El código Da Vinci en el cine

20 de Mayo #2006
En honor a Bernardino de Siena, Presbítero (+ 1444)

Sr.
Arturo Rodríguez Fernández
“7 días de cine” para el Periódico Hoy
Vía e-mail: arturorodriguezf@hotmail.com
cine@cultura.gov.do
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jventura@hoy.com.do
espectaculoshoy@hotmail.com
Ciudad,

Ref.: “El código, La Iglesia, las vacaciones y el Diablo”

“Vendrá un tiempo en que los hombres ya no soportarán la sana doctrina (cristiana) y, arrastrados por sus propias pasiones, se buscarán un montón de maestros por el prurito de oír novedades. Al apartar sus oídos de La Verdad, se vuelven hacia puros cuentos y fábulas.” [San Pablo a los dominicanos (2 Tim. 4, 3-4)]

Distinguido Sr. Rodríguez Fernández:

“Existe hoy una percepción penosa en la naturaleza humana, de que cuanto más fantástico es el escenario imaginado, más sensacional es la propaganda que recibe y más fuerte el interés que suscita. Personas que jamás se molestarían en leer un análisis serio sobre La Vida, Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús de Nazaret, se fascinan con cada nueva teoría ficticia.”

Al saludarle cordialmente en esta hermosa tarde de Pascua, he querido dirigirle la presente con el propósito de comentar algunos aspectos de su entrega más reciente.

Como dijo Don Josemaría Escrivá de Balaguer (+ 1975), a sus amigos hace algunos años, puedo decirle que a veces “el vendaval de la persecución es bueno. ¿Qué se pierde? No se pierde lo que está perdido. Cuando no se arranca el árbol de cuajo –y el árbol de La Iglesia no hay quien pueda arrancarlo- solamente se caen las ramas secas. Y esas, bien caídas están” (Camino #685).

Según he podido leer, usted afirma lo siguiente: “con o sin Dan Brown, con código o sin código, el Opus Dei, para nosotros, es una institución que nos aterra. Creemos firmemente que le ha hecho más daño a La Iglesia católica que todas las ediciones juntas de la novela...”.

Ya –Tomás de Kempis- nos lo había advertido hace siglos atrás, cuando se pronunciara de la siguiente manera:

“A la menor contrariedad muchos abandonan lo comenzado y buscan con demasiada avidez las consolaciones. El cristianismo valiente resiste la tentación de auto-divinizarse, y no se deja seducir por las falaces insinuaciones del enemigo, que quiere por todos los medios dividirnos”.

Según lo dicho, entonces, ¿quién o quiénes serán nuestros enemigos? Sencillo, todo aquello que se opone a nuestra salvación; al conocimiento, la aceptación y el seguimiento fiel de aquel que ha dado la vida por nosotros: Jesús de Nazaret.

“Nuestro entendimiento está condicionado por esquemas mentales e ideas preconcebidas que falsean la realidad. El afecto, por heridas emotivas, complejos, miedos y traumas del pasado. La imaginación está influida por el repertorio del imaginario colectivo vigente. Todos estos elementos dificultan gravemente la comunicación y tienden a producir espejismos.”

¿Sería usted tan amable de testimoniar cuál ha sido su experiencia con el Opus Dei y Josémaría Escrivá de Balaguer?

Por favor cuéntenos, a ver en qué podemos aprender. Honestamente hablando, la deuda que tenemos nosotros con La Obra es grande, lo suficiente como para salirle al frente a cualquiera, y refutar –serena e inteligentemente- cualquier tipo de aseveraciones.

Según Larousse, los términos ‘hereje’, ‘apóstata’ y ‘cismático’ significan “error –en materia de fe- sostenido con pertinacia”; “toda persona que niega la fe cristiana y luego abandona La Iglesia”; y “todo aquel que disiente y se separa de La Comunidad”, respectivamente.

Desde el punto de vista católico, es decir, según el Catecismo, podemos interpretarlo de esta otra manera: ‘después de recibido el bautismo y haber sido adecuadamente evangelizado, negarse a creer o dudar pertinazmente cuanto ha creerse con fe divina y católica; el rechazo total a la fe cristiana católica; el rechazo de la sujeción al Sumo Pontífice y de la comunión con los miembros de La Iglesia a él sometidos’.

¿Dónde se sitúa usted –justamente- Sr. Rodríguez Fernández?

Dice que “la canonización de Escrivá fue una auténtica piedra de escándalo y no fueron pocos los que, a partir de la misma, dejaron de creer en los santos de los altares...”

Si mal no recuerdo, es que ha correspondido a S.S. Juan Pablo II (qepd) beatificar y canonizar a este hombre de Dios recientemente. ¿No cree usted un tanto atrevida la afirmación, tratándose de quien sabemos ha otorgado el reconocimiento? Recuerdo todavía aquel domingo festivo, visto por televisión, habiendo allí algo más de 500’000 personas.

¿Cree que exista alguien capaz de engañar a tanta gente al mismo tiempo, el mismo día?
Dice usted lo siguiente: “Los católicos no deberían, bajo ningún concepto, armar tanto alboroto frente a una trama que lo que busca, simplemente, es entretener al lector...”

Pues fíjese que sí. Por cualquier razón armamos nosotros –los seres humanos- un bochinche. ¿Imagínese quedarnos mudos ante tal ofensa? Me pregunto: ¿Cómo se sentiría usted si alguien lanzara una ofensa parecida contra su madre o un familiar cercano? ¿Cuál sería la reacción?

¡Vaya forma de entretener a los lectores! Burlándose de Jesús de Nazaret, el Hijo predilecto de Dios; burlándose de La Iglesia, su Iglesia; burlándose de personas que lo han dejado todo para servir a Dios; burlándose de nosotros –fieles cristianos católicos- que, creyendo en Ella y todo cuanto Ella enseña, hemos puesto nuestra confianza en ese que algún día nos llevará a Casa de su Padre, Dios.

No tengo palabras con qué decirle lo ofendido que me siento, Sr. Rodríguez Fernández, como para que venga ahora a darnos una cátedra de rebeldía y soberbia, al más rancio estilo Luterano.

“Calificación: 2 (Regular)...”

Me parece que en algo ha usted acertado en sus apreciaciones, y disculpe mi franqueza, pero es que no he podido resistir la tentación de expresar libremente cuanto siento. De haber Brown y sus secuaces escrito una “fábula” –parecida- sobre la vida de Don Pepín Corripio, hoy estaríamos nosotros mucho más tranquilos, se lo aseguro. No hubiera ni siquiera llegado a la maquina de impresión, mucho menos al estante.

Con atentos saludos en Jesús y María de Nazaret, me suscribo a sus órdenes siempre.

Atentamente,

Mario R. Saviñón