La reforma protestante
Por Manuel Maza, sj
En octubre del 2013, el Instituto Nacional de Pastoral publicó mis reflexiones sobre la Historia de la Iglesia durante las Edades Antigua y Media. Ahora, junto a la Iglesia nos situamos en los albores del siglo XVI para comenzar a caminar a campo traviesa los grandes procesos de las edades moderna y contemporánea.
Lutero no fue un protestante caído del cielo, sino un serio y apasionado religioso católico, indignado con la práctica y la prédica de algunos eclesiásticos irresponsables y la indiferencia cómplice de las autoridades de la Iglesia. ¿Sería conforme a la verdad adjudicar a un solo hombre encender un incendio tan tremendo cuyas llamas arden hasta el día de hoy? La grama no se prende si no está seca.
Cuando Lutero expresó su crítica contra la Iglesia en 1517, en forma de 95 tesis, ese fósforo cayó en un pasto seco por varios factores.
Primero vamos a estudiar el factor económico. A lo ancho largo de los diversos territorios y principados alemanes (Alemania no surgió como una nación unida hasta el siglo XIX) existía un enorme resentimiento, tanto contra el papa como contra el emperador. Los dos se beneficiaban de un sistema de contribuciones feudales establecidas durante los siglos de la Edad Media. Mediante este sistema, de una manera o de otra, los nobles terratenientes, las personas radicadas en las ciudades, los comerciantes, artesanos, campesinos y todo el que estaba envuelto en alguna actividad productiva, tenía que entregar parte de sus ganancias al emperador y al Papa a través de varias instancias subalternas fiscalizadoras. ¿Cómo se situaría la Iglesia ante la creciente actividad económica y monetaria desde el siglo XI?
Sería un error querer explicar la reforma protestante a partir de una fi gura como Martín Lutero, u otros reformadores, Juan Calvino, Ulricho Zwinglio, etc. La Reforma se comprende mejor estudiando los factores que condicionaron el contexto en el cual ocurrió y refl exionando sobre las fi guras decisivas. Profundicemos primero en el aspecto económico.
Desde el siglo XI la actividad monetaria se había ido activando de nuevo en Europa. Primero con los arados de vertedera que mejoraron las cosechas, luego con los intercambios y operaciones originados por las cruzadas (1095 – 1291), y finalmente con los nuevos instrumentos monetarios. Las actividades de la Hansa, liga comercial entre ciudades, y las ferias con su logística y aparataje de transporte de mercancías, por caminos y canales de creciente seguridad. Los dueños de capitales en los inicios del siglo XVI conocían, admiraban y envidiaban la enorme liquidez disponible en manos de la Iglesia. Durante los años 1305 – 1378, cuando los Papas residieron en Francia, junto la Ródano, los Papas habían creado una serie de mecanismos recaudadores para ser económicamente independientes del rey de Francia.
La Iglesia condenaba el cobro de intereses, la manipulación de los precios y la creciente búsqueda de ganancias por el pujante sector comercial, pero la Iglesia era la satisfecha depositaria de los aportes provenientes de todas partes. Comerciantes y nobles envueltos en la actividad económica aspiraban a poner las ingentes riquezas de algunos jerarcas y órdenes religiosas a mejor uso. Los terratenientes aspiraban a adueñarse de las enormes extensiones de tierra en manos de los eclesiásticos.
Mirando a través de la ventana política. Contra esa Roma recaudadora de riquezas, contra el emperador que exigía onerosas contribuciones, iba surgiendo entre los alemanes un resentimiento que se traduciría en la voluntad de limitar el poder del emperador, del papa y de los obispos, especialmente en el área de los impuestos.
Todas estas quejas tradicionales contra los abusos de Roma, fueron resumidas en un documento del 1456 que se conoce con el nombre de “Gravamina Nationis Germanicae”, Las Quejas de la Nación Alemana. Las altas jerarquías alemanas se querellaban contra los principales agravios de Roma: su monopolio de las confirmaciones a cargos, los impuestos excesivos y su interferencia en las elecciones episcopales eran los más destacados.
Reflexionemos ahora sobre algunos de los factores sociales al origen de la Reforma Protestante. En el siglo XVI, el 90% de la actividad económica se concentraba en la agricultura. Se pudiera afirmar, que los 70 millones de la Europa del siglo XVI, 9 de cada 10 habitantes eran campesinos. Durante los siglos XIV y XV, los nobles terratenientes aumentaron las cargas tributarias que los campesinos debían de enfrentar. El comercio y la artesanía producían más ganancias que la agricultura.
Con su estilo de vida, las nacientes burguesías miraban por arriba del hombro a los nobles terratenientes, quienes aspiraban a mantener un tren de vida por encima de sus medios a costa de las pesadas cargas impositivas sobre las espaldas de los campesinos. Esa presión cruel sobre los campesinos desató las luchas sociales de los siglos XIV y XV.
Por ejemplo, en Francia, el año de 1358 estalló la llamada Jacquerie. Un “Jacque” era un campesino cualquiera. En 1381 se rebelaron los campesinos de varias zonas de Inglaterra. Se le conoce con el nombre de la Rebelión de Tyler y fue la mayor revuelta popular en la historia de Inglaterra. Ni Tyler, ni otros de sus líderes eran campesinos, pero eso no les impidió ejercer un liderazgo que galvanizó a las masas de agricultores.
Todos esos estallidos sociales tuvieron una motivación religiosa.
Entre las causas de la Reforma Protestante, hemos señalado el descontento entre los campesinos que se había manifestado en varias revueltas a lo largo de los siglos XIV y XV. Invariablemente esa agitación social campesina se apoyó en motivos y principios religiosos.
Baste recordar una línea de la prédica del predicador “lolardo”1 John Ball, “cuando Adán cavaba y Eva tejía, ¿quién era el señorito” (when Adan delved and Eve span, who was the gentleman”). Durante las revueltas inglesas, muchas mujeres se distinguieron por la ferocidad y valentía con la que participaron en las luchas.Por doquier, los campesinos reclamaban un cambio radical, encontrarían en las enseñanzas bíblicas motivos ardientes para rebelarse contra una opresión inhumana. Reconozcamos desde ahora, que todos esos intentos de los campesinos para cambiar las relaciones sociales fracasarían durante la Edad Moderna.
Examinemos otros factores religiosos. El liderazgo católico a los más altos niveles estaba en crisis, desde el siglo XIII. Varias familias romanas, como los Orsini y los Colonna pretendieron controlar el papado en la segunda mitad del siglo XIII. Los agentes de Felipe, el Hermoso, rey de Francia, humillaron a Bonifacio VIII († 1303) y hasta le abofetearon.
En su calidad de peones del Rey de Francia, los Papas del siglo XIV temieron por sus vidas y se refugiaron en las tierras de la hija mayor de la iglesia, Francia, los años que van de 1303 a 1378. Pronto se establecieron en la ciudad de Aviñón en el río Ródano.
A su regreso a Roma, las dos facciones de cardenales acabarían eligiendo a dos papas rivales en el mismo 1378. Todavía, en un fallido intento de solución, la Iglesia tendría un tercer papa electo en Pisa, el año de 1409.
¡A la nefasta dualidad, había sucedido una condenada trinidad! Este confl icto no se resolvería hasta el Concilio de Constanza 1414–1418. No les faltaron razones a algunos cristianos serios para ver en el papado un motivo de intranquilidad y división y proponer erróneamente, apoyándose en las ideas de Marsilio de Padua (c, 1270–1342), Guillermo de Ockham (c, 1280–1349) y Guillermo Wiclef (c. 1320–1384), al Concilio Ecuménico enfrentado al Papa como la máxima autoridad.
Para complicar todavía más la situación que se vivía, la Europa del siglo XIV padeció desde el año 1346 una gravísima crisis espiritual. La epidemia de la Peste Negra asoló Europa. En algunos lugares desapareció en unos días un tercio de la población.
El liderazgo de la Iglesia no pudo responder a la gran angustia popular en su búsqueda de seguridad en el más allá. Era un clero ignorante, mundano y muchas veces interesado. Las angustiadas masas caían en prácticas piadosas mal fundadas: excesiva devoción a las reliquias, santuarios, penitencias, procesiones de fl agelantes, visiones, profecías y apariciones. Un pequeño grupo, practicaba una piedad interior, leía la Escritura y se dedicaba a la oración. Eran los practicantes de la Devotio Moderna, una espiritualidad más cercana a las inclinaciones intimistas, la sensibilidad, la oración personal, el cultivo de la meditación, el amor a Jesucristo, la búsqueda de la paz interior en el silencio y la huída del mundo, mientras valoraba la responsabilidad individual ante Dios.
Para explicar el incendio de la Reforma, hasta ahora nos hemos ocupado de la yerba seca, ahora vamos a presentar el fósforo llamado Martín Lutero (†1546).
Había nacido en Eisleben, en la actual Alemania, el 10 de noviembre, 1483 y murió en Sajonia el 18 de Febrero de 1546. Como dato curioso, recordemos que Erasmo de Rotterdam moriría en 1536 e Ignacio de Loyola en 1556.
El joven Lutero probablemente creció bajo una educación severa que soportó bien como millones de sus contemporáneos. Como adulto joven, estuvo lleno de escrúpulos. Lutero siempre fue un hombre profundamente religioso, como lo reconociera la declaración “Martín Lutero, Testigo de Jesucristo” del 6 de mayo de 1983 escrita por una comisión mixta de católicos y luteranos. La declaración le reconoce como un “testigo del Evangelio, como un maestro en la fe, como un heraldo de renovación espiritual”. Desde su juventud, Lutero aspiraba a estar convencido por experiencia propia que se hallaba en estado de gracia.
En 1501 encontramos a Lutero realizando estudios en la Universidad de Erfurt. Él mismo nos cuenta: “La universidad de Erfurt se había convertido en un prostíbulo y en una cervecería” y éstas eran las lecciones que mejor aprendían los estudiantes”, así se expresó Lutero en 1530. Para el año 1505 ya es Doctor en filosofía.
En 1506 realiza su profesión religiosa delante del prior de Erfurt. ¿Qué había pasado? Había vivido una experiencia de terror. En medio de un temporal, cayó un rayo muy cerca de donde estaba, y exclamó: “Sálvame, santa Ana y me haré monje”. Lutero pertenecía a la rama de los agustinos eremitas de la congregación de la observancia. Era una orden muy estricta. El convento de Erfurt tenía fama de ser una comunidad estudiosa.
Lutero estudió filosofía entre profesores nominalistas. Para el nominalismo, nuestra razón no nos sirve para nada a la hora de acercarnos a Dios. Solo una fe llena de confianza y vacía de reflexión. Para garantizar el respeto a la dignidad de Dios, Guillermo de Ockham, OFM., (1295 -1350) había acentuado la soberanía absoluta de la voluntad de Dios. De tal manera, que esta voluntad podía ser arbitraria. Según Ockham, algo es bueno, no porque sea bueno en sí mismo, sino porque Dios lo declara bueno. Dios pudiera declarar bueno el maldecirle. Así Ockham garantizaba la soberanía de Dios, pero según esa doctrina, nadie estaba seguro de agradar a Dios.Lutero adoptó esta enseñanza y pensó que era la doctrina oficial de la Iglesia Católica.
En realidad, esta posición era contraria a la gran tradición de la Iglesia Católica (Santo Tomás de Aquino, O.P., San Buenaventura, OFM). Lutero vivía angustiado con esas preguntas: ¿cómo puede el pecador ser justificado ante Dios? Y ¿cómo puede tener certeza psicológica de que ha sido justificado?
Para complicar más las cosas, la particular psicología de M. Lutero le hacía difícil distinguir entre la concupiscencia y el consentimiento al pecado.
Leyendo al místico Juan Taulero (1300ñ1361), Lutero se confirmó en su propia nulidad ante la inmensa grandeza de Dios que todo lo puede. De ahí pasó al menosprecio de las obras externas y la condena del fariseísmo relacionado con ellas. Fue naciendo en Lutero una confianza ilimitada en la misericordia divina y buscó refugio en Cristo frente a la angustia. Leyendo a Taulero se forjó una visión pesimista del ser humano, corrompido categóricamente por el pecado original, tanto en su razón como en su voluntad.
Ya para 1514, Lutero estaba dedicado a la difusión de sus ideas.
La gota de agua que rebosaría el vaso de Lutero sería la cuestión de la Indulgencias.
Imbuidos del espíritu renacentista, desde los tiempos de Nicolás V (1447-1455) los papas querían construir una basílica cuya majestuosidad correspondiera a su ministerio.
En 1505 Julio II (1503-1513), confió a Donato D’Angelo Bramante el primer proyecto de la nueva basílica. Buscando recursos, Julio II decretó una indulgencia plenaria para toda la cristiandad en 1507.
La indulgencia pretende liberar al pecador del daño causado por su pecado. Cuando se perdona el pecado, el pecador debe de reparar ese daño mediante las obras de misericordia, la oración, la penitencia y la limosna. La Iglesia ora por todos, y especialmente por los que piden su oración para que el daño causado sea reparado y la pena merecida, abolida. En manos de personas inescrupulosas, estas limosnas y oraciones fácilmente se convertirían en un abusivo comercio.
En 1514, León X también proclamaría una indulgencia plenaria continuar la Basílica de San Pedro, pero en un marco diferente. En efecto, en 1513 Alberto de Brandeburgo, joven de 23 años, hermano del Príncipe Elector, fue elegido arzobispo de Magdeburgo, administrador apostólico de Halberstads, y arzobispo de Maguncia (elegido en 1514). Alberto pagó la dispensa para poder desempeñar varios cargos eclesiásticos al mismo tiempo. Al convertirse en Obispo de Maguncia también él sería uno de los electores del futuro emperador alemán.
Con la bula del Concilio Lateranense (1512-1517), interesado en acabar con este tipo de abuso, ¡Alberto recibió la dispensa para conservar los 3 obispados! Alberto de Brandeburgo logró pagar a la Cámara Apostólica del Papa la dispensa de esta manera: “La familia Fugger, reconocidos banqueros, anticipó al joven y mundano prelado los 29,000 ducados que tenía que pagar en Roma. Hoy en día, un ducado serían unos 110 dólares. Para recuperar esta suma, Alberto logró la facultad de predicar en su diócesis la indulgencia. Las limosnas recogidas serían destinadas, una mitad para enjugar la deuda contraída con la banca Fugger, y la otra, para la obra de construcción de la basílica de San Pedro en Roma”. Alberto de Bandeburgo necesitaba, por una parte, 14,000 ducados para ser confirmado y recibir el palio, signo de su dignidad arzobispal, y otros 10,000 por la dispensa de desempeñarse simultáneamente como obispo de tres diócesis, caso insólito en la historia alemana.
“La predicación de la indulgencia se convirtió en un gran negocio, en el que estaban implicadas bastantes personas: Alberto de Brandeburgo, que podía retener aproximadamente la mitad de las ganancias, los Függer, que tenían que recuperar su préstamo con los intereses, el Papa, que buscaba recursos para la basílica de San Pedro, y el mismo Emperador, que se había reservado 2,143 florines para sus arcas”.
Un florín equivaldría a unos 200 dólares de nuestra época.
Para 1517, Juan Tetzel, O.P., predicaba la indulgencia en la diócesis de Magdeburgo. Los representantes de los banqueros Függer acompañaban a los predicadores de la indulgencia para embolsarse allí mismo su parte.
Como la campaña no iba bien, Alberto publicó una instrucción para los predicadores, sustancialmente correcta, pero “por medio de fórmulas piadosas y superlativos, fomentaba una valoración exagerada de las mismas [indulgencias]”. No se les pedía dinero a los pobres, solo oración y ayuno.
En abril de 1517, Tetzel predicaba la indulgencia en Brandeburgo, cerca de Wittenberg donde Lutero enfrentaba sus angustias respecto de su propia salvación.
Su justa indignación se desbordaría.
Mientras se recaudaban fondos para construir la basílica de San Pedro, a base de “la venta” de indulgencias, Lutero reaccionó contra la “despreocupada seguridad... [y la] charlatana predicación...”. Lutero vivió angustiado durante años acerca de su propia salvación. ¡Y ahora la salvación se vendía barata! El 31 de octubre de 1517 Lutero dio a conocer sus tesis. Se discute si Lutero clavó o no las tesis en las puertas de la Iglesia del Castillo y de la Universidad de Wittenberg. “Su ataque no se dirigía sólo contra la indulgencia, sino ya también contra la potestad que la concede”. Al parecer, en ese momento, Lutero no tenía intención alguna de separarse de la Iglesia.
Giacomo Martina (2012) se pregunta si esto [fue] culpa de la jerarquía o radicalización del agustino. Se sabe que Lutero les escribió, a su Obispo y al propio Alberto de Bandeburgo a quien envió una copia de sus 95 tesis.
Lutero reaccionaba contra la soberbia humana ante la salvación. Desde hacía siglos, algunos creían erróneamente que ciertas prácticas, Lutero las llamará “obras”, uno ganaba la salvación. Para remediar este abuso, Lutero, se fue el otro extremo, sosteniendo que el obrar humano no sirve de nada en el proceso de la salvación. Por eso afirmaba: “Solo la fe”, entendiendo la fe como una confianza en la misericordia de Dios por parte del ser humano, totalmente corrompido. Tal y como lo entendió Erasmo de Rotterdam, Lutero negaba la libertad del hombre pecador. Desde mi visión católica, conviene destacar el acierto de Lutero en rechazar esas actividades, que bien pudieran calificarse de una negociación con Dios.
Considero errónea la visión de Lutero sobre el papel del ser humano en la salvación. Si no podemos responder nada a la semilla de salvación regalada por Jesús, ¿qué sentido tiene, por ejemplo, la parábola del Sembrador de Jesús, en Mateo 13, 1-23? ¿Le quita algo a Dios, nuestro Creador, la respuesta humana?
Lutero atacaba enseñanzas mal fundadas de los jerarcas católicos. Para ello, se fue al otro extremo, afirmando, “solo la Escritura”. Así le quitó todo valor a la tradición y la enseñanza de los pastores sucesores de los apóstoles como si necesariamente estuviesen en conflicto. En gran medida, fueron Lutero y los protestantes los que revalorizaron la Escritura, pero, ¿acaso no es contrario a la Escritura negarle valor a la tradición? La Palabra de Dios se conservó en la tradición oral, antes de ponerse por escrito. Lea 1™ Corintios 15, 3, Pablo transmite lo que a su vez recibió.
Finalmente, contra una jerarquía que infantilizaba a los fieles, Lutero se fue al extremo de afirmar, “solo Cristo”. Cierto que todos los fieles participan en su sacerdocio universal de Cristo, pero ¿no tomó Cristo la iniciativa de elegir apóstoles? Y, ¿no respetará Lutero un liderazgo al servicio de las comunidades? Cristo preside, porque procede del Padre no de la comunidad. La comunidad no fabricó a Cristo.
El 7 de agosto de 1518, Lutero recibió la orden de comparecencia en Roma. Lutero había predicado un sermón contra la excomunión: “Si eres excomulgado injustamente, no debes ceder. Si mueres sin sacramentos, tanto mejor. Eres bienaventurado y recibirás la corona de la vida”.
Pero el secretario de Federico de Sajonia, uno de los electores del futuro emperador, se movió para que el proceso de Lutero ocurriera en tierra alemana.
En 1518, durante los primeros días de su protesta, Lutero había apelado al Papa, (28 de octubre) y al concilio (28 de noviembre), el cual consideraba superior al papa. Ahora se preguntaba si la Iglesia romana era verdaderamente cristiana.
El cardenal Cayetano fue instruido de interrogar “paternalmente” a Lutero en Augsburgo, Alemania y enviarlo libre a Wittenberg. ¿Por qué este cambio? El Papa León X aspiraba a ganar el apoyo del Elector, Federico de Sajonia, protector de Lutero, contra los turcos, y contra la candidatura de Carlos I de España, como emperador de Alemania.
En la eventualidad de que Carlos fuese electo Emperador, sus posesiones, ¡rodearían los territorios pontificios! Debido a las disputas de 1519, Lutero llevó sus ideas hasta las últimas consecuencias: negó validez al “magisterio infalible de la Iglesia, y a los concilios, reservando la infalibilidad a la “sola Scriptura”. Su protector, el Duque de Sajonia abandonó la sala horrorizado.
El 26 de octubre de 1520, Carlos I de España era reconocido como Carlos V del Sacro Imperio Romano Germánico. La elección, ocurrida en octubre de 1519, había sido financiada por los banqueros Függer. El Papa León X (11-03-1513 a 1-12-1521) y Francisco I, rey de Francia (1494 - 1547) no podían estar más desilusionados.Carlos tuvo que regresar a España. En Alemania, reinaba Lutero.
El 1520, Lutero publicó tres obras candentes ampliamente difundidas: A la nobleza cristiana de la nación alemana sobre el mejoramiento del Estado cristiano, De la cautividad babilónica de la Iglesia, y acerca De la libertad del cristiano, dedicada a León X.
El 15 de junio de ese mismo año, León X conminaba a Lutero a retractarse, mediante la Bula Exsurge Domine.
Erasmo de Rotterdam criticó al Papa por responder a los planteamientos de Lutero con amenazas. Lutero se pronunció en Diciembre Contra la Bula del Anticristo y la quemó en Wittenberg, mientras atacaba al papa, afirmando: “El Papa es el anticristo y la Santa Sede está poseída por Satanás”.
Con la bula Decet Romanum Pontificem del 3 de enero de 1521, Lutero quedaba excomulgado. Ante el peligro turco y francés, Carlos V quería una Alemania unida. Se convocó a Lutero a la Dieta (asamblea) de Worms los días 16 al 25 de abril de 1521. Carlos V se había comprometido previamente a respetar la vida de Lutero y no desterrarlo.
Conminado a reconocer la autoría de sus ideas y a retractarse, Lutero respondió: “A menos que se me convenza por testimonio de la Escritura o por razones evidentes… - … estoy encadenado por los textos escriturísticos que he citado y mi conciencia es una cautiva de la palabra de Dios. No puedo ni quiero retractarme en nada, porque no es seguro ni honesto actuar contra la propia conciencia. Que Dios me ayude. AMÉN.Estamos en 1521, el Concilio de Trento se reunirá en 1545, ¿por qué la Iglesia tardó tanto? ¿Cómo respondió al colosal desafío de Lutero?