesta! Amén.