02 de Julio #2007
En honor a San Otón, Obispo del siglo XII
Sr.
José Abreu
“Hablando alto” por Primicias (La verdad siempre)
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Ciudad,
Ref.: ¿Es Jesús el Hijo de Dios?
“El hijo que esperas viene del Espíritu Santo” (Mt. II, 20).
Distinguido Sr. Abreu:
“Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango, y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos" (Fl. II, 6).
Al saludarle cordialmente, he querido escribirle algunas líneas a fin de exponerle un par de ideas mías sobre este artículo suyo publicado recientemente.
La estupenda ocurrencia de Dios Padre todopoderoso de encarnar La Palabra en la persona de Jesús de Nazaret para morar entre nosotros, educarnos en la fe y salvarnos es un misterio de amor tan grande como incomprensible para una mayoría de seres humanos.
Si la explicación de tan gran acontecimiento quedara al parecer de cada cual, hombre, mujer o grupo, es obvio pensar que sería distorsionada, como de hecho es y ha sido tantas veces antes.
Ponerse de lado a las enseñanzas de los Padres de La Iglesia, el Magisterio y la Tradición sobre este insondable misterio lleva al más listo a conclusiones erradas, falaces, en ocasiones hasta ridículas.
La iglesia de los santos de los últimos días, “los mormones”, afirma que Jesús de Nazaret no fue engendrado por obra y gracia del Espíritu Santo, sino que por la acción de un tal personaje que estuvo también en el jardín del Edén, negando por completo su concepción inmaculada y virginal.
Los testigos de Jehová, que de hecho no son cristianos, de igual forma niegan su divinidad, que Jesús sea el Hijo de Dios.
Así piensan fundadores y adeptos de tales agrupaciones seudo religiosas, como de otras sectas y nuevos movimientos que brotan de una ignorancia tan rancia como atrevida, muy peligrosa. Ya desde antiguo lo han dicho sabios del talante de Cicerón: “la ignorancia es la madre de todos los errores”.
Puede usted leer –con el corazón en las manos- textos neo-testamentarios como Mt. VI, 13-17; Lc. III, 21-22; Mc. XV, 33-39; Lc. XXII, 66-71; Rom. I, 1-7, que de seguro el Espíritu de Jesús de Nazaret algo le revelará para edificarlo mucho mejor en este sentido.
Desde los primeros siglos del cristianismo se han levantado personas y grupos pretendiendo interpretar a conveniencia el misterio revelado por el mismo Dios sobre su Hijo Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre.
Un ejemplo de ello, el docetismo gnóstico, quiso dejar al creyente confuso respecto a que Jesucristo fuese un verdadero hombre. Desde los días de los Apóstoles hasta nosotros se ha insistido sobre la encarnación sobrenatural del Hijo de Dios, es decir, la segunda persona de la Santísima Trinidad asumiendo la naturaleza humana en su totalidad (cf. 1 Jn. IV, 2-3).
Si decimos creer en La Palabra de Dios, en Las Sagradas Escrituras, tenemos que creer en todo lo que ELLA dice, ya que la llevamos grabada en lo más profundo de nuestros corazones. No se puede decir que se cree en ELLA y al mismo tiempo negar cuanto ELLA afirma.
“Al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer” (Ga. IV, 4). El nacido de Mujer no es una energía fantasmagórica, como suponen algunos herejes de nuestro tiempo: Jesús de Nazaret fue hombre verdadero, y aún vive entre nosotros hoy: ha resucitado.
“Como hubo falsos profetas en el pueblo, también entre vosotros habrá falsos maestros que promoverán sectas perniciosas. Negarán al Señor que los rescató y atraerán sobre sí una ruina inminente. Otros muchos se sumarán a sus desvergüenzas, y por su culpa será difamado el camino de la verdad. En su codicia querrán traficar con vosotros a base de palabras engañosas. Pero hace tiempo que está decretada su condena y a punto de activarse su perdición…” (2 Pe. II).
Aprovecho para referirle a este sitio amigo, www.conocereisdeverdad.org, en el que podrá encontrar más información valiosa para edificarse correctamente en este sentido.
Sin otro particular por el momento, le saludo deferentemente,
Mario R. Saviñón
mrsavinon@yahoo.com
Pd. Doña Maritza, de Puerto Rico, le ha respondido adecuadamente, dado el tema que le ha tocado tratar. A Jesús hay que defenderlo con todo lo que se tiene, porque sino, hasta las piedras hablarán.