Una idea central...

Somos La Iglesia católica


Nuestra familia está compuesta por personas de toda raza. Somos jóvenes y ancianos, ricos y pobres, hombres y mujeres, pecadores y santos.

Nuestra familia ha perseverado a través de los siglos y establecido a lo ancho de todo el mundo.

Con la gracia de Dios hemos fundado hospitales para poder cuidar a los enfermos, hemos abierto orfanatorios para cuidar de los niños, ayudamos a los más pobres y menos favorecidos. Somos la más grande organización caritativa de todo el planeta, llevando consuelo y alivio a los más necesitados.Educamos a más niños que cualquier otra institución escolar o religiosa.

Inventamos el método científico y las leyes de evidencia. Hemos fundado el sistema universitario.

Defendemos la dignidad de la vida humana en todas sus formas mientras promovemos el matrimonio y la familia.

Muchas ciudades llevan el nombre de nuestros venerados santos, que nos han precedido en el camino al cielo.

Guiados por el Espíritu Santo hemos compilado La Biblia. Somos transformados continuamente por Las Sagradas Escrituras y por la sagrada Tradición, que nos han guiado consistentemente por más de dos mil (2’000) años.

Somos… La Iglesia católica.

Contamos con más de un billón (1’000’000’000) de personas en nuestra familia compartiendo los Sacramentos y la plenitud de la fe cristiana. Por siglos hemos rezado por ti y tu familia, por el mundo entero, cada hora, cada día, cada vez que celebramos La Santa Misa.

Jesús de Nazaret ha puesto el fundamento de nuestra fe cuando dijo a Simón-Pedro, el primer Papa: «Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi iglesia, y el poder de la muerte no prevalecerá contra ella» (Mt. XVI, 18).

Durante XX siglos hemos tenido una línea ininterrumpida de Pastores guiando nuestro rebaño, La Iglesia universal, con amor y con verdad, en medio de un mundo confuso y herido. Y en este mundo lleno de caos, problemas y dolor, es consolador saber que hay algo consistente, verdadero y sólido: nuestra fe católica y el amor eterno que Dios tiene y ha tenido por toda la creación.

Si has permanecido alejado de La Iglesia católica, te invitamos a verla de un modo nuevo hoy, visita www.catolicosregresen.org.

Somos una familia unida en Cristo Jesús, nuestro Señor y Salvador. Somos católicos, bienvenido a Casa...

Contenido del Blog

Literatura Pseudohistórica

Por P. Raniero Cantalamessa, ofmcap.

«¡Sed, cristianos, más firmes al moveros!»

«Vendrá un tiempo en que los hombres no soportarán la doctrina sana, sino que, arrastrados por sus propias pasiones, se harán con un montón de maestros por el prurito de oír novedades; apartarán sus oídos de la verdad y se volverán a las fábulas» (2 Tim 4,3-4)

Esta palabra de la Escritura --sobre todo la alusión al prurito de oír cosas nuevas--se está realizando de modo nuevo e impresionante en nuestros días. Mientras nosotros celebramos aquí el recuerdo de la Pasión y Muerte del Salvador, millones de personas son inducidas por hábiles retocadores de antiguas leyendas a creer que Jesús de Nazaret nunca fue, en realidad, crucificado. En los Estados Unidos hay un best seller del momento, una edición del Evangelio de Tomás, presentado como el evangelio que «nos evita la crucifixión, hace innecesaria la resurrección y no nos obliga a creer en ningún Dios llamado Jesús».

«Existe una percepción penosa en la naturaleza humana --escribía hace años el mayor estudioso bíblico de la historia de la Pasión, Raymond Brown: cuanto más fantástico es el escenario imaginado, más sensacional es la propaganda que recibe y más fuerte el interés que suscita. Personas que jamás se molestarían en leer un análisis serio de las tradiciones históricas sobre la pasión, muerte y resurrección de Jesús, son fascinadas por cada nueva teoría según la cual Él no fue crucificado y no murió, especialmente si la continuación de la historia incluye su fuga con María Magdalena hacia La India... [o hacia Francia, según la versión más actualizada]… Estas teorías demuestran que cuando se trata de la Pasión de Jesús, a pesar de la máxima popular, la ficción supera la realidad y frecuentemente, se pretenda o no, es más rentable».

Se habla mucho de la traición de Judas, y no se percibe que se está repitiendo. Cristo sigue siendo vendido, ya no a los jefes del Sanedrín por treinta denarios, sino a editores y libreros por miles de millones de denarios... Nadie conseguirá frenar esta ola especulativa que, es más, registrará una crecida con la inminente salida de cierta película; pero habiéndome ocupado durante años de Historia de los Orígenes Cristianos, siento el deber de llamar la atención sobre un equívoco descomunal que está en el fondo de toda esta literatura pseudohistórica.

Los evangelios apócrifos sobre los que se apoya son textos conocidos de siempre, en todo o en parte, pero con los que ni siquiera los historiadores más críticos y hostiles hacia el cristianismo pensaron jamás, antes de hoy, que se pudiera hacer historia. Sería como si dentro de algún siglo se pretendiera reconstruir la historia actual basándose en novelas escritas en nuestra época.

El error garrafal consiste en el hecho de que se utilizan estos escritos para hacerles decir exactamente lo contrario de lo que pretendían. Estos forman parte de la literatura gnóstica del siglo II y III. La visión gnóstica --una mezcla de dualismo platónico y de doctrinas orientales revestida de ideas bíblicas-- sostiene que el mundo material es una ilusión, obra del Dios del Antiguo Testamento, que es un dios malo, o al menos inferior; Cristo no murió en la cruz porque jamás había asumido, más que en apariencia, un cuerpo humano, siendo éste indigno de Dios (docetismo).

Si Jesús, según el Evangelio de Judas, del que se ha hablado mucho estos días, ordena Él mismo al apóstol que le traicione es porque, muriendo, el espíritu divino que está en Él podrá finalmente liberarse de la implicación de la carne y volver a subir al cielo. El matrimonio orientado a los nacimientos hay que evitarlo (encratismo); la mujer se salvará sólo si el «principio femenino» (thelus) personificado por ella se transforma en el principio masculino, esto es, si deja de ser mujer.

¡Lo cómico es que actualmente hay quien cree ver en estos escritos la exaltación del principio femenino, de la sexualidad, del pleno y desinhibido goce de este mundo material, en polémica con la Iglesia oficial que, con su maniqueísmo, siempre habría conculcado todo ello! El mismo equívoco que se observa a propósito de la doctrina de la reencarnación. Presente en las religiones orientales como un castigo debido a culpas precedentes y como aquello a lo que se anhela poner fin con todas las fuerzas, aquella es acogida en occidente como una maravillosa posibilidad de volver a vivir y a gozar indefinidamente de este mundo.

Son asuntos que no merecerían tratarse en este lugar y en este día, pero no podemos permitir que el silencio de los creyentes sea tomado por vergüenza y que la buena fe (¿o la necedad?) de millones de personas sea burdamente manipulada por los medios de comunicación sin levantar un grito de protesta en nombre no sólo de la fe, sino también del sentido común y de la sana razón. Es el momento, creo, de volver a oír la advertencia de Dante Alighieri:

«Sed, cristianos, más firmes al moveros:
no seáis como pluma a cualquier soplo,
y no penséis que os lave cualquier agua.

Tenéis el antiguo y nuevo Testamento,
y el pastor de la Iglesia que os conduce;
y esto es bastante ya para salvaros…

¡Sed hombres, y no ovejas insensatas!».

El fin del mundo

16 de Octubre #2006
En honor a Santa Eduviges, Cisterciense (+ 1243)

Sra.
Claudia Hernández de Alba
Columnista de Hoy
Vía correo electrónico
Ciudad,

Ref.: “El Nuevo Orden Mundial y la Nueva Era”

“La fe no es algo que produce miedo. Todo lo contrario, es fuente de auténtica felicidad, pues quien cree nunca esta solo, camina de la mano de Jesús de Nazaret, no importa lo que pase.”

Distinguida Sra. Hernández de Alba:

“A fin de cuentas siempre hay alternativa: ¿qué existe desde el origen? La Palabra, que genera y mueve el desarrollo de todo, o la irracionalidad que, carente de razón, produce extrañamente un cosmos ordenado de manera matemática e incluso al hombre, su razón.”

Al saludarle cordialmente, le escribo a fin de compartir con usted algunas inquietudes en relación a su reciente entrega sobre el fin del mundo. Estudioso de ciertas doctrinas heréticas sobre tal realidad escatológica, aprovecho la enseñanza que recibo actualmente sobre la materia en el EITL, con el Dr. Martín Lenk, s.j.

“Milenarismo – En un sentido más estricto, se trata de aquellas sectas seudo-religiosas de impronta protestante que utilizan especialmente el anuncio del fin del mundo, al estilo apocalíptico, y de un sistema de cosas posterior, un cambio maravilloso, como elemento proselitista y manipulador de sus adeptos. Tal es el caso principalmente de los adventistas del séptimo día, los testigos de jehová, los niños de Dios, los bautistas y los pentecostales…” [Nuevo Diccionario de las Sectas y Ocultismo, C. Vidal Manzanares, 1998]

Pululan entre nosotros ciertas personas a quienes les place meter miedo y terror en el corazón del hombre, por ejemplo, hablando del fin del mundo, como si de pronto el cielo y la tierra nos cayeran encima sobre la cabeza. Se habla de violencia, guerras, catástrofes, accidentes, plagas y enfermedades, al punto de llegar a ver signos extraños en el cielo, exclamando todos que ha llegado el fin del mundo.

En vez de predicar un mensaje de esperanza, amor y solidaridad; en vez de animar al desvalido y desesperanzado, ciertos personajes de la trama y la fábula desean ver a muchos atrapados en el miedo y el terror. Y lo peor de todo es que dicen basar sus argumentos en La Palabra de Dios, en La Biblia, cuando todo esto no es más que una burda mentira.

El mensaje de Jesucristo no es un mensaje de miedo, por el contrario, es un mensaje de salvación, La Buena Noticia del Reino de Dios, que se acerca a nosotros con paciencia, amabilidad, paz, justicia y alegría de corazón. Primeramente, el “fin de los tiempos” del cual nos habla La Biblia, es el gran misterio de la esperanza y la vida eterna; el misterio de la historia humana, que está en el corazón de Dios desde la eternidad, guiándonos hacia “un cielo nuevo y una tierra nueva”, la Jerusalén celestial.

¿Qué dice la Biblia sobre el fin del mundo? Para comenzar, Las Sagradas Escrituras no hablan del “fin del mundo”, sino del “fin de los tiempos”, como si se dijera que nuestro mundo no acabará, sino más bien que será transformado en “un cielo nuevo y una tierra nueva”, gracias a la Resurrección de Jesucristo. En La Biblia encontramos otras expresiones referentes al “fin de los tiempos”, “día de Yahvé”, “día del Juicio”, “el día”, “la Venida de Cristo”, “la resurrección final”, “la Parusía”, “la llegada del Reino de Dios”. Son todas ellas expresiones que indican el “fin de este tiempo” de gracia en el Señor.

¿Cuándo sucederá esto? “En cuanto al día y la hora, nadie lo sabe, ni los mismos ángeles del cielo, ni siquiera el Hijo de Dios. Solamente el Padre lo sabe” (Mt. 24, 36; Mc. 13, 32). Jesús nunca dio la fecha, el día ni la hora. “A ustedes no les corresponde saber cuándo o en qué fecha el Padre va a hacer las cosas que solamente El tiene autoridad para hacer” (Hc. 1, 1-7). En efecto, Jesús condena enérgicamente la tendencia humana que aún persiste entre nosotros de querer fijar la hora, el día y el año del “fin de los tiempos”. Por supuesto que especular sobre la fecha exacta concita ciertos vicios de excitación, llamando la atención de incautos y chiflados; convirtiéndose en noticia para los medios de comunicación. Ahí tenemos nosotros a los augures y horoscopólogos. Fijarla resultaría mentiroso, un engaño, pues nadie sabe esto más que Dios, y Jesús nunca quiso satisfacer la curiosidad de los discípulos, sino más bien prefirió comunicarnos algo más profundo.

Las Sagradas Escrituras, al hablar del “fin de los tiempos”, dice más bien que debemos estar preparados. Aún sin saber la fecha: “ustedes, estén preparados, porque cuando menos lo piensen vendrá el Hijo del Hombre” (Mt. 24, 44). “El día del Señor vendrá cuando menos se espera, como viene un ladrón de noche” (2 Pe. 3, 10; 1 Tes. 5, 2; Ap. 16, 15).

Ahora bien, leyendo cabalmente la historia, vemos que siempre ha habido y existen hoy grupos seudo-religiosos que intentan fijar la fecha, el día y la hora del “fin de los tiempos”, y se han equivocado. No se deje usted engañar por nadie. Lo mismo que sucedió en el año 1’000, ha pasado en el 2’000; ciertos fanáticos predicando que el “fin del mundo” está cerca, y han quedado con la cara larga.

El fundador de la secta de los adventistas, Guillermo Miller, interpretando a su manera el Texto Sagrado de Daniel (8, 14), ha calculado los días como si fuesen años, prediciendo la segunda venida de Cristo para el veintiuno (21) de marzo de 1843. Llegó la fecha y nada sucedió, para luego tener que decir que se había equivocado en sus cálculos por un año, y proclamado de nuevo la venida de Cristo para el veintiuno (21) de octubre de 1844. Viendo que Cristo no regresaba a la tierra, arguyó que el juicio de los hombres había comenzado en el cielo, y que pronto se manifestaría aquí en la tierra.

Los testigos de Jehová también han anunciado la pronta venida de Cristo y su Reino de mil años aquí con nosotros en la tierra para el año de 1914, y luego para 1925. Ahora ya ni siquiera dan la fecha, repitiendo continuamente que “Cristo pronto vendrá”, escribiendo por todas partes “Cristo viene”.

Nunca ha faltado ni faltarán, grupos de personas insensatas que digan que el fin del mundo está por venir, este año, aquel o tal año, el 2025.

¿Cuándo sucederá la segunda venida de Cristo? En ciertas partes de La Biblia se habla sobre la pronta venida de Jesucristo. En otras se anuncia que resta un tiempo de espera. Tengo la impresión de que los cristianos de esa primera generación esperaban con ansias la venida de Cristo. “Pronto, muy pronto vendrá el que tiene que venir y no tardará” (Hb. 10, 37). Pero si es que sufrieron muchísimo con los leones del Coliseo y las persecuciones. ¿Cómo no anhelar la pronta venida de su Salvador? “Dios, que es el juez, está ya a la puerta… Se acerca el fin de todas las cosas” (1 Ped. 4, 7). “Sí, ven pronto, amén. Ven, Señor Jesús” (Ap. 22, 20).

Es el mismo Jesús quien anuncia su pronta venida: “En verdad les digo que hay algunos de los que están aquí presentes, que no morirán sin ver al Hijo del Hombre venir en su Reino” (Mt. 16, 28). Los cristianos, en La Iglesia primitiva, pronto se dieron cuenta de que la historia podría durar un tiempo más. Algunos hasta se burlaron diciendo: “¿Qué pasó con la promesa de que Cristo iba a venir, pues desde que murieron nuestros antepasados todo sigue igual que desde que el mundo fue hecho?” (2 Pe. 3, 4). Y el apóstol Pedro les contestaba: “Hermanos, no olviden que para el Señor un solo día es como mil años y mil años son como un solo día” (2 Pe. 3, 8).

Señales que precederán al fin de los tiempos. San Pablo, luego de reflexionar, ha anunciado un tiempo de espera, y que, antes de la venida de Cristo, deben de suceder ciertas cosas:

1. El anuncio del Evangelio a todas las naciones. “Y este mensaje del Reino será predicado en todo el mundo para que todas las naciones lo conozcan; es entonces cuando vendrá el fin” (Mt. 24, 14). Esto me recuerda la enfermedad y muerte de S.S. Juan Pablo II (qepd), la cobertura mediática que recibiera el sepelio, el Cónclave, la elección y toma de posesión de S.S. Benedicto XVI como Pastor de La Iglesia universal..

2. Al final, Israel se reconciliará con Cristo y se salvará. “Una parte de Israel se va a endurecer hasta que la totalidad de los paganos hayan entrado, entonces todo Israel se salvará” (Rm. 11, 25). Andan por ahí ya unos que se denominan a sí mismos: “judíos para Jesús”. Pero no se deje usted engañar, es el mismo invento con otro antídoto. Si conozco el testimonio de algunos judíos, como Maximiliano Kolbe, Edith Stein y otros, que conociendo la vida y la obra de cristianos de una sola pieza, han encontrado el amor de Cristo, y convertido al catolicismo.

3. Finalmente, antes de la venida de Cristo habrá de producirse “la apostasía general”, o sea, habrá una crisis religiosa a escala mundial, y luego el Anticristo. “No se dejen asustar por ningún mensaje espiritual como si fuera el día del Señor que ya llegó. Antes de este día tiene que venir primero la rebelión contra Dios, cuan-do aparezca el hombre del pecado que se sentará en el templo de Dios y será adora-do, llegará con mucho poder y con señales y milagros mentirosos. Usará toda clase de maldad para engañar” (2 Tes. 2, 1 -12). Aquí es donde el puerco tuerce el rabo. 30’000 sectas y nuevos movimientos seudo-religiosos, La Nueva Era y el Nuevo Orden Mundial: qué clase de apostasía la que estamos viviendo nosotros hoy.

San Pablo realiza que la venida de Cristo no se realizará tan pronto como algunos esperaban, mejor dicho, que Dios no mide el tiempo como lo hacemos nosotros. Dios puede presentar algo como cercano, y no realizarlo hasta cuando lo decida, poniendo a prueba nuestra fe. Por otra parte, si el tiempo de espera se hace largo, no por eso podemos volver a una vida cómoda, sin esperar vigilantemente. El Señor vendrá en medio de la noche como un ladrón.

No olvidemos que el día de nuestra muerte, el día del juicio particular de cada uno de nosotros, es el día del encuentro personal con Cristo. Ojalá y nos encuentre a todos en actitud de espera.

¿Cómo vendrá Cristo al final de los tiempos? La Biblia habla en forma confusa sobre cómo terminará la historia. En el Antiguo Testamento, por ejemplo, los profetas veían a todas las naciones de la tierra unidas para destruir la ciudad santa de Jerusalén. Esto me recuerda por un momento la trama que han armado “los soberanos invisibles” para destruir La Iglesia católica, todos contra ella. En el momento de mayor desesperación, Dios intervendrá de manera triunfal para instaurar su Reino (Jl. 3, 14).

Jesús nos habla “de guerras y grandes angustias en todo el mundo, el sol no alumbrará, la luna perderá su brillo, las estrellas caerán del cielo y los ángeles tocarán las trompetas” (Mt. 24, 29-31).

En el libro del Apocalipsis (c. 13 y 17) se habla de un dragón, de monstruos, la gran batalla en el cielo, de Babilonia la grande, de la madre de las prostitutas y de los abominables ídolos de todo el mundo. Dicen los que le oponen, que todos estos son signos que señalan a La Iglesia católica, ¿qué cree usted?

Todos los textos acerca del “fin de los tiempos” fueron escritos en estilo apocalíptico (revelaciones misteriosas), una forma de escribir muy común en aquel tiempo. Dichos escritos pretendían aclarar algunos acontecimientos de la historia con visiones ficticias e imágenes fantásticas, de forma que sólo ellos podían entender. No podemos nosotros hoy tomar al pie de la letra estas imágenes, sino que debemos intentar descubrir un mensaje mucho más profundo que se encuentra escondido en estas visiones.

El gran mensaje es: “Cristo Resucitado es el centro de toda la historia, y nuestro mundo es el escenario de la lucha entre los elegidos de Cristo (su Iglesia) y las fuerzas del demonio”. Estos textos no han sido escritos para amenazar a nadie ni meter miedo, por el contrario, han sido escritos para animar y exhortar a la fidelidad y a la confianza en Dios en los momentos más difíciles.

¿Cómo debemos prepararnos para el final de los tiempos? Nuestro destino definitivo no está lejos, no es difícil de imaginar. Ya ha comenzado. Jesús con su persona, su Palabra y su actuación ha inaugurado el Reino de Dios hace ya algún tiempo (Lc. 11, 20); ha comenzado a juzgar al hombre (Jn. 12, 31). Su Palabra, su amor y su muerte nos juzgan, incluso hasta nos condenan. Algo nos ha traspasado de su Resurrección (Col. 3, 1-4). Por esta razón, el Nuevo Testamento habla del “tiempo” a partir de Jesús como “los últimos tiempos” (Hb. 1- 2; 1 Pe. 1-20). Se nos urge vivir conforme al Evangelio, porque no sabemos cuánto falta para el finsl (Mc. 13, 33-37 y Mt. 24, 42).

Tampoco podemos sentarnos a esperar pasivamente el retorno de Cristo, la instauración total del Reino de Dios. Contamos con la fuerza del Espíritu Santo que motoriza nuestra historia. Lo que Dios comenzó con Jesucristo, se nos invita a cumplir nuestra encomienda. Por eso La Biblia termina con estas palabras de espera: “¡Ven, Señor Jesús!” (Ap. 22, 20), que repetimos todos los días en la celebración de la Santa Misa, después de la Consagración, y en la que todo el pueblo contesta: “anunciamos tu muerte, proclamamos tu Resurrección, ven, Señor Jesús”.

¿Sabemos cuándo y cómo llegará el fin de los tiempos? No, no sabemos cuando será la consumación de la tierra, de la humanidad, y la manera cómo se transformará el universo.

¿Qué prepara Dios para sus hijos? La figura de este mundo ha sido afeada por el pecado, pero Dios nos prepara una nueva tierra donde habita la justicia y cuya bienaventuranza es capaz de saciar y rebosar todos los anhelos de paz que surgen en el corazón humano.

El progreso material ¿interesa a Dios? El progreso material, en cuanto puede contribuir a ordenar mejor la sociedad humana, interesa en gran medida al Reino de Dios.

¿Hacia dónde caminamos los cristianos? “Vivificados por el Espíritu, los cristianos caminamos como peregrinos hacia la consumación de la historia humana, la cual coincide plenamente con su amoroso designio divino de restaurar en Cristo todo lo que hay en el cielo y en la tierra”.

¿Cuándo será llevada la Iglesia a su total perfección? La Iglesia será llevada a su total perfección cuando llegue el tiempo de la restauración de todas las cosas (Hc. 3, 21) y cuando, el género humano, con el universo entero, será plenamente renovado (Ef. 1, 10).

Adelante, hermana, marchemos juntos, Jesús de Nazaret está con nosotros hasta el fin de los tiempos. Por amor a Jesús, tome su cruz; por amor a Jesús, persevere en ella. ÉL será nuestro auxilio, nos guía y nos acompaña.

En estos días hemos recordado con cariño la vida de estos gigantes del cristianismo histórico: Ignacio de Antioquia (+ 107), Obispo y mártir; Margarita María de Alacoque (+ 1690), virgen; y Santa Eduviges, una monjita cisterciense del siglo XIII. Todos ellos vivieron la esperanza de algún día poder alcanzar la vida eterna, más no se preocuparon tanto por el fin de los tiempos. Ignacio, por ejemplo, fue discípulo de Policarpo, que a su vez fue discípulo de San Lucas. De allá para acá nada ha cambiado.

Sin otro particular por el momento, aprovecho la ocasión para suscribirme a sus órdenes siempre.

Atentamente,

Mario R. Saviñón

Pd. Información adicional

http://www.churchforum.org.mx/Info/Magisterio/catecismo/p1s2c2a7.htm

La Paz de Cristo

Por José I. Ibáñez en exclusiva para Forum Vida (www.forumvida.org)

Seguimos contemplando la falta de paz que invade al mundo y nos preguntamos ¿hasta cuándo durará esta situación?, la tragedia de Haití, y las de tantos otros lugares ¿hasta cuándo?... y pensamos que nosotros no tenemos responsabilidad al respecto, pero sí la tenemos, y mucha.

Para alcanzar la paz, en primer lugar debemos acercarnos a Dios.

La paz solamente puede ser lograda mediante ciertos requisitos que hemos abandonado en muchas sociedades del mundo:

1. Para alcanzar la paz, en primer lugar debemos de acercarnos a Dios y alejarnos de nuestra propia voluntad, la cual muchas veces nos tiene secuestrada en el egoísmo de la ¨ley del más fuerte¨, pues con ello promovemos la violencia para con el que menos tiene o puede. Esto inicia dentro de la familia, por parte del padre o de otros miembros que no respetan los derechos de los demás, incluyendo el primer derecho de todos; el de la vida y una vida digna, el cual debe ser respetado y protegido. Ahora promulgamos leyes en casi todo el mundo donde se permite y fomenta, mediante fondos públicos, el aborto voluntario.

2. Debemos recuperar la ¨solidaridad¨. La solidaridad es vivir junto con los otros seres humanos como hermanos que somos con un destino común, sabiendo que mientras una persona tenga carencias no podemos descansar hasta ayudarle al máximo posible a solucionarlas, pues todos somos iguales en dignidad y valor trascendente.

3. La promoción de la ¨verdad¨, para defender, conforme a los dos principios anteriores, lo que debe ser, el actuar correcto aunque no sea los más conveniente para otros. Sin la búsqueda y el encuentro de la verdad será imposible alcanzar la paz.

4. En el actuar ¨solidario¨ apegado a la verdad es urgente aplicar la justicia de manera que reparemos los daños hechos a otras personas o sociedades. En nuestro caso podremos pedir perdón y saldar deudas que tengamos con otros, siempre buscando armonía y paz.

5. Por último, hacer todo lo anterior con amor, de manera que dicho amor nos permita ir más allá de la mera justicia o el afán de reparar el daño que hallamos hecho o perdonar el que nos hallan ocasionado.

Te propongo meditemos la oración por la Paz de Su Santidad Paulo VI (tomada del sitio de Aciprensa (www.aciprensa.com):

Señor, Dios de la paz, Tu que creaste a los hombres para ser herederos de tu gloria. Te bendecimos y agradecemos porque nos enviaste a Jesús, tu hijo muy amado. Tu hiciste de Él, en el misterio de su Pascua, el realizador de nuestra salvación, la fuente de toda paz, el lazo de toda fraternidad. Te agradecemos por los deseos, esfuerzos y realizaciones que tu Espíritu de paz suscitó en nuestros días, para sustituir el odio por el amor, la desconfianza por la comprensión, la indiferencia por la solidaridad. Abre todavía mas nuestro espíritu y nuestro corazón para las exigencias concretas del amor a todos nuestros hermanos, para que seamos, cada vez mas, artífices de la PAZ. Acuérdate, oh Padre, de todos los que luchan, sufren y mueren para el nacimiento de un mundo mas fraterno. Que para los hombres de todas las razas y lenguas venga tu Reino de justicia, paz y amor. Amen.

Tensión desgarradora

Por Mons. Francisco José Arnaiz S. J.

En la base misma de la perfección y santidad cristiana hay una antinomia desgarradora de raíz psíquica. El amor a Dios y al prójimo, en que se resume toda la ley neotestamentaria del cristiano presupone en la práctica, como actitud básica, el desposeimiento de uno mismo, es decir, una actitud permanente antiegótica.

Es verdad revelada y un axioma en toda ascética.

Junto a la perícopa Mateo 22, 36-40 “Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la Ley. Él le dijo: amarás al Señor, tu Dios, con todo corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el más grande y el primer mandamiento. El segundo, semejante a este, es: amarás al prójimo como a ti mismo. De estos dos preceptos pende la ley y los profetas”, hay que poner la perícopa del mismo evangelista Mateo 16, 24, “Entonces dijo Jesús a los discípulos: el que quiera venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y que me siga”. Lo más dramático es el antagonismo y robustez de ambas fuerzas en acción: en el plano sobrenatural la obligación de la ley divina que reclama de nosotros como centro de la persona el amor a Dios y al prójimo y en el plano natural el amor a nosotros mismos, fuerza honda y polimorfa, que se muestra celosa de su primacía y derechos y que no se doblega fácilmente ante las exigencias del amor a Dios y al prójimo.

Este antagonismo no escapó a la perspicacia de Alejandro de Hales, el eximio profesor de Teología Moral de la Sorbona. Abiertamente se planteó él –ya en el siglo XII– este problema en su “Summa Theologica”: ¿puede el amor a nosotros mismos coexistir con el amor a Dios y al prójimo?”.

Antes había afirmado taxativamente que la causa de todo desorden humano, de todo pecado, era el amor a nosotros mismos. Se expresa así: “La pregunta es si el amor a uno mismo es la causa de todo pecado y la respuesta es afirmativa”. Tal afirmación, sin embargo, no implica, según él, el que todo amor a uno mismo sea pecado. Cuatro clases o tipos de amor a sí mismo defiende que se dan en el ser humano: el amor a sí mismo producido y elevado por la gracia (es decir, por influjo bondadoso y gratuito de Dios); el producido por solo las fuerzas naturales pero capaz en todo momento de ser elevado por la gracia; el ni elevado ni capaz de ser elevado por la gracia pero no totalmente reñido con el amor a Dios; y el ni elevado ni capaz de ser elevado por la gracia, y reñido totalmente con el amor a Dios y al prójimo.

A los dos primeros los califica como amores “propter Deum” “teniendo en cuenta a Dios” y a los otros dos “non propter Deum”, “precisivos de Dios”.

De los cuatro sólo los tres primeros pueden coexistir con el amor a Dios y al prójimo. Pero aún en la coexistencia de los dos primeros hay una tensión sutil de fuertes repercusiones psíquicas, interesantes desde el punto de vista teológico, psicológico y aun psiquiátrico.

Paradójicamente pudiéramos decir que se trata entonces de un amor a uno mismo desegoizado en cuanto que, como subraya él, es “propter deum” , porque Dios lo inspira y a Él se somete. Teniendo en cuenta este complejo fenómeno, no es de extrañar que todos los autores espirituales enfaticen la vigilancia de nuestra tendencia instintiva egocéntrica.

Al definir la “abnegación” escribe el P. de Guibert, autor de excelentes libros de teología espiritual:“Más que como una virtud peculiar hay que definir la abnegación como un cierto hábito general de la voluntad, en virtud del cual el ser humano, en contra de la natural inclinación al amor propio y al egoísmo, subordina en todo los bienes de la vida tanto material como espiritual a la consecución de la gloria divina de modo que la persona no se tenga a ella misma como centro de todo sino en todo referida a Dios”.

En esta línea San Ignacio de Loyola quintaesenció lo mejor de su espiritualidad en una célebre máxima: “Piense cada uno que tanto se aprovechará en todas cosas espirituales, quanto saliere de su propio amor, querer e interese”.

A lo largo de todo el libro de la “Imitación de Cristo” de Tomás de Kempis aflora aquí y allá una tesis. Pertenece de suyo a todo el misticismo medieval y más en concreto a la corriente espiritual denominada “Moderna Devoción”.

La tesis es que el amor desordenado a uno mismo es el que más aparta siempre de Dios. Por eso cuanto más se vacíe de sí mismo el ser humano, más rápida y perfecta será su unión con Dios”.

Radicalmente lo mismo expresa toda la tradición católica con ininterrumpida insistencia en la necesidad de la humildad y de la abnegación.

Ambas virtudes o hábitos generales se reducen en última instancia a actitudes antiegóticas.

El hecho de encontrarse uno siempre en la vida espiritual con esta fuerte tendencia egocéntrica dice al menos perspicaz que estamos ante una fuerza humana primordial.

Esto demuestra su importancia no sólo respecto a la teología espiritual sino también respecto a la psicología.

Y demuestra también la necesidad de profundizar más y más en la psicología dinámica de la personalidad y de estudiar más las relaciones entre la psicología y la teología espiritual. Ya Allport en su interesante libro “The individual and his religion” decía refiriéndose a la vinculación de la psicología con la religión que “Por esta razón, la psicología era una ciencia que crecía robustamente hoy y existía la esperanza de que surgiese como la ciencia decisiva del siglo XX”.

El célebre psicólogo austríaco Alfredo Adler, consciente de la tensión entre el amor a uno mismo y el amor a Dios y a los demás y queriéndole buscar una solución, se pregunta: ¿cómo y por qué el ser humano se desinteresa de los demás, se recoge sobre sí mismo, se vuelve centro de sí mismo obsesionado por su desarrollo y por su defensa, y hace de esto problema fundamental de todos sus afanes, pensamientos, deseos y sentimientos? Es decir, que lo que él se pregunta y a lo que quiere dar respuesta es ¿por qué el ser humano es tan egocéntrico? Su respuesta es ésta: en todo ser humano existen dos fuerzas primordiales: la tendencia a ser siempre más y el sentimiento de inferioridad. Estas dos fuerzas juntamente con el interés social y el ideal personal son las fuerzas constructoras de la personalidad.

De ellas las más determinantes son la tendencia a ser siempre más y el sentimiento de inferioridad, pues las otras dos básicamente están dominadas por ellas. Y de estas dos, la principal es la tendencia a ser siempre más ya que ella es la que origina que la conciencia de inferioridad, de limitaciones en mayor o menor grado, se convierta primero en sentimiento y después en complejo de inferioridad.

Para Adler esta tendencia a ser siempre más es algo muy complejo, multiforme y vitalísimo. Es el hecho fundamental de la vida humana, una necesidad tan intrínseca a la vida misma que el impulso vital está ligado irreductiblemente a ella. Uno la percibe en forma de urgencia, impulso, aspiración y necesidad.

Adquiere muchas modalidades: tendencia a ser superior, a conquistar, a sentirse fuerte, a la plenitud, a la seguridad, a la perfección, al crecimiento, a la prevalencia, a ser como Dios.

Hace aparición en la primera niñez y continúa hasta el fin de nuestra vida. Conseguida una meta, no descansa en ella definitivamente, sino que vuelve a aspirar en esa línea a una meta superior creando una continua inestabilidad y tensión humana.

“El ser humano –dice textualmente Adler en su libro “El sentido de la vida”– se halla en constante movimiento y tiene conciencia de su inestabilidad frente a su ideal de perfección progresiva. Sólo la sensación de haber alcanzado una elevada posición será capaz de proporcionarle sentimientos de tranquilidad, felicidad y autoestimación, pero en el momento siguiente su optimismo se esfuma”.

Vuelva a aspirar a más.

Curiosamente la teoría adleriana en este punto viene a ser una anticipación de la de Maslow, clásico entre los clásicos investigadores de la vida instintiva del ser humano. Maslow divide los instintos en cinco grupos y los jerarquiza en cinco niveles: abajo los instintos fisiológicos, luego el instinto de seguridad, el de pertenencia y amor, el de estimación propia y en el vértice el instinto de pleno desarrollo de sí mismo que abarca la tendencia a la plenitud y a la perfección suma. El mecanismo de este mundo instintual es que, cuando un instinto inferior ha sido plenamente satisfecho, surge poderosamente su inmediato superior dominando la conciencia y haciéndose así el individuo centro de la conducta humana.

Lo brevemente expuesto explica la tensión desgarradora existente en nosotros entre el amor a Dios y al prójimo y el amor a nosotros mismos.

Una reseña del libro de Abby Johnson

por Steven W. Mosher

www.lapop.org

Conozco algo acerca de algunas de las más impresionantes conversiones a la causa pro-vida. Yo mismo soy producto de una de esas conversiones, hace algunos años en una clínica de aborto de China. En realidad nunca había dimensionado lo que significa un aborto y las consecuencias que acarrea hasta que fui testigo de uno con mis propios ojos. En esos momentos uno no puede pasar por alto el resultado, un bebé muerto y una madre herida profundamente tanto su cuerpo como su espíritu. Y lo rechacé horrorizado.

La epifanía de Abby Johnson sucedió en circunstancias similares, a pesar de que ella no era una simple espectadora de este crimen contra la humanidad, como lo fui yo. Más bien, fue directora de una clínica de Planned Parenthood por mucho tiempo, en donde se habían realizado miles de abortos mientras trabajaba allí. De hecho, Abby había programado el aborto que cambió radicalmente su vida.

Siendo estudiante universitaria, se enroló en Planned Parenthood debido a que la habían hecho creer que la organización se dedicaba a ayudar a mujeres en crisis. Les creyó cuando le dijeron que realizaban abortos en casos excepcionales. Abby repetía las mentiras en las que la entrenaron y le decía a las jovencitas ingenuas que lo que crecía en sus vientres no era un bebé, sino sólo un feto, más pequeño que un grupito de células o que era una bola de tejidos.

Pero a medida que pasó de voluntaria a empleada a tiempo completo, se enteró de que el objetivo principal de la organización era el lucro, y tanto como fuera posible, realizando la mayor cantidad de abortos. Se dio cuenta rápidamente que no se trataba de realizar abortos sólo en casos excepcionales, como le habían hecho creer, sino que desgraciadamente estaba ayudando a que los abortos sean una cosa común.

Llegó el día en que se le pidió a ella misma asistir a un aborto, sosteniendo una sonda de ultrasonido para permitir al abortista tener una visión clara de su pequeño objetivo. La escena que apareció fue un completo perfil de un bebé de 13 semanas. A medida que el doctor insertaba la cánula de aspiración, ella vio que el bebé empezaba a luchar, retorciéndose y apartándose. No tuvo escapatoria. Como ella misma describe, “Por un breve momento parecía que el bebé estaba siendo estrujado y exprimido como un paño de cocina. Entonces el pequeño cuerpo triturado comenzó a desaparecer en la cánula ante mis ojos. Lo último que vi fue la pequeña espina dorsal bien formada, succionada por el tubo y de repente todo se había ido”.

Abby, devastada por lo que había visto, se juró a sí misma que nunca más apoyaría el aborto.

Tal vez su historia podría haber terminado ahí, si no fuera por la amistad que se había formado entre ella y los defensores de la vida que por mucho tiempo habían realizado vigilias de oración en las afuera de su clínica. Estos guerreros de la oración hacía tiempo que no sólo intercedían por las mujeres que visitaban la clínica y sus hijos por nacer. Lo hacían también por el personal de la clínica. Por lo tanto, no es casual que cuando Abby salió de su oficina de Planned Parenthood se fue directamente a la oficina local del director de “40 Días por la Vida”, Shawn Carney. Así que Carney y otros pro-vidas la ayudaron en la transición que la ha llevado desde ser una empleada del aborto a convertirse en una potente luchadora que ayuda a otras mujeres y salva vidas.

La historia de la conversión de Abby, que fueron años de preparación, es poco menos que milagrosa. Me trajo a la memoria el relato de cómo el Padre Paul Marx se hizo amigo del pionero en abortos Bernard Nathanson, una amistad que ayudó mucho al Dr. Nathanson en su viaje espiritual desde el ateísmo de su juventud hasta su confirmación definitiva en la fe católica. (Sabemos que Abby y su esposo han dejado la Iglesia Episcopal por su postura a favor del aborto, y están recibiendo instrucción en la Iglesia Católica).

Si Ud. tiene la tentación de descorazonarse por el continuo apoyo de Estados Unidos al aborto, tenga en cuenta el valor moral de Abby Johnson y de aquellos que están con ella. Recuerde que para Dios nada es imposible. “unPlanned” es el título de una historia que merece ser leída por toda persona comprometida con la construcción de la Cultura de Vida.

Octavario por la Unidad de los Cristianos

Autor: Rebeca Reynaud

Fuente: Catholic.net

http://es.catholic.net/aprendeaorar/688/2096/articulo.php?id=27062

Son unos días de súplica a la Santísima Trinidad por nuestros hermanos separados; hemos de buscar lo que nos une, pero no ceder en cuestiones de fe y moral.

Tradicionalmente, la Semana de oración por la unidad de los cristianos se celebra del 18 al 25 de enero. Estas fechas fueron propuestas en 1908 por Paul Watson para cubrir el periodo entre la fiesta de san Pedro y la de san Pablo.

Son unos días de súplica a la Santísima Trinidad pidiendo el pleno cumplimiento de las palabras del Señor en la Última Cena: “Padre Santo, guarda en tu nombre a aquellos que me has dado, para que sean uno como nosotros” (Juan 17, 11). La oración de Cristo alcanza también a quienes nunca se han contado entre sus seguidores. Dice Jesús: Tengo otras ovejas que no son de este redil, a ésas también es necesario que las traiga, y oirán mi voz y formarán un solo rebaño con un solo pastor (Juan 10, 16).

En el Octavario por la Unión de los Cristianos pedimos por nuestros hermanos separados; hemos de buscar lo que nos une, pero no podemos ceder en cuestiones de fe y moral. Junto a la unidad inquebrantable en lo esencial, la Iglesia promueve la legítima variedad en todo lo que Dios ha dejado a la libre iniciativa de los hombres. Por eso, fomentar la unidad supone al mismo tiempo respetar la multiplicidad, que es también demostración de la riqueza de la Iglesia.

En el Concilio de Jerusalén, al tratar de los preceptos, los Apóstoles decidieron no imponer “más cargas que las necesarias” (Act XV, 28).

Con ocasión de este octavario podemos dar un paso en ese identificarnos con los mismos sentimientos de Jesús. Concretar oración y mortificación pidiendo por la unidad de la Iglesia y de los cristianos. Este fue uno de los grandes deseos de Juan Pablo II (Encíclica Ut unum sint, nn. 1 a 4), y lo es asimismo de Benedicto XVI.

En estos días pedimos al Señor que acelere los tiempos de la ansiada unión de todos los cristianos. ¿La unión de los cristianos?, se preguntaba nuestro Padre. Y respondía: sí. Más aún: la unión de todos los que creen en Dios. Pero sólo existe una Iglesia verdadera. No hay que reconstruirla con trozos dispersos por todo el mundo (Homilía, Lealtad a la Iglesia).

La Iglesia es Santa porque es obra de la Santísima Trinidad. Es pueblo santo compuesto por criaturas con miserias: esta aparente contradicción marca un aspecto del misterio de la Iglesia. La Iglesia que es divina, es también humana, porque está formada por hombres y los hombres tenemos defectos, todos somos polvo y ceniza (Ecclo 17, 31), cita n.P.

Por nosotros mismos no somos capaces sino de sembrar la discordia y la desunión. Dios nos sostiene para que sepamos ser instrumentos de unidad, personas que saben disculpar y reaccionar sobrenaturalmente.

Demostraría poca madurez el que, ante la presencia de defectos en cualquiera de los que pertenecen a la Iglesia, sintiese tambalearse su fe en la Iglesia y en Cristo. La Iglesia no está gobernada por Pedro, Pablo o Juan, sino por el Espíritu Santo. Jesús tuvo 12 Apóstoles, uno le falló...

Nuestro Señor funda su Iglesia sobre la debilidad –pero también sobre la fidelidad- de unos hombres, los Apóstoles, a los que promete la asistencia constante del Espíritu Santo.

La predicación del Evangelio no surge en Palestina por la iniciativa personal de unos cuantos. ¿Qué podían hacer los Apóstoles? No contaban nada en su tiempo; no eran ni ricos, ni cultos, ni héroes a lo humano., Jesús echa sobre los hombros de este puñado de discípulos una tarea inmensa, divina. No me elegisteis vosotros a mí, sino que soy yo el que os he elegido a vosotros, y os he destinado para que vayáis y deis fruto y vuestro fruto sea duradero, a fin de que cualquier cosa que pidieres al Padre en mi nombre, os la conceda (Juan 15, 16).

Desde hace siglos la Iglesia está extendida por los cinco continentes; pero la catolicidad de la Iglesia no depende de la extensión geográfica, aunque esto sea un signo visible. La Iglesia era Católica ya en Pentecostés; nace Católica del Corazón llagado de Jesús. Ahora, como entonces, extender la Iglesia a nuevos ambientes y a nuevas personas requiere fidelidad a la fe, y obediencia rendida al Magisterio de la Iglesia.

Desde hace dos mil años, Jesucristo quiso construir su Iglesia sobre una piedra: Pedro, y el Sucesor de San Pedro en la cátedra de Roma es, por eso, el Vicario de Cristo en la tierra. Hemos de dar gracias a Dios porque ha querido poner al frente de la Iglesia un Vicario que la gobierne en su nombre. En estos días hemos de incrementar nuestra plegaria por el Romano Pontífice y esmerarnos en el cumplimiento de cuanto disponga.

San Pablo, a quien el Señor mismo llamó al apostolado, acude a San Pedro para confrontar su doctrina: “subí a Jerusalén para ver a Cefas, escribe a los Gálatas, y permanecí a su lado quince días”. (I, 18).

El Octavario concluye conmemorando la conversión de San Pablo. El martirio de San Esteban, dice San Agustín, fue la semilla que logró la conversión del Apóstol. Dice textualmente: “Si Esteban no hubiera orado a Dios la Iglesia no tendría a Pablo” (cfr. S. Agustín, Serm, 315, 7).

El principal obstáculo para la conversión, dice Scott Hahn son los mismos católicos... El principal apostolado que hemos de realizar en el mundo es contribuir a que dentro de la Iglesia se respire el clima de la auténtica caridad.

En el octavario del 2005 decía Juan Pablo II: Sin oración y sin conversión no hay ecumenismo. Podemos acudir a la Virgen María para ser más humildes y, por tanto, más fieles.

La Iglesia del amor

Por Alejo Fernández Pérez

Nada existe en la tierra que los seres humanos deseen más que amar y ser amados. Y en ninguna parte como en los Evangelios viene reflejada la transcendencia del amor.

El amor, y su opuesto el odio, están en la médula de los humanos y marcan las directrices de la historia. Pero ¿Qué entendemos por amor? El amor es una palabra difícil o imposible de definir si no se siente, y cuando se siente, no necesita ser definida.

Los griegos tenían cuatro palabras para referirse al amor: Agape , amor por la comida entre amigos y fiestas; “philos” se refiere al amor para con nuestros parientes y amigos; “eros” es el amor entre hombre y mujer y “caritas” es el amor al prójimo simplemente por ser persona, sin ánimo de contrapartida o, entre los cristianos, por amor a Dios. Mientras que en Español sólo disponemos de la palabra “Amor” para todos los casos, perdiendo en profundidad lo que gana en extensión.

Las religiones, especialmente las cristianas, parecen las guardadoras de las esencias del amor, que se concretan en su máximo grado en el amor insuperable y eterno a Dios. Los demás amores son meros reflejos del “único amor”.

El 25 de diciembre del 2005, Benedicto XVI nos da su primera encíclica: Deus Caritas est (Dios es caridad) donde se describe al amor como “la dimensión central del cristianismo” El Papa no hace más que recordar las palabras de la primera carta de San Juan (4,8) “El que no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor”. Quizá la mejor definición que se ha dado de Dios.

Tan importante es el amor y el amar que, desde Moisés, aparece como el primero de los mandamientos divinos: “Amarás a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo” Con Cristo esta importancia alcanza el culmen en las Bienaventuranzas, y en los mandatos de amar y perdonar siempre, incluso a los enemigos. Basta con que se arrepientan y pidan perdón.

Entonces ¿Por qué los seres humanos - cristianos y no cristianos - deseando tanto amar y ser amados nos dejamos vencer por odios diabólicos? Bastaría con cumplir el primero de los mandamientos para que desapareciesen las guerras y los conflictos de todo tipo. Misterios sólo la Biblia, concretamente en el Génesis, se atreve a responder de forma poética a las preguntas básicas sobre el hombre y la tierra. Las teorías científicas sobre el tema quedan obsoletas tras poco tiempo y son aun menos creíbles.

Si el amor es tan importante es porque existe Dios. Y Dios solo se hace presente al hombre a través de las religiones. Timoteo nos dice en su primera carta (3-6) que “…Dios nuestro salvador, quiere que todos los hombres se salven y lleguen a conocer la verdad. No hay más que un solo Dios, no hay más que un mediador, el hombre Cristo Jesús, que se entregó en rescate por todos y como testimonio en el momento oportuno”. Pero si no hay más que una sola verdad: Dios y un solo camino para llegar a Él que es Cristo, chocamos con el misterio de la existencia de tan distintos caminos como son las diferentes sectas y religiones. Los misterios son misterios, y ni se entienden ni se pueden explicar, pero están ahí en el campo espiritual como lo están en el campo de las ciencias terrestres. No entenderlos no significa que no existan, y son los misterios los que nos conducen a la fe.

Si por un momento levantamos la vista y miramos al mundo cara a cara sin anteojos ni prejuicios, no veremos más que -especialmente en los dos últimos siglos- guerras interminables, maremotos, terremotos, inundaciones, volcanes en erupción, incendios, miserias, hambres, crisis económicas y morales sin parangón, y un terrible olvido de Dios por todas las sociedades.

Creyentes y no creyentes viven en proporción muy elevada como si Dios no existiese. Como los animales: comen, beben, procrean, trabajan, descansan y además… van al futbol. Pero Dios existe, y nos espera al final del camino. Y existe el diablo como última causa de todos los males. Siempre todos los pueblos y en todas las épocas han creído en él hasta que nos hicimos ricos, poderosos, engordamos y llegamos a creernos dioses.

Quizá hayamos olvidado que los “clérigos son seres humanos con todos sus virtudes y defecto, y que pecan, incluso los papas, como los demás cuando se les tienta por encima de sus fuerzas y posibilidades. Tienen una ventaja: caen y se levantan una y otra vez y mil veces. No les exijamos lo que no pueden dar y no ponerlos en los altares desde donde las caídas son más notorias. Necesitan la ayuda y el aliento ineludible de los laicos, responsables a menudo, por omisión de los pecados de los clérigos, a quienes tanto se atacan farisaicamente porque una minoría muy minoritaria peca como cualquier otra autoridad. Por otra parte estas caídas son una prueba evidente de que es Cristo quien sostiene a la Iglesia y quien la ha fundado. Sin Cristo, la Iglesia habría desaparecido hace mucho tiempo”.

Es evidente que el mundo está atravesando una época de crisis y desastres como pocas veces en la historia. La Biblia está llena de casos semejantes con los mismos resultados: cada vez que los hombres se olvidan de Dios y blasfeman de ÉL, este termina castigándolos duramente, muy duramente y durante muchos años hasta que retornan a su Padre arrepentidos y humillados.

La pregunta hoy y ahora sería: ¿Si la religión de Cristo es la encargada de llevarnos y convertirnos a Dios a través de Jesús, de su Madre y de su Iglesia, como ha de actuar la Iglesia para conseguirlo? Y ¿Cómo tenemos que presentarla al mundo ante lo terribles ataques de sus enemigos y de la feroz competencia de múltiples religiones y sectas? Pues es evidente que con razones o sin ellas hasta el mismo Papa está convencido de que algo ha fallado y de que el mal está superando al bien.

La tarea, por supuesto, nos desborda. Acertaremos o no en algunos aspectos, pero hay una forma de no acertar nunca: No hacer nada. Así que, por lo menos, tenemos que intentarlo. Cada uno en su campo y siempre… a través del amor.

Una visión nueva para un año nuevo

http://la-palabra.com/archives/article/una_vision_nueva_para_un_ano_nuevo/

No limitar lo que Dios puede hacer en nosotros.

Al comenzar el año nuevo y pensar en los planes y propósitos que no haremos para el 2011, demos una mirada a algunas de las predicciones que se hicieron en el pasado:

• En 1873, el cirujano de la Reina Victoria, Sir John Eric Ericksen, declaró: “El abdomen, el tórax y el cerebro siempre estarán cerrados ante la intrusión del cirujano humano, por sabio que sea.”

• En 1876, el presidente de los Estados Unidos, Rutherford B. Hayes, le dijo a Alexander Graham Bell: “El teléfono es un invento asombroso, pero ¿quién va a querer usarlo?”

• En 1895, cuando Alberto Einstein estaba en la secundaria, un profesor dijo: “No importa lo que haga, nunca se va a destacar en nada.”

• En 1939, el New York Times anunció: “El problema con la televisión es que hay que sentarse al frente de la pantalla y mirar atentamente. La familia americana promedio no tiene tiempo para eso.”

• En 1949, el matemático Juan von Neumann dijo: “Parece que ya hemos llegado al límite de lo que se puede hacer con la tecnología de la computación.”

Para fortuna nuestra, las innovaciones tecnológicas como la computadora, el teléfono y la cirugía moderna tuvieron tanto defensores como detractores y llegaron a ser realidad porque hubo quienes fueron capaces de soñar con algo que fuera “posible”, en lugar de descartar algo nuevo porque los demás decían que era imposible de lograr.

Un Dios todopoderoso. Ahora bien, una cosa es cuestionar el valor de la computadora o el teléfono, pero otra cosa muy distinta es cuestionar el poder con que Dios actúa en nuestra vida. Por eso, al comenzar el nuevo año, dejemos de lado cualquier duda que tengamos acerca del Señor y creamos que Él quiere hacer una obra nueva y maravillosa en nuestra vida, y que realmente quiere abrir nuestros ojos para que veamos las realidades espirituales que nos rodean por todas partes.

Naturalmente, como sucede con cualquier propósito que nos hacemos para el año nuevo, el deseo de que el Señor nos abra los ojos se hará realidad solamente si cada uno hace su parte. Si decidiéramos bajar unas 20 libras de peso durante el año, decidiríamos comer menos y hacer más ejercicio; o si nos propusiéramos leer seis buenos libros durante el año, dedicaríamos el tiempo necesario para leer un libro cada dos meses. Así también, si queremos mantenernos alerta y con los ojos abiertos para ver y entender lo que el Señor está haciendo en el mundo, tenemos que tomar decisiones concretas y realizarlas en la práctica. Así pues, manos a la obra.

Lo primero es preguntarse dos cosas importantes: ¿Creo que Dios tiene un plan para mi vida? y ¿Creo que ese plan es que el Señor desea dirigir mis pasos y enseñarme a través de su Espíritu Santo? Luego vienen otras dos preguntas parecidas: ¿Creo que existe el diablo y que quiere separarme de Dios? y ¿Creo que el diablo también tiene planes, pero son para arruinar mi fe y mantenerme en la oscuridad? Si podemos responder afirmativamente a estas preguntas, podemos examinar nuestra vida y discernir en qué aspectos nos dejamos guiar por el Espíritu Santo y en cuáles otros cedemos a los engaños del diablo.

Propósitos malignos. Para llegar a entender mejor cuál es la influencia del demonio, daremos una mirada a algunos pasajes de la Escritura. En su Carta a los Efesios, San Pablo nos advierte: “Protéjanse con toda la armadura que Dios les ha dado, para que puedan estar firmes contra los engaños del diablo” (Efesios 6, 11). Igualmente a los corintios les aconsejó cuidarse del diablo “pues conocemos muy bien sus malas intenciones.” Más adelante, en la misma carta, Pablo les pide que estén conscientes de lo astuto y perverso que es Satanás, porque “se disfraza de ángel de luz” (2 Corintios 2, 11; 11, 14).

¿Cuáles son estas “malas intenciones” del diablo? Más que nada, Satanás no quiere que disfrutemos del amor de Dios y procura impedir que lleguemos a establecer una relación personal y directa con el Señor, y para lograrlo él y sus demonios hacen lo posible por desacreditar al Señor, sugiriéndonos pensamientos llenos de engaño, tratando de convencernos de que Dios no existe, que en realidad no está dentro de nosotros, o que todo lo que necesitamos para ser felices podemos encontrarlo en el mundo.

A veces, las acciones del demonio son más obvias cuando nos tientan a caer en pecados de inmoralidad sexual, glotonería o avaricia. Pero otras veces, esto no es tan evidente. El diablo se presenta como “ángel de luz” y nos sugiere que hagamos algo que parece bueno y aceptable, pero que al final conduce a la confusión y al aislamiento. Tal vez convenza a un hombre que debe trabajar día y noche para ganar más dinero para su familia, lo que a primera vista parecería un propósito bueno, pero al final ese hombre no tendrá tiempo para compartir con su familia y el estrés del exceso de trabajo lo dejará gravemente marcado.

“¡Apártate de mí!” Tenemos que aprender a escuchar la voz del Espíritu Santo y distinguirla de las voces de nuestra propia naturaleza humana, del diablo o del mundo. El ejemplo del apóstol Pedro es útil para esto. Cuando Jesús le preguntó: “Ustedes, ¿quién dicen que soy?” “Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios viviente” respondió Pedro. Fue un gran descubrimiento espiritual para el impulsivo apóstol y así se lo dijo Jesús: “Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás, porque esto no lo conociste por medios humanos, sino porque te lo reveló mi Padre que está en el cielo” (Mateo 16, 15-17).

Algo estaba sucediendo en el interior de Pedro que le permitió ver a Jesús con nuevos ojos: Lo vio como el Mesías enviado por Dios, y Jesús lo felicitó y lo premió por haber recibido esta revelación.

Pero poco después, Pedro demostró que todavía tenía mucho que aprender. El Señor empezó a decirles a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén, donde las autoridades lo tomarían preso y le darían muerte, pero que resucitaría al tercer día. Cuando Pedro escuchó este anuncio —probablemente saboreando aún la revelación recién recibida— trató de rectificar lo que Jesús acababa de declarar: “¡Dios no lo quiera, Señor! ¡Esto no te puede pasar!” (Mateo 16, 22). En realidad, no podía soportar la idea de que el Mesías tuviera que sufrir; para él era inimaginable que Jesús quisiera entregarse para ser maltratado e incluso sufrir la muerte.

Pero la respuesta de Cristo fue rápida y rotunda: “¡Apártate de mí, Satanás, pues eres un tropiezo para mí! Tú no ves las cosas como las ve Dios, sino como las ven los hombres.” (Mateo 16, 23). Sin duda que al escuchar tan perentoria reprimenda, Pedro se debe haber sentido aplastado. En ambos casos, su propia boca fue la que habló y su propia mente la que razonó; pero Jesús le dijo que su primera respuesta había sido inspirada por Dios, y la segunda por el demonio. Finalmente, Pedro comprendió que el Señor tenía que morir —y que de hecho quería morir— para salvarnos; comprendió que Jesús lo había reprendido porque la humanidad necesitaba urgentemente la salvación y la cruz era una parte intrínseca del plan dispuesto por Dios para la redención del género humano.

Pero no descartemos esta experiencia del apóstol Pedro nada más como otro episodio de la Biblia, porque hay que reconocer que lo mismo sucede hoy en día. Es sumamente fácil caer en la trampa de pensar que Jesús no tenía que haber muerto, o que nosotros no tenemos que lidiar con aquellos aspectos de nuestra vida que se oponen a Dios. El diablo está siempre tratando de convencernos de que basta con tratar de ser buenos por nuestros propios medios y para ello toma nuestras buenas intenciones, como las de Pedro, y nos hace pensar que todo lo que necesitamos es esforzarnos más para ir al cielo. Incluso toma nuestros actos de servicio y nos convence de que tenemos derecho a recibir agradecimiento y retribución por ellos, o si alguien nos contradice o menosprecia lo que hacemos, nos insta a sentirnos molestos y guardar el resentimiento.

Dar un solo paso. En realidad todos podemos aprender a reconocer la voz del Espíritu Santo y distinguirla de aquella del demonio. Quizá no lleguemos a ser expertos espirituales de la noche a la mañana, pero todos podemos avanzar en este sentido, y ese avance será para la gloria de Dios. Incluso si damos un solo paso este año, como decidirnos a hacernos un examen de conciencia cada noche para analizar las cosas buenas y malas que hayamos hecho, habremos logrado un gran avance.

Empecemos pues este año quitando las limitaciones que le ponemos a Dios. Renunciemos a todas las dudas e ideas preconcebidas de que no podemos escuchar la voz del Señor. Más bien, imaginémonos cómo se vería la Iglesia sí hubiera más y más gente que aprendiera a escuchar la voz del Espíritu y se mantuviera firme para rechazar la acción del diablo.

Jews for Jesus

22 de Mayo #2006
En honor a Santa Rita de Casia (+ 1457)

Dr.
Miguel Núñez
“Respuestas absolutas para un mundo relativo”
Iglesia Bautista Internacional en Dominicana
Vía correo electrónico
Ciudad,

Estimado Pastor Núñez,

Al verle figureando en los periódicos este domingo con esto de la visita al país de los Rosenthal, el seminario "la profecía de Israel, es más tarde de lo que usted cree", me dispuse de inmediato investigar un poco sobre el asunto, y habiéndome informado con anterioridad sobre otra organización similar, "Jews for Jesus", a continuación le transcribo parte de lo que he encontrado en el Net, a ver si me regala cuando pueda una opinión al respecto.

Con atentos saludos,

Mario R. Saviñón

+ + +

Zion's Hope, a Protestant and Fundamentalist Christian non-profit organization identifying itself on its website as "an independent, Bible-believing, faith-missionary agency".

[Dice en el Web de Zion’s Hope que son cristianos protestantes-fundamentalistas-independientes. Tenía entendido que usted representaba a una iglesia bautista]

The Zion's Gate campus is spread over 17 acres and includes both the corporate offices of Zion's Hope as well as the Holy Land Experience.

[17 acres de tierra, a quince minutos de Disney, oficinas corporativas, y el parque temático religioso “holly land experience”, me pregunto: ¿Cuánto han invertido en esto dichos señores; de dónde han obtenido ellos los recursos?

Within the Zion's Gate Campus is the Scriptorium, a Byzentine-styled exhibit which houses ancient texts and serves as a focal point of Evangelical Christian scholarship.

The Scriptorium exhibit is a joint venture of Zion's Hope and another international Christian ministry based in Orlando, Sola Scriptura.

[Esto último suena a Dan Brown, y su código Da Vinci, un estilo Nuevo de seducir a los incautos. Una agencia de viajes y turismo religioso, ¿Qué le parece?]

+ + +

Judge gives Holy Land Experience tax break

(07.11.05) — ORLANDO, Fla. -- A circuit court judge ruled in favor of a Christian theme park seeking nonprofit exemptions from property taxes. The Holy Land Experience, developed by a nonprofit, nondenominational Christian ministry called Zion's hope, had been granted only limited exemptions, those given for administrative and education facilities.

[Un problema legal en la Florida sobre exoneración de impuestos el año pasado, saca a relucir de nuevo el tema: un ministerio cristiano no-denominacional]

+ + +

The Holy Land ExperienceNestled away in Orlando, Florida, amid major tourist attractions such as Disney World, Sea World, and Universal Studios Theme Park, a newer entry has appeared, titled The Holy Land Experience. Operating as a ministry of Zion's Hope, this religiously-based theme park purports to enable visitors to experience life as it was during the days of Jesus. Their goal is to bring to life the Old and New Testaments through various exhibits, dramatic presentations, and musical performances.

The heart and soul of The Holy Land Experience and of its sponsor, Zion's Hope, is Pentecostal Christian evangelism; yet, the exhibitions and presentations can be interesting and entertaining to persons of all faiths.

[Aquí habla de que son cristianos pentecostales evangélicos, que predican y entretienen a personas de todo tipo de creencias]

+ + +

[Un poco más sobre “Judíos por Jesús”, una agrupación similar]

Jews for Jesus has been condemned by a number of secular groups and groups who oppose the proselytization of Jews.

[Este es el mismo problema que tenemos nosotros en Dominicana con el proselitismo protestante. En Estados Unidos algunos grupos se oponen a que se les predique este nuevo “evangelio” a los judíos]

The Interfaith Conference of Metropolitan Washington, an umbrella organization that includes Catholic, Methodist, Baptist, Lutheran and Presbyterian church groups, has condemned Jews for Jesus as promoting activities "harmful to the spirit of interreligious respect and tolerance." The conference is opposed to religious proselytizing in general.

The conference also denounces the group's "deceptive proselytizing efforts", stating that when practiced on "vulnerable populations" such as the young or the elderly, these efforts are "tantamount to coerced conversions."

[Aquí se habla incluso de “tácticas de proselitismo engañosas, practicadas sobre una masa de población “vulnerable”, jóvenes y adultos, métodos de conversión coercitivos]

The Rev. Clark Lobenstine, a secular Presbyterian (PCUSA) minister and executive director of the Conference, has stated that his group condemns Jews for Jesus and other messianic Jewish groups by name because they "go beyond the bounds of appropriate and ethically based religious outreach." .

Rick Ross, an alleged "cult expert", has been critical of the organization as well and has included them on his website.

[“Judíos por Jesús” y otros grupos mesiánicos de origen judío son condenados por la conferencia interreligiosa de Washington por irse fuera de los límites apropiados y éticos de la predicación religiosa]

The Board of Governors of The Long Island Council of Churches, a group that is opposed to proselytizing of Jews in general, voiced similar sentiments in a statement that "noted with alarm" the "subterfuge and dishonesty" inherent in the "mixing [of] religious symbols in ways which distort their essential meaning", and named Jews for Jesus as one of the three groups about whom such behavior was alleged.

The Christian Scholars Group on Christian-Jewish Relations (an organization consisting of 22 Christian scholars, theologians, historians and clergy from six Christian Protestant denominations and the Catholic Church) issued a statement in September 2002, "A Sacred Obligation: Rethinking Christian Faith in Relation to Judaism and the Jewish People", offering ten positions "for the consideration of our fellow Christians." Among them the following are listed: "Christians should not target Jews for conversion. Christian worship that teaches contempt for Judaism dishonors God."

Finally, the Boca Raton News newspaper County Jewish organizations protest evangelical attempt wrote in a November 2003 article:

The JCRC (Jewish Community Relations Council) is deeply disturbed and distressed, however, with the practices of these so-called ‘Hebrew Christians’ that demean Judaism by suggesting it is not as valid a faith as that of the proselytizer. These groups have undertaken an aggressive and deceptive campaign of proselytizing to the Jewish community, targeting our most vulnerable members, including the frail elderly and college students, with the intent to convert them to Christianity.

"Hágase, Señor, tu voluntad"

Por Luis García Dubus

Hay una parte del Padrenuestro que no me gusta. Es esa que dice: “Hágase, Señor, tu voluntad, así en la tierra como en el cielo.” Tengo una protesta contra esta parte. Y no por lo que dice, sino por el sentido que le hemos dado al decirlo.

Como aquél que hace poco me dijo: “Quisiera conseguir un buen trabajo, pero yo digo: Hágase Señor tu voluntad”.

Es decir, que, según él, la voluntad de Dios era que él no consiguiera trabajo. Y así como este amigo, veo que hay muchas personas que cuando dicen “hágase tu voluntad” parece que están tomando una postura de resignación, como si entendieran que la voluntad de Dios sobre ellos fuera a ser siempre algo desagradable.

Y esto es no solo una ignorancia total, sino también una tremenda injusticia contra Dios. ¿Qué clase de padre sería este que desea para sus hijos sufrimientos y fracasos? Este sería otro Dios, pero no el mío. No el Dios verdadero, no el Padre que nos reveló Jesucristo.

En el evangelio de este domingo (Mt. 3, 13-17) aparece el Señor cumpliendo la voluntad del Padre.

Se fue a bautizar con Juan el Bautista, como cualquier otro hombre. Juan no quería. Pero él le dijo: “Déjame hacerlo. Así es como vamos a cumplir con la voluntad de Dios” (Mt. 3, 15).

Y cuando lo hicieron, se oyó de repente la voz de Dios que decía: “Este es mi Hijo, el amado. Este es mi elegido” (Mt. 3, 17).

De modo que el Señor cumplió con la voluntad de Dios, y le fue bien, como a todo el que lo hace. A veces uno se dará cuenta en seguida. Otras veces más tarde. Pero a todo el que acepta y cumple la voluntad de Dios, le va bien.

Que se haga su voluntad en mi vida es lo mejor que a mí me puede pasar, porque el plan que Él tiene para mí es mucho mejor que el que pueda yo tener, ya que Él es más sabio que yo y, además, está más interesado en mi felicidad que yo mismo. Cuando uno entiende esto, entonces la fe cambia, porque de “creer en Dios”, pasa a “creerle a Dios”.

“Caminen por el camino que les señalo, y les irá bien” (Jr. 7, 23). Quien no sólo cree en Dios, sino le cree a Dios, lo hace.

Teresa de Lisieux entendió bien esto. En efecto ella escribió: “Es mi paz cumplir siempre la santa voluntad de mi Jesús... Así vivo sin miedo, amo el día y la noche por igual”.

Vivir sin miedo... Ser felices... ¿Acaso no es precisamente esto lo que usted y yo deseamos...?

La pregunta de hoy ¿Cómo descubro yo la voluntad de Dios para mí?
Haciendo las cinco cosas que hacía la mamá de Jesús: Escuchar, ponderar, preguntar, confiar y, sobre todo, obedecer, que es lo mismo que decir sí.

Dios es amor, y todo lo que Él desea para usted y para mí, todo lo que Él dispone y lo que Él permite es “para su bien” (Ro. 8, 28).

¿Los Reyes Magos o Santa Claus?

Por Francisco José Arnaiz S.J.

A mí de niño me trajeron siempre los regalos navideños los Reyes Magos. Hoy a muchos niños se los trae Santa Claus. No quiero pensar que en este cambio existen intereses inconfesables de personas mayores. Intereses no meramente mercuriales.

El que los Reyes Magos traigan el seis de enero regalos a los niños se remonta nada menos que al siglo IV. El origen de semejante tradición para nadie, que haya leído el evangelio de Mateo, es un misterio. El relato de Mateo, a pesar de su aire poético y de su dramatismo, es de una admirable sencillez y contención en comparación con todo lo que las leyendas, el folklore y el arte han ido amontonando sobre él.

Mateo habla de unos “Magos” de Oriente que vienen a adorar al Niño porque han visto su estrella en Oriente y que ante él, abriendo sus cofres, le ofrecen oro, incienso y mirra. Avisados por Dios que no vuelvan a Herodes regresan alegres y satisfechos a su tierra por otro camino. Conociendo todo el evangelio de Mateo (una catequesis sobre Cristo y el cristianismo dirigida a un medio gentil-cristiano), es evidente que su objetivo en todos y cada uno de los pasajes evangélicos no es primordialmente hacer una crónica precisa de los acontecimientos de la vida de Cristo, sino ofrecer un mensaje religioso.

Con el pasaje de los Magos él pretende subrayar que la “salvación” que viene a realizar Dios en la tierra no está restringida al pueblo de Israel sino que está dirigida a toda a la humanidad. Con el término “epifanía” (“manifestación”) es lo que quisieron proclamar los primeros cristianos. Mateo, sin embargo, que es judío de nacimiento y formación, adorna su narración de los Reyes Magos con diversas alusiones al Antiguo Testamento. Presenta el suceso como cumplimiento de viejas profecías que estaban en el corazón y en la mente de todos los judíos. Este método lo emplea con frecuencia en su evangelio.

Las alusiones son a la profecía de Balaán: “Álzase de Jacob una estrella y surge Israel” (Núm. 24, 17). A la profecía de Isaías: “Te inundará muchedumbre de camellos. Llegarán de Saba en tropel trayendo oro e incienso” (Isai. 60, 6); A la profecía del Salmo 71: “Los Reyes de Seba y Sabá le pagarán tributo. Se postrarán ante él todos los Reyes y le servirán todos los pueblos” (Ps. 71, 10-11); y a la profecía de Miqueas que aduce: “Y tú, Belén, tierra de Judá, de ningún modo eres la menor de entre sus ciudades principales, porque de ti saldrá un Caudillo que gobernará a mi pueblo de Israel” (Miq 5, 1-3). Nada se dice si los Magos eran Reyes o si eran tres, si se llamaban de tal o cual manera.

El nombre y oficio de Magos era algo característico de los Persas. Mago en Persia significaba “partícipe del don” y por don se entendía la filosofía religiosa de Zarathustra, los discípulos y continuadores del maestro gozaron de gran prestigio e influencia. Actuaron como mensajeros políticos. Fueron a veces sacerdotes. Ejercieron elevados cargos y trasmitieron a la posteridad los escritos del Avesta, libro sagrado de la religión fundada o reformada por Zarathustra. La expectación avéstica coincidía con la mesiánica de los hebreos. No faltaron mazdeos que identificaron a Zarathustra con Abraham. Algunos autores cristianos llegaron más tarde a presentarlo como profeta de Cristo.

En la tradición literaria e iconográfica de los primeros siglos cristianos prevalece la convicción de que los Magos era persas. Por otro lado Persia era tenida como “Oriente”. Del dato de la estrella se dedujo que eran “astrólogos”. Al sabio oriental le fascinaba la astrología. Según ellos los determinan y señalan desde arriba el ritmo de los acontecimientos en la tierra. La creencia popular los hizo “Reyes”, “Reyes Magos” y “Santos Reyes”. De entre los escritores cristianos de los primeros siglos parece que fue San Cesáreo de Arlés del siglo VI el primero que los llamó Reyes. Las pinturas más antiguas de las Catacumbas los representan sin insignias reales y Mateo que tanto empeño pone en realzar la regia dignidad de Jesús, nada dice de la realeza de los Magos.

Tampoco dice el número de ellos. Las tradiciones y monumentos antiguos nos hablan de dos, tres, cuatro, seis, ocho, doce y hasta quince. El número más constante es el de tres. El primer testimonio formal es de San León, Papa del siglo V. Las pinturas de las Catacumbas, ñque son el testimonio más antiguoñ, representan ordinariamente tres. El número de dos o de cuatro, que aparece de vez en cuando, habría que atribuirlo al gusto por la simetría. Nada tampoco se dice en Mateo sobre sus nombres. Hoy por hoy estos nombres aparecen por primera vez en un códice de la Biblioteca Nacional de París del siglo VII. El venerable Beda, en el siglo VIII los describe así: “Melchor era anciano de barba luenga y poblada. Gaspar joven, lampiño y rubio. Y Baltasar negro y de espesa barba”. Vogouroux hace notar que esta diferencia de razas no concuerda con las representaciones arqueológicas de la escultura, numismática y pintura de los primeros siglos del cristianismo en donde se representa a los Magos como de una misma raza.

La Tradición asegura que más tarde fueron instruidos en la fe por Santo Tomás, que fueron consagrados Obispos y que murieron mártires en el siglo I. También que sus restos fueron trasladados por Constantino el Grande desde Palestina a Constantinopla y desde allí a Milán donde descansaron hasta que el emperador Barbarroja los donó en 1164 al Obispo de Colonia, quien edificó en su honor un sencillo templo que en 1248 se convirtió en la imponente catedral flamígera de hoy, uno de los monumentos más excelsos del estilo gótico. Es evidente que la vinculación de los Reyes Magos con la traída de juguetes es una rudimentaria catequesis infantil. Por ello la Iglesia provocó pronto y ha alimentado siempre esta costumbre, reprobando últimamente la instrumentalización de esto para simples fines comerciales y económicos, quitando espiritualidad y hasta encanto a la iniciativa.

Santa Claus es una deformación inglesa de la palabra “Sinterklaas” que significa San Nicolás. San Nicolás nació en Pátara de Asia Menos hacia el año 300. Joven ejemplar y sacerdote celoso es nombrado muy pronto Obispo de Mira en Licia. Durante la persecución de Diocleciano y Maximiliano pasa años en la cárcel. El emperador Constantino lo libera y lo devuelve a su sede de Mira, donde es un dechado de amor y de dedicación a los pobres hasta su muerte alrededor del 350. En 1087 los Cruzados salvaron sus reliquias de Mira, cuando esta ciudad estaba a punto de ser tomada y saqueada por los turcos musulmanes, y las trasladaron a Bari, en el sur de Italia, donde descansan hasta nuestros día. De aquí que en vez de San Nicolás de Pátara o de Mira sea llamado San Nicolás de Bari.

Cuando los cruzados llegaron a Mira, la devoción y admiración hacia San Nicolás eran ya extraordinarias. Tenía además fama de milagrero. Grecia y Rusia están bajo su protección y en estos dos países tiene más iglesias dedicadas a su nombre que todos los otros santos juntos. Nicolás fue siempre un nombre comunísimo en Rusia. Nobles y plebeyos lo asumen. Los cruzados extendieron su devoción por todo el norte de Europa. En la Edad Media le estaban dedicados más de 2,500 templos. Sobre todo en pueblos costeros En Santo Domingo, entre nosotros, el primer hospital del nuevo mundo ostentó el nombre de San Nicolás por haber sido fundado por Nicolás de Ovando.

Dos hechos de su vida, anteriores a su sacerdocio, marcaron la versión popular de este intrépido Obispo, defensor y promotor de la fe en Asia... Poseedor de una gran fortuna por herencia se entera que un caballero pobre ha decidido prostituir a sus tres hijas por no tener con qué casarlas, proporcionándoles su debida dote. Nicolás llena de piezas de oro una funda y de noche las tira secretamente por la ventana del entristecido padre para la dote de la primera hija. Días más tarde vuelve a hacer los mismo para la segunda hija y días más tarde para la tercera. De este hecho surgió la costumbre en el norte de Europa, sobre todo en Ámsterdam, de tirar por la chimenea en la noche del 6 de diciembre, día de San Nicolás, regalos y chucherías para los niños.

El segundo hecho es la tradición de un milagro. Rumbo a Tierra Santa para visitar los Santos Lugares y tal vez para quedarse allí como anacoreta, se levanta una gran tempestad que se disipa al ponerse él en oración. Esto le llevó a nombrarle patrono de marineros y navegantes. Casi todos los puertos del Norte de Europa, sobre todo en Holanda, tienen una capilla o Iglesia en su honor. Al fundar los holandeses, en el nuevo mundo, la ciudad de Nueva York, que a los comienzos se llamó Nueva Ámsterdam, llevaron la devoción a San Nicolás y la costumbre de hacer regalos a los niños la noche del 6 de diciembre.

Una evolución curiosa se produce con el tiempo. La figura enjuta por la penitencia y por los años en cárcel del Arzobispo de Mira y sus insignias de báculo y mitra se trasforman en un rollizo y bonachón anciano, vestido de manera exótica y pintoresca que en nada recuerda al ascético campeón de la fe, y la fecha del día de “Sinterklaas” (Santa Klaus) se corre del 6 de diciembre a “Navidad”, substituyendo así San Nicolás a los Reyes Magos. Con toda mi admiración y respeto por el Obispo de Mira prefiero desde todos los puntos de vista, simbólicos y religiosos, que sean los Magos de Oriente, los Santos Reyes Magos, los que traigan juguetes y regalos a los niños.

Valores y virtudes - una carta a Carlos

Por Alejo Fernández Pérez

¡Caray, amigo Carlos! Para responder a tus preguntas necesitaría un tiempo del que no dispongo más espacio que el de un simple artículo y una formación religiosa y política no muy alta; sin embargo, ¡tenemos que intervenir! pues padeceremos las consecuencias de las respuestas que otros nos den.

Por ello, con el título de “afectado” yo también me encuentro en situación de “atribulado” ante el presente y el futuro de mis hijas, nietos y demás familiares. Todos estamos inmersos en la crisis económica y, sobre todo, en la mucho más grave de valores que padecemos. Para entendernos, será bueno fijar el significado de las palabras que utilizamos pues los políticos han impuesto por leyes significados muy diferentes de los habituales.

¿Qué se entiende por Valores y por virtudes? Es una de tus preguntas entre otras.

En “este escrito” por Virtud entendemos -dejando a parte otras acepciones del diccionario- la disposición del alma a ejecutar acciones o ideas “buenas” según los Diez Mandamientos de la Ley de Dios, leyes eternas, intocables e independientes de los intereses particulares de los hombres. Valor es la disposición del alma a ejecutar acciones o ideas “buenas” según las leyes humanas, perecederas, y cambiantes de acuerdo con los intereses de cada gobierno. Ir contra los valores vigentes y legalizados es ir contra las leyes humanas, por tanto castigables con cárcel o multas. Jesús nos dice que “Hay que servir a Dios antes que a los hombres” pero ¿y los que no creen en Dios? ¿Qué hacer?

En el mundo judeo–cristiano, el civilizado se sigue rigiendo, cada vez menos, por los Diez Mandamientos, que prácticamente incluye la llamada Ley Natural impresa en los corazones. Para los no creyentes el 10 de diciembre de 1948, la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó y proclamó la “Declaración Universal de Derechos Humanos”. Ley humana de las más incumplidas por los poderosos y que no habla para nada de Dios. Con estas leyes las personas poderosas, ricas, endiosadas no pueden justificar sus desmanes.

Buscan y encuentran la antigua filosofia del Relativismo Moral”. ¡Eureka! Con ella toda vale si nos favorece, da prestigio, fama, dinero o poder. Lo bueno y lo malo no existe, la verdad y la mentira tampoco, lo bello y lo feo dependen como todo lo demás del dinero o poder que nos proporcionen. La democracia abusivamente utilizada para alcanzar el poder y llegar muchas veces a las dictaduras viene en su auxilio: lo bueno, lo moral es todo aquello que se apruebe por mayoría de votos. Los votos sustituyen a los Diez Mandamientos y a los Derechos Humanos. ¡Pobre democracia! ¡Pobre pueblo al que los nuevos dioses –o diablos- han venido a salvar!

Los Diez Mandamientos, las Leyes de Dios prevalecían en las sociedades judeo-cristianas hasta hace poco más de un siglos sin conflictos sociales. Entre los musulmanes sigue prevaleciendo sin la menor discusión. Yahvé, Dios, estaba en el centro de nuestras vidas y costumbres, pero a partir de la Revolución Francesa y tras la implantación del comunismo en Rusia las sociedades cristianas, se adelantan científicamente a todas las demás, han probado los “frutos del árbol del bien y del mal” –ver los tres primeros capítulos del Génesis- se expanden, enriquecen, engordan y se creen como dioses, abandonan a Dios y ellos mismos se creen dioses, exigiendo adoración. La ciencia nos ha dado un poder tal que hacen creíbles las palabras del Génesis- ¿En verdad, ya no necesitamos a Dios?

Sin embargo, los científicos de primera clase están de vuelta. La Ciencia no llena las aspiraciones humanas, se requiere algo más. Nadie explica la existencia de esa multitud de millones de seres humanos siguiendo tras la estela de Cristo hoy como hace dos mil años. Sin embargo, los seres humanos siguen pecando, hoy como ayer, pero no a causa de la doctrina sino por su incumplimiento, especialmente de la segunda parte del primero y fundamental de todos los mandamientos: “Amarás al prójimo como a ti mismo”.

Los Evangelios dicen que al árbol hay que juzgarlo por los frutos. ¿Cuales son los frutos del cristianismo y cuales los de las ideologías y países que han expulsado a Dios de sus hogares? El cristianismo con sus virtudes y pecados señalados por las leyes divinas ha dado lugar a la mejor de las civilizaciones habidas en el mundo y, a una doctrina cuya base es el amor, amor incluso a los enemigos, perdonar hasta setenta veces siete. De Cristo surgió la maravilla de las Bienaventuranzas en el Sermón de la Montaña y el más grande de sus milagros, los Evangelios. Es la única religión donde el mismo Dios se declara Padre nuestro, también es la única organización humana con más de dos mil años de existencia, sin que jamás ninguno de sus papas- algunos bastante inmorales- se hayan saltado, modificado o enseñado ni una palabra de los Evangelios.

Los frutos de los sin Dios, en los que reinaron y reinan valores humanos que ignoran a Dios, se pusieron de manifiesto durante el sigo XX, en los países de medio mundo donde dominó el fascismo, el comunismo o las brutales dictaduras por todos conocidas: muerte, miseria, esclavitud, hambre, falta de libertades salieron a la luz a la caída del muro de Berlín. Prometieron la gloria en la tierra para los desheredados y crearon una nueva casta de déspotas que obligaron a los “desheredados” a huir de su paraíso hacia los malvados países capitalistas aun a costa exponer sus vida a la muerte en la huida.

En la actualidad, esas mismas fuerzas siguen vivas, con diferentes nombres; se han aliado con otras nacidas en los países “civilizados”, que amparadas en el secretismo se han colado en las Naciones Unidas y en multitud de organizaciones más menos secretas con una meta común: destruir a la Iglesia Católica y con ella a toda la civilización judeo-cristiana.

¿Para qué y por qué? Quizá porque en la raíz se halla la lucha eterna entre el odio del diablo y el amor de Dios.

El diablo, el más inteligentes de todos los ángeles y seres humanos, es probable que esté dirigiendo a nivel mundial la guerra entablada entre los creyentes y los sin Dios. En este sentido San Pablo en su carta a los efesios nos aclara (VI, 12) “Pues no peleáis contra seres de carne y hueso, sino contra las autoridades, contra las potestades, contra los soberanos de estas tinieblas, contra espíritus malignos del aire”. O sea, contra Satanás

Quizá, Yahvé, cansado y aburrido del diablo y sus acólitos terrestres, contempla sonriente, un tanto burlón y apenado los vanos esfuerzos de quienes le atacan, denigran y persiguen directa o indirectamente: ateos de todos los tipos, laicistas, indiferentes, escépticos, agnósticos y del resto de los odiadores de profesión. Y, a pesar de todo, como buen Padre, sigue esperando de sus “hijos pródigos” un solo gesto de arrepentimiento para correr a abrazarlos y perdonarlos. Tampoco podemos olvidar, leyendo al Antiguo Testamento, los terribles castigos impuestos en este mismo mundo a los hijos que desprecian, ofenden, maltratan y persiguen a su Padre y a su iglesia. A los NO creyentes, a quienes levantan su vida sobre negaciones, les convendría, por lo menos, dudar un poquito sobres sus ideas y prejuicios por que ¿Y si están equivocados? ¿Y si Dios existe?

Una de las características de los enemigos de la Iglesia es el desconocimiento que tienen de la figura de Cristo, de los Evangelios, de la Biblia y de su historia, lo que les lleva a opinar de acuerdo con lo que han oído por ahí, de lo que se dice y de los tópicos manidos al uso. En consecuencia, aun no se han enterado de que...

“La Iglesia de Pedro, es la única institución mundial que ha podido ir a rezar a la tumba de “todos” sus enemigos” Y que Cristo dijo :“Yo estaré con vosotros hasta el final de los tiempos”.

La Navidad y la felicidad

“La felicidad no es una cosa, es un camino. No se compra en ningún supermercado, en las grandes superficies; sino caminando de un determinado modo.”

Por José F. Vaquero

Estamos en unas fechas en las que abundamos en deseos de la felicidad. Todo se centra en esta palabra. Feliz Navidad, se oye, se dice, se escribe en correos electrónicos, cartas, SMS… O en su versión descafeinada, neutra según algunos (incompleta, momentánea y anecdótica) felices días o felices fiestas. La felicidad, o al menos la palabra, es la reina de estos días, entre amigos, compañeros de trabajo, campañas publicitarias, propaganda. Feliz, feliz, feliz… pero ¿qué es eso de la felicidad? ¿No será una utopía, el ideal con el que todos soñamos, algo así como el horizonte donde se junta el mar y el cielo cuando contemplamos el paisaje, sentados en el paseo marítimo?

Una conversación cualquiera de un café cualquiera, un día cualquiera, nos puede confirmar esa utopía. Salen a colación la subida de precios, por más que nos vendan lo contrario, la bajada de sueldos, la corrupción de los políticos, a nivel nacional, autonómico o local. Las grandes empresas recortan gastos al pequeño trabajador, o directamente recortan al trabajador. Se habla de procesos económicos para justificar bajos sueldos y un camino de ajuste presupuestario. Los políticos piden un esfuerzo extra de recortes y ajustes de pensiones para el ciudadano de a pie mientras se blindan su cómoda pensión. Y ahí dentro, una luz que puede parecernos utópica, casi irónica: “Feliz Navidad”, “Felices días”.

¿Qué es la felicidad? ¿Mera utopía? ¿Ilusión y deseo de consuelo? ¿”Opio del pueblo”, como Marx calificaba a la religión? En el análisis anterior faltan algunos datos importantes para encuadrar este fenómeno, este deseo que todos tenemos en el corazón. El primero de ellos: la felicidad no es una cosa, es un camino. Estamos acostumbrados a tener cosas, y cada vez más. A nuestro alrededor se amontonan cosas, aparatos para todo lo que hacemos (escribir, hablar, trabajar, comunicarnos, compartir fotos o vídeos). Y aparatos también para solucionar cualquier circunstancia, una enfermedad, una depresión, la soledad, el aburrimiento. Las cosas abundan y se reproducen, y entre todo ello, la felicidad será “una cosa más”. Sabemos que es distinta, que tiene un efecto peculiar en nosotros; pero a fin de cuentas, una cosa más.

La felicidad no es una cosa, es un camino. No existe la felicidad desencarnada, sino personas felices que caminan, que viven, que actúan. No se compra en ningún supermercado, en las grandes superficies; se adquiere caminando de un determinado modo, viviendo con un determinado estilo.

Dando un paso más, la felicidad es un camino con alguien. Cada vez hay más corrientes de pensamiento que definen al hombre como un ser relacional. Siempre vive en sociedad, interactuando con su entorno, y no se le puede concebir aislado de los demás. Por eso el bebé busca a su madre, a su padre, a cualquiera que le mira con cariño. La felicidad está, o mejor la percibimos, en la medida que caminamos con alguien. Y mirando a ese compañero de camino, caminando con él y él conmigo, vamos percibiendo y adquiriendo ese sueño dorado.

Uno de los datos de 2010 que está resonando bastante es el de las fallecidas por violencia doméstica. Las y los, todo hay que decirlo. Un común denominador de estos casos está en que no caminaban juntos. El matrimonio, la unión estable entre un hombre y una mujer, es un “caminar con”, y cuando olvidamos cualquiera de las dos palabras se rompe el equilibrio humano, buscamos la felicidad – cosa en el supermercado, y de ahí a la frustración y a una reacción desmedida hay un pequeño paso.

Nos impresionan las personas felices, que caminan casi volando por cualquier dificultad, adversidad o contratiempo. Han dado, casi siempre, el tercer paso en la felicidad: caminan con Alguien, además de caminar con las personas que le rodean, su marido o mujer, sus hijos, sus amigos. Están convencidas de que Alguien les acompaña, y por eso siempre tienen fuerzas para “caminar con”. Para llegar a ese tercer grado celebramos, año tras año, la Navidad. El más grande, el más poderoso, el que más ama, quiere caminar a nuestro lado, y por eso se hace niño, sencillo, frágil. Caminando con nosotros nos quiere transmitir su felicidad, la felicidad de saber que alguien camina a nuestro lado.

Así será Navidad, y así será feliz, y así los cristianos contagiaremos de felicidad a este mundo, que parece encerrar este deseo en la vitrina de lo inalcanzable.