La mujer

23 de Septiembre #2005
Vísperas de la fiesta de Nuestra Señora de las Mercedes

Sra.
Cosette Álvarez
Columnista del Periódico Hoy
Vía correo electrónico
Ciudad,

Ref.: “¿Quien mejor que una madre? La Virgen María”

Estimada Sra. Álvarez:

“Un mito –aceptado como verdad- (lo mismo que un plátano ‘barahonero’ atravesado en el cerebro) afecta el buen juicio y el sentido común.”

Al saludarle cordialmente en este día tan hermoso que Dios nos ha regalado, he querido escribirle algunas líneas en atención a su más reciente entrega, por cierto, bastante difícil de comprender.

Solamente una cosa me atrevo a comentarle, y es sobre esto del mito de que “para ganarnos la vida eterna –a la derecha del Padre- hay que militar incondicionalmente en una religión en particular”.

Esto no es un mito, es la pura verdad. Lo que muchas veces sucede –con todo lo que tiene que ver con esas cosas que esperamos y no vemos- es que tenemos que tener fe, ese sexto sentido que nos permite percibir ciertas realidades nuevas e invisibles a nuestros sentidos corporales. ¿Cómo? Si, el mero hecho de que esté yo escribiéndole en este momento es un regalo de Dios, un milagro, que hasta a mí –a veces- me cuesta creerlo. Fe y humildad son dos virtudes hermanas; la fe promueve la humildad, y la humildad es la condición indispensable para llegar a la fe. Un círculo maravilloso.

Viendo las cosas ahora un poco más fríamente podemos constatar que, cuando las demás religiones (Judaísmo, Islamismo, Budismo, Taoísmo, etc.) fundamentan sus creencias en el esfuerzo colectivo de los hombres por alcanzar a Dios, bien sea por el conocimiento o la ascética, nosotros los cristianos vivimos algo completamente distinto: la experiencia personal de un Dios que vino a encontrarse con su pueblo, se hizo hombre, murió y hoy está vivo y resucitado entre nosotros; un Dios que sale continuamente al encuentro de todos, justos y pecadores, para salvarnos de la muerte eterna, producto de nuestro pecado.

No ha habido ningún hombre –de ninguna otra religión- del que pueda afirmarse con rectitud el hecho de haber muerto en la forma en que murió Jesús de Nazaret, y aún estar vivo hoy entre su pueblo. No hay ningún hombre –en toda la historia de la humanidad- del que se haya hablado siglos antes de su venida, con tantos pelos y señales, al punto de que los judíos aún le esperan. No ha habido ningún hombre que haya hecho los milagros y portentos que hizo y hace Jesús de Nazaret en nombre de Dios ante nuestros propios ojos, todos los días. Ho ha habido ninguna religión cuya Iglesia se haya mantenido por tanto tiempo –en una sola pieza- como ha sucedido con la Iglesia católica. Eso es historia, digan lo que digan.

Ahora veamos lo que afirma el propio Jesús de sí mismo, cuando dice que EL es el camino, la verdad y la vida, y que nadie va al Padre sino es por EL. Habla de una Iglesia que nunca será vencida, de un equipo de discípulos, formados por EL mismo con una doctrina antigua pero renovada, con la encomienda de ir por el mundo a predicar ese Evangelio, haciendo nuevo discípulos. Dice Jesús que para ser discípulo suyo hay que cumplir sus mandatos, la voluntad del Padre pronunciada a viva voz por aquel que fue reconocido como el Hijo de Dios, su predilecto. Una Iglesia sin mancha ni arruga, que camina en medio de un valle de lágrimas y miseria hacia la morada eterna. En esas estamos.

“Una rápida mutación, realizada con frecuencia, bajo el signo del desorden y la conciencia agudizada por tantas contradicciones existentes en el mundo hoy, generan gran inestabilidad y desequilibrio. Surge en el corazón del hombre un desorden entre lo que dice la inteligencia práctica moderna y una forma de conocimiento teórico que nunca llegan a dominar y ordenar la suma plena de sus conocimientos en síntesis satisfactoria.”

Bueno, el tema es complicado y extenso, tanto como nuestra buena fe y nuestra capacidad nos permitan sustentarlo. Algo más le digo: ser sincero no es nada fácil, ya que es mucho más sencillo adaptarse a las circunstancias y poner buena cara a todos que mantenerse fiel a la palabra dada y a los principios adquiridos. ¿Con quién preferimos quedar bien nosotros? ¿Con unos hombres de ideas pasajeras, o con el Dios eterno, creador de cuanto hay en el cielo y en la tierra, el que nos ha dado la vida y es nuestro Señor?

¡Usted responda!

“Si alguno enseña otra cosa y no se atiene a las saludables enseñanzas de la religión, es que está cegado y es un ignorante que sufre la enfermedad de de promover discusiones y polémicas... Y ciertamente la religión es de gran provecho, cuando uno se contenta con lo necesario... Mantente firme en el noble combate de la fe, conquista la vida eterna para la cual has sido llamado y de la cual has hecho solemne profesión de fe antes muchos testigos.” [Primera carta de San Pablo a Timoteo (6, 3-19)]

¿A quién creer? ¿A Jesucristo, a San Pablo, a Mario?

¿Vivo en actitud de sabiduría hacia la verdad, o soy de los que vivo dispuesto a escuchar con agrado cualquier necedad o incongruencia, porque me aleja de mi comodidad?

Oh Señor, concédenos el discernimiento para poder ejercitarnos en la sabiduría que sabemos sólo viene de Dios, a no dejarnos confundir por voces agoreras, llenas de todo tipo de falsedad. Ten piedad de nosotros, Jesús.

Atentamente,

Mario R. Saviñón