Una idea central...

Somos La Iglesia católica


Nuestra familia está compuesta por personas de toda raza. Somos jóvenes y ancianos, ricos y pobres, hombres y mujeres, pecadores y santos.

Nuestra familia ha perseverado a través de los siglos y establecido a lo ancho de todo el mundo.

Con la gracia de Dios hemos fundado hospitales para poder cuidar a los enfermos, hemos abierto orfanatorios para cuidar de los niños, ayudamos a los más pobres y menos favorecidos. Somos la más grande organización caritativa de todo el planeta, llevando consuelo y alivio a los más necesitados.Educamos a más niños que cualquier otra institución escolar o religiosa.

Inventamos el método científico y las leyes de evidencia. Hemos fundado el sistema universitario.

Defendemos la dignidad de la vida humana en todas sus formas mientras promovemos el matrimonio y la familia.

Muchas ciudades llevan el nombre de nuestros venerados santos, que nos han precedido en el camino al cielo.

Guiados por el Espíritu Santo hemos compilado La Biblia. Somos transformados continuamente por Las Sagradas Escrituras y por la sagrada Tradición, que nos han guiado consistentemente por más de dos mil (2’000) años.

Somos… La Iglesia católica.

Contamos con más de un billón (1’000’000’000) de personas en nuestra familia compartiendo los Sacramentos y la plenitud de la fe cristiana. Por siglos hemos rezado por ti y tu familia, por el mundo entero, cada hora, cada día, cada vez que celebramos La Santa Misa.

Jesús de Nazaret ha puesto el fundamento de nuestra fe cuando dijo a Simón-Pedro, el primer Papa: «Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi iglesia, y el poder de la muerte no prevalecerá contra ella» (Mt. XVI, 18).

Durante XX siglos hemos tenido una línea ininterrumpida de Pastores guiando nuestro rebaño, La Iglesia universal, con amor y con verdad, en medio de un mundo confuso y herido. Y en este mundo lleno de caos, problemas y dolor, es consolador saber que hay algo consistente, verdadero y sólido: nuestra fe católica y el amor eterno que Dios tiene y ha tenido por toda la creación.

Si has permanecido alejado de La Iglesia católica, te invitamos a verla de un modo nuevo hoy, visita www.catolicosregresen.org.

Somos una familia unida en Cristo Jesús, nuestro Señor y Salvador. Somos católicos, bienvenido a Casa...

Contenido del Blog

La droga llega al cerebro y provoca el suicidio

De las drogas nadie está libre.

Por Clemente Ferrer.

Cada día llega un mayor número de menores, un 63,5%, en busca de un plan de deshabituación.

“Las drogas siempre pasan factura.” Dice la comunicación publicitaria del Ministerio de Sanidad y Consumo, dentro del Plan Nacional sobre Drogas. Tiene como finalidad esquivar el derroche de las alcaloides entre los adolescentes.

Esther y Jorge han aprendido una de las enseñanzas más punzantes de su existencia. Ella con 17 años se aficionó al “speed” y a las anfetaminas. Pronto el capricho de la cocaína la devoró. Ahora a los 23 abriles está culminando una terapia de deshabituación en Proyecto Hombre. Él, con 21 años, arrancó ligando con los porros y acabó embaucado por la cocaína. Son las experiencias de dos de los 1.079 adolescentes que arribaron el pasado año a esta institución para estrenar un plan con el fin de resurgir de las tinieblas de los estupefacientes, según el portavoz de las Jornadas de Proyecto Hombre “Menores, drogas y sociedad.”

La droga llega directamente al cerebro. El estudio de la Oficina Nacional de Control de la Drogadicción de Washington, refrenda que los narcóticos pueden producir daños, como zozobra, melancolía, brotes psicóticos o tendencias al suicidio.

¿Será esto lo que algunos buscan, en clara línea con la cultura de la muerte?, apremia embestir a fondo contra las drogas, contrarias a la salud.

La droga es una de las plagas de la sociedad de nuestros días. La elevación de los índices de consumo de estupefacientes ha crecido de una forma alarmante y las autoridades se encuentran desbordadas con este grave problema. La drogadicción ha tomado carta de naturaleza en una parte de la población juvenil de todo el mundo. Se están poniendo los medios para terminar con esta lacra social que sólo lleva a la a la autodestrucción y a la muerte.

“He visto a los más grandes espíritus de mi generación, arrastrarse de madrugada por las calles de los negros, en busca de la droga urgente imperiosa”, afirma Allen Ginsberg.

Al pasar la antorcha... en una empresa familiar...

"llèvala con orgullo y promulga y defiende los valores y principios que emanan de ella, pues son los de tu familia. Valora a cada uno de tus compañeros de trabajo como lo que son, miembros de nuestra familia extendida y, por sobre todo, fomenta un clima de calidez que propicie el trabajo en equipo."

La familia en los negocios

"Mi padre, desde su lecho de muerte, aconsejó a mis hermanos mayores que la familia debiera permanecer siempre unida y que, en la medida en que actuáramos con apego a ello, esa habría de ser la base de nuestro éxito.

Los cuatro hijos que estuvimos, hasta hace poco, al frente de los negocios familiares teníamos temperamentos y, en ocasiones, visiones distintas sobre las cosas, pero teníamos a nuestro favor que aunque no siempre pensábamos igual, siempre pensábamos juntos, pues sabíamos que esta sería la base de nuestra unión.

Dios nos ha premiado con algo que me llena de satisfacción y de confianza en el futuro, y es, que la tercera generación de nuestra familia, a quien le toca asumir el liderazgo de nuestros negocios, ha organizado un Consejo Familiar donde están representadas las siete ramas... Entre ellos, un grupo mucho más numeroso, prima el mismo principio, pues es imposible que piensen siempre igual, pero están y, así confío, habrán de seguir pensando juntos. Esa ha sido una lección que ha orientado bien a nuestra familia por más de cien años."

Relaciones prematrimoniales

Tomado de www.forumvida.org

La fornicación es la unión carnal entre un hombre y una mujer fuera del matrimonio. Es gravemente contraria a la dignidad de las personas y de la sexualidad humana, naturalmente ordenada al bien de los esposos así como a la generación y educación de los hijos. Además, es un escándalo grave cuando se da corrupción de menores.

Ciertamente esta definición de la fornicación es susceptible de recibir diversos adjetivos, según las circunstancias en las que se encuentran las personas. Una cosa es la prostitución, otra las relaciones sexuales en las que ambos solo buscan el placer que le produce el otro, otro caso es el de los novios comprometidos, y una última situación es la de los que cohabitan sin formalizar su unión de ninguna forma. Hay una gradación del sentido de utilización del otro, de amor verdadero, de proyecto de vida, de donación. Sin embargo, en todo los casos, falta lo que constituye la bondad ética de la relación sexual: el significado del acto sexual como expresión de un amor total y definitivo, la dimensión social (el otro y el hijo) y el carácter vinculante de esa relación. No se puede vivir como si se fuese lo que todavía no se ha decidido y comprometido en que sea.

Por eso advierte PH: “Se van difundiendo, cada vez más, entre los adolescentes y jóvenes ciertas manifestaciones de tipo sexual que de suyo disponen a la relación completa, aunque sin llegar a ella. Estas manifestaciones genitales son un desorden moral porque se dan fuera de un contexto matrimonial.

Las relaciones íntimas deben llevarse a cabo sólo dentro del matrimonio, porque únicamente en él se verifica la conexión inseparable, querida por Dios, entre el significado unitivo y el procreativo de tales relaciones, dirigidas a mantener, confirmar y manifestar una definitiva comunión de vida -"una sola carne"- mediante la realización de un amor "humano", "total", "fiel y exclusivo" y "fecundo", cual el amor conyugal. Por esto las relaciones sexuales fuera del contexto matrimonial, constituyen un desorden grave, porque son expresiones de una realidad que no existe todavía; son un lenguaje que no encuentra correspondencia objetiva en la vida de las dos personas, aun no constituidas en comunidad definitiva con el necesario reconocimiento y garantía de la sociedad civil y, para los cónyuges católicos, también religiosa.

“Como enseña la experiencia, para que la unión sexual responda verdaderamente a las exigencias de su propia finalidad y de la dignidad humana, el amor tiene que tener su salvaguardia en la estabilidad del matrimonio. Estas exigencias reclaman un contrato conyugal sancionado y garantizado por la sociedad; contrato que instaura un estado de vida de capital importancia tanto para la unión exclusiva del hombre y de la mujer como para el bien de su familia y de la comunidad humana. A la verdad, las relaciones sexuales prematrimoniales excluyen las más de las veces la prole; y lo que se presenta como un amor conyugal no podrá desplegarse, como debería indefectiblemente, en un amor paternal y maternal; o, si eventualmente se despliega, lo hará con detrimento de los hijos, que se verán privados de la convivencia estable en la que puedan desarrollarse, como conviene, y encontrar el camino y los medios necesarios para integrarse en la sociedad”.

Aborto: una enfermedad infecciosa

Por Clemente Ferrer

(Tomado de Hispanidad: www.hispanidad.com/noticia.aspx?ID=137668)

El 4 de julio, Estados Unidos conmemora su Declaración de Independencia en la que se afirma:

Sostenemos como evidentes estas verdades: que todos los hombres son creados iguales; que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; que entre éstos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad; que para garantizar estos derechos entre los hombres y los gobiernos, que derivan sus poderes legítimos del consentimiento de los gobernados; que cuando una forma de gobierno se haga destructora de estos principios, el pueblo tiene el derecho a abolirla e instituir un nuevo gobierno que se funde en dichos principios, y a organizar sus poderes en la forma que a su juicio ofrecerá las mayores probabilidades de alcanzar su seguridad y felicidad.”

Sin embargo, en EEUU, el aborto emprendió su despliegue después de que el Tribunal Supremo dictaminara la sentencia “Roe vs. Wade”, en 1973. En los años ochenta, el aumento se mantuvo estable hasta que se llegó al máximo histórico de 1,61 millones de abortos en 1990. Desde entonces, la cifra de abortos ha bajado: en 2004 hubo 1,22 millones de infanticidios.

La nación que lanzó en 1776 su grito de independencia en nombre del derecho de poder abolir gobiernos despóticos y violadores de los derechos fundamentales como son la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad, convive hoy con el aborto. Con el asesinato de los nonatos

No se pueden obviar los antecedentes del actual presidente de Estados Unidos, en su etapa como senador; ha ido en contra de cualquier restricción del aborto. Estas son algunas de sus decisiones; ha escogido para altos cargos a iniciadores del derecho al aborto; ha anulado la prohibición de apoyar a centros de planificación familiar que facilitan abortos; ha prohibido la subvención a las campañas de adiestramiento sexual que impulsan la abstinencia antes del matrimonio y la fidelidad después de los esponsales.

Una sociedad abortista se hace inhóspita. Con el tiempo, reinará la tiranía y la arbitrariedad en todos los ambientes. Es como una enfermedad infecciosa que se contagia”, afirmó Jutta Burggraf.

Correo electrónico del autor: clementeferrer3@gmail.com

Desalentador estado social... Marzo del 1969

Por P. R. Thompson

Ya, inclusive, los que pasaban sus días en un plácido e inalterado sosiego, al amparo de un cándido optimismo, comienzan a sentirse afectados por un vago e indefinido temor.

¿En qué parará todo esto? Es la pregunta que aflora a todos los labios y que, como un inicio de contagio de pánico, cruza de un ciudadano a otro.

El costo de la vida, para los que puedan pagarla, claro anda por las nubes. Y tan común como esta opinión es esta otra: lo que aquí parece no tener precio, porque ni siquiera se cotiza, es la vida humana.

Nos hemos dedicado al jovial deporte de la caza mayor: nos estamos cazando los unos a los otros.

No concluye un día ni se abre una noche sin que la prensa nos informe, en una inmancable crónica de sangre, de un asalto, de un asesinato, del estruendoso estallido de granadas, de tumultuarios movimientos callejeros que traen siempre como secuela obligada, pesadumbres, contusiones y destrozos.

Se ha perdido incluso la fe en la justicia de los Tribunales que descargan, no sin público escándalo, a quienes los propios institutos policiales, con pruebas que parecían no dejar márgenes a dudas, señalaban como autores de múltiples y macabros delitos.

Se fomenta, como es obvio, con esa impunidad, el menosprecio al Código Penal y se presta alas al crimen que ya actúa con alegre desenvoltura y mansalva. Comisiones y comisiones se suceden para esclarecer los sangrientos hechos y sus gestiones concluyen en un impenetrable y eterno silencio.

El negocio del atraco ha resultado tan jugoso y tan sin riesgos que, hasta el momento, los ladrones de encrucijada han acumulado, en total, más de doscientos mil pesos, sin que se hayan encontrado vestigios ni de los audaces protagonistas de esta inciviles tareas ni de los dineros robados.

Son claros, bien nítido, los síntomas de una trágica descomposición social. Vivimos en una anarquía virtual.

Sé que a muchos este cuadro sombrío, veteado de raudales de sangre, les parecerá pura hipérbole, imágenes surgidas en un cerebro asustadizo y amedrentado.

Se tendrá como una exageración. y toda exageración, en la medida en que se exagere, es falsa. ¡Bien desearía que así fuese!

Pero los hechos no se borran ni con la desaprensión ni con el espléndido brillo de armoniosas cláusulas retóricas. En esta ocasión, como en otras, son los muertos los que rinden un testimonio mayor a toda excepción.

Cabe preguntarse: ¿por qué en ciertos círculos -por fortuna restringidos- los fúnebres acontecimientos que nos sacuden casi a diario, no les hace ni perder el sueño ni les amarga por un instante sus suntuosos y exquisitos entretenimientos? ¿Es que su sensibilidad -ya encallecida- se ha vuelto inaccesible a la facultad de horrorizarse?

Bien. Aventuremos unas explicaciones. Según mi parecer algunos se han inconscientemente elaborado una noción estrictamente etimológica y semántica de lo que es el "prójimo". Prójimo, como es sabido, se deriva de próximo. Lo que nos está cerca. Conforme a esta escueta definición, el que pierde la vida, víctima de balas homicidas, en Jima, en el barrio Luperón o en cualquiera de las autopistas que convergen en la ciudad no es prójimo.

Prójimo seria su familiar o su íntimo o aquel que, por su alto prestigio social o político disfruta de pública notoriedad. El día en que entre el ataúd en su casa, en la casa de uno de estos últimos, entonces, a éstos tales se les habrá muerto un "prójimo" .

En el entretanto, mientras esto no ocurra, seguirán diciendo que en las páginas de los periódicos no hay nada, porque no aparece la esquela fúnebre de uno de los suyos.

Otra posible explicación de la indiferencia de algunos sectores: cultivan el crecimiento de los males, lo fomentan para dar lugar a la invocación del "Orden" que justifique el surgimiento de una providencial dictadura que imponga, a sangre y fuego, el imperio de la ley, con el beneplácito de los afortunados y con el total naufragio de las libertades públicas y cerrando así toda posibilidad de establecer una sociedad nueva que descanse en cimientos más humanos, más equitativos y decorosos que los actuales.

Mirabeaux conocía esta astuta política: la llamaba "la política de lo peor". "La polítique du pis".

Cualquiera que sea la racionalización de las turbias circunstancias actuales, aunque aún estamos en tiempo de detenernos en la loca y desalada carrera hacia el despeñadero, estamos, por una parte, orillando el borde de la anarquía, y, por la otra, caminamos mirando al abismo del despotismo.

Y esta es mi respuesta a la obsesiva pregunta de todos los días.

¿En qué parará esto?

Las sectas se nutren de nuestras miserias

Por José Miguel Cuevas

http://info-ries.blogspot.com/

Continúan los medios de comunicación atendiendo a la presencia y la actuación de las sectas en una sociedad en crisis, aunque lo hacen con un enfoque únicamente psicológico, dejando de lado el componente religioso y de búsqueda de sentido que tiene este fenómeno.

Lo último ha sido una entrevista a un psicólogo andaluz que lleva varios años estudiando este tema, y que ha publicado el diario La Voz, realizada por el redactor Dani Pérez.

José Miguel Cuevas es psicólogo clínico y social. Actualmente elabora su tesis sobre sectas destructivas en la Universidad de Málaga, donde es profesor. En 2006 publicó el libro Sectas: cómo funcionan, cómo son sus líderes, efectos destructivos y cómo combatirlas, en la editorial Aljibe, considerado uno de los estudios de referencia en este campo de investigación. Asesora a diversas asociaciones que combaten el fenómeno creciente de la actividad sectaria.

-Con la crisis, ¿las sectas han adaptado sus mecanismos de manipulación para captar adeptos?

-No podemos olvidar que las sectas se nutren, fundamentalmente, de las miserias humanas y de las problemáticas sociales. Conforme peor esté la sociedad, mejor para ellos. Encuentran más ‘motivos objetivos’ para echarla por tierra, ahondar en el desencanto de los individuos y utilizarlo en su provecho.

-¿Hay más sectas ahora?

-Lo que está claro es, al menos, que tienen más éxito en la captación. Los grupos que ya existen han percibido que hay un caldo de cultivo favorable a sus mensajes y es lógico que incrementen su actividad.

-Es fácil toparse, en cualquier rincón de cualquier ciudad, con anuncios que invitan a apuntarse a cursos de sanación, meditación, terapias alternativas. ¿Hay que temerles?

-Como poco, hay que dudar. Te puedes topar con perfiles bastante sectarios, que intentan generar una dependencia en las personas a las que se dirigen y pueden utilizar esos cursos u otras actividades atractivas como una puerta de entrada a grupos más sólidos. Hay un cierto ‘boom’ de filosofías relacionadas con el ‘new age’, que no tienen por qué suponer, de por sí, una problemática. Otra cosa es el daño que pueden hacer cuando se ofertan como alternativa al trabajo de profesionales.

-¿Por qué las islas y la costa parecen territorios más favorables para la actividad sectaria?

-Es un fenómeno asociado, a nivel sociológico, con la diversidad cultural y el turismo. Eso favorece la implantación de grupos no autóctonos. Pueden pasar más desapercibidos.

-¿Y con el nivel económico?

-Existe una secta para cada tipo de persona. El perfil de estas ‘entidades’ es tan variado como el de sus posibles víctimas. Existen organizaciones especializadas en gente con problemas económicos, en desempleo, que estén pasando apuros, y existen sectas para yupis. Hay quien se ‘especializa’ en personas con un nivel cultural bajo y quien apunta a un ‘público’ universitario, como parece que ocurre en Granada.

-¿Cómo puede saber alguien que está siendo manipulado?

-Resulta sospechoso que la actividad por la que acudes deje de ser lo relevante, para centrarse en otras cuestiones que tú no habías elegido. También, es alarmante cuando se coarta la libertad individual y hay imposiciones, o cuando se te exige importantes cambios en tus creencias, valores y/o comportamientos previos. Una buena opción es, entonces, acudir a los especialistas, como los de RedUne o la AIIAP.

El "waka waka" de Shakira en el mundial

Una invocación a los dioses santeros afro-antillanos...

Letra de “Time for Africa”...

Llegó el momento,
Caen las murallas,
Va a comenzar La única justa,
De las batallas.

No duele el golpe,
No existe el miedo,
Quítate el polvo,
Ponte de pie,
Y vuelves al ruedo.

Y la presión,
Que sientes,
Espera en ti,
Tu gente!

Ahora vamos por todo,
Y te acompaña la suerte,
Samina mina Zangaléwa (Eleggua, dios de los santeros)
Porque esto es África.

(Eleggua es una de muchas deidades de la religión yoruba. En la santería, se sincretiza su persona con la del Santo Niño de Atocha o con San Antonio de Padua. Eleggua es el dueño de los caminos y el destino, es el que abre y cierra el camino a la felicidad; es muy travieso y su nombre significa "el mensajero")

Samina mina ¡eh! ¡Eh!
Waka waka ¡eh! ¡Eh!
Samina mina Zangaléwa (Eleggua, dios de los santeros)
Porque esto es África.

Oye tu dios y,
No estarás solo,
Llegas aquí,
Para brillar,
Lo tienes todo.

La hora se acerca,
Es el momento,
Vas a ganar,
Cada batalla,
Ya lo presiento.

Hay que empezar,
De cero,
Para tocar,
El cielo.

Ahora vamos por todo,
Y todos vamos por ellos,
samina mina Zangaléwa (Eleggua, dios de los santeros)
Porque esto es África.

Samina mina ¡eh! ¡eh!
Waka waka ¡eh! ¡eh!
Samina mina Zangaléwa (Eleggua, dios de los santeros)
Anawaaa ¡ah! ¡Ah!

Samina mina ¡eh! ¡eh!
Waka waka ¡eh! ¡eh!
Samina mina Zangaléwa (Eleggua, dios de los santeros)
Porque esto es África.

Waka waka ¡eh! ¡eh!
Waka waka ¡eh! ¡eh!
Cause this is África.

Samina mina ¡eh! ¡eh!
Waka waka ¡eh! ¡eh!
Samina mina Zangaléwa (Eleggua, dios de los santeros)
Anawaaa ¡ah! ¡ah!

Samina mina ¡eh! ¡eh!
Waka waka ¡eh! ¡eh!
Samina mina Zangaléwa (Eleggua, dios de los santeros)
Porque esto es África.

Yango ¡eh! ¡eh! (Changó, dios de los santeros)
Yango ¡eh! ¡eh! (Changó, dios de los santeros)
Samina mina Zangaléwa (Eleggua, dios de los santeros)
Anawaaa ¡ah! ¡ah!

(Changó o Shangó es una de muchas deidades de la religión yoruba. En la santería se sincretiza con San Marcos y Santa Bárbara. Shangó es uno de los más populares Orishas del panteón Yoruba. Es considerado Orisha de los truenos, los rayos, la justicia, la virilidad, la danza y el fuego. Fue en su tiempo un rey, guerrero y brujo, quien por equivocación destruyó su casa y a su esposa e hijos y luego se convirtió en Orisha. Orisha de la justicia, la danza y la fuerza viril, dueño de los tambores Batá, Wemileres, Ilú Batá o Bembés, del baile y la música; representa la necesidad y la alegría de vivir, la intensidad de la vida, la belleza masculina, la pasión, la inteligencia y las riquezas)

Yango ¡eh! ¡eh! (Changó, dios de los santeros)
Yango ¡eh! ¡eh! (Changó, dios de los santeros)
Samina mina Zangaléwa, (Eleggua, dios de los santeros)
Anawaaa ¡ah! ¡ah!

Porque esto es África.
Porque esto es África.

(Pataki de Changó: Furibundo con sus descendientes al saber que Oggún había querido fornicar con su propia madre, Obatalá ordenó ejecutar a todos los varones. Cuando nació Changó, Elegguá (su hermano) se lo llevó escondido a su hermana mayor, Dadá, para que lo criara. Al poco tiempo nació Orula, el otro hermano, Elegguá, también temeroso de la ira de Obatalá, lo enterró al pie de la ceiba y le llevaba comida todos los días. El tiempo transcurrió y un buen día Obatalá cayó enfermo. Elegguá buscó rápido a Changó para que lo curara. Luego de que el gran médico Changó curó a su padre, Elegguá aprovechó la ocasión para implorar de Obatalá el perdón de Orula. Obatalá accedió y concedió el perdón. Changó lleno de gozo cortó la ceiba y de ella labró un hermoso tablero y junto con él le dio a su hermano Orunmila el don de la adivinación. Desde entonces Orunmila dice: "Maferefun (bendición) Elegguá, maferefun Changó, Elegbara". También por la misma razón el ékuele de Orunmila lleva en la cadeneta un fragmento del collar de Changó (blanco y rojo) por una punta. Desde entonces Orunmila es el adivinador del futuro como interprete del oráculo de Ifá, dueño del tablero y consejero de los hombres)

Mucha cautela con la letra de las canciones que cantamos...
Parecería inofensiva, pero no lo es...

Información adicional:

www.fcpeace.com/spanish/apo_varios/ocultismo_santeria.htm

Dios, que buen vasallo

Por Juan Manuel de PRADA

http://bitacorapi.blogia.com/2010/071201-dios-que-buen-vasallo.php

Los triunfos de la selección española de fútbol vuelven a despertar un «sentimiento patriótico» en el pueblo que se celebra encomiásticamente, como si de auténtico patriotismo se tratara. Pero el «sentimiento patriótico» no es, como la propia expresión indica, sino la expresión emotiva de los efectos; y tal expresión emotiva puede ser el humus del que brote un «sentido patriótico» si se orienta hacia lo alto, pero también puede ser la charca donde el patriotismo perezca, si se orienta hacia lo bajo.

En la Roma imperial, por ejemplo, el «sentimiento patriótico» alcanzó cúspides de expresión emotiva que no se dieron jamás en la Roma republicana; pero esa exaltación sentimental discurrió paralela a la paulatina atrofia del «sentido patriótico» alcanzado en la etapa anterior. Un «sentido patriótico» que se cuaja cuando las naciones alcanzan la mancomunidad de las almas que la integran; y tal mancomunidad sólo se logra plenamente cuando, entre las almas que la integran, surgen personas con «espíritu público»; esto es, personas con la percepción y la pasión del bien común, capaces de dar alas al «sentimiento patriótico», levantándolo del magma emotivo. Cuando tales personas no existen, el «sentimiento patriótico» es como una semilla que germina en un terreno fértil donde, sin embargo, falta la luz que la haga crecer; y, cuando falta la luz, a la semilla germinada no le resta otro destino sino pudrirse. Y así, con frecuencia, el «sentimiento patriótico» huérfano de luz —desilusionado— acaba incubando los hongos venenosos de la acedia y el esplín; como ocurrió en la Roma Imperial, comandada por hombres que carecían de la percepción y la pasión del bien común.

Esto es lo que ocurre también hoy entre nosotros: quienes detentan el poder están destruyendo o dejando destruir la mancomunidad, por falta de «espíritu público»; y así, el destino de ese «sentimiento patriótico» que germina espontáneamente en ocasiones como la presente es infecundo; o, todavía peor, putrescente. A los pueblos comandados por hombres que carecen de «espíritu público» no les queda otro remedio sino vagar entristecidos, como al Cid del destierro («Dios, qué buen vasallo si hubiese buen señor»), cuando no enzarzarse en querellas intestinas que son como guerras civiles latentes. Esta situación de «guerra civil latente» es la que padecemos hoy en España, azuzada por ideologías que, en lugar de buscar el procomún o bien general, buscan el bien particular de un grupo o de una región; y que se hacen fuertes subrayando ese particularismo, dividiendo a los pueblos en lo profundo, actuando como sucedáneos religiosos que dificultan el entendimiento, la «mancomunidad de almas». Y, cuando más se debilita esa mancomunidad, más fuertes se hacen esas ideologías y los «partidos» que las representan; de tal modo que la robustez de tales partidos se cobra a costa del espíritu público y del sentido patriótico. Así, debilitando la mancomunidad, es como nuestros gobernantes se han hecho fuertes; y, aunque jalean el «sentimiento patriótico» que en estos días prende entre las gentes divididas, temen en lo más profundo de sus corrompidos corazones que de ese «sentimiento» instintivo (emotiva nostalgia de un bien que nos ha sido arrebatado) brote un «sentido» orientado hacia lo alto. Para evitar que tal ventura ocurra, seguirán azuzando la guerra civil latente que los hace fuertes.

¿Amas a la Iglesia como a tu Madre?

Por R.P. José Luis Martín Descalzo

Creo que no puedo escribir sobre las cosas que amo sin hablar también sobre la Iglesia, sobre mi querida Iglesia. Comprendo que, al hacerlo, no estoy muy de moda porque hoy lo que prima es hablar de ella, cuando menos, con desapego (y tantas veces con ferocidad) incluso entre los creyentes. Dicen que el signo de los tiempos es gritar: “Cristo sí, la Iglesia no”. Pero a mí eso me parece tan inverosímil como decir, “quiero el alma de mi madre, pero a mi madre no”. Y lamento no entender a quienes la insultan o desprecian “en nombre del Evangelio” o a quienes parecen sentirse avergonzados de su historia y piensan que sólo ahora o en el futuro vamos a construir la “verdadera y fiel Iglesia”. No sé, pienso que tal vez cuando ya esté en el cielo sentiré compasión hacia eso en lo que aquí abajo convertimos entre todos a la Iglesia, pero mientras esté en la tierra ya tengo bastante trabajo con quererla como para encontrar también tiempo para ver sus fallos.

Y voy a ver si explico las razones por las que la quiero. Para ser un poco sistemático, voy a reducirla a cinco fundamentales.

La primera es que ella salió del costado de Cristo. ¿Cómo podría no amar yo aquello por lo que Jesús murió? ¿Y cómo podría yo amar a Cristo sin amar, al mismo tiempo, aquellas cosas por las que El dio su vida? La Iglesia –buena, mala, mediocre, santa o pecadora, o todo eso junto– fue y sigue siendo la esposa de Cristo. ¿Puedo amar al esposo despreciándola?

Pero –me dirá alguien– ¿cómo puedes amar a alguien que ha traicionado tantas veces el Evangelio, a alguien que tiene tan poco que ver con lo que Cristo soñó que fuera? ¿Es que no sientes al menos nostalgia de la iglesia primitiva? Sí, claro, siento nostalgia de aquellos tiempos en los que –como decía san Ireneo– “la sangre de Cristo estaba todavía caliente”, y en los que la fe ardía con toda viveza en el alma de los creyentes. Pero, ¿es que hubiera justificado un menor amor la nostalgia de mi madre joven que yo podía sentir cuando ya mi madre era vieja? ¿Hubiera yo podido devaluar sus pies cansados y su corazón fatigado?

A veces oigo en algunos púlpitos o tribunas periodísticas demagogias que no tienen ni siquiera el mérito de ser nuevas. Las que, por ejemplo, hablan de que la Iglesia es ahora una esposa prostituida. Y recuerdo aquel disparatado texto que Saint-Cyran escribía a san Vicente de Paúl y que es –como ciertas críticas de hoy– un monumento al orgullo: “Sí, yo lo reconozco: Dios me ha dado grandes luces. El me ha hecho comprender que ya no hay Iglesia. Dios me ha hecho comprender que hace cinco o seis siglos que ya no existe Iglesia. Antes de esto la Iglesia era un gran río que llevaba sus aguas transparentes, pero en el presente lo que nos parece ser Iglesia no es nada más que cieno. La Iglesia era su esposa, pero actualmente es una adúltera y una prostituta. Por eso la ha repudiado y quiere que la sustituya otra que le sea fiel”.

Me quedo, claro, con san Vicente de Paúl, que, en lugar de soñar pasadas y futuras utopías, se dedicó a construir su santidad y, con ella, la de la Iglesia. Un río de cieno hay que purificarlo, no limitarse a condenarlo, sobre todo cuando nadie puede presentar ese supuesto libelo de repudio que Cristo habría dado a su esposa.

La segunda razón por la que amo a la Iglesia es porque ella y sólo ella me ha dado a Cristo y cuánto sé de El. A través de esa larga cadena de creyentes mediocres me ha llegado el recuerdo de Jesús y su Evangelio. Sí, claro, a veces lo ha ensuciado al transmitirlo, pero todo lo que de El sabemos nos llegó a través de ella.

Ella no es Cristo, ya lo sé. El es el absoluto, el fin; ella sólo el medio. Incluso es cierto que cuando digo “creo en la Iglesia” lo que estoy diciendo es que creo en Cristo, que sigue estando en ella, lo mismo que cuando afirmo que bebo un vaso de vino lo que realmente bebo es el vino, no el vaso. Pero, ¿cómo podría beber el vino si no tuviera vaso? El canal no es el agua que transporta, pero ¡qué importante es el canal que la trae!

El centro final de mi amor es Cristo, pero “ella es la cámara del tesoro donde los apóstoles han depositado la verdad que es Cristo”, como decía san Ireneo. Ella es “la sala donde el padre de familia celebra los desposorios de su Hijo” como escribía san Cipriano. Ella es verdaderamente –ahora es el río de san Agustín quien se desborda– “la casa de oración adornada de visibles edificios, el templo donde habita su gloria, la sede inconmutable de la verdad, el santuario de la eterna caridad, el arca que nos salva del diluvio y nos conduce al puerto de la salvación, la querida y única esposa que Cristo conquistó con su sangre y en cuyo seno renacemos para su gloria, con cuya leche nos amamantamos, cuyo pan de vida nos fortalece, la fuente de la misericordia con la que nos sustentamos”.

¿Cómo podría no amar yo a quien me transmite todos los legados de Cristo: la Eucaristía, su Palabra, la comunidad de mis hermanos, la luz de la esperanza?

Pero su historia es triste, está llena de sangres derramadas, de intolerancias impuestas, de legalismos empequeñecedores, de maridajes con los poderes de este mundo, de jerarcas mediocres y vendidos….sí es cierto. Pero también está llena de SANTOS. Y esta es la tercera razón de mi amor.

La tercera razón de mi amor a la Iglesia es que está llena de santos. Siempre que yo me monto en un tren sé que la historia del ferrocarril está llena de accidentes. Pero no por eso dejo de usarlo para desplazarme. “La Iglesia –decía Bernanos– es como una compañía de transportes que, desde hace dos mil años, traslada a los hombres de la tierra al cielo. En dos mil años ha tenido horas de retraso. Pero hay que decir que, gracias a sus santos, la compañía no ha quebrado”. Es cierto, los santos son la Iglesia, son los que justifican su existencia, son los que no nos hacen perder la confianza en ella. Ya sé que la historia de la Iglesia no ha sido un idilio. Pero, a fin de cuentas, a la hora de medir a la Iglesia, a mí me pesan mucho más los sacramentos que las cruzadas, los santos que los estados pontificios, la gracia que el derecho canónico.

¿Estoy con ello diciendo que amo a la Iglesia invisible y no a la visible? No, desde luego. Pienso que tenía razón Bernanos al escribir que “la Iglesia visible es lo que nosotros podemos ver de la invisible” y que como nosotros tenemos enfermos los ojos, sólo vemos las zonas enfermas de la Iglesia. Nos resulta más cómodo. Si viéramos a los santos tendríamos obligación de ser como ellos. Nos resulta más rentable “tranquilizarnos” viendo sólo sus zonas oscuras, con lo que sentimos, al mismo tiempo, el placer de criticarlas y la tranquilidad de saber que todos son tan mediocres como nosotros. Si nosotros no fuésemos tan humanos, veríamos más los elementos divinos de la Iglesia, que no vemos porque no somos ni dignos de verlos.

Cuarta razón. Voy a atreverme a decir más: yo amo con mayor intensidad a la iglesia porque es imperfecta. No es que me gustes sus imperfecciones, es que pienso que sin ellas hace tiempo que me habrían tenido que expulsar a mí de ella. A fin de cuentas, la Iglesia es mediocre porque está formada de gente como nosotros, como tú y como yo. Y esto es lo que, en definitiva, nos permite seguir dentro de ella.

Bernanos decía con exacta ironía: “Oh, si el mundo fuera la obra maestra de un arquitecto obsesionado por la simetría o de un profesor de lógica, de un Dios deista, la santidad sería el primer privilegio de los que mandan; cada grado de la jerarquía correspondería a un grado superior de santidad hasta llegar al más alto de todos, el Santo Padre, por supuesto. ¡Vamos! ¿Y nos gustaría una Iglesia así? ¿Os sentiríais a gusto en ella? Dejadme que me ría. Lejos de sentiros a gusto, os quedaríais en esta congregación de superhombres dándole vueltas entre manos a vuestra boina, lo mismo que un mendigo a la puerta del hotel Ritz. Por fortuna, la Iglesia es una casa de familia donde existe el desorden que hay en todas las casas familiares, siempre hay sillas a las que le falta una pata, las mesas están manchadas de tinta, los tarros de confites se vacían misteriosamente en las alacenas, todos lo conocemos bien, por experiencia”.

Sí, por fortuna en la Iglesia imperan las diversas extravagancias del Espíritu, que sopla donde quiere. Y gracias a ello nosotros podemos agradecerle a Dios cada noche que aún no nos hayan echado de esa casa de la que todos somos indignos. Tendremos, claro, que luchar por mejorarla. Pero sabiendo bien que siempre ha sido mediocre, como en las casas siempre hay polvo por muy cuidadosa que sea su dueña. No se sabe por dónde, pero el polvo entra siempre. Y una limpia el polvo en lugar de pasarse la vida enfadándose con él.

En rigor, todas esas críticas que proyectamos contra la Iglesia deberíamos volcarlas contra cada uno de nosotros mismos. Lo voy a decir en Latín con las preciosas palabras de san Ambrosio: Non in se, sed in nobis vulneratur Ecclesia. Caveamus igitur, ne lapsus noster vulnus Ecclesia fiat.

No en ella misma, sino en nosotros es herida la Iglesia. Tengamos, pues, cuidado, no sea que nuestros fallos se conviertan en heridas de la Iglesia.

La quinta y más cordial de mis razones es que la Iglesia es –literalmente– mi madre. Ella me engendró, ella me sigue amamantando. Y me gustaría ser como san Atanasio, que “se asía a la Iglesia como un árbol se agarra al suelo”. Y poder decir, como Orígenes, que “la Iglesia ha arrebatado mi corazón; ella es mi patria espiritual, ella es mi madre y mis hermanos”. ¿Cómo entonces sentirme avergonzado por sus arrugas cuando sé que le fueron naciendo de tanto darnos y darnos a luz a nosotros?

Por todo ello espero encontrarme siempre en ella como en un hogar caliente. Y deseo –con la gracia de Dios– morir en ella, como soñaba y consiguió santa Teresa. Y ese será mi mayor orgullo en la hora final. Ese día me gustaría repetir un pequeño poema que escribí hace ya muchos años siendo seminarista, un poema muy malo, pero que conservo como era porque expresaba y expresa lo que hay en mi corazón.

Amo a la Iglesia, estoy con sus torpezas,
Con sus tiernas y hermosas colecciones de tontos,
Con su túnica llena de pecadores y manchas.
Amo a sus santos y también a sus necios.
Amo a la Iglesia, quiero estar en ella.
Oh madre de manos sucias y vestidos raídos
Cansada de amamantarnos siempre
Un poquito arrugada de parir sin descanso.
No temas nunca, madre, que tus ojos de vieja
Nos lleven a otros puertos.
Sabemos bien que no fue tu belleza quien nos hizo hijos tuyos,
Sino tu sangre derramada al traernos.
Por eso cada arruga de tu frente nos enamora
Y el brillo cansado de tus ojos nos arrastra a tu seno.
Y hoy, al llegar cansado y sucios, con hambre
No esperamos palacios, ni banquetes, sino esta casa,
Esta madre, esta piedra donde poder sentarnos.

Diez razones para no legalizar la droga

Escrito por Mauricio Aira (www.ernestojustiniano.org)

Los propagandistas de la legalización de la droga vuelven a la carga con gran publicidad después del aparente éxito obtenido en Argentina con una Ley que despenaliza la tenencia de marihuana o cannabis, no obstante la oposición firme y airada de la clase consiente de nuestro vecino. Dicen en sus falsas argumentaciones algunas mentiras que es preciso puntualizar.

Atribuyen a los EEUU el fracaso de la política restrictiva, que controla y sanciona la actividad del narcotráfico tal cual establece NNUU y tal como está vigente por ej., en los 27 países de la UE. Que tal actitud significa gastos es evidente, aunque inevitable si se quiere evitar el daño irreparable generalmente mortífero que las drogas provocan en las juventudes que caen bajo sus garras.

Una. La legalización no pondría fin a la actividad lucrativa del narcotráfico. Al quitarse las barreras legales que prohíben su comercialización saldría a flote el submundo que hoy domina la criminal actividad, haciendo florecer el mercado con ventas mayores y de los 400 mil millones de dólares que se estima el actual comercio triplicaría su volumen, sumiendo al mundo en un mar de droga.

Dos. De ser posible la reducción del precio de las drogas por una mayor ilimitada oferta el daño social por la extensión del veneno afectaría un universo inmensamente mayor al actual. El robo y la prostitución para financiar su consumo cobrarían un mayor auge.

Tres. Legalizar la droga permitiría dicen los “liberalizadores” un control de calidad. Lo que equivale a establecer una escala del efecto del veneno que de todos modos mata, aunque algún producto demore mayor tiempo que el otro. El daño irreparable sería al menos tres veces mayor.

Cuatro. Si fuera evidente que los grandes narcotraficantes se benefician con el mayor control hoy en vigencia, ¿porqué los carteles y las mafias ejecutan tal propaganda por su legalización? Salta a la vista que la “venta libre” sería motivo de su mayor enriquecimiento y empoderamiento. Si hay nuevos operativos en Latinoamérica, los expertos lo interpretan como “algo planificado” porque actúan así para reciclarse y “echar a la basura” las plantas ya obsoletas.

Cinco. Se suele generalizar cuando se asegura que en todos los niveles de gobierno una cantidad de policías, de aduaneros, de jueces y otras autoridades son comprados, sobornados o extorsionados por los narco traficantes. Es evidente que en algunos países como México, Colombia, Brasil, Perú y por supuesto Bolivia se han dado esos casos, en muchos otros, para bien de la humanidad las autoridades son incorruptibles y tienen tras suyo, un efectivo control social formado por padres de familia, por sindicatos, por gremios y políticos que garantizan las normas restrictivas.

Sexta. Donde se equivocan los despenalizadores es interpretar que con su “medida salvadora” cerrarán las cárceles y desaparecerán los asesinos, estafadores, violadores, ladrones, grupos terroristas, que los gobiernos ahorrarán los presupuestos que hoy destinan a combatir el narcotráfico, descongestionarán las prisiones donde permanecen “gentes cuyo único crimen fue el consumo de sustancias prohibidas” lo cual es tremenda falsedad. En muchísimos países lo que está penado es el narcotráfico, existe tolerancia con el consumo en muy pequeñas dosis. ¿Cuáles son las autoridades que reconocen que sus esfuerzos por la penalización apenas llegan al 28%?

Séptima. La legalización terminará con el recorte de libertades, pinchazos telefónicos, allanamientos, registro en listas negras, censura y control de armas que atentan “contra nuestra libertad”. ¿Olvidan acaso que los delincuentes incursos en el narcotráfico son los criminales de la peor especie, contra los que no cabe consideración alguna? El encarcelamiento colectivo no se termina con el control de las drogas aseguran y cabe. La liberalización dará mayor libertad… ¿a quienes?

Octava. Reconocen los liberalizadores que las guerrillas financiadas por el narcotráfico poseen millones de dólares, armas, prensa, recursos humanos que son una bomba de tiempo en Bolivia, Perú y Colombia y su próxima extensión a Venezuela, Brasil, Panamá lo que obliga a las potencias a prevenir su expansión y la peligrosidad de su agresividad. Con el respaldo de la Ley los grupos se consolidarían e intervendrían en los estados sin disimulo alguno.

Novena. De ser evidente que el consumo de drogas provoca violencia urbana, abuso policial, la confiscación de bienes, allanamientos indebidos, etc., el consumo libre sin el freno legal multiplicará por mil estos daños e incorporará a nuevos grupos hoy felizmente al margen del consumo.

Décima. El debate sobre la legalización debe continuar, al mismo tiempo que el rigor de la política restrictiva, cualquier señal en falso alentaría a los sabuesos que aguaitan cual aves de rapiña a la espera de un error, como el que acaban de cometer en Argentina, explicable tan sólo entre otras cosas por la influencia maligna de George Soros y su poderoso imperio, quién posee planes monstruosos para “obtener ganancias de pescador” en el mar revuelto de confusión que seguirá a la desafortunada medida. Debe continuar el uso de métodos y tecnología de punta la campaña educativa desde la primera edad, para prevenir, denunciar y evitar el consumo de drogas con que la criminalidad agrede a la sociedad actual.

Las experiencias parciales, reducidas a pequeños grupos de drogadictos en Copenhague, Ámsterdam y algunas comunas de Suiza terminaron en un fracaso total. Suecia en cambio ha reforzado la prohibición y la no tolerancia con una actuación más estricta y severas penalidades para los delitos relacionados con las drogas, se fomentó la educación y la participación ciudadana. Hoy el índice de consumo de droga descendió hasta ser el más bajo de todo el mundo occidental.