Justificar actitudes

Por Juan Francisco Puello Herrera – Diciembre 26, 2008

No es buena la decisión de justificar todo lo que hacemos. Desde esa perspectiva, frecuentemente la justificación acompaña una mala acción. Todo aquel que busca una justificación a todas sus actuaciones, lo que persigue es estar bien consigo mismo sin importar las consecuencias que su proceder pueda acarrear a otros.

Existen excepciones a este tipo de conducta, pero como tales, habría que explicarlas desde una óptica diferente. Por esto, las vivencias tienen un sentido valorativo en la vida, ya que ellas nos dan la oportunidad de analizar nuestro accionar con el raciocinio y no con las emociones. No obstante, se dan casos que dan a pensar sobre esta premisa. A manera de ejemplo ¿Cuál debería ser el proceder de un mentor que habiendo sido engañado por su discípulo lo perdona, pero éste continúa mediante “sutilezas” tratando de hacerle daño?

Pasado el tiempo, cuando todo pareciera haber vuelto a la normalidad, las traiciones continúan pero ya en un terreno muy delicado, el espiritual. La incursión en el cinismo es reiterativa y en cada encuentro casual los saludos van acompañados de una risa burlona. ¿Es lícito, entonces, hacerle ver a ese discípulo que ya no habrá más oportunidad para él? ¿Procede hacerle ver que reconsidere su actitud perniciosa?

Teniendo en cuenta que mediante reiteradas advertencias se le hizo ver que ese no era el camino correcto para alcanzar la salvación. Incluso llegando a expresarle que tuviera el cuidado de no utilizar a Dios para proyectarse profesionalmente y hacer de esa aventura una empresa comercial, advertencias que ignoró y que lo han ido convirtiendo en un ser mediatizado, sin escrúpulos e hipócrita; no obstante esta expresa advertencia continúa aprovechando al máximo una supuesta relación con Dios en su “proyecto de vida” plagado de incoherencias, y esto es algo muy serio.

En el caso que nos ocupa, este discípulo, llevado de la mano por guías ciegos, deviene su vocación en una administración de bienes materiales que se confunden con los espirituales. Por esto, su testimonio de vida se debilita porque se conoce su modus operandi. En verdad es complicado esto de las justificaciones, pero queda una lección: “No hay nada escondido que no salga a la luz, ni nada tan secreto que no llegue a conocerse claramente”. (Lucas 8,17)

No obstante, dice la Palabra que es inevitable que sucedan escándalos y que si tu hermano te ofende siete veces en un día y siete veces vuelve a decirte “lo siento”, lo perdonarás (véase Lucas 17,1-6) Es difícil aplicar esto, pero ahí está el radicalismo del amor cristiano.