Colombo y Jesús

19 de Abril #2006
En honor a S.S. Benedicto XVI

Sr.
Ramón Colombo
Columnista de Clave
Vía correo electrónico: lectores@clave.com.do
Ciudad,

Ref.: “¿Por qué mataron a Jesucristo?

“Mi reacción con Hollywood y sus películas ha cambiado. Ya no soy el espectador que acepta todo cuanto brindan los estudios y sus directores. Ahora, más viejo y más sabio, escojo con mucho más cuidado cuanto entra por el oído, los ojos y la boca.”

Distinguido Sr. Colombo:

“Jesús tiene ahora muchos enamorados de su Reino celestial pero muy pocos que quieren llevar su cruz. Tiene muchos que desean sus consuelos y pocos las tribulaciones. Muchos que aspiran comer en su mesa y contados los que anhelan imitarlo en su abstinencia. Todos apetecemos gozar con ÉL, pero pocos sufrir las consecuencias de ser cristiano.”

Al saludarle cordialmente en esta tarde hermosa de Pascua de Resurrección, he querido escribirle algunas líneas en ocasión de su entrega el pasado jueves sobre el tema de referencia, así como anexarle la carta que dirigiera aquella vez al Director de RTVD, cuando ambos osaran llevar a cabo un rito ocultista en sus oficinas en esa estación gubernamental.

Dice usted que Jesús “nunca fundó una Iglesia, pidió dinero, se congració con el poder, medió en conflictos sociales ni políticos como tampoco acumuló fortuna alguna”. Y esto en parte es cierto, no del todo cierto.

Bastaría leer los Evangelios (4 libros, 89 capítulos, 3’778 versículos); confrontar las enseñanzas de algunos padres de la Iglesia: Ireneo de Lyon, Policarpo de Smyrna, Tertuliano, Papías de Hierápolis, Clemente de Alejandría, Eusebio de Cesarea, Ignacio de Antioquia y Justino, para cambiar de opinión, luego de estudiar mejor el tema, por más rosca izquierda que se sea.

“¿Es usted el único forastero en Santo Domingo que no sabe lo que ha pasado en dos mil años hasta nuestros días? Estamos estupefactos ante lo sucedido… Todos le han reconocido al partir el pan…” [Lc. 24, 13] La narración de lo sucedido con los dos discípulos que iban camino a Emaús es una de las tantas formas que Jesús de Nazaret utiliza para mostrarnos la importancia de la Santa Eucaristía, ni hablar del valor de Sacerdocio apostólico eclesial.

Leía esta tarde la noticia de que la gente de la RAI (televisión italiana) están desconcertados con Su Santidad, Benedicto XVI (décimo sexto), pues ha vuelto atrás con esto de celebrar las Misas con una solemnidad y una reverencia que apabullan al más fiel de los cristianos, especialmente al momento de la Adoración Eucarística, el silencio sepulcral que ello provoca, especialmente para los televidentes poder confrontarse a sí mismos frente a un Dios encubierto en un pedazo de pan. ¡Vaya maravilla esta!

“En aquellos días, subían al Templo Pedro (Simón) y Juan (el evangelista) a la oración de media tarde (nona)…” [Hc. 3, 1-10] Como puede usted apreciar de la anterior lectura, muy temprano en esta nueva era, es decir, a finales del siglo I d.C., ya el pueblo de Dios tenía la costumbre de celebrar en comunidad sus asuntos religiosos, eso que nosotros conocemos como Iglesia en estos tiempos. El resto de los rituales y las celebraciones puede verificarlo en la Carta a los Hebreos y en el mismo Libro de los Hechos de los Apóstoles.

La bibliografía contemporánea sobre estos temas es vasta, autores católicos de la talla de J. Gnilka, J. M. Casciano, J. Meyer, R. Schnackenburg, R. Penna, R. Brown, A. Puig; así como los luteranos G. Theissen, J. Schlosser y B. Witherington, proveen de un marco histórico y bíblico sólido para la formación de cualquier cristiano interesado seriamente en estos temas. Responsable sería de mi parte también afirmar que existen muchos otros autores “chupatintas” que pervierten la fidelidad tanto del Evangelio como de la historia de estos dos mil años de cristianismo que hemos vivido hasta la fecha.

“¿Qué tengo yo que hacer para cambiar esta tristeza que tanto me agobia? ¿Qué tengo que hacer para salir de esta depresión que me atormenta? ¿Qué tengo yo que hacer para darle a mi vida un nuevo sentido?” Pues le cuento que este domingo pasado hemos recordado la Resurrección de nuestro Señor y Salvador, Jesucristo. Le puedo confesar sin temor a equivocarme que ÉL está vivo y camina con nosotros hasta el final de nuestras vidas. Aleluya, verdaderamente Cristo ha resucitado.

Padre eterno, rico en piedad, mira con misericordia a todas las almas que creen en tu Hijo, Jesús de Nazaret, pero han malgastado tus bendiciones, abusado de tus gracias por persistir obstinadamente en sus errores. No juzgues nuestros yerros, sino el amor de tu hijo y la amarga Pasión que sufrió por nuestros pecados. Acógenos en su corazón trapazado, haz que ellos también te glorifiquen por los siglos de los siglos. Amén.

Sin otro particular por el momento, aprovecho para suscribirme a sus órdenes siempre.

Atentamente,

Mario R. Saviñón
mrsavinon@yahoo.com

Pd.: “El demonio no duerme, como no ha muerto aún la carne. No cese, por lo tanto, de prepararse para el combate. A la derecha y a la izquierda hay enemigos que no descansan nunca, buscando siempre a quien devorar.”