Querido hijo mío

Escucha las instrucciones de la prudencia, y permite que los preceptos de la verdad se hundan profundamente en tu corazón; así los encantos de tu mente darán brillo a la elegancia de tu forma, y tu belleza, como el roble al cual se asemeja, conservará su hermosura aún después que se haya secado.
En la primavera de tu juventud, en la mañana de tus días, cuando los ojos de las mujeres te miren con deseo y la naturaleza murmure en tu oído el significado de esas miradas, escucha con mucha cautela sus palabras seductoras, cuida bien tu corazón, y no prestes oído a esa voz suave y persuasiva.
   
Recuerda que eres el compañero razonable de la mujer, no objeto ni esclavo de sus deseos; el propósito de tu ser no es simplemente el de satisfacer su desenvuelto deseo, sino el de proteger y proveer en todos los asuntos de la vida, apoyarla con amor y ternura y recompensar sus atenciones con amable solicitud.
    
Querido hijo, supérate a ti mismo día tras día, instrúyete, trabaja duro. Aprende algo nuevo cada día.  Nunca digas mañana, hoy es el momento. Nunca digas después, pues puede ser tarde. Deja huella al morir, cumple tu misión en esta vida.  Dios te dio inteligencia, úsala. Dios te dio corazón, ama. Tienes un par de brazos fuertes, úsalos.
    
Suma el perdón con el olvido a fin de que des una lección de paz a tus ofensores: entonces serás simple como un niño.  Resta tu soberbia y enciende la antorcha de la humildad para alumbrar las noches y extinguir las tinieblas del orgullo: entonces serás un hombre digno. 
Multiplica tu fe para que construyas un mundo de luz donde la maldad no tenga lugar para vivir: entonces serás bueno como un santo. Divide el amor entre tus semejantes dando la mayor parte a los que te quieren mal: entonces serás grande como Dios.     
Si fracasas no culpes a nadie. Tú mismo tomaste tus decisiones, tus ojos ven las cosas que quieres ver, tus oídos oyen las cosas que quieres oír, tu lengua dice las cosas que quieres decir. 
Creaste tu propio mundo; por eso nunca culpes a nadie de tus dificultades. Sufre tus dolores, tus esperanzas y tus errores, con entereza y dignidad..  No pidas piedad ni indulgencia, no mendigues palabras de consuelo. Saca fuerzas de tus flaquezas y no te consideres vencido mientras corran gotas de sangre por tus venas.
Si caes, levántate... y sigue. Algunos corazones tienen miedo a la vida y no se atreven a intentar la conquista de la felicidad que va acompañada de dificultades. No se quiere cortar la rosa por temor a clavarse. Se quiere la rosa cortada y sin espinas. 
Solamente los corazones valientes tienen la audacia de llevar a cabo tales conquistas, que cuestan, es cierto, pero que se hallan enriquecidos con todo lo que han costado.
Sólo hay un camino entre millones, y ese es el tuyo. Por lo tanto, siempre debes tener presente que un camino es sólo un camino. Si crees que no debes seguirlo, no debes quedarte en él bajo ningún concepto. Cualquier camino es tan sólo un camino. No es nada afrentoso para ti ni para los demás el no seguirlo si eso es lo que te aconseja tu corazón, pero tu decisión de perseverar en la senda elegida o abandonarla, debe estar libre de miedo o ambición. Medita sobre tu camino tantas veces como creas preciso.  
Pregúntate a solas lo siguiente: ¿tiene un sentido esencial este camino? Lo importante es que para ti tenga un profundo sentido.
No respondas a una mujer cuando está irritada; aléjate de ella, busca para ti el silencio. Habla suavemente a quien te ha hablado con ira, porque las palabras suaves son una medicina para su corazón. Aléjate de la mujer habladora; no dejes que se adueñe de tu corazón y no la tomes por compañera. Hazte amigo de la mujer recta y justa.
Finalmente, hijo mío, que en tu vida haya siempre un vibrante entusiasmo para continuar adelante, bastantes problemas para mantenerte fuerte, grandes penas para mantenerte dócil y sensible, infinita esperanza para mantenerte feliz, serios fracasos para mantenerte humilde y firme decisión para hacer que cada día sea mejor que ayer.
Feliz la mujer que te escoja como esposo, y feliz el niño que te llame padre.