Ecumenismo en el siglo XXI

En aquel tiempo, le dijo Juan a Jesús: ‘Hemos visto a uno que expulsaba a los demonios en tu nombre, y como no es de los nuestros, se lo prohibimos’. Pero Jesús le respondió: ‘No se lo prohíban, porque no hay ninguno que haga milagros en mi nombre que luego sea capaz de hablar mal de mí. Todo aquél que no está contra nosotros está a nuestro favor.” [Mc. IX, 38-40]

Todo aquél que no está contra nosotros está a nuestro favor.”

No hay ninguno que haga milagros en mi nombre que luego sea capaz de hablar mal de mí.

Si esta primera frase puede ser fundamento del ecumenismo universal, puede servirnos como exhortación al ecumenismo con las demás confesiones cristianas.

La fe en nuestro Señor Jesucristo es común pero, desgraciadamente, sus fieles están divididos en numerosas otras iglesias.

Desde un punto de vista jurídico, institucional y dogmático, muchos bautizados se encuentran separados hoy de La Iglesia católica, pero, por medio de tantas obras buenas hechas en nombre de Jesús, se encuentran unidos en la Iglesia universal. No obstante, en ocasiones, hablan muy mal de la Iglesia y de nosotros los católicos.

Si son personas de buena voluntad, lo hacen por ignorancia; y, de buena fe, creen que los católicos estamos realmente alejados de Cristo.

Hasta San Agustín, siendo maniqueo, habló muy mal de La Iglesia. Sin embargo, más tarde diría:

nunca he hablado verdaderamente contra La Iglesia, he luchado más bien contra una opinión equivocada que tenía de ella’.

El ecumenismo entre cristianos debe centrarse en el esfuerzo por corregir esas falsas opiniones que tenemos unos de otros.

No se lo prohíban.”

Junto al decreto sobre el ecumenismo (ver documento), el Concilio Vaticano II (todos los documentos) ha suscrito una declaración sobre la libertad religiosa (ver documento). Esta declaración fue aprobada por unanimidad aunque, inicialmente, algunos Padres conciliares tuvieron sus reservas sobre el contenido del texto propuesto.

Si somos católicos sinceros, convencidos de la verdad de nuestra fe, no podemos admitir jamás que todas las religiones sean iguales.

¿Cómo pueden coexistir la verdad y el error y tener el mismo derecho de difusión y publicidad?

La objeción se aclaró inmediatamente: el Concilio pretende dirigirse a aquellos que profesan religiones diferentes y que, en ellas, buscan la verdad. Esta es la condición que determina la actitud fundamental a seguir; todo hombre tiene el derecho natural a buscar libremente la verdad y la relación personal con Dios.

Después, si alguno se da cuenta del propio error, podemos con amor mostrarle el camino correcto. Pero, en todo caso, condenaremos la violencia y las prohibiciones que amenazan la libertad.

Respetar la libertad de nuestros hermanos es la obra magnífica de la caridad cristiana.