La tesis del agua y el jabón

Por Juan Francisco Puello Herrera

Existe la falsa creencia de que el agua y el jabón pueden limpiarlo todo o casi todo. Así, cuando uno que otro infiel falta al compromiso y la palabra empañada en el matrimonio, buscando otros placeres fuera del lecho conyugal, lo primero que hace después de esa “aventura feliz” es recurrir al agua y el jabón.

Erróneamente se cree que con agua y jabón puede desaparecer todo vestigio del acto que se ha realizado. Nada más absurdo. Ni el agua ni el jabón pueden borrar los pecados, como tampoco pueden hacer desaparecer las horas de angustia que una actuación de esa naturaleza puede producir en el ánimo de la persona afectada.

Queda, aunque no se quiera, una mancha tan profunda que ningún detergente por eficaz que sea hará desaparecer. Y así pasa con todos los actos cuestionables que gobiernan la vida. Se entiende que recurriendo a subterfugios pueden lograrse propósitos que enriquecen la propia vida. Nada más alejado de la realidad.

Es la misma tesis del agua y el jabón. Con el uso de las triquiñuelas se aplica la misma receta. Es fácil de entender, si alguien engaña o traiciona y aplica el ingrediente de la hipocresía para limpiar lo impropio de su conducta, tenemos el mismo resultado.

Lo único que puede ayudar a una verdadera expiación por las faltas cometidas es el arrepentimiento sincero. Arrepentimiento que debe estar precedido por el remordimiento, pero que no debe quedar solo ahí, sino en poner todo su empeño en evitar caer de nuevo en aquello que no hace bien ni al cuerpo ni al espíritu.